viernes, 30 de mayo de 2014

Preocupante incremento de la oxigenoterapia domiciliaria

Pst, pst. Oiga, ¿se hace usted una idea de la cantidad de gente que está en casa, sin poder  moverse porque su vida depende de una bombona de oxígeno? ¿Sabe cuántas horas tienen que utilizarla? ¿Dos o tres? Pues no, unas pocas horas al día no sirven de nada. Habitualmente, se aconseja un máximo de 24 y un mínimo de 16. Algunos pueden beneficiarse de mochilas o maletines ligeros transportables, pero otros tienen aparatos muy pesados y si necesitan apoyarse en ellos todo el día no pueden llegar ni a la puerta de la calle jamás.
Visita mi nuevo blog sobre la cuestión respiratoria: http://charlasconpacotella.blogspot.com

terapia
Cada año aumenta entre un 8 y 10% el número de pacientes tratados con oxigenoterapia en España
lainformacion.com

jueves, 08/05/14
Las Terapias Respiratorias Domiciliarias (TRD), también conocidas como oxigenoterapia, son una alternativa terapéutica para mejorar la calidad de vida de pacientes que sufren EPOC, apnea del sueño, fibrosis pulmonar, cifoscoliosis, enfermedades neuromusculares que pueden provocar a largo plazo insuficiencia respiratoria, de la que se benefician en España más de 650.000 pacientes, aumentando cada año entre un 8 y 10 por ciento.
MADRID, 8 (EUROPA PRESS)
Las Terapias Respiratorias Domiciliarias (TRD), también conocidas como oxigenoterapia, son una alternativa terapéutica para mejorar la calidad de vida de pacientes que sufren EPOC, apnea del sueño, fibrosis pulmonar, cifoscoliosis, enfermedades neuromusculares que pueden provocar a largo plazo insuficiencia respiratoria, de la que se benefician en España más de 650.000 pacientes, aumentando cada año entre un 8 y 10 por ciento.
Así lo ha reconocido el neumólogo y coordinador del Año SEPAR 2014 del Paciente Crónico y las Terapias Respiratorias Domiciliarias, Eusebi Chiner, con motivo del Día Nacional del Oxígeno que se celebra el 11 de mayo, reconociendo que esta terapia puede contribuir al control de los costes sanitarios "reduciendo los ingresos hospitalarios".
En gasto sanitario, donde la expectativa de vida es de las más largas de Europa, las enfermedades crónicas suponen el 75 por ciento del mismo y las respiratorias, al menos un tercio de ellas.
Y en estos casos las TRD tienen un alto impacto sanitario pero también económico y social, ya que en ellas se agrupan todos los servicios sanitarios indicados para el tratamiento de afecciones respiratorias, soporte ventilatorio y control de los diferentes parámetros indicativos de alteraciones en la oxigenación del organismo.
La cifra se sitúa en torno a los 352 millones de euros, o lo que es lo mismo el 0,5 por ciento del presupuesto sanitario de los cuales prácticamente tres cuartas partes, el 68 por ciento, se destina a la Presión Positiva Continua de la vía aérea (CPAP) y ventilación, el 29 por ciento a la oxigenoterapia y el 3 por ciento se reparte en otras terapias.
Actualmente, factores como el cambio demográfico, el aumento de la patología crónica y discapacitante y la variedad de ámbitos para el cuidado de los pacientes distintos de los hospitales, como las residencias o el domicilio, hace previsible el incremento en la demanda de TRD en los próximos años.
Al mismo tiempo y considerando "su impacto positivo en la mortalidad y su adecuada relación costebeneficio y coste-utilidad, es necesario adoptar estrategias para alcanzar la mayor eficiencia de estas terapias, así como establecer estándares no sólo de indicación y control, sino también de las características técnicas de los equipos a utilizar y de los requerimientos necesarios", ha asegurado Chiner.
Para conmemorar este día, cuatro hospitales de la Red de Aulas Respira de SEPAR, patrocinadas por Esteve Teijin, realizarán sesiones con pacientes respiratorios sobre oxigenoterapia y la movilidad. Los hospitales donde se realizarán son el Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín, el de Nuestra Señora de la Candelaria de Tenerife, el Doctor Peset de Valencia y el Virgen del Rocío de Sevilla.
(EuropaPress)
Puedes leer el artículo aquí

miércoles, 28 de mayo de 2014

Pánico en el tour (y VI)

-¿Tampoco funciona nada en la planta de arriba?

-No señor. –Terminó de convencerle el empleado– Tanto el bar como el restaurante están aquí abajo y han cerrado hace más de dos horas. Todos los servicios del hotel han acabado por hoy, y no creo que encuentre nada en todo el barrio.
-Legal no, por supuesto. – Dijo, pero en un susurro que solo escuchamos nosotras.

Aquello no acababa nunca. Todavía delante de los ascensores hizo lo que pudo por convencernos para que juntásemos el alcohol de nuestras neveras y acabar la juerga en la habitación de alguna de nosotras. ¿Él encerrado con las cuatro en una habitación? Solo de pensarlo, Noelia y yo sufrimos un calambre.
 
Nos quedamos sin saber qué decirle, pero esta vez protestaron ellas.
 
-En nuestro cuarto, imposible. Lo compartimos con una chica que se acuesta todos los días a las diez.
 
Sabíamos que era verdad.
 
Antes de que se volviese hacia nosotras, dije lo primero que se me ocurrió.
 
-Al nuestro ha subido la gallega que se ha peleado con el novio, a la pobre le ha dado un cólico del disgusto y la dirección le ha puesto allí una cama turca.
 
Todas miraron a otra parte para no soltar la risa, me lo había inventado todo: ni había gallega ni novio ni cólico ni cama turca.
 
Los cinco ascensores seguían allá abajo esperándonos, el recepcionista nos lanzaba ojeadas recelosas, aquello se empezaba a volver resbaladizo. Gonzalo abrió los brazos:
 
-Bueno, entonces ¿qué hacéis? Sé adónde podemos ir, será solo un rato y no está lejos.
 
-Yo estoy muy cansada.
-A mí me duele la cabeza.
 
Nuestras excusas ni le importaban ni le sorprendían, nosotras en cambio nos quedamos pasmadas al oír:
 
-De acuerdo, pero nada más que un ratito.
 
¿Para eso  habíamos estado todo el día haciendo de niñeras? A Gonzalito le brillaban los ojos.
 
-No hables –advertí en el ascensor a Noelia.
 
-Pero…
 
-Ni pienses. Dentro de un rato tenemos que levantarnos para volver a España ¿no? Pues vamos a dormir bien, no pienso malgastar ni un minuto en preocuparme. Son mayores de edad y nadie les ha obligado a irse.
 
Noelia sonrió.
 
-Ya veo. Además de un cabreo mayúsculo y, por mucho que disimules, tienes un susto de muerte.
 
Todavía era de noche y ya estábamos cargando las maletas. De vez en cuando, una de nosotras dejaba lo que estaba haciendo y volvía la cabeza, pero por aquella puerta no salía nadie. Esta vez me tocó a mí la ventana. Eché una ojeada vacía a los manchones de grasa que cubrían la explanada, la risa de las chicas no se me iba de la mente, me hice el firme propósito de no mirar atrás pero sabía que esos dos asientos vacíos iban a agriarnos el viaje. Noelia había abierto un libro para no tener que hablar ni pensar. Un avión nos pasó por encima. El conserje, que caminaba desabrochándose un casco de moto, se paró para ver subir a la gente. Llegaba otro autocar.
 
Y entonces vi a Gloria. Pálida como nunca, habló con el conductor unos segundos, luego fue retrocediendo y se paró en nuestra ventanilla. Nos buscaba, tenía una sonrisa triste.
 
.¿Qué pasa? ¿No subes? –le pregunté haciendo muecas.
 
Noelia la había visto también y estaba pegada a mi hombro.
 
-Ma-rí-a.- Vocalizó.
 
Ella hizo bocina con las manos.
 
-¡Buen viaje! Nos quedamos unos días más.
-No se lo cree ni ella. –Rezongué.
Le indicamos que se acercase a la puerta del centro y nos abalanzamos hacía ella.
-¿Y María? ¿Está bien?
Asintió con la cabeza, se le saltaban las lágrimas.
Noelia tuvo un repentino arranque de valor.
-Mmmm. ¿Está viva?
No habló, no hizo un solo gesto. Se cerraron las puertas, el motor empezó a desperezarse.
-Mira, -me alertó Noelia- fíjate en su mano izquierda. Lo noté en cuanto se la puso delante de la boca.

Como si pudiese oírnos, Gloria echó los brazos hacia atrás, pero aún así me dio tiempo a ver un muñón vendado en el lugar de su dedo índice.

lunes, 26 de mayo de 2014

Pánico en el tour (V)

Ambas nos miramos con alivio. Vivíamos una versión muy particular del mítico “Al fin solos”. Parecía imposible que pudiésemos sentir tanta alegría por el simple hecho de habernos librado de un sevillano con ínfulas de autócrata, de sus miradas acechantes y su nauseabunda persuasión, pero solo había que fijarse en Noelia para darse cuenta de que estaba temblando.

-¿Qué te pasa? ¿Es por él?
-Me tiene aterrorizada, Elsa. ¿No crees que trama algo? ¿Por qué tantas molestias si no?

Que no cunda el pánico, pensé, como nos contagiemos, entonces sí que estamos perdidas.

-¡Boba! –la tranquilicé con mi voz más zalamera–  Ahora nos bajamos en el hotel y ya está. Allí hay gente a todas horas, no te preocupes.
-¿Y si le ha dado por mandar a un compinche y nos está esperando allí? No me gusta nada que haya hablado tantas veces por teléfono.

-Esas cosas las hace para darse importancia, nos quiere impresionar a toda costa  y no sabe cómo hacerlo.
-Vale. Pero algún motivo tendrá para tomarse tantas molestias.

-O muchos. Es un traficante de órganos y nos quiere dejar huecas. –Fue decir esto y ver sus ojos casi fuera de las órbitas– ¡Hija, Noe, es solo una broma de las mías! Pues ¿qué va a querer? Ese tío no es más que un fantasma vanidoso, nunca se ha visto en otra como esta y se siente más inflado que un gallo con tanta admiración. Lo único que quiere es prologar el momento, también debe estar algo picado con nosotras: por mucho que hace, todavía no ha conseguido que caigamos rendidas a sus pies.
-Yo antes pensaba lo mismo pero…

Hablábamos cuchicheando y ocultando la cara tras los asientos delanteros para que no nos oyese el chofer; cuando se sale por ahí, no se debe bajar la guardia, hay que pensar que te puede entender cualquiera. Aún así, seguíamos sintiéndonos libres, por fortuna no se nos pasó por la cabeza que pudiésemos ir a parar a otro sitio distinto del hotel. Pero no habíamos recorrido ni cien metros a la parsimoniosa marcha de un coche de ceremonias cuando escuchamos su voz inconfundible.
-Chicas, ¿vais bien ahí atrás? No os escucho hablar ¿os pasa algo?

Se me cayó el alma a los pies: había micrófonos en los coches. Fue entonces cuando en mi interior tuve que dar la razón a Noelia, empezaba a presentir que jamás íbamos a librarnos de aquel demonio..
Noté un pellizco en el brazo.

-¿Has visto? –Murmuró– Quiere hacernos sentir que nos tiene entre sus garras.
-Jajaja. Ni que fuera un águila el hombre.

-Lo es. –Sonó como si estuviésemos jugando a las damas y ella se acabase de comer todas mis fichas– Justo has dado con el nombre: todo lo ve, todo lo sabe, y si agarra a alguna incauta…

Vi los ojos del conductor por el espejo y me pareció que no se aburrían, pensé que debíamos haber bajado la guardia y se nos entendía todo lo que decíamos. Ahora fui yo la que le dio el pellizco.
De nuevo la voz:

-¿Qué pasa? ¿No me veis? Os estoy haciendo señas. –Aguzamos la vista y nos pareció que algo se movía en la ventanilla izquierda del otro coche. –Vuestras amigas están desorientadas. ¿Vamos bien por aquí?
La voz de Noelia parecía más bien un grito de auxilio.

-Cuando lleguéis a aquella glorieta, torced a la izquierda, os metéis por la calle del anuncio fluorescente y luego ya es pasar el túnel.
-¡Eh! Mirad esas ventanas. Ahí, detrás del césped. ¿Veis las luces? Menuda orgía tienen montada esos.

Vi –o imaginé– un local abarrotado de individuos desnudos que saltaban como posesos a la anaranjada y mortecina luz de un foco, pero debió ser el eco siniestro de la voz de Gonzalo resonando en el ambiente enrarecido del coche lo que me hizo sugestionarme.
Para nuestra sorpresa, llegamos sanas y salvas. Pero no podíamos despedirnos tan pronto, acababa de dar la una, la noche era joven, teníamos que tomar la última en el bar del hotel.

Yo ya no estaba para bromas.
-Pues aquí no queda más que el recepcionista, –e intenté dar a mi voz un tinte desabrido–como tú mismo has dicho, esto no es Madrid.

Y era cierto, en toda la planta baja, no se veía más luz que la del vestíbulo.

sábado, 24 de mayo de 2014

Pánico en el tour (IV)

A la luz de los focos que el maître había diseminado por la terraza, el belga de adopción tenía más aspecto de mafioso que nunca. Muy erguido, con el pelo sutilmente engominado y una onda cayéndole como al descuido por la frente, inclinaba peligrosamente el respaldo hacia atrás, apuntando a las axilas con los pulgares como el perdonavidas que era. De momento, ni uno solo de nosotros, incluido el alemán belicoso, había osado llevarle la contraria.
 
-¿A que no sabéis quien es el responsable de que haya orden en esta ciudad?
 
La ingenuidad de nuestra barbie viajera no tenía límites.
 
-¡Ay va! ¿Eres jefe de policía?

-Ejem. Algo parecido, pero es un cargo secreto, a ver si vais a iros de la lengua.
Automáticamente, las cuatro volvimos la vista hacia papaíto piernas largas, que sumido en un mutismo rencoroso fingía no estar allí. Pero el otro borró el aire con un gesto.
-Ese no nos entiende.
Me pregunté de qué estarían hablando antes, podían aprovecharse fácilmente de que no entendíamos ni jota de alemán para tramar algo en contra nuestra o ponernos verdes. Nada bueno, eso por descontado. ¿Y si era mentira que el otro no entendía castellano? Todo aquello me daba muy mala espina.
Me puse de pie.
-Noelia y yo nos vamos. ¿Verdad Noe?
Ella recogió el cable rápido.
-Sí. Estamos muy cansadas, llevamos todo el día pateando calles.
Las otras dos, tímidamente, se unieron a nosotras.

-Pero chicas, ¿cómo voy a dejar que vayáis solas al hotel? Nada de eso. Esto no es Madrid, aquí la noche es peligrosa, ¿veis? –y señaló vagamente hacia atrás– Las calles están vacías desde hace mucho, ahora mismo no hay más que antros abiertos, gente poco recomendable, malas costumbres.
(A veces se notaba un poco que había perdido el hábito de hablar su lengua, al menos en eso no nos había mentido).
Y luego, con su proverbial eficacia.
-Luigi, encuéntranos un medio de transporte.
El camarero descolgó un auricular de la pared, dio alguna orden cortante; mientras, el alemán, con una breve reverencia, se dirigió a la escalera velozmente y se esfumó.
Al instante, dos limusinas aparcaron frente a la verja. Gonzalito el mago se instaló en la de delante con Gloria y María. Nosotras, abrumadas por tanta gentileza y convertidas en Cenicienta subida a la carroza, les seguíamos muertas de vergüenza por no haber sido capaces aún de sacudirnos el susto del cuerpo.

jueves, 22 de mayo de 2014

Pánico en el tour (III)

Noelia y yo nos lanzábamos miradas inquietas. Cada vez más inquietas y cada vez más. La estudié atentamente, me vi reflejada en el espejo. Empezábamos a parecernos un poco las dos. Al menos en los ojos inestables y el rubor, casi inapreciable en ella pero no en mí, que llevaba las orejas al aire. Se me ocurrió tocarlas y ardían. Ella tampoco me quitaba ojo, intercambiábamos destellos inteligentes, mudas peticiones de auxilio. Una vez me preguntó sin palabras: “¿Qué estamos haciendo aquí?” Y yo, con un vistazo instantáneo a Gloria y a María, quise decirle: “Míralas, están entusiasmadas. No podemos irnos sin ellas, vamos a esperar un poco”. Entonces bajó la vista y lo interpreté como un gesto de asentimiento.
 
Nos hallábamos ante el mago de la condescendencia.
Richard Estes - Óleo y acrílico

Había anochecido ya. Una noche tibia del mes de julio belga, en la que, para variar, no nos importaba habernos saltado la cena del hotel pues el festín del mediodía aún lo habíamos digerido a medias. O se nos había atragantado debido al extra de esfuerzo que suponía sonreír constantemente.
 
Hacía rato que estábamos sentados en la terraza de un café donde ya no quedaba ni un alma. También las calles estaban vacías, y eso es lo que más nos preocupaba a Noelia y a mí. Gonzalo el sevillano-con restaurante propio en Bruselas no dejaba de contar anécdotas ni nuestras nuevas amigas de jalearlas. Para colmo de males, el pequeño patio no estaba a ras del suelo sino en un emplazamiento elevado al que rodeaban unas cuantas jardineras cargadas con frondosos arbustos. Es decir, aquel era un lugar aislado, o íntimo, según se mire. Pero ¿quién había pedido intimidad?
Ralph Goings
De la calle no llegaba ruido ninguno de claxon, motores o ruedas. Entretanto se nos había unido un individuo, menos dicharachero que su colega, cuya extrañeza era tan comprensible como evidente, y con el que resultaba imposible intercambiar impresiones porque no hablaba más que alemán. Imaginé que estarían tratando alguna cuestión prioritaria cuando Gonzalo y él comenzaron a lanzarse exabruptos con una furia inaudita. En mi opinión, era el momento idóneo para levantarnos y huir, pero las pardillas –ahora no me cabía la menor duda– de nuestras vecinas de asiento parecían más encandiladas aún. Y si su admiración traspasaba ya todo límite ¿cómo iba yo a defraudarlas?
 
Intenté atisbar algún movimiento en la calle a través de las ramas de conífera, pero no encontré ni un hueco libre. La única que, desde la esquina donde estaba sentada, dominaba todo el frente delantero era nuestra amiga, la morena del pelo rizado, pero ni por lo más remoto se le hubiera ocurrido atender a algo distinto de las palabras –por otra parte, incomprensibles para todas nosotras– de nuestro amable secuestrador. Término que puede parecer algo exagerado a esta altura del relato, pero fue en ese momento cuando, sin buscarlo, se instaló en mi mente ya que, desesperada por asirme a un testigo cualquiera, fuese transeúnte ocasional, gendarme, conductor de autobús y hasta perro vagabundo, me fijé en la sonrisa cándida y despreocupada de Gloria.

martes, 20 de mayo de 2014

Pánico en el tour (II)

Íbamos las dos dando tumbos por la rue des Bouchers. Se había hecho muy tarde, todos los sitios estaban abarrotados y nuestros estómagos rugían de aburrimiento. Pero Noelia es la persona más indecisa que conozco: solo le convencían los locales en los que no cabía un alma, a los demás les ponía pegas uno tras otro, metódicamente. Los horarios belgas no son los mismos que en España y estábamos a punto de sobrepasar al límite. Mientras nos asomábamos a un umbral tras otro, empecé a temer que no comeríamos nunca.
 
Fue entonces cuando entrevimos unas manos que se agitaban en el interior de aquel lugar de aspecto lúgubre. En las caras que sonreían animándonos a entrar reconocimos a nuestras vecinas de asiento. Pero no parecían las de siempre, como si de pronto se hubiesen vuelto mucho más tontas o alguien les hubiese hipnotizado.
 
-Hemos conocido a…
 
-Es impresionante, os lo tenemos que presentar.
 
-Ahora viene, ya veréis, es el dueño de esto pero está sentado aquí, con nosotras.
 
.Es español, de Sevilla.
 
-Jaja. Y tiene acento belga mezclado con andaluz.
 
Se atropellaban la una a la otra y no nos dejaban decir palabra. No tuvimos que esperar mucho, enseguida apareció un moreno, alto y fibroso, de espaldas anchas y sonrisa espléndida que nos dio la mano efusivamente al tiempo que solicitaba asientos para las dos, además de la especialidad de la casa, bebidas y todo lo que se le fue ocurriendo. Lo que no se le pasó por la cabeza fue preguntarnos qué queríamos tomar, él lo decidió solo, resultaba evidente que su principal ocupación en esta vida consistía en asumir el mando. Eso sí, al acabar, nos hizo a todas un generoso descuento.
Fernando Botero . Los jugadores de cartas
Prolongamos la sobremesa en un cuchitril minúsculo, los cinco de pie delante de la barra, repitiendo lugares comunes y escuchando las siniestras risotadas de nuestro anfitrión. Noelia y yo empezábamos a hartarnos, los chistes no nos hacían ninguna gracia, tampoco comprendíamos la razón de tanta euforia. De repente, el fulano se puso delante de mí con la decisión que le caracterizaba y me señaló con el dedo.
 
-¡Eh! ¿Eres de las que se asustan por cualquier cosa?
 
-No, -contesté-  estoy curada de espanto, la verdad.
 
Entonces, parsimoniosamente, estiró su dedo índice, el mismo que aún me estaba señalando, y lo coloco en el centro justo del escote de mi casaca, luego tiró hacia abajo con decisión. Fue un gesto brusco y sin trascendencia porque la tela no cede a no ser que se rompa, pero debí ponerme como un tomate de rabia y le miré como si quisiese asesinarle.
 
-Pues sí que eres remilgada tú –musitó- ¡Cualquiera lo hubiese dicho nada más verte!
Pablo Ruiz Picasso - Mujer de Argel
Estaba furiosa, aunque disimulé lo que pude para no decepcionar a las chicas. No dejaba de dar vueltas a la cuestión de mi aspecto. ¿Qué impresión debía causar para que un hombre de mundo como Gonzalo el sevillano pensase que podía bajarme el escote en público? Dudaba si echarme la culpa a mí o echársela a él y se me ocurrió llevarme a Noelia al servicio para preguntárselo.
-No seas boba –me tranquilizó– tu pinta es tan respetable como siempre. Lo que pasa es que está furioso porque le ha salido mal la estratagema.
-¿A ti tampoco te cae bien?
-Pues claro que no. Esas dos deben estar chifladas, ¿has visto como le miran?
Noelia es charlatana e indecisa, pero tiene una sensatez a prueba de bomba y no se la engaña así como así.

domingo, 18 de mayo de 2014

Pánico en el tour (I)

Toulouse-Lautrec - At. Moulin Rouge - 1892
Me desperté cuando la luz del amanecer empezaba a asomarse por las ventanillas del bus y lo primero que vi fueron las pantorrillas de Noelia, como dos morcillas flotantes, balanceándose peligrosamente muy por encima de su cabeza, a punto causar un desastre en el ocupante del asiento delantero. Llevábamos más de diez horas de viaje y la inmovilidad empezaba a pasar factura. Solo a ella, porque yo aún no había sufrido esos síntomas; mi tobillera seguía tan campante en su sitio deslizándose, como siempre, a sus anchas. Los tres años de diferencia debían ser los causantes de aquello, a partir de ahora tendría que estar preparada, quizá prescindir de alhajas en mis piernas el verano próximo, o rascarme el bolsillo, por mucho que me doliese, y apostar por el avión.

Horas y más horas de mortal aburrimiento durante las cuales cualquier ocupación acaba resultando tediosa. El éxtasis paisajístico del comienzo se convierte en una sucesión de estampas sin color cuya belleza hace mucho que dejó de impresionarte, como si te hubiesen atado a una butaca para obligarte a contemplar miles y miles de diapositivas, a cual más hermosa. Confieso que en aquel momento padecía un tan monumental empacho de belleza que solo podía aliviarlo durmiendo. Pero no iba a ser fácil, los pies de Noelia habían dejado de amenazar la cabeza del vecino ocupando su lugar habitual y su dueña me reclamaba para continuar nuestra ración cotidiana de cháchara.

Nuestras vecinas del asiento de atrás también se estaban desperezando. Escuchamos cuchicheos contenidos, algún amago de risa. Intentaban no despertarnos pero estaban pendientes de nosotras, como el día anterior, dispuestas a intervenir otra vez en nuestras conversaciones y hasta zanjar algún debate nuestro con alguna interjección certera. Ellas podían oírnos, nosotras a ellas mucho menos. Fuese porque éramos incapaces de callar ni un segundo, fuese porque el viento corría hacia atrás, lo cierto es que no podíamos invadir su espacio conversacional, al menos no con tanta facilidad como ellas. Y sin embargo, entre las cuatro se había establecido un clima de simpatía, asombroso si tenemos en cuenta que apenas podíamos verles la cara y que solo en dos o tres ocasiones, cada vez que bajábamos a estirar las piernas, pudimos conversar frente a frente.

1895 Poster for Amants - Comdie de M. Donnay at the Theatre de la Renaissance, Paris © Alphonse Mucha Estate-Artists Rights Society (ARS), New York-ADAGP, Paris
María y Gloria. Una, menudita, con el pelo muy corto enmarcándole la frente en bucles, la otra, cuya melena platino cortada al ras del mentón parecía siempre recién peinada, más estilizada y garbosa. Ya he olvidado a quien corresponde cada nombre, y eso, aunque todo lo demás se haya grabado a fuego en mi memoria, me enrabieta un poco conmigo misma.  
La culpa la tuvo aquel elegante tugurio de Bruselas, oscuro como boca de lobo hasta que la vista se desprendía del embrujo de la luz y comenzaba a adaptarse a las tinieblas. El mejor restaurante español de la populosa rue des Bouchers, salpicada de establecimientos de todas las nacionalidades, no demasiado caros y a cual más acogedor y apetecible, regentado por un sevillano -un auténtico señorito andaluz en la plenitud de su atractivo aunque atisbando cierta decadencia aún lejana- que ha sabido sortear estoicamente la brutal competencia de su enclave para aprovechar cada una de sus ventajas.

viernes, 16 de mayo de 2014

Fenotipo EPOC

Ya he traído aquí alguna vez la cuestión del fenotipo, pero esta página divulgativa me ha parecido especialmente clarificadora y nunca está de más recordar cuestiones básicas.

Antes de nada, repasemos conceptos:

"Toda la información contenida en los cromosomas se conoce como genotipo, sin embargo dicha información puede o no manifestarse en el individuo. El fenotipo se refiere a la expresión del genotipo más la influencia del medio." (Wikipedia)
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Fenotipos EPOC

Clasificación de pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica.


Los fenotipos EPOC son una sencilla clasificación de los pacientes que comparten características clínicas, resultados y, sobre todo, respuestas similares a los tratamientos existentes. La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es una enfermedad muy heterogénea y no todos los pacientes responden a todos los fármacos disponibles para el tratamiento. Por eso, la identificación de pacientes que responden a las terapias es crucial en enfermedades crónicas, para proporcionar el tratamiento más adecuado y evitar los medicamentos innecesarios.
Estos fenotipos clínicos pueden ayudar a los médicos a identificar a los pacientes que responden a intervenciones farmacológicas específicas. Por ejemplo, quienes tienen exacerbaciones frecuentes son los únicos pacientes con una indicación de tratamiento anti-inflamatorio en la EPOC. Las personas con bronquitis crónica son los únicos candidatos a recibir inhibidores de la fosfodiesterasa-4. Los pacientes con solapamiento fenotipo EPOC-asma muestran una mayor respuesta a los corticosteroides inhalados y quienes tienen exacerbaciones frecuentes sólo deben recibir broncodilatadores.

Entre los criterios para describir los fenotipos EPOC, los más importantes son los antecedentes de asma previo antes de la edad de 40 años, la demostración de la inflamación eosinofílica en el esputo y una mayor reversibilidad de la obstrucción del flujo de aire después de la prueba broncodilatadora.
¿Cuántos fenotipos EPOC hay?

La Guía Española de la EPOC (GesEPOC) ha propuesto cuatro fenotipos diferentes:

1) Exacerbador poco frecuente, ya sea con bronquitis crónica o enfisema.

2) Superposición EPOC-asma. Los asmáticos jóvenes que fuman y desarrollan obstrucción del flujo aéreo no totalmente reversible tienen una enfermedad con características diferentes a aquellos con obstrucción crónica del flujo aéreo pero sin antecedentes de asma. En el primer caso, la rinitis alérgica, la hiperreactividad bronquial y la presencia de sibilancias, junto con mayores concentraciones plasmáticas de IgE, son significativamente más frecuentes, lo que indica que este es un fenotipo de solapamiento entre el asma y la EPOC. El fenotipo de solapamiento EPOC-asma se ha definido como una obstrucción reversible del flujo de aire de forma incompleta acompañada de síntomas o señales de aumento de la reversibilidad de la obstrucción, o como el diagnóstico de EPOC en un paciente con un historial de asma diagnosticado previamente antes la edad de 40 años. Estos pacientes comparten características de ambas enfermedades y representan un desafío en el diagnóstico diferencial, en particular en atención primaria. Responden mejor a los corticosteroides inhalados, debido al predominio de la inflamación eosinofílica bronquial. Por lo tanto, estos pacientes deben ser prescritos corticosteroides inhalados junto con broncodilatadores de acción prolongada, con independencia de la gravedad de la obstrucción del flujo de aire.

3) Exacerbador frecuente con enfisema predominante. Cuando no presenta tos crónica, producción de esputo y tiene los típicos signos clínicos y radiológicos de enfisema. La base del tratamiento en estos pacientes es de broncodilatadores de acción prolongada y, en algunos casos, corticosteroides inhalados. El tratamiento de este fenotipo se basa en los broncodilatadores de acción prolongada, solos o en combinación, y la posible adición de teofilinas en los casos más graves.
4) Exacerbador frecuente con bronquitis crónica predominante. Se presenta frecuentemente con bronquitis crónica, definida como la presencia de tos productiva o expectoración durante más de 3 meses al año y más de 2 años consecutivos. La hipersecreción bronquial en la EPOC se ha asociado con un aumento de la inflamación de las vías respiratorias y un mayor riesgo de colonización bronquial e infecciones respiratorias, lo que puede explicar por qué los pacientes con bronquitis crónica tienen una mayor frecuencia de exacerbaciones. Estos pacientes pueden ser tratados con broncodilatadores o corticosteroides inhalados, y responden al tratamiento con roflumilast, un inhibidor de la fosfodiesterasa-4. Casos seleccionados de exacerbaciones frecuentes pueden responder al tratamiento a largo plazo con macrólidos y quinolonas (sobre todo si producen esputo oscuro) y, cuando no se pueden usar corticoides inhalados, los mucolíticos pueden ser eficaces en la reducción de las exacerbaciones. Los casos de pacientes con bronquitis crónica y exacerbaciones frecuentes pueden ser candidatos para el tratamiento con antibióticos a largo plazo bajo un estrecho seguimiento.
Se han propuesto otros fenotipos de la EPOC, pero su importancia al dirigir el tratamiento aún no se ha establecido. Por ejemplo, se ha descrito un "fenotipo inflamatorio" en pacientes con concentraciones séricas persistentemente elevadas de marcadores inflamatorios. Se asocian con peores resultados clínicos, pero, hasta ahora, ningún tratamiento específico ha sido identificado para estos pacientes.

Los fumadores también pueden representar un fenotipo diferente con peores resultados y peor respuesta al tratamiento, pero se considera que los fumadores actuales deben ser identificados a través de todos los fenotipos y estrategias intensivas para dejar de fumar.
Por otra parte, se ha identificado un fenotipo "sistémico" o con comorbilidad significativa, de tipo cardiovascular o metabólica. Sin embargo, la comorbilidad se debe considerar siempre como una característica en todos los pacientes y en todas las etapas o grados que pueden acompañar o complicar cualquiera de los fenotipos clínicos.
Puedes leer el artículo aquí

miércoles, 14 de mayo de 2014

¡Paren el mundo que yo me bajo!



Kankinsky - Composition IV - 1911

 
Un espléndido martes de primavera, al filo del mediodía, decidí dejar de respirar. Mi habitación estaba en calma, soplaba una suave brisa sureña que agitaba los primeros brotes del plátano de sombra más próximo. Podía ver sus ramas reflejarse en el cristal de la librería, casi al compás de una canción de Mónica Naranjo. No necesitaba mirar hacia abajo para imaginar las blancas carpas bamboleándose ligeramente, como globos aerostáticos a punto de echar a volar, la gente arracimándose en las colas, el olor a fritanga, las pancartas, los puestos de abalorios, los charlatanes voceando su mercancía y los trileros absortos en el próximo golpe. Ese año la cacareada Feria de la Cultura Popular no debía tener más disco que ese, llevaba escuchándolo toda la semana y me dolían las sienes de oírlo. Estamos en crisis, ya se sabe, no podemos derrochar en música, en una concentración popular no esperarás encontrar a Beethoven. Ya, ya, si lo comprendo. Desenrollé mi colchoneta de gimnasia, me estiré todo lo que pude y me tapé con una sábana blanquísima. Incluso hoy debo guardar las formas, no me parece de buen gusto que alguien pase un mal rato por mi culpa. Tampoco hay que exagerar, lo sé, pero esa misma mañana había puesto flores recién cortadas en los búcaros y toda la estancia rezumaba frescura y buen humor. Recorrí las hileras de libros, los más antiguos se mantenían protegidos tras los vidrios, los demás se apiñaban en las estanterías, casi todos horizontales, algunos formando columnas. El fucsia y el verde de la colcha se encendían al paso de gruesas manchas de sol; el piano y las litografías de Miró y Kandinsky quedaban al otro lado, en la pared envuelta en sombra que solo iluminaría el sol de la tarde, cuando ya no podría verlo. Mejor así: tampoco era preciso que me encarnizase con lo que me era más querido, mis fetiches, esos que a lo largo de los años habían ido cobrando vida propia.
Kandinsky . Composition VII - 1913
Llevaba mi vestido azul celeste, el nuevo, el que elegí para caminar descalza por la playa, aunque en el fondo sabía que no iba a ponérmelo nunca. Me pareció un bonito guiño a la vida estrenarlo para llevármelo a la tumba. Ella, la vida, ya es, por su cuenta, bastante sarcástica y pensé corresponder sacándole la lengua. En materia de despedidas me gusta atender al detalle. Apreté las teclas 1, 1, 2 con total parsimonia y en cuanto escuché una respuesta musité: “Dese prisa, por favor, hay un moribundo aquí”.
Aquella voz sin inflexiones me pidió tantos detalles que casi me hace perder las ganas de morirme. Al colgar, me sentí desorientada, había perdido gran parte de la serenidad que me acompañaba y casi se me olvida dejar la puerta abierta para que las autoridades pasasen a recogerme.
 
Un soleado jueves de primavera, poco después de amanecer, me encontré rodeada de cipreses. Mis ojos no podían verlos pero mi espíritu aleteaba en sus ramas. ¡Por fin, el silencio! No hubiese podido soportar aquellos gritos estridentes ni un minuto más.

lunes, 12 de mayo de 2014

Violación de correspondencia

 
9 de mayo de 1968, jueves

“Querida Virgen…
Monja-mon-jamón-ja

Gracias por ayudar a mi papá. Pero tienes que hacerlo más deprisa. Por favor. Él tiene ya 38 años y no puede seguir en el sillón, quiero que le dé tiempo a moverse, a trabajar, a llevarnos en la moto, a jugar con los nenes…
Mon-jamón-ja-monja
Caspar David Friedrich - Niña en el campo 
Es ese señor tan guapo que va todos los días a la parroquia a verte. Le cuesta mucho porque lleva bastón, casi no le da tiempo a cruzar la calle antes de que cambie el semáforo. A veces los coches tienen que esperar, no creas. Eso tiene mucho mérito, deberías ayudarle. Nosotras, mamá y yo, nos ponemos, una a cada lado, para que se apoye porque tiene paralizada la pierna derecha y el brazo también.
 
Jamón-ja-monja-mon-jamón.
 
La iglesia se ve desde la esquina de mi calle, y también el parque que hay al lado. Yo juego allí. Tardamos veinte minutos en llegar desde la esquina hasta la iglesia, y al parque lo mismo.
 
Monja-jamón.
 
Papá estaba de empleado en una notaría, pero ahora no puede hacer nada. Vienen a verle los amigos. Como no trabaja no cobra. Sonríe siempre y es porque sabe que se curará alguna vez. Pero, Virgen, tiene que ser pronto. No sabes la pena que da ver cómo deja la mano en la mesa a la hora de comer y cómo se escurre luego, lentamente, hasta caer sobre su pierna con un golpe seco. Yo bajo la cabeza para que no vea cómo se me saltan las lágrimas.
 
Jamón-monja.
 
Esta carta es un secreto, se llama confidencial. Tú la leerás cuando la quemen en el patio. No la puede leer nadie más. Me han dicho las madres que harán una hoguera grande-grande, de la que saldrá un humo blanco, y que todas las palabras van a ir al cielo para que tú puedas verlas. No sé de qué forma subirán si se quema la tinta, ni cuál es el truco para que no te hagas un lío y pongas todas las palabras en orden sabiendo, además, quién ha escrito qué.
Jamón-monja-jamón-monja-ja-mon-ja-mon-ja
Caspar David Friedrich - Cementerio de Cloister bajo la nieve
Querida Virgen, me despido ya. Esto se llama una ofrenda que te hacemos por ser tu mes, el mes de mayo, pero mucha más ofrenda, o regalo, es el que tú vas a hacerme a mí si escuchas lo que te pido. Papá se va a curar, estoy segura.
 
Jamón
 
12 de mayo de 1968, domingo
 
-Queridas niñas, gracias por la hermosa función que acabáis de representar, en especial la danza de las flores y el recital de poesías marianas. A continuación, procedemos a leer esta carta que se ha salvado de la quema porque a la Virgen le ha llegado al corazón y, con ella, a la comunidad entera. La ha escrito una de vosotras. Espero que a las demás os conmueva igualmente.
 
“Querida Virgen. Gracias por ayudar a mi papá…”
 
Ja-ja-ja