domingo, 30 de septiembre de 2018

La sana paranoia feminista

Vivimos tiempos de cambio, casi revolucionarios en algunos aspectos. O eso queremos creer las mujeres concienciadas. 
Hemos despertado, nos estamos rebelando contra cierto estado de cosas y sentimos en nuestra nuca un aliento de odio. Son los lobos con disfraz de cordero disfrazados de víctimas, que nos atacan inventándose adjetivos denigrantes con los que simulan una supuesta violencia por nuestra parte, un supuesto intento de dominio, una amenaza absurda. Pero no hemos sido educadas para la violencia sino para ser responsables del orden y los cuidados (del hogar, de las personas, del bien común). Nuestra radicalidad no es hostil sino racional, no es un radicalismo de barricadas ni de incendios sino de estudiar con profundidad la situación y llegar hasta la raíz del asunto. El remoquete de feminazis, la retorcida acusación de que denunciamos falsamente no son más que malvados intentos de desprestigiar nuestro discurso igualitario.
Mientras tanto, las mujeres siguen muriendo, a veces incluso los hijos como venganza suprema cuando no se consigue la sumisión absoluta por parte de una esposa o pareja. A las mujeres se nos cosifica con procedimientos cada vez más sibilinos y siniestros. Ellos tienen el dinero, nosotras somos el producto. Hasta ahora, se obtenía dinero a cambio de sexo mediante la prostitución o se conseguía estabilidad economica y personal por medio del matrimonio. En los últimos años, a estos chantajes se ha añadido otro: dinero a cambio de embarazos con ese endiablado invento conocido como vientres de alquiler. ¿Para qué robar niños exponiéndose al descrédito y la cárcel si pueden comprarse por medio de maniobras que pretenden parecer legales? Sor María se ha transmutado en empresa, mercantilizándose y adoptando un aspecto respetable. Primero nos relegan a la indigencia y luego nos adquieren bien envueltas en papel de regalo.
Y pobres de las emanicipadas, a quienes siempre acompañará la sombra de la sospecha. A no ser que se pasen al campo contrario y lo demuestren ensañándose más que nadie con las de su sexo, así, convertidas en las mayores aliadas del machismo serán consideradas como iguales. Solo entonces serán aceptadas como uno más.
Y no olvidemos las violaciones. Cualquier delincuente que sepa moverse en su campo estudia previamente las posibilidades de salir impune. Y los hombres que quieren ejercer dominio sexual sobre nosotras no pueden ser una excepción. Hasta que saltó a los medios el caso de la manada, nos encontrábamos en la inopia. Pensábamos, como es lógico, que cualquier abuso sexual estaba categorizado como tal, que el concepto de violación estaba bien claro y no admitía interpretaciones. De repente, nos dimos cuenta de que no, de que todo es ambiguo, relativo, poco claro, un camino legislativo arduo y lleno de limitaciones. Es uno de los caminos que ha encontrado el machismo para perpetuarse, para que los ataques a nuestra libertad sexual se sigan produciendo y que la impunidad esté (casi) garantizada. La mentalidad patriarcal alcanza a los legisladores -que han perpetrado unas normas tan estrafalarias como injustas- a los jueces y hasta a ciertas mujeres poderosas. Por eso, se pueden alardear de las agresiones grabándolas con toda tranquilidad. Porque las leyes para garantizar la integridad sexual de las mujeres -eso que no sabíamos hasta los sucesos de Pamplona- están pensadas para que pueda burlarse todo rastro de sensatez y sentido común. Porque ¿en qué cabeza cabe que sea preciso oponer resistencia para catalogar estos hechos como lo que son, crímenes gravísimos, terribles ataques a la libertad y dignidad de las personas? Se trata de un requisito aberrante, pues si se trata de lograr que no haya resistencia solo hay que subir muchos grados la escala: atacar a las niñas o atacar en grupo son artimañas para asegurar la pasividad y por tanto la impunidad de los agresores.
Manifestación Día de la Mujer 2018

Todo esto es tremendo. Sin embargo, casi me dan más miedo todos esos que en los últimos tiempos se han convertido en nuestros cómplices. Los que colocan el problema en candelero y se erigen en nuestros defensores. Algunos serán sinceros, pero en general, como reacción a las reivindicaciones feministas, les temo más que a un nublado. Y no, no es paranoia. La historia nos demuestra que desde los remotos tiempos de las sufragistas normalizar determinadas situaciones no soluciona nada, al contrario, se le da una vuelta de tuerca a las cosas, modificando lo necesario para que todo quede igual y callarnos la boca de paso. El objetivo es que nos quedemos tranquilas de nuevo y asumamos la nueva subordinación como si nada. Queríamos votar y votamos, queríamos estudiar y de muchas universidades salen más licenciadas que licenciados (aunque luego eso no repercuta demasiado en la categoría laboral y económica), queríamos trabajar y lo hacemos. eso sí, cobrando menos y compatibilizándolo con el peso del hogar y los hijos. Pues bien, ha vuelto a pasar: nos hemos vuelto a poner de moda. La estrategia está más que clara:se trata de hablar tanto de la mujer, de mostrar tanta comprensión, de debatir una y otra vez sobre la evidente desigualdad, de exhibir una receptividad tan clara que acabemos convencidas -una vez más y van... - de que lo hemos conseguido. Así nos quedaremos calladitas, que estamos muchísimo más guapas, y les dejaremos continuar sujetando las riendas del mundo tranquilamente, como han venido haciendo desde el principio de los tiempos. Porque, no nos engañemos. hasta el más decidido de nuestros aliados está convencido de que están en posesión de un derecho legítimo.
Manifestación 8 de marzo de 2018

viernes, 28 de septiembre de 2018

Cuando el mundo se convierte en leyenda

Se arrastra bajo la bóveda esa nube que parece un dragón acechando a una bandada de aves. Son las diez de una mañana invernal. El frío pone escarcha en los cristales y son como cuchillos que el malhechor oculto tras la cortina del pasillo sujetará con los dientes antes de lanzar su fiereza contra un David inmovilizado por la orden terminante de sujetar bajo su axila un termómetro. Suda a causa de una fiebre que también le produce escalofríos. ¿O es el terror lo que hace chocar las dos filas de dientes bajo el abrigo cómplice de las mantas? Ese desconchón de la pared aparece bajo el papel pintado con la fisonomía de un ogro que lleva en sus dientes una ardilla. Los ramajes de la pared descienden sobre él como serpientes que se dispusieran a succionar su sangre. 
... vuela. llevándole sobre los hombros, en dirección a unas montañas de espuma.
Pero a  pesar de tanta amenaza, nota que se está adormilando. ¿Cómo puede traspasar la frontera del sueño en un momento tan terrible? Eso es impropio de él, tiene que resistir a toda costa. Se arrima a la pared y esta se convierte en una gelatina que succiona. Nunca fue tan fácil pasar al otro lado, al reino de los lagos cristalinos, donde Mariana, la hechicera vagabunda, le espera enfundada en una armadura de acero inoxidable. Nadan sin descanso y, a punto de alcanzar la orilla opuesta, su compañera levita en espiral agitando una campanita que suena como la ermita de San Andrés llamando a misa de doce.
Han de apresurarse pues una bandada de mosquitos trompeteros les persiguen. Son gigantescos, y en el lugar donde deberían tener los ojos se encuentran dos mazorcas de maíz. Mariana le alza sujetándole del cuello y vuela llevándole sobre los hombros en dirección a unas montañas de espuma.
Escuchan el motor de un avión que revolotea por encima, pero no es más que el aspirador de la casa del vecino. El mosquito mayor del reino se acerca y le clava el aguijón en el brazo. Luego le incorpora la cabeza para que beba un poco de agua y entre las pestañas ve a su madre que acaba de ponerle la inyección del mediodía. 

... es como una flor mágica, o como un duende de cristal que susurra un sortilegio incomprensible.
Toda la habitación tiembla, como si se hubiese vuelto líquida, y se vuelve a sumergir en el lago. Pero ahora divisa, a través de los visillos, los edificios de enfrente que siempre ha imaginado como media docena de ositos rodeando a mamá osa.
Su madre verdadera le pega un cachete en la mejilla para advertirle que está delirando. Intenta atravesar la pared de nuevo para despedirse de Mariana pero ya no es posible. Toda la casa huele a arroz con pescado, nota sobre la piel el tacto de las sábanas y la contundencia del colchón sobre el que está tendido. Aún así, la magia no se pierde del todo: esa tulipa azul que reluce sobre la mesita de noche es como una flor mágica, o como un duende de cristal que susurra un sortilegio incomprensible. 
Mariana, la hechicera vagabunda, le espera enfundada en su armadura de acero...Llega una bandeja con comida y David siente cómo se le despierta el estómago. El plato se ha convertido en un campo de combate. Soldados-gamba luchan contra carabineros sosteniendo trozos de rape como escudo sobre un campo de arroz azafranado que oculta en su subsuelo las amenazantes almejas-bomba. El sol es ahora una rodaja de limón y los churretes de grasa que se le escapan por las comisuras regueros de sangre que ha brotado al calor del combate y que le proporcionará honores y medallas.
Pero eso será luego, en cuanto haya devorado la paella.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Rezaré por su salud desde el otro lado de la pared que nos separa (Relato antiadoctrinante)

La estaba esperando en la puerta del ascensor. Intentó bajar por la escalera, pero él la agarró del brazo con firmeza, aunque intentando parecer amistoso.
- Está enferma, ¿verdad? La escucho toser todas las noches.
Ella le quitó importancia a lo suyo.
- Sí, es un problema crónico, por fumar. Da lo mismo, de lo que no tiene remedio no hay por qué preocuparse.
-Pero mujer. Claro que lo tiene, yo he pasado por lo mismo y ahora estoy curado, ¿sabe quién es mi médico?
-Sí. El doctor Peña. Somos vecinos de escalera y nos pertenece el mismo especialista.
Estaba encerrada en la cabina con aquel tipo que olía a rancio -a aguardiente o algo peor- y aún quedaban trece pisos de escucharle decir sandeces y de aguantar esa sensación de secuestro.
Giorgio de Chirico
-¡Ah! El bueno de Peña. No le quito mérito pero no me refería a él.
Bajó la voz y sus palabras salieron silbando. Pretendía parecer misterioso pero sonó como si escuchase a una serpiente.
-Ha sido dios quien me ha curado, ¿sabe? Solo tiene que rezar. Rezar con fe, por supuesto.
-Pues no va a poder ser, porque la fe se tiene o no se tiene. Lo siento por mí.
Y todavía andaban por el sexto piso. ¿Es que no había un solo vecino en todo el inmueble que apretase el botón de bajada? Le urgía que alguien abriese esa puerta antes de que le diese un síncope.
-¿Ah! que no cree en dios.
Con ese mismo tono podría haber afirmado que Ana era un ser con dos cabezas o que tenía alas en lugar de omóplatos. Luego se quedó pensativo.
-Bueno... algo podrá hacerse.
Misión cumplida: había conseguido alarmarla.
¿Qué quiere decir?
-No se preocupe, deme un año de plazo.
¿Un año? ¿Para qué?
Nunca el suave topetazo del ascensor frenando en la planta baja le había producido tanto alivio. La puerta se abrió y ella salió la primera, mejor dicho huyó en dirección a la puerta principal como si la estuviese persiguiendo el demonio.
Pero su voz aún podía alcanzarla:
-Veintiocho de febrero, recuerde la fecha de hoy. Rezaré por su salud desde el otro lado de la pared que nos separa y de aquí a un año habrán desaparecido sus síntomas.
Giorgio de Chirico
ALGUNAS PERSONAS INSULTAN CONSTANTEMENTE NUESTRAS CONVICCIONES ATEAS Y NADIE LES PONE UNA DENUNCIA. LOS NO CREYENTES NO TENEMOS TAN MAL GUSTO.

TODO MI APOYO A WILLY TOLEDO, AL QUE SE ACABA DE NOTIFICAR UNA ABERRANTE SENTENCIA

lunes, 24 de septiembre de 2018

El amante humanoide (Poema)



Te has convertido en una especie exótica
con tu tacto escamoso,
esa queratina que te cubre la espalda
y la lanza afilada de tu lengua.

Salvador Dalí

Pero me intrigas tanto que me acerco más veces
para rozar, morder y subyugarme
sin esperar respuesta. O esperándola.

Por fin, nos encontramos como polos opuestos.
Reticentes, huraños, transgresores,
imantados, gozosos, atrevidos.
Dos líneas paralelas que se irradian calor.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Don Rufo bufa: Ni oficio, ni más antiguo del mundo, ni elegido libremente por nadie

Siempre se ha sabido que no se puede ser juez y parte. “Arrimar el ascua a la sardina” es el refrán que cuadra a esta desvergonzada actitud. Es verdad que gracias a toda esa falsa indignación y su retahíla de argumentos demagogos esos seres despreciables encuentran fácilmente un coro de convencidos de ambos sexos que les dan sinceramente la razón. Pero, vamos a ver, señoras y señores, ¿quién se va a molestar en llenarse la boca de espuma e improperios, en echar rayos por los ojos y venablos por esa boquita si no son los interesados (puteros y proxenetas) que no pueden ni imaginarse sin un chollo claramente injusto y conculcador de los más elementales derechos.
  • En primer lugar, no es un oficio ni lo ha sido nunca. Aunque a algunos les resulte muy simpático imaginar a nuestros ancestros del Paleolítico inferior realizando transacciones comerciales, cae por su propio peso que en los umbrales de la Humanidad no existía el dinero y, por tanto, ninguna ocupación que se realizase entonces podía considerarse trabajo. Si fuera cierto -ahí entra en juego la calenturienta imaginación de algunos- que los varones se aprovechaban de su mayor fuerza física o de la penuria de sus compañeras para obtener relaciones no consentidas, coincidirán conmigo en que las estaban violando. Una costumbre que todavía perdura, así que no es extraño que se practicase en la era más primitiva de nuestra historia. Lo extraño no es que en los albores de la humanidad se violase, sino que se siga violando ahora –a escondidas o denominándolo trabajo– siguiendo las mismas pautas de hace casi tres millones de años. ¿Si no hemos sido capaces de modificar una conducta a todas luces deleznable para qué nos sirve tanta técnica?
  • Aunque fuese un oficio, que no lo es, debería haberse extinguido desde que superamos la etapa de barbarie. Es una vergüenza que las grandes civilizaciones que nos precedieron hayan conservado esta lacra. Oficio fue, en su día, el de verdugo. La esclavitud se consideró una situación legal durante mucho tiempo. Hay quien considera que su oficio es robar. Pero hoy en día, y en el último caso de no ser parte interesada, nadie compraría esos argumentos.
  • ¡Cuánto daño ha hecho el cine en el imaginario colectivo!
    Pretty Woman (1990)
    (¡Cuánto daño ha hecho el cine!)
  • Tampoco es elegido libremente –y no estoy hablando de trata– pues cuando no existe igualdad de oportunidades no se puede hablar de libertad. ¿Están seguros de que las mujeres de todos los ambientes y estratos han crecido sabiéndose con los mismos derechos que sus compañeros, les consta que no solo pueden disfrutar de su sexualidad libremente sino que es un derecho que poseen por pertenecer a la especie humana? ¿Alguien les ha hablado de dignidad? Por supuesto que no. Ni siquiera han comprendido lo que se les estaba negando hasta que no han experimentado la  humillación.
  • Y ahora, ¿alguien puede pensar que están allí porque quieren? ¿Pueden imaginarse lo infinitamente difícil que resulta superar dos carencias tan determinantes como la falta de formación y de autoestima? Entre la sociedad y ellas se ha establecido una barrera prácticamente infranqueable y lo que necesitan es ayuda, individual y colectiva, para elegir lo que quieren hacer con su vida.
  • ¿Alguien puede pensar que las prostitutas hacen lo que hacen porque son aficionadas al sexo? Pegúntenle a un gourmet si le gusta comer carne podrida. Aparte de los interesados que defienden el argumento con uñas y dientes, hay que ser muy ingenuo y/o tener muy poca imaginación para creerse algo así. En un mundo sórdido donde la mujer es el producto, dónde las medidas higiénicas brillan por su ausencia, dónde existe la violencia y la degradación ¿qué libre decisión puede haber? Cuando alguien ha caído en un pozo de paredes resbaladizas lo último que hay que hacer es despreciarle. Y no hay mayor desprecio que proclamar la voluntariedad respecto a la mayor degradación que puede sufrir el ser humano. ¿Alguna ley permite que se pueda ser esclavo libremente, que se comercie con los órganos vitales o la sangre? No todo puede ser objeto de transacción comercial, y la prueba es que ustedes no permitirían que sus vástagos de ambos sexos ejerciesen ese supuesto oficio.
  • Hablemos, pues, del sexo libre. Imagínense a un chaval, un golferas hablando vulgarmente, que solo busca ligues de una noche, un amante del sexo sin compromiso que se acuesta con las mujeres que le gustan. Vamos, lo que vendría a ser un machote. Ahora cambiemos la perspectiva e imaginemos una mujer en la misma situación. Estoy segura de que todos esos que defienden la libertad de ejercer la prostitución aplicarían a esa chica, que se acuesta libremente con quien quiere en pleno ejercicio de su libertad, apelativos bastante gruesos. Pero ahí está, precisamente, la igualdad entre sexos, y quien se escandalice por la promiscuidad de las mujeres lo único que pretende es perpetuar la sumisión.
  • La novela de Truman Capote describe un ambiente más turbio, el cine la ha dulcificado.
    Desayuno con diamantes (1961)
    (¡Cuánto daño ha hecho el cine!)
  • Algunos utilizan encuestas. ¿Ustedes creen que en situaciones así es posible decir lo que se piensa, incluso confesárselo a una misma? Si somos capaces de tragarnos que alguien dependiente de un proxeneta puede franquearse con total libertad cuando le preguntan es que, además de no haber descendido nunca a esos submundos, no tenemos ni pizca de imaginación. Pero, claro, ¿para qué molestarnos en buscar datos si podemos hablar sin saber?

Es penoso escuchar todas esas polémicas y ver cómo los más sensatos se escudan en la trata. Piensan que hay excepciones –supuestas prostitutas ejerciendo en libertad– pero muy pocas. Y nada de eso aclara lo que está pasando, dejen de hablar tanto y realicen un estudio serio, bien documentado, en diferentes países, dirigido por profesionales competentes que sepan corregir las informaciones sesgadas que, no me cabe duda, será lo que más abunde. Verán cómo se van reduciendo las cifras hasta quedar en la nada más absoluta. La prostitución no se elige, se cae en ella como resultado de la desesperación y la ignorancia.
En definitiva, y para que quede muy claro, los que consumen prostitución y/o se lucran de ella no están interesados en el sexo (como tampoco lo está la industria pornográfica) sino en perpetuar el poder masculino, en mantener a las mujeres sometidas, a todas, no sólo a las que ejercen el "oficio". En eso consiste violar ( gratis o pagando) porque el mensaje de temor y subyugación nos alcanza a todas y a todos el de dominio. Y de ahí, también, toda esa inquina espumeante contra las que defendemos el abolicionismo.

jueves, 20 de septiembre de 2018

Paisanajes (Poema)

Ignacio Zuloaga
Este país es un desierto lúgubre
pero tiene un vientre pleno de ballenas.
Alguna vez germinará el agua
e inundará el subsuelo de peces embrionarios.

Este país no se arroja al infinito:
sacude sus miserias con pereza,
se traga sus fermentos malolientes
y entierra con pesar las excrecencias.

Este país guarda un monstruo en todos los armarios
que se aparece en medio de la noche
ataviado con todos sus galones
y le obliga a desfilar a mediodía.

Este país es una sotana inmensa
que ha pintado de negro las mesetas
e inundado con su tinta las lagunas.

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Ignacio Zuloaga - Paisaje de Calatayud
Este país lleva un embrión en cada vientre,
un perro ladrador junto al tobillo,
un saco de boñigas en el hombro,
un cilicio en la cintura,
alas en los pies,
colmillos afilados por el hombre,
un dolor de huesos permanente,
una faltriquera para el oro
del corazón
y un hígado que aguanta los embates.

Los ojos de este país están bajo sospecha,
sus labios aún no son expertos en susurros,
su coraza se forjó a prueba de codazos.
Un día certificará la defunción de la bestia,
enterrará en su camposanto la escoria gangrenada
y nada le impedirá seguir durmiendo.

martes, 18 de septiembre de 2018

Escritor, no arruines una buena historia con un final mal resuelto

Despido esta serie de Recomendaciones para autores novatos, como era de esperar, hablando del desenlace de las historias. Podéis leer el resto de las entregas pinchando en el enlace que incluyo en este mismo párrafo o buscando la etiqueta correspondiente. Como obsequio adicional, si os ha interesado lo que habéis leído y queréis completarlo con bibliografía sobre las cuestiones que he tratado en la serie, solo tenéis que pedírmelo. Espero vuestros comentarios.
todoeldinero
Película Tout làrgent du monde (2017)
Nunca se puede cerrar de cualquier manera una historia. A veces, el desenlace parece tan obvio que, en un primer vistazo, se diría que el autor no se ha calentado demasiado las neuronas, pero puede ser que todo el relato, desde su mismo planteamiento, se haya concebido para acabar precisamente como acaba. La casualidad, en literatura, no existe. Si algo no chirría, si nos sorprende y esa sorpresa añade un plus a todo lo anterior, si por el contrario, parece que todo encaja y, aunque no nos sorprenda demasiado, nos queda una sensación de orden, de que todo está puesto, y bien puesto, en su sitio, la personalidad invisible que mueve los hilos ha logrado su objetivo, construir un artefacto literario interesante, bien ejecutado y con un acabado impecable. No olvidemos que un buen relato es una joya y por tanto hay que cerrarla con un broche de categoría.
Vayamos por partes, se trata de elegir el elemento que completa el significado de la historia, aquello que, de no existir, la dejaría incompleta. Y toda elección implica una selección, es decir, de entre un conjunto de posibilidades, nos decidiremos por una sola, y esto dotará al relato de un matiz del que carecería si hubiésemos optado por cualquier otra.
Es fundamental tener en cuenta que, por muy inesperado que resulte el desenlace de cualquier narración, no puede serlo tanto que resulte incoherente con el resto. Tienes que estar atento, ya que a veces no tendrás más remedio que modificar el final que ya tenías preparado. Por mucho que te hayas encariñado con él previamente, si cuando llega el momento te das cuenta de que no era tan adecuado como te parecía, no te empeñes en continuar adelante y busca otro. Toda historia contiene en sí misma un desenlace perfecto, solo es cuestión de darle vueltas hasta conseguir dar con él.
Sabrás que lo has conseguido cuando tus lectores piensen que no había otro mejor entre todos los posibles y, sin embargo, no habían sido capaces de preverlo. Como ves, no existe una fórmula que valga para todo y en eso consiste su encanto. Unas veces necesitarás concluir de la forma más lógica, otras utilizando la fantasía, incluso a veces necesitarás valerte del absurdo.
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Película Lo que el viento se llevó (1939)
También tendrás que decidir el grado de apertura que exige lo que has escrito. Habitualmente, los géneros más extensos y complejos (novela, relato largo) admiten mayor ambigüedad, mientras los más breves (relato, microrelato) requieren un final más concreto. Desde este punto de vista, los desenlaces pueden dividirse en:

·         Cerrado: No hay ambigüedad posible, cada uno de los detalles que se aportan quedan fijos, sin posibilidad de variar. Es una buena táctica dentro de los límites de lo creíble. Pretender cerrar demasiado el relato (de modo que todas las vidas acaben en muerte, todas las solterías en boda etc.) convertirá en inverosímil la historia entera.
·        Abierto: El punto en que acaba marca normalmente el mensaje que deseas transmitir, pero el desarrollo estricto de los hechos admite una continuación. Conviene que te decidas por este tipo de desenlace si añade significado al relato, nunca por no tener otra idea mejor, pues entonces estaríamos mutilándolo y el lector lo sabría.
·         Circular: Al final del relato encontramos una situación similar a la del principio.

De esto y de entregas anteriores, sin contar tu propia experiencia, habrás podido deducir que no existe historia más banal y aburrida que aquella que podemos anticipar desde el principio, el cuento insustancial, repleto de tópicos, que se adivina con solo mirar la portada. Así que huye de tu peor enemigo y del de todos los escritores: lo previsible.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Mister Bang (Apuntes para un thriller)

Me llamo Oro y al principio me dedicaba a combatir plagas. Me adiestró mi patrón y pronto destaqué entre mis compañeros, no solo porque cumplía al pie de la letra sus instrucciones sino, principalmente, por mi extraordinaria iniciativa. Me especialicé en ratas, cucarachas y hormigas ya que tenía interés en fundar mi propia empresa, pero nunca dejé de aprender. Mientras regentaba ORO S.U., asistía como oyente a la facultad de química, cuyas enseñanzas absorbía con entusiasmo frenético. Tanto éxito alcancé que, una década más tarde, no solo poseía una fortuna considerable, además había conseguido crear un tejido tan transparente como el cristal.
Con él me fabriqué una segunda piel, intervalo que aproveché para sospesar el uso al que sería destinada. Piel de oso, la llamé, mientras estudiaba sus posibilidades y limitaciones, que las tenía, evidentemente. Enfundándome en ella comprobé lo que ya sospechaba: las hendiduras para ojos y boca eran perfectamente apreciables. Pero ¿quién se iba a fijar en tres pequeñas manchas circulando por el aire. Cualquiera las hubiera confundido con extraños seres voladores surcando el aire en formación triangular. Había otro pequeño inconveniente, el traje debía estar inmaculado, de lo que contrario se hubiese materializado ante la vista de la gente.
Dejé mi tesoro empresarial al cuidado de mis colaboradores más fieles y me concentré en el nuevo proyecto. Los trajes de faena, que como no podía ser de otra manera me sentaban como un guante, estaban listos en sus perchas y había llegado el momento de probarlos. La primera vez que salí con uno puesto encontré nuevos inconvenientes. Tenía que utilizar el transporte público, mejor dicho, el metro, colándome por debajo de los torniquetes y solo a las horas de poquísima afluencia. Los autobuses estaban descartados y conducir no era viable ya que un coche sin conductor hubiese llamado la atención enseguida. Atravesar una calle con semáforo era casi imposible, así como caminar por una acera concurrida. Había que evitar cuidadosamente cualquier posibilidad de chocar con alguien, convertirse en un escurridizo felino y moverse con la mayor agilidad.
Antes de enviar mi modesta colección de mensajes publicitarios a una serie de sujetos cuidadosamente seleccionados, dediqué el mayor tiempo posible a ponerme en forma. Tablas de gimnasia, centenares de largos en la piscina e interminables vueltas a una de mis fincas. Una vez finalizados los trabajos preparatorios, me concentré en la búsqueda de clientes.
De la media docena de ofertas recibidas, solo dos obtuvieron respuesta. Personalidades solventes y extraordinariamente discretas que, según averiguaron mis confidentes, sentían la acuciante necesidad de deshacerse de una o más personas. El texto que redacté con el fin de captarlos no informaba de mis métodos ni desvelaba mi verdadera identidad, solo contenía información sobre mis servicios (envío de bombas por correo, veneno, incendio de hogares, etc.) todo muy limpio, nada que me manchase las manos ni tuviese que efectuar directamente. Como es lógico, Piel de oso fue mi marca no registrada, siendo la silueta del animal el anagrama que escogí e incluso diseñé personalmente.
El dueño de un restaurante poco concurrido quería deshacerse de tres competidores nada menos, la segundona de un gran imperio familiar suplicaba que me deshiciera de su hermano. Decidí que no iba a aceptar la avaricia como motivación de mis encargos pues, además de dejar un rastro demasiado evidente, repugnaba mis convicciones éticas. Al fin y al cabo, yo no vivía de aquello sino de ORO S.U., que seguía marchando viento en popa. Aquella afición mía no era más que la forma de satisfacer mis inquietudes artísticas. Mis honorarios astronómicos equivalían al precio estimado por cualquier tasador competente que valorase un producto único, perfectamente ejecutado y acabado, una auténtica obra maestra.
Me encontraba en una nueva fase. Defraudado por mi clientela potencial, valoraba la posibilidad de cambiar de estrategia, renunciar a tanta discreción y darme a conocer a un público más amplio. Soy persona de extremos. Si lo hacía, había que hacerlo a lo grande: contraté una doble página en la prensa dominical de todo un mes.
Después de tres semanas, he recibido una respuesta. Los empleados de una próspera entidad requieren mis servicios para eliminar a su jefe y convertirse en los dueños del negocio. La marca en cuestión no es otra que ORO S.U. y la persona de quien quieren deshacerse soy yo mismo. Mejor dicho, yo misma. En realidad me llamo Coro, la C se cayó sola al principio de los tiempos y siempre he vestido ropa de hombre. Estoy pensando en enfundarme uno de mis trajes de faena y esfumarme a toda velocidad. Si emigro a otro país, podría iniciar una nueva vida, aprovechar mi condición de mujer, que aquí casi nadie conoce. Con ropa de marca, maquillaje, joyas, tacones y una larga melena teñida de platino no tendría ni que cambiar de documentos. Seguiría invirtiendo astutamente para no tener que prescindir de lujos y ¡quién sabe!  es posible que mi nueva industria sea viable en algún lugar del mundo donde nadie sepa que existo.

viernes, 14 de septiembre de 2018

El viaje de Nisha (What Will People Say) - 2017

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Como ya habréis visto en las sinopsis de páginas de cine, carteleras y demás, Nisha es una adolescente de origen pakistaní y familia musulmana que vive en Noruega con sus padres y hermano mayor. Como es lógico, las vivencias que experimenta fuera de casa no pueden traspasar sus cuatro paredes sin que le caiga encima toda la ira paterna. Un día se le ocurre llevar a su habitación al chico que le gusta, el padre se horroriza, observa como la ira divina se desploma sobre su tejado y decide enviarla a Pakistán para que conozca las costumbres del país y viva vigilada por los parientes que quedaron allá.
Pero Nisha es una chica joven, acostumbrada a otra forma de vida, una mentalidad más libre, caprichos, comodidades… Puede irse a la otra punta del mundo pero jamás huirá de sí misma, de su curiosidad, su necesidad de amar y comunicarse, de rodearse de gente como ella, de desfogar su vitalidad desbordante,
Resultado de imagen de el viaje de nishaSus mayores habitan un universo hermético, repleto de miedos. Se teme al autoritario cabeza de familia, a las habladurías de la comunidad pakistaní, a la venganza de sus ancestros, a despertar la cólera de su dios. O eso se intuye, porque el silencio es una constante en los personajes adultos. Solo Nisha grita, se defiende, solicita desesperadamente una respuesta. En Noruega obtiene la complicidad de su grupo, en Pakistán se comunica someramente con sus primos. Pero esos silencios –perfectamente entendibles– tal como se manifiestan en la película, resultan un poco forzados. Entiendo lo que quieren decir, me creo el mensaje que transmiten, pero hay algo que chirría. Creo que la puesta en escena no expresa bien la realidad que se está recreando. Si es responsabilidad del director, de los actores, del guionista o se reparte entre todos ellos, no sabría decirlo.
Lo cierto es que nadie parece ser capaz de reaccionar, no hay diálogo entre ellos ni podemos conocer lo que piensan. Todos se someten al padre y este, tanto por tradición como por convencimiento propio, carga sobre sus hombros todo el peso de los hechos. Pero, aunque la mayor parte del tiempo consiga disimularlo, la carga le resulta demasiado pesada.
Todo ello induce a sospechar que una sociedad más permisiva e igualitaria supondría un alivio para unas y otros. Si la obligación de ser competitivos, de mantener constantemente la autoridad, supone un duro esfuerzo, no menor es el de acatar órdenes, sufrir reproches, recomendaciones y condescendencias por parte de media humanidad durante toda una vida.
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Si os habéis fijado, ya no hablo de Pakistán ni de Noruega. La religión musulmana puede añadir un plus integrista a cualquier estado de cosas, pero Nisha somos todas, sea cual sea nuestro lugar en el mundo, porque el patriarcado se reinventa una vez y otra para adaptarse a cualquier innovación social. Desde ese enfoque, una película como El viaje de Nisha nos está mintiendo en el fondo, porque traslada a la mujer occidental el mensaje de que vive en el mejor de los paraísos, que en su entorno todo está bien, es razonable, que jamás hemos experimentado esa clase de autoritarismo, que nadie se conduce con esa rigidez, que tenemos suerte de haber nacido sin tener que someternos a todas esas cortapisas. Salimos del cine pensando que debemos estar agradecidas por ello. ¿Agradecidas a quién? ¿A nuestro padre? ¿A los varones de nuestro entorno? A veces, es incluso mejor que la tiranía dé la cara porque luchar contra una fiera visible nos otorga la posibilidad de defendernos. En cambio, ¿qué podemos hacer contra algo que en teoría no existe pero nos mantiene agarrotadas en todos los terrenos de la vida?
Resultado de imagen de el viaje de nishaDe ahí que la película se pueda considerar una infamia además de una estafa en toda regla. De acuerdo, mejor no exagerar, pero ¡cuidado! Hay que contemplarla con espíritu crítico. No seamos incautas, no nos dejemos engañar. A nosotras nos queda tanto o más por hacer que a Nisha. Es más, Nisha somos todas. Vamos a correr tras sus pasos, a imitar su valentía, a rebelarnos cada vez que haga falta, a no tragar con lo que nos imponen. Porque se nos destina a una vida muy dura, en realidad. Nos tratan con condescendencia. Seguimos soportando todo el peso del hogar, tanto físico como psicológico. Y eso sin hablar de la violencia de género, dentro del hogar y fuera de él.
Ahora dime que aquí estamos mejor. Que Nisha ha tenido mala suerte por nacer de padres musulmanes. Mírate y reacciona, aún estás a tiempo.

Título en noruego: Hva vil folk si
Duración: 106 minutos
Coproducción: Noruega-Alemania-Suecia
Dirección: Iram Haq
Guión: Iram Haq
Música: Lorenz Dangel, Martin Pedersen
Fotografía: Nadim Carlsem
Reparto: Maria Mozhdah, Adil Hussain, Ekavali Khanna, Rohit Saraf, Ali Arfan, Sheeba Chaddha, Jannat Zubair Rahmani, Lalit Parimoo, Nokokure Dahl, Isak Lie Harr
Género: Drama

miércoles, 12 de septiembre de 2018

Ni los hombres son de Marte ni las mujeres son de Venus

Si la testosterona causase la violencia, yo, en vuestro caso, me inyectaría un antídoto.
Pero no es así. O no de forma determinante. Existen los hombres pacíficos y las mujeres violentas, pero nos hemos críado en un ambiente que estimula la competitividad y exalta la fuerza de los varones desde su más tierna infancia, mientras aplaude la paciencia, comprensión, serenidad y capacidad de ayuda de las mujeres. Los mensajes y sus consiguientes refuerzos conductuales son constantes y provienen de todos los sectores: familia y entorno en general, escuela, medios informativos, productos culturales y de entretenimiento... Nos han catalogado desde el principio. Nacemos y ya nos envuelven en una tela rosa, en una tela azul, nos regalan juguetes en consonancia con lo que se espera de nosotros, la estética de nuestra ropa, de los libros que nos destinan según sexo, de las ofertas publicitarias, de los elementos que manejamos (hasta la mochila del cole o la decoración de nuestro cuarto y, desde luego, la taza del desayuno o cualquier artefacto lúdico dirigido a unos u otras). Somos paquetes a los que se asigna el embalaje que corresponde, se les marca con un rótulo y se les coloca en una casilla, esperando que todo ello dé lugar a un comportamiento apropiado según la condición de cada cual. Y lo peor es que lo consiguen.
La consecuencia -que empieza a remitir, es cierto, pero tan lentamente que no llega a apreciarse en toda una vida, tal como ocurre con el crecimiento de un árbol- es que nos disgregan (aunque hay quien se resiste a ser clasificado un uno utro sector), situando a cada uno en su montón correspondiente, radicalmente opuestos según quieren inculcarnos, prefabricando así dos mundos tan diversos que nunca podrán entenderse, de ahí que estén condenados a discrepar hagan lo que hagan. Además, uno de ellos (el masculino), marca el rumbo con tanta seguridad y convicción que, se diría, ha recibido la orden de algún dios pagano y no puede eludirla sin provocar un cataclismo mundial.
Nuestro comportamiento es tan absurdo como el de esos héroes y villanos que pueblan las obras de ficción adolescente. Porque... convenzámonos. Ni los hombres son de Marte ni las mujeres son de Venus. No existe un cerebro masculino y otro femenino, y eso lo puede atestiguar cualquier estudio científico serio. Las aficionadas al boxeo no han nacido con el sexo equivocado, los que jugaban con muñecas en su infancia y ahora leen novelas rosa y se pintan las uñas, tampoco. Las aficiones, vocaciones profesionales, estéticas del tipo que sean, inclinaciones sexuales etc. no marcan el sexo. El género es un constructo social que no existe. Nuestra personalidad está condicionada, aunque no demasiado, por rasgos biológicos (mayor porcentaje de hormonas masculinas o femeninas, cromosomas xx o xy, caracteres sexuales primarios y secundarios) y, por encima de todo, la educación, entendida como un conjunto de influencias amplísimo, algunas muy sutiles otras tremendamente contundentes. Las cortapisas, prohibiciones, sistemática transmisión del temor de todas las formas posibles, normas morales, reproches, opresiones se trasladan sin excepción al sexo femenino. Al masculino se le otorga el mango de la sartén. Mirad a vuestro alrededor. Si no lo veis, quizá tengáis que operaros de la vista.
Hay una industria y un comercio (incluso sanitario) empeñados en convencernos de nuestras respectivas identidades. Y en realidad todos salimos perdiendo, todos menos los que se enriquecen y/o ejercen el poder a nuestra costa. Deberíamos dejarnos de una vez de etiquetas, arrojarlas al contenedor mental más alejado de la conciencia y cerrarlo con siete candados. Evitemos pensar en términos de raza, nacionalidad, sexo, edad, estado de salud, religión, ideología... ¿No os dais cuenta de que nos estamos complicando la vida innecesariamente? ¿No es mejor disfrutar de ella, sentarnos al sol y disfrutar del bocadillo de queso y la manzana? Demasiadas complicaciones hay que no está a nuestro alcance impedir, demasiado sufrimiento, catástrofe, incidente inesperado derivados de nuestra condición de humanos, tan imperfectos, fortuitos e inseguros que ni siquiera saben por qué están aquí, que no dominan su habitáculo terrestre y que carecen de potestad sobre su futuro próximo o remoto.
No. No hemos llegado de planetas distintos. En Marte no hay marcianos ni venusianas en Venus. A todos nos ha parido una mujer, hemos heredado los genes de ambos progenitores y, tras siglos de ignorancia mutua, nos queda una infinidad de cosas que aprender los unos de los otros. Urge ya ese aprendizaje. Es la pura verdad.