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viernes, 8 de marzo de 2024

8 de Marzo. Día por los Derechos de las Mujeres



Lo reivindicamos escuchando el podcast que emite hoy Radiojaputa.

(Selecciona y pulsa) 

https://radiojaputa.com/podcast/radiojaputa-205-analizamos-las-iniciativas-mas-surrealistas-que-se-han-preparado-para-este-8m/

jueves, 23 de marzo de 2023

Los naúfragos (Parábola feminista)

 

Emil Nolde - Máscaras y paraísos perdidos

Adolfo y Adela habían caído en un enorme foso que se abrió a sus pies súbitamente y eran incapaces de explicarlo. Primero estaban muy preocupados por conocer las causas, pero lo práctico primaba sobre la teoría, saber si se había hundido la tierra que pisaban a causa de una explosión nuclear, un terremoto y un meteorito en ese momento era lo de menos, lo prioritario era salir de allí, si lo conseguían ya se enterarían de lo que había ocurrido.

- Es importante saber con quién contamos, si fuésemos los únicos supervivientes…

-     - No vamos a ponernos en lo peor, tengamos confianza en que alguien acabara por oírnos. Grita, aporrea esos bidones con los palos, vamos a tirar piedras al agujero a ver si con suerte nos oyen.

-        - No hay nada que hacer, preparémonos para morir de hambre y frío.

-        - Me niego a ser tan derrotista. Oye, ¿qué es ese ruido?

-        - Suena como un móvil, pensaba que lo habíamos perdido los dos.

-        -Yo he perdido el mío, es ese cacharro que parece una tostadora.

-        -Debe ser un aparato antiguo, ¿a ver?

-       - Aquí Adela, ¿hay alguien al otro lado?

-    - Aló, aló, somos Teresa y Teodoro. Ha explotado nuestro avión y hemos caído a un islote en medio del océano.

-      -  ¿Estáis solos?

-       - Sí.

-    - Igual que nosotros, os habla Adolfo, Tenéis suerte de poder ver el cielo.

-       - ¡Menuda suerte! hay agua por todas partes y ni una brizna de hierba que echarse a la boca.

-      - No le hagáis caso, al menos el mar está tan plácido como una bañera. No podemos dejarnos llevar por el pánico.

-        - Lo mismo pienso yo.

-        -  ¿Vosotros tenéis comida?

-      - No tenemos nada. Solo hay palos, piedras, bidones y ni un lagarto que pueda alimentarnos.

-      -  ¿Dónde estáis?

-        - Hundidos en un boquete que se ha abierto en el suelo.

-      -  ¿Los bidones son grandes?

-    -  Los hay de varios tamaños, algunos bastante altos, debían estar en alguna nave y habrán caído a la vez que nosotros.

-      -  ¿Por qué no intentáis hacer escalones con ellos? Moverlos con los palos o algo así. Al menos tenéis algo, no como nosotros,

-     - Pues no es mala idea. ¿Vosotros qué tal? ¿Vuestro peñasco está vacío?

-     - ¡Nah! Nada que podamos usar: unos troncos resecos, arrancados de raíz por alguna tormenta, y el suelo cubierto de agujas de pino.

-        -  ¿Pinos? A esos troncos les puede quedar resina. ¿No podéis pegarlos y hacer una balsa?

-      -  Sí, la corteza está pegajosa pero sin herramientas es difícil construir nada. Aunque he visto unos guijarros con un filo que da miedo, eso podría servir.

-       - ¿Estamos salvados los cuatro?

-     -  Al menos hemos encontrado una vía de escape, solo tenemos que usar lo que tenemos. A ver si somos capaces.

-        -   Gracias por la idea.

-      -  Lo mismo digo. Sin vosotros, no sé qué hubiéramos hecho. Os dejo, que tenemos tarea.

-        - Adiós, chicos. Cuando lo consigáis, avisad.

-        - Lo haremos, espero que para entonces funcione este cacharro.

Leo constantemente en Twitter que las feministas nos hemos quedado huérfanas, y es cierto. El porno y la prostitución cobran cada vez más fuerza, niñas y mujeres son constantemente agredidas, los asesinos machistas incrementan su número, el/la legislador/a rebaja las penas a los agresores porque se siente garantista. Y, digo yo ¿qué garantía necesita el que posee mayor fuerza  física, agresividad aprendida desde la cuna, la complicidad del tejido social? No son personas hambrientas robando para comer sino la fuerza bruta cayendo sobre las mujeres. Es a nosotras y no a ellos, a quienes tienen que otorgar garantías. Garantías de seguridad, de que se va a hacer todo lo posible para que ninguna caiga en las garras de este terrorismo patriarcal que está arrasando con todo.

Para colmo de males, desde hace unos días las estúpidas leyes autonómicas que en su día aprobaron los (imposibles) cambios de sexo ha adquirido rango nacional, Ahora la impunidad es completa, cualquier jeta puede declararse mujer para dar rienda suelta a su violencia. Ya pueden burlar a la justicia: no hace falta más que registrarse como del sexo opuesto para que queden sin efecto las tímidas normas que nos protegían mínimamente. Estamos en medio del océano o en el fondo de una sima, pero hay troncos de árbol, pedernal, cilindros metálicos, podemos construir algo con eso para poner los pies en tierra firme. Hay partidos feministas en España, pero tienen que llegar al parlamento, sin ellos estamos perdidas, ellos son las pértigas que pueden ayudarnos a saltar. Puedes quejarte en las RRSS, por supuesto que sí, el derecho al pataleo no se le niega a nadie, pero si nos quedamos en el lamento y no buscamos una solución esto va a ser un desastre aún mayor que el que existe ahora, aunque eso parezca imposible. Quiero decir ¿quieres que los partidos feministas concurran a las elecciones pero no se te pasa por la cabeza que tú tengas que hacer nada? Pues, chica, sigue así, esperando que lo hagan otras. Si todas pensamos lo mismo, ¿qué crees que va a pasar? A las mujeres nadie nos va ayudar en absolutamente nada. Hemos visto crecer algunos proyectos desde cero, pero, ¡convéncete! ese no va a ser nuestro caso. El ciclón queer ha venido a birlarnos los pocos derechos que teníamos con la pasividad o el apoyo de quienes ostentan el poder, seremos unas ilusas si pensamos que alguien va a hacer por nosotras lo que no hagamos nosotras mismas.

¿Quieres quedarte en el hoyo? Bien, pero luego no protestes.

miércoles, 1 de julio de 2020

Retazos de Arco Iris




SEXO Femenino:
-Cromosomas XX
-Predominio de hormonas femeninas
--Caracteres primarios femeninos (genitales y mamas)
-Caracteres secundarios femeninos (poco vello, voz aguda, musculatura poco desarrollada, escasa tendencia a la calvicie etc)

GÉNERO Femenino:
-Educación para la paciencia/tolerancia
-Educación para la falta de autoestima
-Frecuente infravaloración por parte de los varones
-Id. tratamiento condescendiente
-Id. mansplaining
-Menos posibilidad de encontrar trabajo
-Menos posibilidad de ascenso
-Menos sueldo a igual  categoría
-Posibilidad de que te acosen
-Abusos sexuales de palabra, obra y tentativa, frecuentes y a cualquier edad
-Mayor vulnerabilidad personal/laboral con el consiguiente peligro de prostitución/embarazo por encargo 
-Posibilidad de ser violada
-Posibilidad de sufrir violencia de género
-Posibilidad de ser maltratada
-Posibilidad de ser asesinada

(ESTO ES EL GÉNERO. No creo que nadie quiera someterse a esta experiencia pudiendo elegir. La gente está MUY EQUIVOCADA, incluidos algunos miembros del gobierno).

Rasgos IRRELEVANTES:
-Que hayas jugado con muñecas, cocinitas etc.
-Que hayas jugado al fútbol, indios y vaqueros etc.
-Que te guste el fútbol y/o los coches
-Que te guste el color rosa, el maquillaje, los tacones etc.
-Que te gusten las matemáticas o la física nuclear
-Que te guste la poesía o los culebrones
-Que quieras entrar en el cuerpo de bomberos o te guste la ingeniería
-Que estudies peluquería o enfermería
Etc. 

domingo, 8 de marzo de 2020

8 de Marzo. Día Internacional de la Mujer

Está costando, muchísimo. Varios siglos de avances y retrocesos -y  no exagero, desde el S. XVII no hacen más que ponernos la zancadilla-- pero no hay más remedio que seguir. 

lunes, 12 de marzo de 2018

Rodaballos salvajes (Marzo, mes de la mujer)

¿Pagafantas? ¿De dónde habéis sacado ese palabro?

La excusa de los hombres machistas para menospreciar a las mujeres es que les hacemos de menos por querer tenerlos como amigos, y es que, no solo no aceptan un no por respuesta, tampoco pueden imaginar una amistad con una mujer sin sentirse algo así como menos hombres. No piensan que tengamos algo, o mucho, que aportarles, que pueden salir enriquecidos, que ambos podemos aprender mucho y disfrutar de la mutua compañía. Por eso han inventado esa odiosa palabra: pagafantas. Perdona, no hace falta que me pagues la fanta ni el nestee, no estoy a tu lado para que me pagues nada sino para compartir cosas. Sí, créetelo, por muy macho que seas, con una mujer puedes compartir muchas cosas que no sean sexo. En cuanto a esos hombres se les meta esto en la cabeza, automáticamente, se reducirá el abismo entre los géneros, nos entenderemos mejor, nos enriqueceremos mutuamente y hasta comprenderemos con más facilidad a nuestras parejas. Es dcir, la vida sería mucho más fácil si no nos la complicásemos tanto.
8 de marzo de 2018: Día de la Mujer

Yo me pago las fantas, los cubatas y el pincho de tortilla

Toda esa memez del pagafantas viene porque algunos:
  1. Se sienten ofendidos ante cualquier negativa nuestra a sus proposiciones afectivo-sexuales, juntas o por separado. Ellos pueden elegir, nosotras tenemos la obligación de sentirnos halagadas.
  2. Una mujer es un ente de segunda categoría y, por tanto, no es digna de disfrutar de la amistad de un varón. Nuestro mundo es estrecho y mezquino, el suyo amplio y fascinante. Aunque tengamos más estudios, un cargo de mayor responsabilidad que el suyo, más viajes, más experiencias, más de todo, nuestro mundo es femenino porque somos mujeres y por tanto nuestro cerebro se supone de nivel inferior al suyo.
  3. Y si, por casualidad, les demostramos que tenemos curiosidad por la vida, estamos informadas, nos interesa la ciencia, la sociedad que nos rodea, tenemos opiniones consolidadas etc. entonces ven amenazada su hombría, ponen cara de pánico y salen corriendo. Es cuando se enteran de que no tienen que pagar ninguna fanta, y eso es lo que les aterra en realidad. Pero ni la hombría consiste en situarse en un nivel superior ni es tan frágil como para verse amenazada cada vez que una mujer aporta un dato que ignoran. La hombría es algo biológico: una simple combinación de hormonas, cromosomas y órganos sexuales. Si nosotras no hemos visto amenazada nuestra feminidad por estudiar una carrera o triunfar en los negocios, si al mirarnos al espejo no apreciamos ningún cambio físico, si nos encontramos igual de femeninas que antes, es de suponer que el cromosoma Y no se va a sustituir por una X cada vez que una chica demuestre que conoce la tabla periódica.

Se avecinan grandes cambios

Esto no puede seguir como hasta ahora. Cueste lo que cueste, hay que luchar para cambiar esa mentalidad absurda y alienante. Si hacemos caso a esos remoquetes, si nos influyen los esquemas con que pretenden imponer su santa voluntad, si consiguen que nos sintamos acomplejadas, que nos menospreciemos a nosotras mismas, que hagamos lo que hagamos seamos las culpables de todo [si te gusta el sexo eres una fresca, si no te gusta alguien, una estrecha, si decides no continuar lo empezado, una calientabraguetas, si te resistes, carne de cañón, si denuncias, una mentirosa], seguiremos siendo pez de piscifactoría. Y de eso nada, nacimos rodaballos salvajes y lo seguiremos siendo a toda costa, pese a quien pese. Ya no hay quien nos pare: lo mejor es que os unáis a nosotras en vez de seguir compitiendo.

lunes, 5 de marzo de 2018

La forma del agua – The Shape of Water (2017)

Imagen relacionada

Un poema de amor en imágenes envuelto en acusaciones de plagio

La polémica

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Como sabrán, esta película, al haber obtenido trece nominaciones, se perfila como la candidata el Oscar con más posibilidades de triunfar. Pero un nubarrón se cierne en el horizonte: la acusación de plagio interpuesta por David Zindel, hijo del supuesto autor del argumento. Según la demanda, la obra teatral Let Me Hear You Whisper (Deja que escuche tus susurros), de Paul Zindel (premio Pulitzer 1971),  adaptada para la televisión en 1990, “narra la historia de una conserje solitaria que trabaja en el turno de noche de un laboratorio científico que realiza experimentos con animales para uso militar. Ella se siente fascinada por una fantástica criatura acuática inteligente, encerrada en un tanque de cristal. Al sonido de una antigua música romántica procedente de un tocadiscos, crea un lazo profundo y amoroso con la criatura, descubriendo que esta puede comunicarse, pero decide hacerlo solo con ella”.Ni que decir tiene que esto es, punto por punto, lo que sucede en La forma del agua. Solo faltaría uno de los elementos centrales: la mudez de la protagonista. De las tramas secundarias, en cambio, se puede prescindir sin que se altere demasiado el contenido. Lo fundamental es la historia de amor, repleta de ingredientes fantásticos, y el milagro de la comunicación entre dos seres aislados que encuentran un canal afectivo y otro semántico –estrechamente ligados entre sí –para entenderse. Un entendimiento todo lo rudimentario que se quiera pero suficiente para cubrir las necesidades sentimentales y expresivas de ambos individuos.Del Toro se escuda en su reputación intachable, forjada en veinticinco años de actividad como cineasta, y reconociendo influencias distintas de la señalada por el demandante. En concreto, de Creature from the Black Lagoon (La mujer y el monstruo) debido a la impresión que le produjo siendo niño y que motivó un antiguo proyecto de remake, finalmente fallido pues no convenció a la productora. 
Escribo el día antes de la ceremonia de los Oscar. No sé cuál de las favoritas resultará triunfadora o si se producirá alguna sorpresa. Cuando ustedes lean esto, ya conocerán el resultado, pero ahora mismo el dilema se encuentra entre dos opciones: si el hecho de presentarse al premio con una acusación de plagio sobre la espalda supondrá un lastre para la película y/o su director, Guillermo del Toro o sucederá justamente lo contrario. La solución no es tan fácil como parece a primera vista, pues la experiencia nos demuestra que pequeños y grandes escándalos sirven para visibilizar un producto que había pasado desapercibido hasta entonces e incluso para convertir creaciones con cierta popularidad previa en auténticas bombas mediáticas.

Argumento

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Hacia 1963, Elisa trabaja como limpiadora en un laboratorio espacial secreto. Nos encontramos en plena época de la Guerra Fría cuando la competición entre Rusia y Estados Unidos por el dominio del espacio exterior se encontraba en todo su apogeo. A pesar de todas las precauciones, descubre la existencia de un homúnculo anfibio, objeto de un experimento que debe acabar con su lanzamiento a bordo de un cohete, se apiada de él y establece contacto personal descubriendo al otro lado indicios de inteligencia. Poco a poco, se van enamorando y ella concibe un plan para salvarle en el que colaborará su compañera de trabajo, un amigo incondicional y uno de los militares de la institución.  

Mi punto de vista

Se ha dicho que la subtrama histórica enlaza mal con la historia de amor. Yo las encuentro perfectamente imbricadas, al contrario de los que sucedía en El laberinto del fauno que, a pesar de todo su prestigio, siempre me ha parecido un pastiche que no consigue aglutinar los dos mundos, el fantástico y el ambientado en la guerra civil española. Es curioso que, además de recurrir a su conocido y reconocido universo de fantasía repleto de elementos oníricos y con una ambientación tan espectacular como de costumbre, los mimbres historia/fantasía utilizados en las dos sean exactamente los mismos.La estética de ese ser de fábula me parece una amalgama de influencias previas. Personalmente, me recuerda a los personajes de Avatar, a Spiderman y, en general, a toda una colección de personajes de comic, cuyas recíprocas relaciones son conocidas por todos. En cuanto a la película en sí, se diría que Del Toro, lo reconozca o no, ha buceado en la historia del cine para seleccionar un conjunto de elementos que ha combinado a su manera para ofrecer una historia que, por mucho que se intente vender como personal e intransferible, produce una incuestionable sensación de déjà vu.
Resultado de imagen de el surrealismo de la forma del aguaTanto en este como en films anteriores, el cineasta maneja una serie de símbolos surrealistas como vehículo para transmitir sus mensajes. En este caso, los mecanismos para superar la incomunicación se convierten en el elemento central, acompañados de otras cuestiones éticas, como la discriminación del más débil, el coraje que hace falta para superar obstáculos, la fuerza de la amistad, la dura lucha entre mal y bien etc.Los actores realizan un trabajo correcto en una cinta sin mayores dificultades. A excepción de Sally Hawkins interpretando a la muda Elisa, un papel que destacaría especialmente pues el personaje corría el riesgo de resultar anodino y es su talento quien lo dota de múltiples matices convirtiéndolo en un sujeto con entidad propia, compleja e intransferible.
La banda sonora -merecedora de un Globo de Oro–, al adaptarse como un guante a los vericuetos del relato, va adquiriendo ese halo romántico y un punto solemne que cuadra perfectamente con la espectacular escenografía y la creciente tensión dramática que tiene lugar en la pantalla.

Nacionalidad: Estadounidense

Dirección: Guillermo del Toro

Guion: Guillermo del Toro, Vanessa Taylor

Reparto: Sally Hawkins, Doug Jones, Michael Shannon, Octavia Spencer, Richard Jenkins, Michael Stuhlbarg, Lauren Lee Smith, David Hewlett, Nick Searcy, Margan Kelly, Dru Viergever, Maxine Grossman, Amanda Smith, Cindy Day, Dave Reachill

Música: Alexandre Desplat

Fotografía: Dan Lausten

Género; Fantástico

lunes, 5 de febrero de 2018

Tres anuncios en las afueras [Three Billboards Outside Ebbing, Missouri] (2017)


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En tiempos de incertidumbre como el que estamos viviendo, la narrativa –del tipo que sea– tiende a polarizarse. A nuestro alcance tenemos, de un lado, los productos destinados al mero consumo, compuestos casi exclusivamente de secuencias trepidantes sin apenas contenido cuya exclusiva finalidad consiste en mantener al espectador en la butaca; por otro, los planteamientos éticos de mayor o menor calado. El movimiento pendular de la historia -y Hollywood suele ser un buen termómetro de las grandes tendencias sociales- ha llegado a uno de sus extremos: como miembros de una sociedad perpleja y enferma, nuestra obsesión es la violencia y la injusticia. Me pregunto cuándo estaremos preparados para hablar de nuevo de las grandes cuestiones humanas desde una perspectiva más lúdica, empleando un enfoque estilístico y/o experimental.
El argumento de Tres anuncios en las afueras –del que no pienso desvelar ni un detalle para que quienes quieran ir in albis al cine puedan leer este artículo antes de sentarse en la butaca– es tan cruel como la nómina de personajes (prácticamente) al completo. Y estos se limitan a reflejar la despiadada realidad en que se desenvuelven.
Resultado de imagen de tres anuncios en las afuerasSiempre ha habido individuos que parecen haber decidido no ajustarse a las normas refrendadas por todos para sembrar el dolor y la destrucción, cebándose con los más desprevenidos e indefensos, gente que actúa por su cuenta de forma tan premeditada que sus actos quedan fácilmente impunes. Pero seamos rigurosos y utilicemos el femenino, pues las víctimas a que me estoy refiriendo son mujeres que caen bajo las garras de depredadores varones en el cien por cien de los casos. Soy una ferviente defensora de la legislación garantista, pero como una cosa es la realidad y otra la ficción, como fabular no cuesta nada, podemos establecer unos parámetros y llevarlos a sus últimas consecuencias para averiguar qué ocurriría si las circunstancias fueran distintas de las que son, si en una zona del tablero se mantuviese la caprichosa conducta de siempre y quienes se sitúan en la otra, en lugar de acatar las reglas del juego, reaccionasen con comportamientos mucho más viscerales y erráticos. ¿Imaginan un lugar donde los infractores de la ley representasen la gran mayoría, donde imperase la ley de la selva porque los ciudadanos respetables han terminado cansándose de que los crímenes cometidos contra ellos queden generalmente impunes?
Resultado de imagen de tres anuncios en las afuerasMartin McDonagh investiga una hipótesis en absoluto descabellada: en un momento dado, alguien se cansa y se rebela contra lo que considera una injusticia arrastrando a otros hacia comportamientos similares hasta provocar el caos general. Tiene que haber  mucho dolor, mucha desesperación en un escenario así. Individuos convertidos en fieras heridas, sentimientos a flor de piel y, en consecuencia, una violencia de infinitas proporciones. Todo ello se refleja en este film intenso, complejo e irónico, tan angustiado como emotivo, y con una comicidad impregnada de todo el cinismo que ha guiado la mano del guionista. Aunque no puede negarse un toque histriónico que en absoluto le beneficia.
No hablamos de cualquier pelicula, sino de la principal candidata a los Oscar de este año, por fuerza ha de tener calidad. Den por descontado el virtuosismo de su ritmo argumental, la magnífica fotografía, un guión intenso y bien concebido en general, aunque -todo hay que decirlo- presente altibajos imperdonables. Las interpretaciones son irreprochables, McDormand está –si ello fuera posible– más inmensa que nunca. Solo Sam Rockwell, en su papel del oficial Dixon, y puede que sea impresión mía, me ha parecido algo acartonado a rachas. Y a Peter Kinklage en su interpretación del orgullo herido ya lo tenemos muy visto, pero he de reconocer que lo borda. Aún así, no es oro todo lo que reluce, como se constata en alguna crítica ciertamente ecuánime.
No suelo recordar los finales pero este no creo que se me olvide, ya que… desentona tanto.

País: Reino Unido-Estados Unidos
Dirección: Martin McDonagh
Guion: Martin McDonagh
Música: Carter Burwell
Fotografía: Ben Davis
Reparto: Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell, Landry Jones, Lucas Hedges, Peter Kinklage, John Hawkes, Abbie Cornish, Brendan Sexton III, Samara Weaving, Kerry Condon, Nick Searcy, Lawrence Turner, Amanda Warren, Michael Aaron Milligan, William J. Harrion, Sandy Martin, Chtistopher Berry, Zeliko Ivanek, Alejandro Barrios, Jason Redford, Darrell Britt-Gibson, Selah Atwood
Género: Thriller
Duración: 112 minutos

lunes, 29 de enero de 2018

Mi cerebro es de género mixto


El día que cumplí cuatro años mis padrinos me regalaron un triciclo. No era lo habitual, toda mi familia tenía a ese respecto los prejuicios propios de la época pero, como vivían en otra provincia y eran bastante despistados, deduzco que no recordaban que su ahijada era niña. Todavía recuerdo cómo disfrutaba con ese juguete, más que con ningún otro, creo. Pedaleaba por el larguísimo pasillo –a mis padres jamás se les ocurrió sacarlo de casa–, me detenía en la puerta de entrada, acto seguido hacía girar el manillar, volvía a montarme y vuelta al salón. Fue mi padre quien me enseñó a dar la vuelta para que no tuviese que bajarme del sillín. Me estaba convirtiendo en una virtuosa del transporte motorizado, aquello no podía consentirse, así que un buen mal día el maravilloso aparato desapareció para siempre de mi vida. Se lo habían regalado a mis primos.
Poco después, ocurrió una tragedia en la familia, un accidente de tráfico. El luto, además de afectar al color de la ropa introdujo cierta fobia parental hacia los vehículos. Me hicieron prometer que no conduciría nunca y lo hice de buena gana, pero nunca me sentí obligada a cumplirlo. Aún así, quedó en mí una sombra invisible que tomó la forma de fuerte aversión al motor. Juro que lo intenté, incluso llegué a matricularme dos o tres veces en la autoescuela de mi barrio, pero me inventaba una excusa tras otra para no tener que examinarme. Creo que el fantasma de aquel triciclo, que alguien hizo desaparecer por "no ser adecuado para niñas", se instaló en mi vida como una barrera insuperable durante muchísimo tiempo.
Giorgio di Chirico - El vidente
Nuestro mundo ha cambiado bastante. Aún así, la rancia mentalidad de antaño no ha desaparecido del todo: los prejuicios se resisten a la tan necesaria extinción aferrándose como garrapatas a la piel de esta sociedad nuestra. Y, lo que es más peligroso, muchas veces se disfrazan de progresismo para seguir asignándonos a unos y otras los roles de toda la vida. No hay más que ver lo argumentos que utilizan (o utilizaban) quienes esperan un cambio de sexo, a saber: que de niños jugaban con muñecas, o con coches, que se ponían los tacones de su madre o querían ingresar en el ejército, que si la cocina, que si las labores, que si el camión de bomberos... Perdonen que les diga, ¿todavía andamos así? Qué está pasando por la cabeza de esas madres que reclaman una modificación en el registro civil porque a Antoñito, de seis años, le gusta vestirse de rosa. A mí me parece estupendísimo que Antoñito se convierta en Antoñita -o en Nuria, o en Elena- en cuanto tenga edad para decidir, pero quede claro que los roles no determinan el género. Mi vecina nació pegada a un camión (lo conduce desde los veintiún años) y es la feliz madre de tres hijos, tan femenina como cualquiera y a mucha honra.
Tras una larga temporada, para mí lamentable, de argumentar que se había nacido con el sexo equivocado, parece que empezamos a ver la luz. Ahora se flexibiliza un poco más, se dramatiza menos y se contemplan posibilidades intermedias. Estamos inaugurando una era mucho más tolerante, en la que un cambio de sexo comienza a dejar de ser un drama para contemplarse con naturalidad. Todavía estamos en el camino, pero está llegando el día en que cada hijo de vecino expresará sus deseos mucho más libremente que hasta ahora, eso significa que empezamos a salir de ese binarismo que lo invadía absolutamente todo. Por fortuna, hoy día se puede ser del sexo contrario al que cada uno trajo de fábrica, mantener los dos o no pertenecer a ninguno. Esa amplitud de miras es lo que hacía falta, pero aún quedan dos manías que tardarán en erradicarse:
  • La manía de clasificar a toda costa. Tanto es así, que si queremos abarcar todas las posibilidades corremos el riesgo de establecer tantas categorías como personas. Porque, entiéndanlo, cada individuo es un mundo. Vean una muestra llena de buenas intenciones:



  • La manía de mantener los roles masculino-femenino. Las niñas cosen, los niños clavan clavos, ellas son pasivas, el refugio del guerrero, ellos aventureros y valientes. No señores, las habilidades y caracteres no radican en la testosterona o en la ausencia de ella sino en haber grabado a fuego en las mentes infantiles cómo hay que hablar y comportarse, qué gustos nos corresponden, quién puede llorar, quién debe buscar cariño y quién ejercer dominio sobre el otro. 
¿Qué todo eso es cosa del pasado? En absoluto. Hasta un periódico que presume de veteranía –pero quizá no tanto de vanguardismo– incluye (no sé desde cuando, pero cuando me enteré casi me da un síncope) un suplemento especial para lectores de sexo masculino. Como saben, estoy hablando de El País y de la separata denominada ICON. Supongo que contiene reportajes serios, de esos que las mujeres somos incapaces de entender o por los que no estamos interesadas (nótese la ironía). Reportajes sobre cultura, arte, política, esas cosas. Nada sobre moda y cotilleos a los que, según parece, nos tienen predestinadas los estrógenos. Lo peor es que este sesgo por motivos de género se perpetúa en todos los sectores: en el techo de cristal que padecemos las mujeres, en la culpabilización sistemática y falta de confianza en nuestra palabra, en la sexualización o asignación de las tareas domésticas dentro de publicidad y productos culturales, en la diferencia salarial, en el acoso, condescendencia o simple desprecio a que nos vemos continuamente sometidas, en la persistencia de los crímenes ante la indiferencia de la sociedad en su conjunto…
Sobre el ICON no puedo hablar ya que su sola existencia me produce urticaria, pero no puedo evitar toparme con El País en las redes y fue, precisamente, en ese medio donde leí esta sorprendente  y esperanzadora noticia:
Pero no cantemos victoria, esto no es más que una excepción en forma de campaña de marketing. De momento, hablemos del presente. ¿Existe una confabulación internacional (y atemporal) para que jamás saquemos la cabeza del gueto a pesar de –o debido a– todo el empeño que hemos puesto en conseguirlo?

lunes, 15 de enero de 2018

Receta infalible para erradicar los crímenes de género

FORMA DE ACTUAR

  1. Publicar nombre y apellidos del agresor, su profesión y localidad donde reside
  2. Divulgar el delito del que se le acusa, el estado de la investigación sin detalles añadidos, así como la condena con la mayor exactitud.
  3. En ningún caso, facilitar la identidad de la víctima
  4. Evitar criminalizarla, denigrarla o atribuirle el mínimo defecto
  5. No añadir ningún detalle morboso que el público pueda consumir como un relato apasionante
  6. No entrevistar a ningún testigo ni individuo relacionado de cualquier forma con el caso
    Escapemos del amarillismo
    La sociedad del espectáculo
  7. Impedir a los medios que emitan opiniones del tipo que sea
  8. El tiempo dedicado a cada caso ha de ser el imprescindible para emitir la información escueta
  9. La exigencia de respeto a la agredida y sus allegados ha de exigirse en cada ocasión y revisarse escrupulosamente
  10. Cuando un medio incumpla estas normas será sancionado con una sustanciosa multa

lunes, 27 de noviembre de 2017

El enemigo está en el viento (Relato contra la violencia de género)

Día Internacional contra la Violencia de Género
Cuando Alicia era niña nadie podía llevar la contraria a los padres, los chavales tenían que ser sumisos, soportar lo que fuese porque había que tener en cuenta el enorme sacrificio que suponía haberlos traído a este mundo. Por entonces, no se ponía en tela de juicio lo que hacían y decían los mayores, ellos lo sabían todo, acertaban siempre, tenían hasta la facultad de adivinar el porvenir.
Con el tiempo, acabaría preguntándose por qué se había casado tan joven. Era incómodo vivir en aquellas familias, convertirse en una adolescente asediada por unos padres –más o menos bienintencionados– que debían ejercer el autoritarismo más severo con sus hijas, lo quisieran o no, porque así se lo imponía la sociedad de la época.
Con apenas veinte años, recién salida del colegio de monjas, sin saber nada de la vida y sus argucias, convencida de que iba a ser tratada con equidad sin tener en cuenta su género, se encontró, sin comerlo ni beberlo, girando en una espiral de violencia difícil de entender. Eran otros tiempos, aquello no se podía contar ni a la familia, denunciarlo era impensable a no ser que se mostraran marcas bien evidentes en el cuerpo. Y, aún así, siempre quedaba la sospecha. Pero el terror no deja huellas, imposible probar que has sido amenazada con un cigarro encendido mientras te sujetaban los brazos a la espalda. Si hasta los moretones merecían el sarcasmo del policía de turno, una mirada condescendiente y la advertencia que zanjaba la cuestión: “Los trapos sucios se lavan en casa, señora.”
Pero lo logró. Aunque le costó lo suyo, consiguió huir de aquello, salvarse, no ser anulada, escapar a un destino seguro de sumisión y maltrato. Por fortuna tenía una profesión. Es verdad que, desorientada como estaba, le costó no entregar su sueldo al que todavía era su marido, y eso que no le veía el pelo en semanas.
Por fin, se atrevió a enfrentarse a sus exigencias, conservar su propio dinero que, además, necesitaba para mantener a su hija, hacer frente a los gastos de la casa y pagar los del divorcio. Pero la cosa no acababa ahí, fue quedarse sola y enfrentarse a la noticia de que lo debía todo: la luz, el gas, el recibo de la contribución urbana, el agua y hasta un pufo en las cuentas de la comunidad de vecinos. Aquel santo cabeza de familia no había pagado a nadie y, por si esto fuera poco, afanó lo que pudo aprovechándose de su condición de presidente del bloque.
Con la ayuda de su familia, Alicia consiguió salir también de aquel atolladero. Ahora entiende que ella sí pudo salvarse, que su mente y su vida entera no fueron anulados por años de maltrato y sumisión, y que ocurrió así porque pudo ser rápida. Entonces no lo sabía, pero sacó ventaja a la fatalidad pidiendo  ayuda a su entorno y ejerciendo esa profesión que le permitió independizarse. Esto, teóricamente, es fácil de asumir, pero en la práctica no tanto. Llevar la contraria a ese hombre había sido impensable para ella, aunque le pegara, no le dirigiese la palabra, aprovechase la menor oportunidad para dejarla en ridículo y no apareciese por la casa más que los fines de semana, aprovechando que Alicia se refugiaba esos días en el hogar paterno para invitar a sus conquistas dejando huellas por todas partes; aunque desde el día de la boda jamás hubiese mantenido una conversación con ella de igual a igual ni sobre el asunto más intrascendente.
Tras un enfrentamiento terrible que la dejó con los nervios destrozados, su legítimo salario no volvió a cambiar de bolsillo.
Era hora de buscarse un abogado –peregrinación larga y angustiosa por los despachos más machistas de la ciudad– y, tras comprobar que el coche familiar estaba solo a nombre de él, que los ahorros se habían repartido por varias cuentas y que ninguna estaba a su alcance, se enfrentó a la separación, única alternativa por entonces pues el divorcio todavía no había llegado a España.

***

En cambio ahora los amos del cotarro son los hijos de ambos sexos. Ninguno es culpable de nada, ellos son quienes creen detentar el poder legítimo, quienes consideran a los padres sus sirvientes, esos que no tienen defectos destacables y, si acaso presentan alguna imperfección, la culpa es siempre de los progenitores, sobre todo de las madres, ellos siguen estando por encima de esas bagatelas, son los triunfadores, los que se arrastran por las trincheras del mundo exterior (aunque nosotras trabajemos el mismo número de horas) y por tanto seres superiores a quienes no compete lo que ocurre de puertas para adentro.
Los hijos, esos seres inefables a quienes hay que permitírselo todo. Y ay de ti si no lo haces. Serás inmediatamente comparada con los padres de otros hijos e hijas, con las madres de los amigos y compañeros. Comparada y denigrada, porque esas madres sí son comprensivas, no como tú, Alicia, que intentas poner límites y te sientes impotente ante tanta permisividad. Sigues siendo la rara, Alicia, fuiste hija cuando los hijos eran el último mono y ahora eres madre, menos que un cero a la izquierda en medio de este maremágnum.
Un hijo tiene todos los derechos, aunque sea mayor de edad, aunque tenga ya hijos propios. Alicia se pregunta qué pasará con la generación de sus nietos, ella no va a poder verlo, tiene demasiadas ganas de ser abuela y nunca las ha disimulado. Esa ilusión no se perdona, es una oportunidad para atacar, para frustrarla, para no darle el gusto de conocer a esos niños. Por eso nunca podrá saber si la situación se invertirá de nuevo a favor de los padres o los que nacen serán las nuevas víctimas de una generación inmisericorde. Afortunadamente, todos los hijos no son como Cecilia ni todos los maridos como el padre de esta, ella sabe que tuvo mala suerte, una mala suerte demasiado frecuente. Por desgracia.
Ya no tiene derecho a nada, y eso que tuvo que aceptarlo todo. Aquello por lo que no transigió cuando el déspota era su marido tuvo que soportarlo como madre. Con esa hija, que ¿para qué negarlo? tuvo un buen maestro, que apenas se preocupó de ella pero que le enseñó todos los resortes patriarcales que ella recogió encantada sin tener en cuenta que era mujer o, más bien, utilizando las armas feministas que la propia Alicia le había proporcionado.
Hubo de transigir con el desprecio, la humillación, los insultos, el abandono cuando llegó la enfermedad que se instalaría para siempre en su vida. ¿Qué otra cosa podía hacer? Hay que disimular, no rebelarse para no parecer una mala madre, aunque Alicia sabe que ejerció su doble tarea de padre y madre con toda dignidad y resultados más que brillantes. Se lo pusieron difícil pero lo consiguió, lanzó al mundo un ser con todas las herramientas para triunfar: personalidad, cultura, belleza, don de gentes. La única opción hubiera sido el rechazo, pero ¿cómo se puede rechazar a una hija? Esperaba que cambiase algún día, no se le ocurrió nada mejor. Es posible que alguna vez ella madure y, si no, que aparezca un buen chico que le haga recapacitar. Pero el muchacho en cuestión hablaba otro idioma, venía de otras latitudes y, para colmo,  era demasiado ingenuo. Hasta en esto tuvo suerte Cecilia. Mejor dicho, supo escoger. Y el abandono se produjo. Sí, fue ella quien abandonó a su madre inválida y, por tanto, inservible, como se arroja al cubo de basura una escoba vieja o un aparato que ya no funciona.
¡Vaya negocio de vida, Alicia! Si lo llegas a saber. Más vale estar sola que mal acompañada, tú lo sabes bien, haces buenas migas con la soledad, tienes un sinfín de aficiones, presumes de sociable, de que jamás te ha faltado alguien con quien tomarte un café. Pero has de reconocer que has vivido en la orilla equivocada. Que nunca fuiste la cara de la moneda, la figurita de la baraja, la parte de arriba del plato, que permaneciste en la parte de atrás, la que sostenía todo el tinglado y no se dejaba ver por nadie.
Por suerte, reconoce, pertenezco a una generación que se preparó para tomar las riendas de su vida, que sabe disfrutar de los buenos momentos, tomar lo que la suerte le ofrece, que nunca se creyó el cuento del príncipe azul y ha sabido ganarse el sustento, que siempre vio una oportunidad en la derrota y ha aprovechado su soledad aparente para seguir cultivándose hasta hoy. Alicia, por fortuna y a diferencia de otras muchas mujeres, tiene muy claro quién es quién en su historia. No se hace responsable de que la suegra se adueñase de su casa aprovechando su extrema juventud, de que su cuñada la tomase por el pito del sereno, de que su marido se convirtiese en un tirano en cuanto el cura les dio las bendiciones, de que su hija haya asumido el rol de ese padre con el que solo convivió cuando aún no se sostenía en el suelo, que nunca la ha querido y del que nunca ha obtenido un céntimo. A veces piensa que está pagando sus culpas, que Cecilia se ha vengado en su persona cobrándose, o eso debe pensar, la inmensa deuda afectiva que dejó el padre ausente.
Afortunadamente, hay familia, amistades, un sol que aparece en el horizonte todas las mañanas, oxígeno para respirar, árboles, pájaros. Y su gran obra, la que llevó a cabo porque debía y quería, esa mujer llamada Cecilia a quien entregó las herramientas necesarias para ser razonablemente feliz. Una obra que la llena de regocijo porque comprende que el triunfo es solo suyo, aunque esa mujer feliz haya terminado dándole la espalda.

25 DE NOVIEMBRE
DÍA INTERNACIONAL CONTRA
LA VIOLENCIA DE GÉNERO

viernes, 18 de agosto de 2017

Túnel de lavado (de cerebros) y atentados no yihadistas

Por si algún extraterrestre tuviese la ocurrencia de leer esto, o algún lector de este mundo nuestro pasara por aquí dentro de algún tiempo, empezaré explicando que ayer 17 de agosto –el ayer del día en que me dispongo a escribir este artículo– se produjo un atentado en Barcelona, ciudad culta y cosmopolita que todos los españoles admiramos. En realidad, hubo dos atentados yihadistas en Cataluña en un plazo muy corto. El atropello múltiple, que se produjo a las cinco de la tarde y dejó un saldo de trece muertos (por ahora) y más de un centenar de heridos, en pleno paseo de las Ramblas atestado de turistas y autóctonos que disfrutaban de la tarde veraniega y se vieron perseguidos por una furgoneta durante unos seiscientos metros, en zigzag y a velocidad vertiginosa, con premeditación y alevosía evidentes; y la escaramuza que tuvo lugar unas ocho horas más tarde en Cambrils –bella ciudad costera de la provincia de Tarragona– entre la policía y cinco presuntos terroristas armados, a quienes se abatió para evitar males mayores. Pueden leer una relación de hechos –esquemática pero clara y completa– en este reportaje de La Vanguardia.



No creo en las señales. Si creyera las vería por todas partes, pero mi testarudo raciocinio me indica que se trata de meras casualidades, sin más significado específico que el que tenga a bien ponerle la mente que las observa. Pues bien, en este preciso momento tengo dos libros a medias, una novela de SalmanRushdie y una recopilación de conferencias del escritor israelí Amos Oz titulada Contra el fanatismo. Conocemos la atracción de  Rushdie por los mitos, su defensa de la razón en detrimento de la fe, su adscripción a ideales que impliquen tolerancia, civilización y diálogo, su condena del oscurantismo pero, sobre todo, su afán por convertir en arte los demonios heredados de sus ancestros.

“… le enseñó que el jardín era la expresión exterior de una verdad interior, el lugar donde los sueños de nuestras infancias colisionaban con los arquetipos de nuestras culturas y creaban belleza.” (Dos años, ocho meses y veintiocho noches, S.R.)

El mundo sería más habitable si abandonásemos la perversa costumbre de hacer un dogma de fe de cada historia inventada en un pasado remoto y las valorásemos como lo que son: los balbuceos poéticos del género humano, fábulas para soñar despiertos, hermosos cuentos para niños de todas las edades.
Oz, por su parte, disertando sobre la cuestión que nos ocupa, va directamente a la raíz:

“Se trata de una lucha entre los que piensan que la justicia, se entienda lo que se entienda por dicha palabra, es más importante que la vida, y aquellos que, como nosotros, pensamos que la vida tiene prioridad sobre muchos otros valores, convicciones o credos.” (Contra el fanatismo, A.O.)

Estoy de acuerdo con él en que lo prioritario es conservar la vida –la de todos– pero encuentro cierto maniqueísmo en la dualidad fanático-no fanático. A ese respecto, pienso que todos deberíamos hacer examen de conciencia, y cuando digo todos no estoy pensando en el sufrido ciudadano que trata de vivir lo más dignamente que puede con los recursos y circunstancias que le han tocado en suerte, sino a los que tienen alguna responsabilidad en el reparto de la violencia que se está produciendo en el planeta. Estoy hablando de bloques. No solo en Barcelona, ayer, a las cinco de la tarde, sino continuamente y en cualquier latitud se atenta contra la vida de inocentes. El hambre, las desigualdades sociales, las guerras y todos los desastres producidos por seres humanos proceden también del fanatismo –fanático y soberbio es el poder que se impone por la fuerza disfrazado de verdad objetiva– y también tiene en su haber millones de muertos. Occidente debería evitar su exceso de auto-indulgencia y contemplar la idea de fanatismo en su sentido más amplio. Además del fanatismo religioso, existe el de la codicia, la adoración por el dinero, el culto a la dominación, la fe en la manipulación de las mentes por medio de propagandas sibilinas. Creemos desear la paz, pero mientras se nos induzca a contemplar al otro como enemigo, mientras nadie intente acercar posiciones, comprender qué es lo que provoca el enfado y la desconfianza mutuos, mientras el poder no manifieste la menor intención de remediarlo, continuaremos en guerra permanente por mucho que cerremos los ojos.

domingo, 30 de abril de 2017

Don Rufo bufa: ¿Para qué queremos la tradición en España?

Don Rufo bufa
A veces, un artículo de prensa te deja con un come-come que, instalado en algún lugar privilegiado del cerebro, se alía con tus vísceras y no te deja vivir hasta que no lo expulsas. Así que voy a hacerlo. Con cariño, con delicadeza, sin groserías ni malos modos, pero expresando toda la indignación que me produce.

Llevamos ya muchos años contemplando el enfangamiento en el que se halla sumergido un amplio sector de nuestra clase política. Al principio, nos congratulábamos de que se hubiera descubierto un caso, luego dos o tres, más tarde pensábamos que con cinco o seis había más que suficiente, que ya había salido todo a la luz, que no podía quedar nada más salvo alguna historia de poca monta. Ahora asistimos con estupor a un espectáculo que no tiene visos de concluir, porque se va renovando con el tiempo, porque todavía existen los anclajes suficientes para que muchos de estos sujetos se sigan creyendo invulnerables. En el fondo de todo encontramos, claro está, una codicia desmedida y una absoluta falta de escrúpulos. Pero existe otro factor que, quizá, pase algo más desapercibido y que es condición sine qua non para la existencia y persistencia de este aborrecible estado de cosas: le pese a quien le pese, nos toman por tontos.

Pero ¿lo somos? ¿Somos tan tontos como se piensan esos corruptos que nos han gobernado tanto tiempo? Pues, según yo lo veo, sí y no. En principio, confiábamos en ellos, se nos puede tachar, por tanto, de confiados, y eso está bien, si no establecemos vínculos en los que previamente se dé por hecho que alguien no nos va a fallar, no tendría sentido ni cuerpo de policía, ni socorristas, ni médicos, pero tampoco arquitectos ni albañiles. Un conjunto de personas donde nadie se fíe de nadie no podría llevar el nombre de tejido social. Pero, según pasaba el tiempo, algunos comprobábamos que la simple confianza comenzaba a convertirse en credulidad algo bobalicona y, de golpe, dejamos de ser ingenuos y empezamos a darle la vuelta a todo para averiguar si el forro de la chaqueta estaba podrido o no.
Gregorio Fernández fue uno de los escultores del Barroco que más contribuyó a crear la imaginería propia de la Semana Santa española.
Gregorio Fernández - La Piedad (Detalle de grupo escultórico) - 1616
Museo Nacional de Escultura - Valladolid

Y lo que vemos, mirando un poco más allá de lo aparente, es que quienes protagonizaban esas corruptelas, esos que se molestan cuando los investigan, que reclaman objetividad y racionalidad mientras esconden las pruebas del delito, esos que nos ha ido expoliando poco a poco o mucho a mucho, son los mismos que reclaman respeto por las creencias, los mismos que defienden lo irracional, las tradiciones, lo antediluviano, el sinsentido, la falta de espíritu crítico, la sinrazón en suma. Tanta procesión, jaculatoria, golpe de pecho, capelo cadenalicio, llagas supurantes en el pecho de las estatuas ¿adónde conducen? Tras la excusa del respeto a las creencias ¿no se intentarán perpetuar las adhesiones incondicionales, el asentimiento acrítico y una aberrante falta de lógica? No se engañen, tanta tradición sin sentido, tanta creencia sin cotejar con la realidad científica -como yo misma apuntaba hace poco- es la forma más certera de mantener a la gente en la inopia. Y si muchos parados, contratados temporales, personas con una economía precaria siguen votando a los que trasladan a los bolsillos propios lo ganado con el sudor ajeno es porque la treta les funciona como un reloj.

Ayer mismo (29-4-2017), Antonio Muñoz Molina manifestaba en Babelia un sentimiento de desolada impotencia , -que comparto-, al comprobar que la evolución esperada al inicio de la Transición española se ha convertido en lo contrario. Nos movemos, como los cangrejos, para atrás. Cada vez, triunfa más el fanatismo y la intolerancia, la superstición y la hipocresía. Y lo hace, no se engañen, para que cuatro espabilados se llenen los bolsillos. Esto no lo dice el artículo, lo digo yo, lo dicen muchos otros y, sobre todo, lo grita la realidad a los cuatro vientos. Solo tienen que leer las noticias. Con los ojos abiertos, si es posible.