lunes, 20 de mayo de 2024

No se puede vivir sin los pájaros (Relato costumbrista)

 


Antes vivía en una casita muy coqueta, con azotea y una terraza con vistas. Pero las vistas no eran lo mejor (y eso que al este, por debajo, había unos jardines preciosos y encima de ellos una hilera de montañas que cambiaba de color constantemente, y al sur un mar de tejados con el mar auténtico al fondo). Lo mejor eran los pájaros.

O uno en particular, con unos arpegios que para sí quisieran muchos cantantes. Ejercía de solista y solo actuaba cuando no encontraba competencia. Si sus colegas de otras especies iban de acá para allá soltando algún trino, el reservaba su garganta para cuando podía contar con un buen auditorio. No sé de qué especie era, ¿ruiseñor, calandria?, pero me hubiera gustado conocerlo. Habríamos hablado de lo mal que nos caían las gaviotas, esas pesadas que no paran de chillar, y sin el rumor de un océano que atenue sus voces son bastante inaguantables.

Mi pajarito preferido era como la cigarra de la fábula, se sabía con talento y gustaba de prodigarlo a su público. Lo imagino parado en una rama, estirando un poco el cuello para que su música se extendiese sin obstáculos por el parque y más allá. 

Pero ya no vivo allí, me he mudado a una placita triangular, recoleta, con una columna en el centro encaramada a un pedestal y rematada por una cigüeña con un gran pico anaranjado. Debe ser, supongo yo, un homenaje a las aves. Esta plaza, aunque con menos vegetación que aquel parque, no tiene ni un rincón libre de árboles, bien frondosos por cierto, y está plagadita de pájaros. Y aunque echo de menos al artista, he de reconocer que estos, en conjunto y a su manera, también son entrañables. No necesito verlos para adivinar que se pasan el día trabajando. Su conversación es industriosa, colaborativa, todos rezan a un mismo son. No sé qué tejemanejes se traen, pero noto que se llevan bien y que están entregados a alguna tarea que varía según el momento. Estos nuevos vecinos, gorriones probablemente, desempeñarían el papel de la hormiga en el cuento. En una sociedad como la suya -tan diferente de la humana- nunca les faltará comida y cobijo.

Les escucho parlotear a todas las horas del día y son como la fuerza vital que dota de vigor a este rincón del mundo y a quienes lo habitamos. Sin ellos, el sol siempre presente, el verde de las hojas, los niños que salen a jugar a sus anchas y el pequeño obelisco central no serían capaces de otorgar a mi placita ese dinamismo suyo tan fuera de lo común.

viernes, 10 de mayo de 2024

Mi opinión sobre los rollos Suavelín (Relato humorístico)



A quien corresponda,

Creo que tengo el deber de manifestar mi descontento. Hace unos dos meses coincidí con una señora en la Caja del super de mi barrio. Ella estaba guardando un paquete de papel higiénico en su bolsa y le pregunté si conocía y estaba satisfecha con esa marca, a lo que respondió que era alérgica al cloro que utilizan muchos fabricantes para blanquear el papel y que este le iba muy bien, solo le hacía unas pequeñas ronchitas que se aliviaban rápidamente con crema hidratante, no como los demás, que le producían un eczema general en la zona. Agradecida por la respuesta, comenté que mi problema era exactamente ese y que no había encontrado todavía nada que no me dejase el lugar en carne viva. La cajera que nos oyó apoyó la opinión de la clienta y explicó que ella no usa otra marca en su casa, sobre todo para los niños, que tienen la piel tan sensible. Además, nos recomendó coger un folleto del montón que había junto a la Caja donde, según dijo, se explicaba el proceso de fabricación, los materiales utilizados y se elogiaban las cualidades del producto final con todo detalle, incluso los efectos calmantes que se conseguían con su uso continuado. No contenta con eso, nos animó a consultar las reseñas que aparecen en sendas páginas, tanto la de Suavelín como la de la tienda.

A partir de ese momento, mi vecina y yo emprendimos una campaña recomendando su uso a todos nuestros conocidos, incluso a quienes encontrábamos frente al estante a punto de elegir un paquete. La noticia se extendió como la pólvora y a los pocos días todo el barrio utilizaba ese papel y ningún otro, tanto es así que el establecimiento se vio obligado a retirar el resto de marcas y a añadir un mueble adicional donde el papel higiénico Suavelín reinaba en todo su esplendor. Yo no lo supe hasta diez días más tarde, pues me había ido a pasar la Semana Santa a Benidorm, donde no pude encontrar el dichoso producto y tuve que sufrir las incomodidades de la marca que facilitaba el hotel donde me alojé. Al volver, me fui directa al cuarto de baño, ilusionada como una niña, esperando encontrar el ansiado tacto aterciopelado que tanto habían elogiado la cajera y un sinfín de clientes satisfechos en la página web correspondiente. Pero aquello parecía papel de lija, empecé a sangrar a borbotones y tuve que llamar al servicio de urgencias para que mandase una ambulancia porque el dolor era tan agudo que no podía ni moverme. Cuando llegué a casa encontré a toda mi familia dolorida y tomando analgésicos ya que no tuve tiempo de avisarles. Pero solo al bajar a la calle y ver las caras de dolor de los transeúntes fui consciente de las dimensiones que había alcanzado la tragedia. A todos se les saltaban las lágrimas y se esforzaban en no poner la mano en el sitio afectado, ya que hacerlo en público habría resultado de mal gusto.

Pongo en su conocimiento los hechos, así como el nombre del local donde se han vendido esos rollos a centenares dejando a todos sus usuarios medio lisiados o al menos con enormes molestias cuando no peligrosas hemorragias, como fue mi caso tal como indico más arriba. Se trata del centro comercial SuperAhorro, sito en la calle Almirante Culín, 22, (65008). Muchas gracias.