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martes, 4 de abril de 2017

La escapada (V) [Relato fantástico]

La pensión de la austríaca era un tugurio de mala muerte regentado por una sevillana que había vivido diez años en Viena. De ahí el apodo. Y la fortuna. Según las malas lenguas, había ganado millones conspirando en plan matahari  de poca monta y se lo había gastado todo en chulos. Solté un billete a la susodicha antes de que me pusiese mala cara y en un santiamén estaba ante la puerta de Alejandra. O Adelaida. O Aleluya, como se hizo llamar en esta ocasión. En cualquier caso, una pájara de mucho cuidado, que había dejado al pobre Ildefonso, siempre tan cumplidor y animoso, como una auténtica piltrafa.
Convencer a esta me llevó mucho más rato que a la otra. Soltaba quejidos lánguidos, suspiraba, pero no conseguía que dijese una sola palabra y mucho menos que abriese la puerta. Hasta que me acordé de la llave mágica.
-Alejandra, ¿qué hago? ¿le dejo el sobre con el dinero a la patrona?
Un argumento que ablanda a las piedras tenía que surtir efecto.
-¿Qué sobre? – Solo era un hilo de voz, pero, después de todo, eran palabras. Una novedad.
-El que me ha dado para usted la empresa Vallejo y Hermanos, se trata de una gratificación a la que ha renunciado…
La puerta se abrió de golpe.
-… en su beneficio Ildefonso Perales.
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Egon Schiele - Mujer sentada con la rodilla doblada (1917)
Una mujer rubia, con el pelo revuelto, los ojos vidriosos, algo gruesa, no demasiado joven se dejó caer en la butaca amarilla. Sudaba, como si estuviésemos en plena canícula, por todos los poros de su cuerpo. La habitación era sencilla pero alegre, aseada y estaba amueblada con gusto. En un rincón, junto al armario, había un barullo de ropa sucia, Ella siguió mi mirada pero no se movió de su sitio.
-Siéntese. – Me señalaba un canapé, a listas moradas y blancas que, supuse, se abriría para hacer las veces de cama cuando fuese necesario.
-No hace falta. Puedo estar de pie. Aquí tiene su dinero, pero antes quiero rogarle que deje en paz a Ildefonso. Si me promete…
Me interrumpió silbando como una serpiente.
-Mentiras, todo mentiras. Es la desgracia que nos invade. Cruces para aguantar sobre el hombro derecho, y el izquierdo libre. Pero ¿es que los hombres no tienen hombros? Sí, también tienen dos. Ahora que lo pienso, hombros son los hombres y hombres son los hombros. Modifica tu camino, escucha a la aurora, que sople la brisa sobre la cama del tuerto.
Quedé tan conmocionado que no era capaz de interrumpirla. Hasta que reaccioné.
-Piense usted lo que quiera. He preparado doscientos billetes, que le abonaré con la condición de que se vaya de aquí ahora mismo. Y si Ildefonso vuelve a encontrar su pista, deshágase de él. ¿Me ha entendido o no?
-Se funden mis lágrimas en lo más profundo del secreto, pero el monte se eleva sin permiso y todo puede cambiar para peor.
-En fin. Ya ve que lo he intentado. Lástima de dinero que ahora no va a ser para nadie.
Vi la chispa de la codicia en sus ojos, alargó la mano pero ni siquiera se dignó levantarse. Arranqué un cheque del talonario, lo rellené y me acerqué con él a la butaca.
-Le voy a dar más todavía. Seiscientos, si le parece. Mañana ya puede cobrarlo, pero antes tiene que darme su palabra.
-Siií, siií.
Chillaba como una rata con los ojos cerrados y los brazos en cruz, pero no había de qué asustarse, era evidente que estaba fingiendo.
-Si me entero de que no ha sido así, tendrá que vérselas conmigo.
-Eres el viento que azota los verdes prados como un látigo maligno, pero puedes conmigo porque soy una frágil mujer. Ni siquiera sé quién es ese Ildefonso, nunca hablaré con nadie que se llame Ildefonso, ni siquiera hablaré con ningún hombre. Nunca más.
-Pero sí sabes quién es Demetrio.
-¿Mi padre? ¡Qué sabrás tú!
Aquello era cada vez más confuso. Supe que me estaba jugando el dinero sin ninguna garantía, pero ¿qué seguridad podía darme aquel ser? Ni aunque me lo jurase de rodillas la hubiese creído del todo. Me invadió una ola de resignación y, sin más, solté aquella fortuna en sus manos.
-Con esto puedes empezar una nueva vida. ¿Estamos? Anda, vete a otra ciudad y pórtate bien.
-Me esperan los aztecas saltando de sus tumbas.
-Sí, sí. Venga, duerme la mona o lo que tengas y mañana será otro día. Pero ni se te ocurra molestar a Ildefonso.
-Y dale… ¡Qué perra te ha entrado con ese nombre tan feo! ¿Por qué no le llamas Bruno? O Gonzalo, que es mucho más bonito. A ti qué más te da.
Sentí la tentación de dar un portazo al salir, pero no quise meterme en problemas, bastantes sobresaltos había sufrido esa noche.
Al día siguiente recibí una carta.

Para el señor Carlos, amigo de Ildefonso Perales. Caballero, como amigo que es de Ildefonso, le suplico con todas mis fuerzas que no le permita seguirme. Soy un alma débil y me siento confusa. El mundo se ha derrumbado de pronto, ya no me queda nada. Necesito volver a mi país, pero se ha quedado en otra dimensión y no conozco el camino de regreso. No quiero molestar a las buenas personas, viviré en cualquier otro sitio, aún no sé cual, buscaré trabajo y no contaré mi secreto a nadie. Bastantes perjuicios he causado ya. Su amigo me convirtió en una mujer civilizada y espero ser feliz alguna vez, enamorarme y tener hijos cuando tenga edad para ello. Todavía no he cumplido veinte años, Ildefonso tiene más de cincuenta, nunca podría ser su mujer. He dado instrucciones para que no me encuentre nunca. Por favor, cuide mucho de él y dígale que es imposible dar conmigo. Ayer tarde cogí un avión y pasé una frontera, no le digo cual para que no se vaya de la lengua. Ahora tengo que aprender otro idioma, adaptarme a nuevas costumbres, pero creo que estoy preparada para cualquier tipo de vida que quiera brindarme el destino. Soy trabajadora y creo que no me irá mal aquí. He tenido mucha suerte conociendo a Ildefonso, pero he sido su perdición sin pretenderlo. Me gustaría, si no es mucha molestia, tener noticias suyas de vez en cuando. Nada me alegraría más que enterarme de que ha superado el bache y se encuentra perfectamente. Puede enviar la correspondencia a través del carnicero o de mis compañeras de piso. Cualquiera en el barrio puede dar razón de mí, han sido mis cómplices durante todo este tiempo y, de alguna manera, una auténtica familia. Entre todos, hemos hecho lo posible por quitarle la obsesión a Ildefonso, pero no le conocemos tanto como usted.
Perdone estas líneas tan liosas. Las releo y no hay quien las entienda, pero no tengo tiempo de escribir otra carta. Estoy en una estación de autobuses y antes de que llegue el que espero quiero echarla al buzón y quedarme con la conciencia tranquila, aunque no sé si será posible.
Le deseo todo lo mejor, a usted y a su respetable familia. Espera sus noticias
Adelaida  

Me urgía recuperar el dinero. Volé a la pensión y ni siquiera esperé a que el taxista me devolviese el cambio. A la mujer del día anterior le lancé unos cuantos visajes desesperados y me entendió sin necesidad de palabras.
-Puede subir si quiere, pero no va a encontrar a nadie. Aleja se fue anoche, sin equipaje ni nada, en cuanto usted salió por la puerta.
El cuarto estaba de par en par en el mismo estado que lo dejé. Lo único que faltaba era el espantajo sentado en la butaca amarilla.
Bajé a la carrera de nuevo.
-¿Sabe dónde puedo encontrarla?
-No señor. Me pagó y se fue a toda prisa, yo creo que huía de alguien.
-¿De mí, por ejemplo?
-No lo creo, señor. Usted se portó de una forma muy civilizada, no escuché ni un solo grito en el tiempo que duró su entrevista.
-¿Entrevista? Le aseguro que no soy de la prensa.
-Por decir algo. Soy una mujer discreta y no me gusta entrometerme.
Discreta o no, si sabía algo, lo disimulaba muy bien. En el taxi de vuelta, decidí contratar a un detective.
(Continuará)

2 comentarios:

  1. Muy bueno, escribes tan bien...

    Me enganchó desde la primera línea...y eso que luego cai en la cuenta que era una historia por entregas y que me había saltado las primeras.

    Así, aislado este fragmento funciona, y me entraron ganas de leer el resto, lo que iré haciendo en mis ratos perdidos con mucho placer.

    Muchos besos, espero que te encuentres muy bien.

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  2. Pues nada, aquí al ladito tienes el sexto episodio. Son seis entreguitas de nada y te las vas a leer en un pis pas. Creo que te gustará el relato completo porque tiene mucha fantasía, mundos mágicos y esas cosas que nos gustan tanto a las dos. Me lo cuentas, ¿vale?
    Sí, estoy bien. Besos y suerte con los nuevos proyectos.

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