Mi amiga
Amaya Herrero se escandaliza siempre que lee revistas literarias. Eso de las
críticas y las recomendaciones le trae a mal traer, no me explico por qué sigue
comprándolas. Es más, cuando no estamos de acuerdo con ella, suele enfurecerse.
-¿Cómo
puede afirmar ese mamarracho que la mejor novela de la década es totalmente
prescindible?
-Ese que
llamas mamarracho sabe de lo que habla.
-Pues yo
pienso que es maravillosa, y si a mí me encanta…
-Si te encanta
léela todas las veces que quieras, pero eso no significa que sea buena.
-No hay
bueno ni malo, cada uno tiene sus gustos, y tú lo que quieres es llevarme la
contraria.
Como solo se
enfada en estas ocasiones, he decidido abstenerme.
Cuando se
habla de crítica literaria hay quien se pone en guardia contra agravios,
injusticias y ataques, pero pongamos las cosas en su punto: ¿cuál es el
significado exacto del vocablo? Si nos remitimos a la definición de la RAE, crítica es:
1. tr. Juzgar de las cosas, fundándose en los
principios de la ciencia o en las reglas del arte.
Por
supuesto, la literaria pertenece a la primera acepción. Consiste, pura y simplemente,
en analizar todos los aspectos de una obra o fragmento de esta, incluyendo posibles
juicios de valor –positivos y negativos– tanto globales como de cada uno de los
aspectos que la integran.
Troya - 2004 |
También
existe una crítica literaria, más de andar por casa, pero tan honesta y
fundamentada como la otra, que se practica en las aulas, en el hogar o entre
amigos y cuyo objeto son creaciones amateur. Crítica es lo que practicaba una
maestra cuando comentaba la producción de dos alumnas, Cármenes las dos; una de
ellas autora de estupendos cuentos infantiles, la otra de relatos disfrutables
a cualquier edad. Crítica es lo que hace el colega de un novelista primerizo devorando
el manuscrito y diseccionándolo cuidadosamente. O lo que, sin proponérselo,
realizó hace unos meses una peluquera amiga mía asombrándose de que, con solo
tres elementos –taxista, señora y perro– la hija de una clienta pudiese
elaborar una pieza de humor. Crítica es lo que practica un grupo de escritores
cuando leen en voz alta sus obras y las comentan. Crítica literaria fue, para mí, la asignatura más interesante de
una carrera que escogí entre las que estaban a mi alcance para aprender a
valorar lo que leía. Ella hizo posible que me bebiese las opiniones más
autorizadas de la historia, las de los críticos de alcurnia, de Aristóteles a
Dámaso Alonso; estudiándola aprendí cómo la historia opera en los gustos, los
estilos, la selección de asuntos, y que la mejor prueba de calidad consiste en
superar el paso del tiempo.
La crítica seria, por cotidiana que pueda parecernos, no concibe ataques
gratuitos, chismorreos, amiguismos o intereses personales tal como se espera de
cualquier análisis de laboratorio, lo lleve a cabo un estudiante o un
investigador reputado. Todo lo demás –opiniones
ligeras, mal fundamentadas, dirigidas a derribar o ensalzar obras por motivos
poco confesables– podríamos considerarlo pseudo-crítica. Y lo que distingue a
ambas no es si pertenecen al ámbito académico o a otro mucho más modesto, si tienen
gran extensión o son escuetas, si se alojan en publicaciones prestigiosas o en
productos sin ánimo de lucro. La verdadera crítica ha de ser honesta, bien
razonada y aportar nuevos contenidos al caudal de opiniones existente. La Ilíada
–esté encuadernada en piel o manuscrita en pliegos de papel de estraza– siempre
será La Ilíada, aunque a algunos, en este segundo caso les cueste reconocer su
valor.