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viernes, 25 de noviembre de 2016

¡NI UNA MENOS! (Día Mundial contra la Violencia de Género)



Pregunta: ¿De dónde viene tanta violencia?
Respuesta: De la prepotencia machista, de la costumbre ancestral de tratar a las mujeres como objetos. Y a los objetos se les usa: para asegurar la comodidad del déspota, como recipiente de sus deseos sexuales, para dar rienda suelta a su ira, para satisfacer su afán de dominio… (PUNTOS SUSPENSIVOS QUE ADMITEN MÚLTIPLES OPCIONES)
 P: ¿Hasta tal punto llega ese afán de dominar que llega a aniquilar la vida?
R: La vida, la autoestima, la salud, la tranquilidad, y todo lo que se ponga por delante. Es como una borrachera de poder, no conoce límites, derriba lo que tiene delante (es decir, a la mujer que ha caído en sus redes) para convencerse a sí mismo de su propia valía.
P: En el fondo no son más que pobres cobardes, alfeñiques sin más valor que unos puños o un arma y mucha, mucha furia. ¿No te parece?
R: Por supuesto. Pero no te confundas. Estos vándalos, que empiezan por erosionar las defensas psíquicas de su pareja, apartándola de su entorno, moldeándola a su antojo y convirtiéndola en insegura y frágil, pertenecen a todas las clases sociales y culturales. Son unos pobres de espíritu, cierto, pero, la mayor parte de las veces, cuentan con el respeto de su círculo social, que no llega a sospechar lo que ocurre hasta que es demasiado tarde.
P: ¿No lo sospecha o lo justifica cuando alcanza a verlo?
R: Cuando creen que van a ser censurados lo ocultan, solo lo dejan entrever si tienen la certeza de que van a ser aplaudidos.
P: ¡Cómo puede ser que alguien justifique tanta ruindad, tanta cobardía, como pueden contemplar las agresiones físicas y psíquicas a las que algunos someten a sus parejas llegando incluso a quitarles la vida y quedarse de brazos cruzados! ¿Por qué las agresiones de género no producen la misma indignación y repulsa que cualquier otra?
R: Precisamente, los agresores se aprovechan de esta atonía social. Existe cierta inercia en la opinión pública: como es algo que ha existido siempre parece que hay que seguir tolerándolo. Ahí va una muestra de cómo funcionaba el pensamiento hasta hace no mucho; parece que hemos recorrido un gran trecho pero insensateces parecidas siguen aún muy arraigadas, mucho más de lo que imaginamos.
“.... Continuando con el análisis del lenguaje llegamos a la expresión ESTADO HONESTO, verdadera perla de nuestra lengua sexista, que significa: “el de soltera”. Hay aquí dos fenómenos que resaltar. En primer lugar, la identificación de honestidad con soltería, lo cual insinúa por transparencia la idea de identificar deshonestidad con matrimonio. Una vez más, la ligadura obsesiva entre pecado y relación sexual. En segundo lugar, obsérvese que el estado honesto no se define como “el de soltería”, como parecería lógico, sino como “el de soltera”. La cosa es clara: en las mujeres, la honestidad y la soltería se identifican, es decir, se establece (o al menos, se insinúa) que la no soltería es deshonesta. A los varones, en cambio, este razonamiento no se aplica. Una huella más en nuestro lenguaje de la asociación mental mujer-sexo-pecado tan común en nuestros antecesores.”
Álvaro García Meseguer – Lenguaje y discriminación sexual – Ed. Montesinos – 3º edición, 1984
(Pg, 103)
P: ¡Lamentable! Pero esta manera de pensar, ¿no revela una gran miseria de espíritu?
R: Naturalmente. Que cierta forma de ver las cosas se encuentre arraigada en un amplio sector de la población no la hace menos despreciable.
P: ¿Queda alguna esperanza?
R: Hay que modificar mentalidades y eso lleva tiempo.
P: Pero no lo tenemos. ¡Las mujeres se están muriendo a chorros!
R: Por eso hay que ponerse a divulgar con todos los recursos a nuestro alcance tratando de llegar al mayor número de gente posible.
P: ¿Brindamos para que se resuelva rápidamente?
R: Con champagne francés, a ser posible.
P: ¡Chin chin!
R: ¡Chin chin!

sábado, 20 de febrero de 2016

El antiterrorismo como arma arrojadiza

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En reseña publicada hace más de diez años, cuyo recorte he guardado todo este tiempo, Francisco Santamaría calificaba este ensayo, incluso desde el título, como un “ejercicio de lucidez”. Nada más cierto, incluso algunos rasgos, o factores que asomaban tímidamente en nuestro panorama social en el año 2004 –fecha de publicación de la obra– se divisan ahora como algo nítido y tan voluminoso que incluso llega a abrumarnos con su enorme mole negruzca. Innerarity dedica esta obra a desentrañar los signos ocultos de las sociedades modernas, lo ambiguo, lo confuso, lo decididamente engañoso. Pero él no se engaña, o lo hace mucho menos que la media, por eso es capaz de adelantarse a su tiempo, en párrafos como este y muchos otros igualmente lúcidos.

“La lógica de cierto comportamiento antiterrorista, una vez abandonada la vieja justificación ideológica que busca silogismos y demostraciones, gira en torno a la teoría de la equiparación. La estrategia consiste en repetir insistentemente que A es igual que B, hasta que eso genere un automatismo social. En un mundo confuso, atacar comienza por identificar. Y el público se siente aliviado con alguna referencia indiscutible en medio de la confusión. Así se promueve una guerra contra un país o se ilegaliza un partido político, pero también se limita el juego de cualquier adversario bajo la amenaza de ser acusado de complicidad. Son equiparaciones más o menos arbitrarias, que definen un territorio cómodo para las propias estrategias, pero que impiden una diferenciación inteligente de realidades que son complejas.”
Daniel Innerarity La sociedad invisible, Premio Espasa de Ensayo 2004,
Ed. Espasa Calpe, (Pag. 63)

Diáfano como la luz del día. Nada que añadir al argumento, pero tras la reciente acumulación de hechos de naturaleza idéntica a la que expone el ensayista, recordaré el decisivo papel de los medios de comunicación como voceros con altavoz de la demagogia; hasta la extenuación y más allá de los consumidores de mass media. Como los sucesos a los que aludo son recientes y conocidos de sobra, ni siquiera voy a mencionarlos, ya les han dado una importancia que no tienen, durante semanas y meses, todos esos profesionales del periodismo.

viernes, 25 de diciembre de 2015

Agnósticos y ateos

Según parece, una proporción considerable de habitantes del planeta no sienten ninguna necesidad de elaborar una ideología propia, coherente y en consonancia con sus actos. Nacemos en un determinado ambiente, somos bautizados antes de tener conciencia de lo que ocurre, desde la más tierna edad se nos inculcan unas creencias. Y tiramos de ellas por la vida como se arrastra un carro. Es cierto que algunos reniegan de ellas y otros las abrazan con pasión, pero lo habitual es que se asuman resignadamente, como si se tratase de una herencia imposible de eludir. Iba a decir que nunca he comprendido esta postura, pero, intelectualmente, desde la distancia del que observa y saca conclusiones, puede que la entienda más de lo que me gustaría. Es la más cómoda de todas y revela, además, cierto infantilismo, quienes la adoptan se mueven por objetivos meramente prácticos o porque alguien o algo les obliga a actuar.
La honestidad intelectual, en cambio, no es requisito exigible para obtener gratificación de ninguna clase. Encontramos así a miles de ciudadanos que se proclaman católicos solo por haber sido bautizados cuando eran bebés, sin plantearse nunca cuestiones filosóficas, éticas, ni siquiera históricas o científicas. Actúan, pues, sin criterio que guíe sus actos. Son como clones, piensan todos igual, según vaya el aire. Ahora toca opinar esto, mañana lo contrario. Y ni siquiera son conscientes. Creen pertenecer a un credo aunque no se refleje en su conducta. Y, a modo de explicación, adoptan todos la misma muletilla: “es que no soy practicante”. ¿Qué significa eso?  ¡Habrase visto pretexto más absurdo! Una creencia se traduce en una forma de vida, en un conjunto de actos, en un compromiso ético. Y nadie que se mantenga al margen puede considerarse creyente.
“No satisfecho con la prohibición de comer del fruto prohibido, Dios no cesó de manifestarse mediante interdicciones. Las religiones monoteístas no viven sino de prescripciones y de exhortaciones: hacer y no hacer, decir y no decir, pensar y no pensar, actuar y no actuar… Prohibido y autorizado, lícito e ilícito, aprobado y desaprobado, los textos religiosos abundan en codificaciones existenciales, alimentarias, de comportamiento, rituales y otras… (*)
Bartolomé Esteban Murillo - La adoración de los pastores - 1668

Pero ocurre justamente al contrario. Quienes se proclaman ateos han tenido que interrogarse a sí mismos, adoptar una visión del mundo y ajustar a ella su forma de actuar. Después de un proceso tan personal e iconoclasta es casi imposible no asumir criterios éticos propios y actuar en consecuencia. Habría que preguntarse en qué consiste ser ateo. No basta con proclamar que dios no existe pues si nos preguntamos sobre las fronteras con el agnosticismo la cosa se complica.
“Jesus existió, sin duda, como Ulises y Zaratrustra, de quienes importa poco saber si estos vivieron físicamente, en carne y hueso, en un tiempo dado y en un lugar específico. La existencia de Jesús no ha sido verificada históricamente. Ningún documento de la época, ninguna prueba arqueológica ni ninguna certeza permite llegar a la conclusión, hoy en día, de que hubo una presencia real que mediara entre dos mundos y que invalidara uno nombrando al otro.” (*)
Para algunos, un agnóstico es alguien que aún no ha conseguido traspasar la frontera de la no creencia y mantiene una postura ambigua. Para mí esto podría denominarse espiritualismo, panteísmo o algo similar. Un agnóstico no cree en ningún dios ni en mundos espirituales de ningún tipo, considera que cualquier creencia ha sido inventada por los hombres en algún momento de la historia, está seguro de que no existe otra vida después de esta, le consta que nadie ni nada está pendiente de nuestras bondades o maldades, que no habrá premios ni castigos en una eternidad inexistente.
“Frente a la plétora de verdades contradichas por otras tantas antífrasis, ante el desorden de ese taller metafísico en el que todas las afirmaciones cuentan con su respectiva negación, algunos quieren justificar la lógica de sus propias selecciones… Uno propone un islam moderado, otro un islam fundamentalista… Pues no hay verdad en el Corán o lectura única, solo interpretaciones fragmentarias, comprometidas desde el punto de vista ideológico, para sacar provecho personal de la autoridad del libro y de la religión.” (*)
El agnosticismo cuenta con que a la ciencia le queda aún un gran camino por recorrer pero no ignora que nunca descubrirá ni la punta del iceberg de lo que existe, porque nuestra mente e instrumental son mucho más limitados de lo que podremos concebir nunca.


(*) Tratado de ateología. Física de la metafísica. Michael Onfray, Editorial Anagrama – Colección Compactos

sábado, 10 de enero de 2015

Calculado oscurantismo



“-Muchas veces, mientras estaba arando o trabajando -prosiguió lentamente el abuelo-, he pensado y razonado sobre la época en que Jesús va a descender nuevamente a la tierra. Porque siempre lo he deseado tanto que me parece a mí que va a ser mientras yo estoy aún vivo. Lo he estudiado muchas veces. Y así es como lo tengo pensado. Me imagino que voy a estar de pie ante Jesús con todos mis hijos y nietos y bisnietos y parientes y amigos. Y le diré: “Jesucristo, todos nosotros somos pobres personas de color”. Y entonces Él pondrá su santa mano sobre nuestra cabeza, e inmediatamente todos nos volveremos blancos como el algodón. Esa es la idea que ha albergado mi corazón muchas, muchas veces.”
(Pg. 157: el suegro del Dr. Copeland hablando a su familia)

“Pero ¿qué ocurre con un hombre que sabe? Ve el mundo tal como es y mira miles de años atrás para ver cómo se produce todo. Observa la lenta aglutinación de capital y poder y cómo ha llegado hoy a su cúspide. Ve América como una casa de locos. Ve cómo los hombres tienen que robar a sus hermanos para poder vivir. Ve cómo los niños se mueren de hambre y las mujeres trabajan sesenta horas por semana para ganarse la comida. Ve a todo ese maldito ejército de parados y los miles de millones de dólares y miles de kilómetros de tierra desperdiciada. Contempla cómo se aproxima la guerra. Contempla cómo cuando la gente sufre tanto se vuelve mala y fea, y algo muere en ella. Pero lo más importante que ve es que todo el sistema del mundo está construido sobre una mentira. Y, aunque todo esto es tan evidente como el mismo sol, los ignorantes han vivido tanto tiempo con esa mentira que ya no son capaces de verla.
(Pg. 163: Jake Blount a su amigo el mudo John Singer)

“Los hombres que lucharon por la Revolución Americana se parecían tanto a las damas de Las Hijas de la Revolución Americana como yo a un barrigudo perro pequinés. Sabían lo que significaba libertad. Luchaban por una auténtica revolución. Luchaban para que este pudiera ser un país dónde todos los hombres fueran libres e iguales. ¡Ah! Y eso quería decir que todo hombre era igual a los ojos de la Naturaleza: con iguales posibilidades. Esto no quería decir que el veinte por ciento de la gente fuera libre de robar al otro ochenta por ciento restante sus medios de vida. Esto no quería decir que un rico hiciera sudar sangre a otros diez mil pobres para poder enriquecerse más. Esto no quería decir que los tiranos tuvieran libertad de llevar a este país a una situación en la que millones de personas están dispuestas a hacer lo que sea –engañar, mentir o lo que sea con tal de trabajar por cuatro cuartos. Han convertido la palabra libertad en una blasfemia. ¿Me oye usted? Han logrado que la palabra libertad apeste como una mofeta para todo aquel que sabe.”
(Pg. 170: Idem)

“Un cambio se operó en Singer. (…) Erraba por aquellos poblados barrios situados junto al río que tenían un aspecto más sórdido que nunca desde que las hilanderías habían reducido su actividad aquel invierno. En muchos ojos podía leerse una expresión de sombría soledad. Ahora que la gente se veía forzada a permanecer ociosa, se podía percibir una cierta inquietud. Se producía un ferviente estallido de nuevas creencias. Un joven que había estado trabajando en las tinas de tintado de una hilandería proclamó de repente que había brotado en él un gran poder sobrenatural. Decía que era su deber expresar una serie nueva de mandamientos del Señor. El joven levantó un tabernáculo y centenares de personas acudían todas las noches para revolcarse por el suelo y sacudirse unas a otras, porque creían que se encontraban en presencia de algo superior a lo humano. Y hubo un crimen, también. Una mujer que no ganaba lo suficiente para comer creía  que su capataz le había engañado en sus vales de trabajo y le apuñaló en la garganta.”
(Pg. 211)

Carson McCullers, El corazón es un cazador solitario (1940)

Traducción: R. M. Bassols

martes, 25 de noviembre de 2014

¿Qué hace Gil de Biedma sentado en mi sofá?

Hundido hasta los hombros me costó reconocerle. “Usted me recuerda a una foto en blanco y negro” comenté. Sonrió. Luego recordaría que la había visto en la primera página del poemario Volver, rubicundo, contundente, con un amago de sonrisa. Pensé que debía tener los pies fríos allá abajo, en el filo de los presentimientos, pensé que a veces hay que subir a caldear un poco la nuca, a estirar los dedos, a contemplar de nuevo cómo tiembla el aire. Lo pensé pero no se lo dije porque para entonces ya tenía una pregunta en los labios.

-No deja de mirarnos ¿eh?

Justo en ese momento empezó a hablar. Lentamente.

“Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, y la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?

De todas las historia de la Historia
sin duda la más triste es la de España,
porque termina mal. Como si el hombre,
harto ya de luchar con sus demonios,
decidiese encargarles el gobierno
y la administración de su pobreza.

Nuestra famosa inmemorial pobreza,
cuyo origen se pierde en las historias
que dicen que no es culpa del gobierno
sino terrible maldición de España,
triste precio pagado a los demonios
con hambre y con trabajo de sus hombres.


A menudo he pensado en esos hombres,
a menudo he pensado en la pobreza
de este país de todos los demonios.
Y a menudo he pensado en otra historia
distinta y menos simple, en otra España
en donde sí que importa un mal gobierno.


Quiero creer que nuestro mal gobierno
es un vulgar negocio de los hombres
y no una metafísica, que España
debe y puede salir de la pobreza,
que es tiempo aún para cambiar su historia
antes que se la lleven los demonios.

Porque quiero creer que no hay demonios.
Son hombres los que pagan al gobierno,
los empresarios de la falsa historia,
son hombres quienes han vendido al hombre,
los que le han convertido a la pobreza
y secuestrado la salud de España.

Pido que España expulse a esos demonios.
Que la pobreza suba hasta el gobierno.
Que sea el hombre el dueño de su historia.”

Apología y perdición
Del poemario Moralidades (1966)
Incluido en la antología Volver (pags. 80-81)

domingo, 4 de mayo de 2014

El desierto de los Tártaros de Dino Buzzati (Fragmentos)

Hasta entonces había avanzado por la despreocupada edad de la primera juventud, un camino que de niño parece infinito, por el que los años discurren lentos y con paso ligero, de modo que nadie nota su marcha. Se camina plácidamente mirando con curiosidad alrededor, no hay ninguna necesidad de apresurarse, nadie nos hostiga por detrás y nadie nos espera, también los compañeros avanzan sin aprensiones, parándose a menudo a bromear.  Desde las casas, en las puertas, las personas mayores saludan benignas y hacen gestos señalando el horizonte con sonrisas de inteligencia; así el corazón empieza a latir con heroicos y tiernos deseos, se saborea la víspera de las cosas maravillosas que se esperan más adelante; aún no se ven, no, pero es seguro, absolutamente seguro, que un día llegaremos a ellas.
 
¿Queda aún mucho? No, basta con atravesar aquel río de allá al fondo, con franquear aquellas verdes colinas. ¿No habremos llegado ya, por casualidad? ¿No son, quizá, estos árboles, estos prados, esta blanca casa lo que buscábamos? Por unos instantes da la impresión de que sí y uno quisiera detenerse. Después se oye decir que delante es mejor, y se reanuda sin pensar el camino.
 
Así se continúa andando en medio de una espera confiada, y los días son largos y tranquilos, el sol resplandece alto en el cielo y parece que nunca tiene ganas de caer hacia poniente.
 
Pero, en cierto punto, instintivamente, uno se vuelve hacia atrás y ve que una verja se ha atrancado a sus espaldas, cerrando la vía de retorno. Entonces se siente que algo ha cambiado, el sol ya no parece inmóvil, sino que se desplaza rápidamente, ¡ay! casi no da tiempo de mirarlo y ya se precipita hacia el límite del horizonte; uno advierte que las nubes ya no se estancan en los golfos azules del cielo, sino que huyen superponiéndose unas a otras, tanta es su prisa;  uno comprende que el tiempo pasa y que el camino un día tranquilo tendrá que acabar también.
 
Cierran en cierto punto a nuestras espaldas una pesada verja, la cierran con velocidad fulminante y no da tiempo de regresar. Pero Giovanni Drogo en ese momento dormía, ignorante, y sonreía en sueños como hacen los niños.
 
(...)
 
En el silencio subterráneo Drogo sintió entonces los golpes de su corazón, que se había puesto a latir con fuerza. ¿De modo que también el vejete agazapado en el sótano haciendo cuentas, también aquella oscura y humilde criatura esperaba un destino heroico? Giovanni lo miraba a los ojos y el otro sacudió un poco la cabeza con amarga añoranza, como indicando que sí, que no había remedio: así estamos hechos -parecía decir- y no tenemos cura.
 
Quizá debido a  que en alguna parte de la escalera se había abierto una puerta, se oían ahora, filtradas por los muros, lejanas voces humanas de indefinible origen; de vez en cuando cesaban dejando un vacío, poco después volvían a aflorar, iban y venían, como una lenta respiración de la Fortaleza.
 
Ahora Drogo comprendía por fin. Miraba las sombras múltiples de los uniformes colgados, que temblaban con el oscilar de las luces, y pensó que en ese mismo momento el coronel, en el secreto de su oficina, había abierto la ventana hacia el norte. Estaba seguro: en una hora tan triste como aquella, por la oscuridad y el otoño, el comandante de la Fortaleza miraba hacia el septentrión, hacia las negras simas del valle.
 
Del desierto del norte tenía que llegar su fortuna, la aventura, la hora milagrosa que al menos una vez le toca a cada uno. Por esa posibilidad vaga, que parecía volverse cada vez más incierta con el tiempo, hombres hechos y derechos consumían allá arriba la mejor parte de su vida.
 
No se habían adaptado a la existencia común, a las alegrías de la gente normal, a un semidestino; unos al lado de otros vivían con idéntica esperanza, sin decir nunca una palabra de ella, porque no se daban cuenta o simplemente porque eran soldados, con el celoso pudor de la propia alma.
 
(...)
 
¡Cuánto tiempo por delante! Larguísimo le parecía incluso un solo año, y los años buenos apenas habían comenzado; parecían formar una serie larguísima, cuyo final era imposible divisar, un tesoro todavía intacto y tan grande que resultaba aburrido.
 
No tenía nadie que le dijera: "¡Cuidado, Giovanni Drogo!" La vida le parecía inagotable, obstinada ilusión, aunque la juventud ya había comenzado a ajarse. Pero Drogo no conocía el tiempo. Aunque hubiera tenido ante sí una juventud de cien y cien años, como los dioses, haría sido bien pobre cosa. Y, en cambio, disponía de una vida sencilla y normal, de una pequeña juventud humana, avaro don, que los dedos de las manos bastaban para contar y que se disolvería antes aún de dejarse conocer.
 
"El desierto de los tártaros" (Novela)
Autor: Dino Buzzati
Editorial Debate (Colección Últimos Clásicos) - 1991
Traducción: Esther Benítez
 

sábado, 12 de abril de 2014

Apuntes sobre el siglo XX (y II)

Probablemente nunca como en el siglo XX el hombre había consumado de tal manera sus sueños en pesadillas. Desde el lado de la vida estamos ya en condiciones de afrontar, al menos imaginativamente, las metamorfosis más extremas. Desde el lado de la muerte hemos experimentado límites insospechados, tanto en el refinamiento como en la cantidad.
Sobre todo en la cantidad: la muerte masiva, por excelencia. Tenemos noticias de miles de guerras a lo largo de la Historia. En una sola de ellas –la segunda guerra mundial– el siglo XX ha sumado más cadáveres que en todas ellas juntas. Hemos llevado a la práctica la movilización absoluta y la guerra total: los números destructivos se han acumulado hasta límites solo previstos por las mitologías aniquiladoras. La combinación entre totalitarismo y tecnología ha sido inauditamente letal.
Marc Chagall - La guerra (1964-66)
Auschwitz es la punta del iceberg de la muerte masiva. En sus imágenes –y en la difusión universal de estas imágenes– convergen los canales de la muerte planificada que empiezan en los genocidios étnicos y culminan con la destrucción sistemática de toda diferencia.
La Peste del siglo XX ha sido la imposición de una capacidad técnica nueva, gélida, indiferente para provocar una muerte masiva que, sin marcos trascendentes, ha aparecido sometida tan sólo a la Ley de los Grandes Números: muchos millones no son nada en el transcurrir mecánico del mundo.
Ráfagas sobre un siglo (4. LA MUERTE MASIVA) en Maldita perfección – Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (pag. 216) – Rafael Argullol – Acantilado, 2013

jueves, 10 de abril de 2014

Apuntes sobre el siglo XX (I)

La carrera por la construcción de los edificios más altos del mundo ha sido uno de los indicios más extraordinarios del siglo. Invirtiendo la admonición bíblica nosotros hemos querido desafiar al cielo, subiendo más arriba de los campanarios religiosos de antaño y oteando el horizonte con expectativas casi ilimitadas.

Todos los grandes protagonistas ideológicos del siglo han estado inmiscuidos en esta carrera. Misterioso, fantasmal y abominable es el duelo entre Stalin y Hitler por construir “el edificio más grande del mundo”, duelo nunca materializado por la guerra y derrumbe posteriores de los grandes totalitarismos. Pero como icono capitalista, Babel ha llegado a cotas imposibles de imaginar en el siglo XIX: del Empire State Building a las Twin Towers, mientras Nueva York conservó su triunfo sobre Moscú y Berlín. Al final, sin embargo, el desbordamiento global del capitalismo ha hecho acabar el siglo con los rascacielos también gemelos de Kuala Lumpur y el proyecto, ya ultrababélico, de la torre mundial de São Paulo.

Ráfagas sobre un siglo (1. GRANDEZA Y MISERIA DE BABEL) en Maldita perfección – Escritos sobre el sacrificio y la celebración de la belleza (pags. 213- 214) – Rafael Argullol – Acantilado, 2013

sábado, 8 de marzo de 2014

Un Día de la Mujer y 364 Días del Hombre


A la espera de mi contribución personal a este día, os dejo este artículo. Una de las aportaciones más clarividentes que he leído a la causa de la igualdad entre sexos, el que mejor analiza la peligrosa situación actual, poniendo de verdad cada cosa en su sitio con una visión de conjunto irreprochable.

DESMONTANDO EL RELATO NEOLIBERAL DESDE UNA PERSPECTIVA FEMINISTA
El impacto que tiene hoy “la Gran Involución” –la contrarreforma social puesta en marcha desde las élites económicas a escala global, a raíz de la presente crisis– está suponiendo una reestructuración del orden político y económico que recorre nuestra sociedad; afecta a las condiciones materiales y a los derechos de las personas. Probablemente, aún no acertemos a ver en toda su magnitud el alcance del proceso hegemónico del neoliberalismo, iniciado en los años setenta del siglo XX en Occidente. Su desarrollo e impacto tienen una raíz indudablemente económica, pero no es la dimensión económica su única manifestación. Dicho proceso ha ido acompañado de un “sentido común” propio de nuestro tiempo, que ha recorrido nuestras sociedades e impregnado nuestra concepción del mundo, ha marginado y sustituido otras interpretaciones y ha legitimado, en cierto sentido, dicha reestructuración, interpelando y construyendo la identidad individual y abonando el terreno para la emergencia de nuevas subjetividades sociales e identidades colectivas.

Ambivalencias y contradicciones para el feminismo hoy, que vienen de atrás

Inmerso en este océano político, económico y cultural o ideológico, el feminismo ha lidiado con las dinámicas generadas a lo largo de las últimas décadas desde una especificidad conflictiva que no se puede o no se debería obviar. En palabras de Nancy Fraser: “Es un cruel giro del destino que el movimiento para la liberación de las mujeres se haya terminado enredando en una ‘amistad peligrosa’ con los esfuerzos neoliberales para construir una sociedad de libre mercado”. En pleno auge del pensamiento postmoderno, las demandas políticas radicales no prosperaron mayoritariamente. Así, con el neoliberalismo vino la marginación de una crítica amplia de las diferencias de clase y de raza, de la economía política y del Estado que quedaron eclipsadas por la promesa del empoderamiento individual y de la independencia económica, como veremos. La denuncia del sexismo y de la discriminación se escindió de una crítica estructural del capitalismo en el momento preciso. Debajo de mucho de lo cultural subyace una base material que alimenta intereses concretos y relaciones de poder, políticas y económicas.

El feminismo ha logrado algunas conquistas y el discurso de la igualdad ha sido incorporado de manera creciente (otra cosa son las prácticas sociales). La subjetividad femenina ha incorporado la conciencia sobre las desigualdades entre hombres y mujeres, pero a la vez, inmersa en el sentido común neoliberal, por un lado, niega la existencia de fuerzas sociales, culturales y económicas que sustentan la desigualdad y, por otro, imbuida de individualismo, acepta la plena responsabilidad de su propio bienestar y cuidado, cada vez más supeditada a los malabarismos propios de la difícil armonía entre las dimensiones familiar-laboral, enfrentadas desde un cálculo más próximo al coste-beneficio. Con ello la desigualdad de género pasa a ser interpretada como un asunto del ámbito privado, y no como un problema estructural. Se obvian las soluciones colectivas a las injusticias sociales.
 

Algunos mitos del neoliberalismo, desde una mirada feminista

El fetichismo de la libre elección: El ideal de libre elección (que incluso llega a aparentar estar “libre” de las restricciones patriarcales) se basa en la autosuficiencia del individuo, mientras se socavan las luchas colectivas e instituciones que permiten esa autosuficiencia. Por otra parte, hay que distinguir bien los límites entre el individualismo y la reivindicación histórica de autonomía por parte de las mujeres (económica, libertad de movimiento y de acción, libertad sexual, derecho al propio cuerpo). La autonomía es una demanda legítima que apela a un derecho individual, pero que puede y debe inscribirse en un reclamo colectivo alternativo. Una supravaloración de la autonomía individual sin la dimensión colectiva tenderá a borrar y devaluar la interdependencia social y el cuidado, por ejemplo.

Ideal hegemónico de flexibilidad, innovación y creatividad o de emprendedoras individualizadas en todas las dimensiones de nuestras vidas. Como afirma Nancy Fraser: “El neoliberalismo nos viste a la mona de seda a través de una narrativa sobre el empoderamiento de las mujeres. Al invocar la crítica feminista del salario familiar para justificar la explotación, utiliza el sueño de la emancipación de las mujeres para engrasar el motor de la acumulación capitalista”. Lo cierto es que hemos asistido a lo que se denomina la doble presencia: las mujeres compatibilizan como pueden sus acceso al trabajo asalariado y su desarrollo personal en el ámbito profesional con las responsabilidades en el núcleo familiar, que permanecen intactas.

Narrativa del progreso y de la igualdad de género alcanzado: ha ocultado las diferencias entre las mujeres (los cambios socioeconómicos y el diferente impacto según los grupos sociales). La actual creciente precarización generalizada tiene como consecuencia que se produzcan aún mayores desigualdades dentro de los grupos de sexo que entre hombres y mujeres.

Por otra parte, el discurso del feminismo liberal ha impregnado el tejido social y accedido al plano institucional, suponiendo un debilitamiento del mensaje político colectivo para transformar la vida familiar y económica.

Mercantilización: Una característica central del neoliberalismo es la mercantilización de todas las esferas de la vida social. La racionalidad del mercado –el cálculo coste-beneficio– se extiende por el tejido social, las prácticas sociales y las instituciones. Ha implicado una mayor infravaloración del ámbito doméstico/no económico. La mercantilización del ámbito privado, trabajo doméstico y de cuidados, por ejemplo, ha supuesto que el interés propio de algunas mujeres pueda obtenerse a cambio de la subordinación y explotación de otras.

Condicionantes para un proyecto de futuro

Con la crisis, las imposibilidades materiales han marcado las trayectorias vitales de muchas mujeres y construido un imaginario diferente con respecto al empleo y a la maternidad. Unas ven truncadas sus carreras profesionales, otras ni siquiera lo contemplan como un escenario posible. Un mayor número de mujeres buscan empleo (con salarios inferiores y mayor precariedad) y ven constreñido el tiempo para el cuidado de hijos, que progresivamente excluido del ámbito de lo público, se ve reprivatizado y arrojado al ámbito doméstico. Cada vez es más difícil alcanzar la cohesión entre trabajo, hogar, cuidado y comunidad.

Tenemos ante nosotras el reto re-engarzar el feminismo en una crítica de la naturaleza del poder político y económico. Ningún movimiento social, y menos aún el feminismo, puede pasar por alto el asalto despiadado que ejerce el capital financiero sobre la democracia y sobre la reproducción social. Del mismo modo que toda alternativa que enfrente bajos salarios y jornadas extenuantes, deberá incluir la igualdad en el cuidado entre hombre y mujeres, también deberá incorporar el elemento central: las desigualdades entre las propias mujeres.

Sólo alcanzaremos una interpretación amplia de la compleja realidad social si acertamos a desplegar el mapa de la desigualdad en toda su extensión: el género, la “raza”, la etnia, la opción sexual siguen estructurando las relaciones sociales de formas muy diversas. Todas ellas se articulan con la clase pero tienen implicaciones distintas con respecto a la distribución de bienes sociales y simbólicos.

También deberemos estar atentas al efecto regresivo de la apropiación del discurso por parte de los sectores más conservadores, que conlleva la exaltación de la familia y los valores tradicionales. Trascender los parámetros de lo posible que delimita el relato neoliberal se plantea como gran reto ante nosotras.

Las ideas neoliberales han ido calando en nuestro entramado social mientras se afianzaban los poderes del capital y se creaban nuevos circuitos del capital global bajo su control. Lo cierto es que el neoliberalismo ha situado a las mujeres y al pensamiento feminista en una situación política distinta a la del pasado reciente. No basta con visibilizar las tendencias ocultas, tampoco con defender las conquistas del pasado. El feminismo, las mujeres y los hombres debemos recuperar el análisis y la crítica de la verdadera naturaleza del poder político y económico y plantear una agenda política radical que se fundamente en la vida real de las personas.

Todo parece indicar que se cierra un ciclo y empieza a abrirse otro, frente al que tenemos más incógnitas que certezas. ¿Contribuirá la crisis multidimensional al resquebrajamiento de ese “sentido común”? Seguramente sí, pero no sabemos si lo hará en un sentido progresivo o regresivo. Sin embargo, sí podemos mirar a nuestro pasado reciente, para intentar comprender nuestro presente un poco mejor.

Olga Abásolo, socióloga, investigadora de FUHEM Ecosocial y Jefa de Redacción de la Revista PAPELES de relaciones ecosociales y cambio global.
 Puedes leer el artículo aquí.
 


http://www.lamarea.com/2014/03/07/desmontando-el-relato-neoliberal-desde-una-perspectiva-feminista/

lunes, 24 de febrero de 2014

Lo divino en lo humano


“… puede entenderse el claroscuro que rodea a uno de los principales argumentos lucrecianos frente al temor humano: la emancipación de los hombres con respecto a lo divino. En multitud de ocasiones Lucrecio asegura que los dioses no tienen intervención alguna en el devenir del mundo: «Al punto la naturaleza se te aparecerá libre, exenta de soberbios tiranos, obrando por sí sola, espontáneamente, sin participación de los dioses» (Libro 2, 1090-1091). Ello no le conduce, como pudiera creerse, al ateísmo, sino a la atribución de un territorio indefinido, más o menos beatífico, donde los dioses viven en la ignorancia del dolor. (…) Lejos de confirmar, mediante el exilio de los dioses, la liberación de los hombres, son estos los que aparecen como exiliados, huérfanos de cualquier fuerza que amortigüe su debilidad. Aunque veladamente, lo que el autor de De rerum natura sugiere es una verdadera ausencia de lo divino en la que resonaría, con particular dramatismo, la despedida de los dioses…”
De “Maldita perfección” – Rafael Argullol – Cap. 2 (La antorcha de la vida) Pg. 28  
Arte etrusco

martes, 18 de febrero de 2014

Flaubert y su loro o el loro de Flaubert

1846

Hay entre los marinos aquellos que descubren nuevos mundos, que añaden tierras a la tierra y estrellas a las estrellas, estos son los maestros, los excelsos, los eternamente espléndidos. Luego están  los que vomitan el terror desde las partes de sus navíos, los que capturan, enriquecen y engordan.
Algunos zarpan en pos del oro y la seda bajo otros cielos, otros solo pretenden atrapar en sus redes salmones para los gourmets y bacalao para los pobres.

Yo soy el oscuro y paciente pescador de perlas que se zambulle hasta las profundidades y emerge con las manos vacías y la cara azul. Cierta atracción fatal me conduce hacia los abismos del pensamiento, hasta el fondo de unas simas interiores que, para los fuertes, jamás se agotan. Me pasaré la vida mirando el océano del arte en el que otros navegan o combaten, y a veces me divertiré yendo a buscar el fondo del mar conchas verdes o amarillas que los demás desprecian. De modo que las guardaré para mí y cubriré con ellas las paredes de mi choza.
1846

No soy más que un lagarto literario que se calienta el día entero al gran sol de la belleza. Solo eso.
1847

Las personas son como la comida. Hay montones de burgueses que para mí son como carne hervida: mucho vapor, nada de jugo, insípidos. Te llena enseguida y suele gustarles a los patanes. Otros son como carne blanca, pescado de río, delgadas anguilas que viven en el fango, ostras más o menos saladas, cabezas de ternera y azucaradas papillas. Yo soy como los macarrones con queso, que se ahílan y hieden, para gustar de ellos hay que haberlos probado muchas veces.
A la larga te acostumbras, pero antes tienes que haber aguantado que se te suba muchas veces el estómago a la boca.

1847
Esperabas encontrar en mí un fuego que ardiese, que llamease, que iluminase, que proyectara alegres claridades, que hiciera secar la humedad de los revestimientos, que saneara el aire y volviese a dar vida. Pero, ay, no soy más que una pobre lámpara nocturna cuya roja mecha centellea en un mal aceite lleno de anua polvo.

1851
Mi amistad es como los camellos. En cuanto se pone en marcha ya no hay modo de detenerla.

1852
A medida que envejecemos, el corazón se nos va desnudando, como los árboles. No hay nada capaz de resistir ciertas ráfagas de viento. Cada nuevo día nos arranca algunas hojas y eso sin contar con las tormentas que rompen de una sola vez varias ramas. Pero así como el verdor de la naturaleza renace en primavera, el nuestro se va para siempre.

1852
La vida es una cosa horrible, ¿no crees? Es como una sopa en la que flotan muchos pelos, y que no hay más remedio que comerse.

1857
Los libros no se hacen como los niños, sino como las pirámides, con un proyecto premeditado y amontonando grandes bloques, los unos encima de los otros, a fuerza de riñones, de tiempo y de sudor. ¡Y si no sirven de nada! ¡Y se quedan allí, en el desierto! Pero dominándolo de forma prodigiosa. Los chacales se mean en su base y los burgueses suben hasta su cúspide…

1857
Hay una frase latina que significa aproximadamente:
“Coger con los dientes un denario de entre la mierda”. Era una figura retórica que aplicaban a los avaros. Yo soy como ellos: para encontrar oro, no me detengo ante nada.

1867
Es cierto que hay muchas cosas que me exasperan. El día en que nada me indigne me caeré de bruces, como una muñeca cuando le quitas el palo que la sostiene.

1872
Jamás habían contado tan poco los intereses espirituales. Jamás el odio contra toda grandeza, el desdén por lo Bello, la execración de la literatura habían sido tan manifiestos. Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda golpea sus muros y amenaza con derribarla.

Flaubert en El loro de Flaubert, Julian Barnes