La pensión de la
austríaca era un tugurio de mala muerte regentado por una sevillana que había
vivido diez años en Viena. De ahí el apodo. Y la fortuna. Según las malas
lenguas, había ganado millones conspirando en plan matahari de poca monta y se
lo había gastado todo en chulos. Solté un billete a la susodicha antes de que
me pusiese mala cara y en un santiamén estaba ante la puerta de Alejandra. O
Adelaida. O Aleluya, como se hizo llamar en esta ocasión. En cualquier caso,
una pájara de mucho cuidado, que había dejado al pobre Ildefonso, siempre tan
cumplidor y animoso, como una auténtica piltrafa.
Convencer a esta me llevó
mucho más rato que a la otra. Soltaba quejidos lánguidos, suspiraba, pero no
conseguía que dijese una sola palabra y mucho menos que abriese la puerta.
Hasta que me acordé de la llave mágica.
-Alejandra, ¿qué hago?
¿le dejo el sobre con el dinero a la patrona?
Un argumento que ablanda
a las piedras tenía que surtir efecto.
-¿Qué sobre? – Solo era
un hilo de voz, pero, después de todo, eran palabras. Una novedad.
-El que me ha dado para
usted la empresa Vallejo y Hermanos, se trata de una gratificación a la que ha
renunciado…
La puerta se abrió de
golpe.
-… en su beneficio
Ildefonso Perales.
Egon Schiele - Mujer sentada con la rodilla doblada (1917) |
Una mujer rubia, con el
pelo revuelto, los ojos vidriosos, algo gruesa, no demasiado joven se dejó caer
en la butaca amarilla. Sudaba, como si estuviésemos en plena canícula, por
todos los poros de su cuerpo. La habitación era sencilla pero alegre, aseada y
estaba amueblada con gusto. En un rincón, junto al armario, había un barullo de
ropa sucia, Ella siguió mi mirada pero no se movió de su sitio.
-Siéntese. – Me señalaba un
canapé, a listas moradas y blancas que, supuse, se abriría para hacer las veces
de cama cuando fuese necesario.
-No hace falta. Puedo
estar de pie. Aquí tiene su dinero, pero antes quiero rogarle que deje en paz a
Ildefonso. Si me promete…
Me interrumpió silbando
como una serpiente.
-Mentiras, todo mentiras.
Es la desgracia que nos invade. Cruces para aguantar sobre el hombro derecho, y
el izquierdo libre. Pero ¿es que los hombres no tienen hombros? Sí, también
tienen dos. Ahora que lo pienso, hombros son los hombres y hombres son los
hombros. Modifica tu camino, escucha a la aurora, que sople la brisa sobre la
cama del tuerto.
Quedé tan conmocionado
que no era capaz de interrumpirla. Hasta que reaccioné.
-Piense usted lo que
quiera. He preparado doscientos billetes, que le abonaré con la condición de
que se vaya de aquí ahora mismo. Y si Ildefonso vuelve a encontrar su pista,
deshágase de él. ¿Me ha entendido o no?
-Se funden mis lágrimas
en lo más profundo del secreto, pero el monte se eleva sin permiso y todo puede
cambiar para peor.
-En fin. Ya ve que lo he
intentado. Lástima de dinero que ahora no va a ser para nadie.
Vi la chispa de la
codicia en sus ojos, alargó la mano pero ni siquiera se dignó levantarse.
Arranqué un cheque del talonario, lo rellené y me acerqué con él a la butaca.
-Le voy a dar más
todavía. Seiscientos, si le parece. Mañana ya puede cobrarlo, pero antes tiene
que darme su palabra.
-Siií, siií.
Chillaba como una rata
con los ojos cerrados y los brazos en cruz, pero no había de qué asustarse, era
evidente que estaba fingiendo.
-Si me entero de que no
ha sido así, tendrá que vérselas conmigo.
-Eres el viento que azota
los verdes prados como un látigo maligno, pero puedes conmigo porque soy una
frágil mujer. Ni siquiera sé quién es ese Ildefonso, nunca hablaré con nadie
que se llame Ildefonso, ni siquiera hablaré con ningún hombre. Nunca más.
-Pero sí sabes quién es
Demetrio.
-¿Mi padre? ¡Qué sabrás
tú!
Aquello era cada vez más
confuso. Supe que me estaba jugando el dinero sin ninguna garantía, pero ¿qué
seguridad podía darme aquel ser? Ni aunque me lo jurase de rodillas la hubiese
creído del todo. Me invadió una ola de resignación y, sin más, solté aquella
fortuna en sus manos.
-Con esto puedes empezar
una nueva vida. ¿Estamos? Anda, vete a otra ciudad y pórtate bien.
-Me esperan los aztecas
saltando de sus tumbas.
-Sí, sí. Venga, duerme la
mona o lo que tengas y mañana será otro día. Pero ni se te ocurra molestar a
Ildefonso.
-Y dale… ¡Qué perra te ha
entrado con ese nombre tan feo! ¿Por qué no le llamas Bruno? O Gonzalo, que es
mucho más bonito. A ti qué más te da.
Sentí la tentación de dar
un portazo al salir, pero no quise meterme en problemas, bastantes sobresaltos
había sufrido esa noche.
Al día siguiente recibí
una carta.
Para el señor Carlos,
amigo de Ildefonso Perales. Caballero, como amigo que es de Ildefonso, le
suplico con todas mis fuerzas que no le permita seguirme. Soy un alma débil y
me siento confusa. El mundo se ha derrumbado de pronto, ya no me queda nada.
Necesito volver a mi país, pero se ha quedado en otra dimensión y no conozco el
camino de regreso. No quiero molestar a las buenas personas, viviré en
cualquier otro sitio, aún no sé cual, buscaré trabajo y no contaré mi secreto a
nadie. Bastantes perjuicios he causado ya. Su amigo me convirtió en una mujer
civilizada y espero ser feliz alguna vez, enamorarme y tener hijos cuando tenga
edad para ello. Todavía no he cumplido veinte años, Ildefonso tiene más de cincuenta,
nunca podría ser su mujer. He dado instrucciones para que no me encuentre
nunca. Por favor, cuide mucho de él y dígale que es imposible dar conmigo. Ayer
tarde cogí un avión y pasé una frontera, no le digo cual para que no se vaya de
la lengua. Ahora tengo que aprender otro idioma, adaptarme a nuevas costumbres,
pero creo que estoy preparada para
cualquier tipo de vida que quiera brindarme el destino. Soy trabajadora y creo
que no me irá mal aquí. He tenido mucha suerte conociendo a Ildefonso, pero he
sido su perdición sin pretenderlo. Me gustaría, si no es mucha molestia, tener
noticias suyas de vez en cuando. Nada me alegraría más que enterarme de que ha
superado el bache y se encuentra perfectamente. Puede enviar la correspondencia
a través del carnicero o de mis compañeras de piso. Cualquiera en el barrio
puede dar razón de mí, han sido mis cómplices durante todo este tiempo y, de
alguna manera, una auténtica familia. Entre todos, hemos hecho lo posible por
quitarle la obsesión a Ildefonso, pero no le conocemos tanto como usted.
Perdone estas líneas tan
liosas. Las releo y no hay quien las entienda, pero no tengo tiempo de escribir
otra carta. Estoy en una estación de autobuses y antes de que llegue el que
espero quiero echarla al buzón y quedarme con la conciencia tranquila, aunque
no sé si será posible.
Le deseo todo lo mejor, a
usted y a su respetable familia. Espera sus noticias
Adelaida
Me urgía recuperar el
dinero. Volé a la pensión y ni siquiera esperé a que el taxista me devolviese el
cambio. A la mujer del día anterior le lancé unos cuantos visajes desesperados
y me entendió sin necesidad de palabras.
-Puede subir si quiere,
pero no va a encontrar a nadie. Aleja se fue anoche, sin equipaje ni nada, en
cuanto usted salió por la puerta.
El cuarto estaba de par
en par en el mismo estado que lo dejé. Lo único que faltaba era el espantajo
sentado en la butaca amarilla.
Bajé a la carrera de
nuevo.
-¿Sabe dónde puedo
encontrarla?
-No señor. Me pagó y se
fue a toda prisa, yo creo que huía de alguien.
-¿De mí, por ejemplo?
-No lo creo, señor. Usted
se portó de una forma muy civilizada, no escuché ni un solo grito en el tiempo
que duró su entrevista.
-¿Entrevista? Le aseguro
que no soy de la prensa.
-Por decir algo. Soy una
mujer discreta y no me gusta entrometerme.
Discreta o no, si sabía
algo, lo disimulaba muy bien. En el taxi de vuelta, decidí contratar a un
detective.
(Continuará)
Muy bueno, escribes tan bien...
ResponderEliminarMe enganchó desde la primera línea...y eso que luego cai en la cuenta que era una historia por entregas y que me había saltado las primeras.
Así, aislado este fragmento funciona, y me entraron ganas de leer el resto, lo que iré haciendo en mis ratos perdidos con mucho placer.
Muchos besos, espero que te encuentres muy bien.
Pues nada, aquí al ladito tienes el sexto episodio. Son seis entreguitas de nada y te las vas a leer en un pis pas. Creo que te gustará el relato completo porque tiene mucha fantasía, mundos mágicos y esas cosas que nos gustan tanto a las dos. Me lo cuentas, ¿vale?
ResponderEliminarSí, estoy bien. Besos y suerte con los nuevos proyectos.