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martes, 28 de enero de 2025

Estoy pensando en dejarlo ( I'm Thinking of Ending Things) - 2020

I

A veces me pregunto si el cine actual sigue siendo capaz de impactarnos o ha acabado adoptando una rutina cómoda y fácil de consumir. Me refiero a esa sensación de entrar en un bosque oscuro, lleno de sombras amenazantes, de pequeñas explosiones que nos sobresaltan –y no hablo de terror sino de emoción, intriga, identificación con los personajes – que por lo general es más fácil de encontrar en los clásicos. Estoy pensando en dejarlo (estrenada en su plataforma correspondiente el pasado 4 de septiembre) no nos dará un minuto de respiro, pero exige una contrapartida: aceptar lo que se nos ofrece aunque no acabemos de entenderlo, incluso si al final no estamos seguros de lo que hemos visto. Pues lo que intenta provocar es una reflexión profunda, no solo sobre lo que propone el director o el autor de la novela original, también acerca de esas cuestiones, más particulares, que vamos descubriendo en nosotros según va avanzando la trama.

Su director, Charlie Kaufman, se ha basado en el thriller psicológico homónimo publicado por el canadiense Iain Red en 2016, con algunas modificaciones, en particular la última escena y, tal como acostumbra, no poniéndoselo nada fácil al sufrido espectador. Presenciamos un espectáculo que, además de hermético y complejo, puede resultar fascinante, pero a cambio se nos exige: por una parte, atención máxima, por otra, que no nos creamos nada de lo que estamos viendo y oyendo. Algunas pistas:

Si vemos a una pareja emprendiendo un viaje para conocer a los padres de él, y los conocemos a través de los pensamientos de la chica, deducimos que el título se refiere, tal como ella aclara, a que está dispuesta a cortar la relación. Pero hasta esa intención de dejar algo puede esconder alguna ambivalencia o, sencillamente, referirse a un asunto completamente distinto. Solo hay que fijarse en el original inglés (I’m Thinking of Ending Things).

Nos sentimos cómodos dentro de una situación de lo más lógica, y hasta tópica, hasta el final del primer viaje, ahí es cuando lo que vemos comienza a volverse enrevesado. Habrá quien tilde al argumento de absurdo e incomprensible, -y en efecto, el surrealismo lo acapara todo–, quien afirme que lo que no se entiende no vale la pena, opiniones no van a faltar y todos tendrán razón. 

Y es que lo que aparece en escena puede estar ocurriendo o tratarse de simples pensamientos, recuerdos, deseos o temores del personaje principal, un protagonista que, por cierto,  puede no ser el más evidente, y me refiero a la persona que suele acaparar la pantalla. Existe, por tanto, algún desdoblamiento aunque una lectura literal también sería válida.

Mezcla épocas distintas presentando a algunas personas en edades diferentes dentro de la misma secuencia, o al mismo personaje encarnado en varios actores que a veces, incluso, comparten plano, y hasta pueden tener distinto sexo.

Superpone conceptos procedentes de películas, novelas o poemas a reflexiones y conflictos aportados por los propios de los personajes-

Bien, pues con toda esa mezcolanza, Kaufman logra componer un hermoso tapiz en el que casting, caracterización, interpretaciones, música y hasta danza no pueden dejar de seducirnos. Sin olvidar el inquietante clima que se establece desde la primera escena –y que va en aumento, casi exponencialmente– al que contribuyen todos los elementos: la claustrofobia automovilística, el infernal clima meteorológico, ese  paisaje desolado, prácticamente desértico, que les acompaña la mayor parte del tiempo, el lóbrego caserón de los suegros, los largos y solitarios pasillos del instituto, la extrema lentitud de algunos tempos (un viaje que no acaba nunca, los padres tardan una eternidad en bajar a recibirlos), los animales: ese perro  real o imaginario, los cerdos y su truculencia. Todo, absolutamente, abunda en lo mismo.

Queda claro, pues, que nos inquietaremos por el destino de los personajes, de Jake (el tipo aparentemente pacífico que sufre accesos violentos periódicamente) y de Lucy (el personaje más proteico de todos, que constantemente cambia de nombre y profesión), pero deberíamos preocuparnos más por lo que sucede dentro de nosotros, pues sufriremos, seguro, un pequeño cataclismo ya que la película nos enfrentará a nuestras propias certezas y acabaremos planteándonos cuestiones como la frustración por una vida desperdiciada, lo ilusorio de las fantasías masculinas y las inseguridades que producen, la incomunicación en general, el mito del amor romántico, la realidad de las relaciones tóxicas, tanto en la pareja como entre padres e hijos, el terror que siempre acecha a las mujeres y un largo etcétera. Pero, sobre todo, vamos a preguntarnos por el motivo de la misoginia omnipresente, de una quimera de posesividad nunca superada –que se manifiesta, tanto en el propio relato como en retazos de películas y en alusiones diversas– que acaban anulando a quien las ha aceptado toda su vida. Se nos sitúa, pues, en un ambiente de derrota donde las fantasías ya se han esfumado y no hay posibilidad de resucitarlas.

Título original: I'm Thinking of Ending Things
Año: 2020
País: Estados Unidos
Dirección: Charlie Kaufman 
Guion: Charlie Kaufman, Iain Reid
Reparto: Jesse Lemons, Jessie Buckley, Toni Collette, David Thewlis, Guy Boyd 
Duración: 134 minutos
Música: Jay Wadley
Fotografía: Lukasz Zal
Genero: Drama psicológico


martes, 26 de mayo de 2020

No soy un hombre fácil (Je ne suis pas un homme facile) - 2018


No hay cómo dar la vuelta a las costumbres más arraigadas para entender que no existe simetría entre los sexos. Es lo que hace esta directora, y aunque no se plantea grandes cuestiones ni se complica demasiado la vida, a pesar de que recurre fácilmente a los tópicos, nos ofrece una comedia bastante divertida que se deja ver siempre que no nos pongamos excesivamente exigentes.
En primer lugar nos topamos con un supuesto triunfador pretendidamente guapo, o lo que es igual, con un hombre de esos que se creen irresistibles y van avergonzando a toda mujer que consideran atractiva a base de meter la pata. Porque –y esto es un hecho comprobado que se refleja muy bien en la peli– la estupidez de ellos rebota de tal manera que quienes se sienten incómodas son ellas y no al contrario. Paradojas de una sociedad desigual.
El mensaje satírico suele calar mejor en los espectadores cuando se recurre a la fantasía y al absurdo. En este caso, nuestro héroe se despierta en un mundo al revés, ahora son las mujeres quienes mandan y ellos los objetos sexuales a quienes se trata como un cero a la izquierda. Podrían haberlo situado en una sociedad igualitaria pero de esta forma el contraste es más efectivo. Excepto por un pequeño detalle: todos están acostumbrados a esta inversión de roles en relación al mundo real menos el protagonista, que sigue anclado en el machismo y, aunque acaba transigiendo un poco, se comporta más o menos como antes. Me pregunto si esta conducta del personaje se concibe de forma premeditada por las guionistas o es debida a un inconsciente mantenimiento de esquemas preconcebidos. Y me temo que se trata de lo segundo.
Quizá sea ese el motivo de que ella presente un aspecto marcadamente andrógino. ¿Es que no podemos imaginar una realidad en que la mujer domine conservando su aspecto femenino, su liviandad y delicadeza? Así es la fisiología femenina, que naturalmente no la convierte en débil, aunque sea lo que interesa hacernos creer.
Es evidente que un mundo al revés nunca podría ser una copia invertida del de ahora. Aun aceptando que las mujeres aprovechasen su poder para dominar al otro sexo tal como sucede ahora con los varones, los esquemas serían necesariamente distintos, no se trata de copiar mecánicamente lo que siempre hemos visto ni todo consiste en que el sexo débil se depile, cuide a los niños o enseñe las piernas. Si la ficción quiere crear una estructura social opuesta a todo lo que conocemos necesita realizar un análisis profundo y una revisión mucho más exhaustiva de los mecanismos que determinan el poder en general y las pequeñas dominaciones cotidianas. Es cierto que se trata de una película simpática, desarrollada con corrección y que puede servir para que reflexionen las mentes recalcitrantes de ambos sexos siempre que no se cierren en banda, pero en definitiva nos encontramos ante una comedia romántica en la que el amor acaba resolviéndolo todo y, a pesar de interesantes giros de guión, se muestra bastante conciliadora: el espejo que nos refleja es marcadamente más amable que el verdadero y las situaciones desagradables, discriminatorias etc. que tienen que sufrir los varones no se acerca ni de lejos a lo que viven y han vivido las mujeres desde el principio de los tiempos. En resumidas cuentas, merece la pena verla pero resulta mucho más convencional de lo que quieren hacernos creer.

Título original: Je ne suis pas un homme facile
Año: 2018
País: Francia
Duración: 98 minutos
Dirección: Eleonore Pourriat
Guion: Ariane Fert, Eleonore Pourriat
Reparto: Vincent Elbaz, Marie Sophie Ferdane, Pierrre Bénezit, Blanche Gardin, Moon Dailly, Céline Menville, Camille Landru-Girardet
Música: Fred Avril
Fotografía: Penélope Pourriat
Género: Comedia

viernes, 22 de mayo de 2020

Much Loved (Zine li fik) - 2015


Cuanto más retrógrada es una sociedad, mayor es el volumen de negocio de los cuerpos. Al contrario de lo que pretenden hacernos creer y tal como indica el sentido común, la prostitución (junto a los vientres de alquiler y cualquier actividad que suponga comerciar con nosotras mismas) se encuentra en el otro extremo de la libertad, de la libertad sexual en este caso. Una mujer libre, dueña de sí misma, que busca el placer como lo puede hacer cualquier varón y no pasa por apuros económicos propiciados por una economía que la discrimina, puede actuar como ellos, buscar pareja si lo desea o bien aventuras esporádicas. Eso es ser realmente libre. Como regla sencilla, solo hay que comparar: si la práctica que examinamos es común a ambos sexos no habrá discriminación, en caso contrario, el machismo ha invadido la plaza pública. Y es un hecho que el invasor está presente en todo el planeta. No hay más que ver las restricciones en la venta de órganos, nadie puede comerciar con ellos en pro de una supuesta libertad, por mucha necesidad que tenga, en cambio, cuando el objeto de comercio no es común a ambos sexos, es decir, cuando se trata de vender algo que no poseen los varones, las trabas legales desaparecen, se relajan o los encargados de hacerlas cumplir hacen la vista gorda. De ese modo, el mercado de trabajo disponible se amplía para el privilegiado varón, ya que se elimina una gran cantidad de competencia y el cupo disponible se reserva para su propio placer. O para obtener hijos por un módico precio sin que haga falta una pareja femenina –en el caso de los gays – o que la esposa fértil se estropee soportando embarazos y partos cuando siempre habrá alguien –una mujer sin medios, empobrecida adrede, junto con otras muchas, para utilizarlas sin escrúpulos– dispuesto (dispuesta, en este caso) a sustituirla porque es la única manera de que entre comida en su casa.

Pero volvamos al asunto de la prostitución. Decía, hablando en plata, que cuanto más retrógrado es un pueblo más puteros produce. España –que, mal que nos pese, sigue siendo puritana hasta límites inverosímiles– no es precisamente un dechado de virtudes paritarias, solo hay que fijarse en esos supermercados del sexo que inducen a la Europa patriarcal a cruzar los Pirineos y sumarse a la torpeza y falta de escrúpulos de los foráneos. Les importa un bledo que esas mujeres hayan sido víctimas de trata, vivan esclavizadas y sus servicios supongan una tortura continua; como si de objetos se tratase observan de soslayo su preocupante falta de autoestima, el desamparo, la vulnerabilidad, la confusión mental y el estado de esclavitud en que malviven.
Much Loved se estrenó en Francia allá por septiembre de 2015 y ha sido exhibida en los festivales de Cannes y Toronto, su acción se situa en Marruecos, en Marrakech, concretamente. A través de cuatro mujeres (Noha, Randa, Sukaina e Hilma) y a pesar de evidentes omisiones –siempre hay métodos para retratar algo mejor la humillación sin abandonar la elegancia ni llegar a rozar lo pornográfico– refleja parte de la realidad más cruda insistiendo en sus aspectos amables y evitando estigmatizar a las víctimas. Pero resulta evidente que cada una de las protagonistas, a pesar de su extrema juventud, arrastra una experiencia que la ha marcado, envejecido prematuramente por dentro, arrebatado la ilusión y convertido en una cínica que disimula como puede su desprecio y hastío en los momentos que necesita poner buena cara, ya que lo material es el único valor que aprecia porque eso es lo que le ha enseñado la vida.
Las comprendemos, porque ni siquiera imaginan vivir de otra forma, y hasta las admiramos por ser supervivientes auténticas. Y claro que nuestras protagonistas tienen sentimientos: encontramos instinto de protección en Noha (solo unos años mayor que las otras tres), el anhelo por encontrarse con un supuesto padre que según parece vive en España en un caso, el sentimiento amoroso en otro, una camaradería y espíritu de grupo envidiables, quizá un poco idealizado pero fácil de imaginar en circunstancias como estas. Tampoco faltan las rencillas, envidias y disputas. Lo cierto es que acabamos tomándolas cariño, y hasta nos desarman a veces con sus actitudes ingenuas. Hay que ponerse una venda en los ojos para seguir viviendo de esa forma, rodearse de un falso glamour, fingir alegría, aceptar humillaciones, emborracharse, bailar, ser el alma de la fiesta, vestirse provocativamente, acicalarse, flirtear, soportar al baboso de turno. No encontraremos escenas excesivamente sórdidas, al contrario, la escenografía es festiva la mayor parte de las veces, pero, tras tanto alarde frívolo la amargura espera a manifestarse dentro del hogar, una vez bajado el telón.
Desde luego, nunca llueve a gusto de todos. A mí me hubiera gustado que el director se mostrase más explícito, no sé si tenía intención de denunciar esta práctica perversa, es cierto que hablamos de un varón, pero solo por el hecho de tratar este asunto se le presume cierta conciencia y la muestra de una realidad, implícita pero aún así sin paliativos, ya es un aldabonazo para conciencias mínimamente sensibles. Pero así es como yo lo vivo, el gobierno marroquí en cambio censuró la película por considerarla un ataque contra la moral de la mujer marroquí, un escándalo por el asunto que trata y una defensa de la homosexualidad. Puede que esos jerarcas piensen que lo de la prostitución en Marruecos es una patraña de Ayouch. Aunque no los imagino tan ingenuos, supongo que más bien se trata de la actitud cínica con que se asumen estas prácticas y todas las que supongan discriminación hacia el sexo que dieron en llamar débil para sentirse más fuertes en su masculinidad todopoderosa.  
La narración evoluciona a buen ritmo manteniendo en todo momento el interés del espectador. De las escenas iniciales, en las que se enfoca más bien al grupo y predominan vorágine y desenfreno se pasa a individualizar progresivamente, primero al colectivo de chicas, luego a cada una, individualmente. El tono se va volviendo más serio, íntimo y profundo, el drama empieza a percibirse en toda su dimensión haciendo resaltar, por contraste, la hipocresía del paripé multitudinario que predomina al principio.
Una película valiente y muy necesaria, que como casi era de esperar ha atraído la violencia ultra: tanto su director como la actriz principal fueron atacados y, en el caso de ella, increpada y ninguneada por la policía y negado el auxilio hospitalario, las demás tuvieron que esconderse e incluso uno de los actores sufrió heridas en el cuello. Una vergüenza, por supuesto, pero que pone de manifiesto la mala conciencia de esos usuarios, beneficiarios y cómplices que habitan en Marruecos y en todos los lugares del mundo.


Título original: Zine li fik
Año: 2015
País: Marruecos
Dirección: Nabil Ayouch
Guion: Nabil Ayouch
Reparto: Loubna Abidar, Alima Karaouane, Asmaa Lazrak, Sara Elhamdi Elalaoui, Abdellah Didane, Danny Boushebel, Carlo Brandt
Duración: 108 minutos
Música: Mike Kourtzer
Fotografía: Virginie Surdej
Género: Drama

miércoles, 20 de mayo de 2020

Horse Girl (2020)


Gracias a su estreno en el festival de Sundance a principios de este año y a que fue recuperada poco después por Netflix, hemos podido ver Horse Girl aunque, por el momento, nos hayamos quedado sin salas. Una peli rara, de las que te dejan pensando y no acabas de saber a qué carta quedarte. En estos casos, las únicas alternativas parecen ser genialidad o fiasco, cualquiera de las dos nos convencen en un momento dado y al siguiente nos pasamos al otro extremo. Pero bueno, habrá que decidirse, o bien encontrar un término medio. Yo apuesto por una combinación de aciertos y errores; aunque es difícil dar en el centro de la diana, al menos habrá que intentarlo.

La protagonista absoluta es Sarah, interpretada por una genial Alison Brie, que también participó en el guión y cuya expresividad y economía interpretativa supone una de las mejores bazas de la cinta. Perseguimos sus miradas y el menor de sus gestos porque son creíbles y cautivadores, porque vemos en ellos a la mujer antes que a la actriz y porque despiertan en nosotros toda clase de sensaciones contradictorias.

La puesta en escena abunda en imágenes introspectivas muy bellas, incluso poéticas, con frecuentes incursiones en lo onírico. En ocasiones, nos parece haber entrado en territorio surrealista, pero la vida real, con su crueldad característica, invade de repente la pantalla cortando de raíz nuestros sueños e interfiriendo en los del personaje. Sueños extraños, visiones que nos informan progresivamente de su indeciso estado mental, afirmaciones que rozan lo demencial emitidas con la mayor contundencia, la actitud del que se cree un elegido, muy por encima de los mortales corrientes. No tengo nada en contra de esos alardes de fantasía, tampoco me parecen mal los momentos en que predomina el enfoque realista, lo que no acaba de encajarme es esa mezcolanza de categorías tan dispares que apenas caben en el mismo producto, por lo menos, no con la frecuencia e intensidad con que se alternan aquí.

También el director debe decidir qué terreno pisa. Todos son válidos pero no siempre pueden coexistir sin que el resultado se resienta. Podía haber optado por un hermoso paseo por la mente de una mujer algo confusa, cuyo grado de perturbación nos trae al fresco porque se ha eliminado todo raciocinio y nos centramos en la cascada visualmente emotiva, en el torrente de sentimientos que se manifiestan a través de una cuidada fotografía y un trabajo actoral excelente. La otra posibilidad consistiría en el concienzudo análisis de una determinada patología mental –pónganle nombre si lo saben, yo no soy especialista– explicitada en confusión entre mundo real e imaginado, sueños recurrentes, angustia, afirmaciones que asustan a su entorno, ingresos psiquiátricos y otros síntomas de trastorno. Pero todo ello forma parte del mismo relato, que no acaba de resolver en qué terreno quiere moverse y acaba dando traspiés por carecer de una base sólida. Incluso ese final, que se anuncia como maravilloso, me ha parecido la solución de compromiso que es preciso adoptar cuando se ha llegado a un callejón sin salida sin ninguna posibilidad de regreso a los orígenes para enderezar lo que se torció desde el inicio.

Fecha de estreno: 2020
País: Estados Unidos
Dirección: Jeff Baena
Guión: Jeff Baena, Alison Brie
Reparto: Alison Brie, Debby Ryan, John Reynolds, Molly Shannnon, John Ortiz, Paul Reiser, Jay Duplass
Música: Josiah Steinbrick, Jeremy Zuckerman
Fotografía: Sean McElwee
Género: Drama
Duración: 104 minutos
  


lunes, 23 de marzo de 2020

Y respiren normalmente (Andið eðlilega) - 2018


En cualquier proyecto narrativo siempre existe un momento en el que todas las posibilidades están abiertas. Sea cuando el novelista acaba de concebir la idea, o bien antes, cuando el guion no es más que eso, un montón de palabras, o cuando el casting acaba de concluir y los actores seleccionados son capaces de bordar sus respectivos papeles y están dispuestos a ello.
Esta película islandesa de bajo presupuesto tenía todas las papeletas para haber salido redonda. El ambiente desolado de extrarradio, el clima gélido, el viento huracanado, la ausencia deliberada de belleza, contribuyen a incrementar la sensación de angustia y desamparo. Dos mujeres solas luchando contra todos los obstáculos. En ese mundo desalmado la menor flaqueza es un crimen contra una misma. La indiferencia hostil en liza con la solidaridad, con la empatía hacia el débil. Algo que se produce en ambas direcciones: Lara acaba apiadándose de Adja, a ella le enternece Eldar, el hijo.  Momentos díficiles y tensos; se masca la tragedia. Todos los elementos precisos para elaborar un relato tan conmovedor como convincente. Pero...
Las piezas no acaban de encajar.Toda esa aridez escenográfica, esa sequedad gestual, ausencia de diálogo, parquedad absoluta de recursos, en lugar de resaltar las circunstancias dramáticas acaban resultando tediosos, y la acción ralentizada junto a la ambiguedad  narrativa actúan en el mismo sentido. Aún así, merece la pena ponerse frente a la pantalla sin prejuicios, mejor aún, entrar en ella y acompañar a los personajes en su periplo, aunque se intuya de antemano la derrota.

Dirección: Isold Uggadótir
Guion: Isold Uggadótir
Reparto: Kristín Þóra Haraldsdóttir, Babetida Sadjo, Patrik Nökkvi Pétursson, Þorsteinn Bachmann, Arnar Jónsson, Sveinn Geirsson, Helga Vala Helgadóttir, Guðbjörg Thoroddsen, Sólveig Guðmundsdóttir.
Música: Gisli Galdur
Fotografía: Ita Zbroniec-Zajt
Género: Drama
País: Islandia
Duración: 102 minutos

martes, 17 de marzo de 2020

Paradise Hills (2019)



 Esta película tenía todas las papeletas para parecerme un bodrio: internado femenino, adolescentes rebeldes, ambiente remilgado y represivo, escenografía kitsch, vestuario retro con toques futuristas, mucho color blanco, mucho jardín florido, elementos art decó por doquier, todo ello concebido para desarrollar un argumento de ciencia-ficción, con lo delicado que es ese género y lo sencillo que es desbarrar a poco que el guionista se salga de madre. Añado que se trata de una producción española, y ahí mis prejuicios alcanzan el punto máximo, pues si detesto el cine juvenil estadounidense, no quiero ni imaginarme hasta qué punto podemos sobrepasar su tontería en este bendito país llamado España.
Paradise Hills es el nombre de la institución para señoritas –una expresión que suena excesivamente anacrónica, incluso más allá de lo vintage, pero es eso precisamente lo que quiero transmitirles– todo lo exclusiva que podamos imaginar, tal como nos muestran las imágenes, ya que desde la primera ojeada no hay duda de que allí se mueven montones de billetes. Alumnas jóvenes, pues, de familias opulentas y naturaleza rebelde a quienes sus respectivas familias pretenden bajar los humos. Ese misterioso lugar dice poseer un método infalible para lograr en dos meses la completa sumisión de sus pupilas, y es el gancho con el que cuenta para atraer a potenciales clientes. Todo esto lo sabremos más adelante, pues el espectador se lo encuentra, a pleno rendimiento, en el momento de la incorporación de Uma (Emma Roberts) la nueva candidata a convertirse en la esperanza de sus papás y en la esposa del prometido que estos le han destinado y que ella, naturalmente, rechaza. A través de las andanzas de Uma, descubrimos los entresijos de ese peculiar reformatorio y acabaremos conociendo el método supuestamente milagroso bajo el que se oculta un plan siniestro e inconfesable. Con este descubrimiento por parte de los espectadores, entra en juego la ciencia-ficción y el argumento se convierte en distópico.
Desde el minuto uno, se nos enfrenta a una escenografía y un vestuario absolutamente intachables, así como un casting en el que encontramos, no solo las fisonomías más adecuadas a cada papel sino una impecable interpretación por parte de todo el elenco. De ahí que olvidar nuestras pautas realistas y sumergirnos en ese clima demencial y pesadillesco no resulte complicado en absoluto.
La trama se desarrolla según el esquema clásico de aventuras. Como pueden ver, se van sumando géneros y más géneros a medida que avanza la acción, pero este hibridismo no es en absoluto una rémora, al contrario, se ve apuntalado y dotado de coherencia por un elemento unificador: la crítica social y feminista. Finalmente, todo ese universo de esplendor va mutando en lobreguez y oscuridad a medida que conocemos los enrevesados procedimientos que rigen en aquel paraíso de pacotilla, pues lo que finalmente importa y conduce al ansiado desenlace es la complicidad de un puñado de chicas enfrentadas al sistema con tesón y toneladas de ingenio. El planteamiento ético es claro, su conclusión quizá demasiado complaciente, aunque no exenta de dramatismo, no solo por lo que muestra sino por la realidad objetiva a la que alude. En realidad se trata de una fábula moderna que disfrutaremos solo si somos capaces de captar su esencia y, por supuesto, de dejar en casa los prejuicios.

Dirección: Alice Waddington
Reparto: Emma Roberts, Danielle Macdonald, Awkwafina, Milla Jovovich, Eiza González, Jeremy Irvine, Arnaud Valois, Hunter Tremayne, Liliana Cabal, Daniel Horvath, Gary Anthony Stennette, Jonny Melville, Julius Cotter, James Giblin, Eric Goode, Gaile Butvilayte, Cooper Crafar. Ricardo Mena, Sarah Ann Shaw, Karina Kolokolchykova
Guion: Brian DeLeeuw, Nacho Vigalondo (Historia: Alice Waddington)
Música: Lucas Vidal
Fotografía: Josu Inchaustegui
País: España
Duración: 95 minutos
Género: Ciencia ficción, Juvenil, Terror, Aventuras, Crítica social
Estreno: 11/10/2019

viernes, 14 de septiembre de 2018

El viaje de Nisha (What Will People Say) - 2017

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Como ya habréis visto en las sinopsis de páginas de cine, carteleras y demás, Nisha es una adolescente de origen pakistaní y familia musulmana que vive en Noruega con sus padres y hermano mayor. Como es lógico, las vivencias que experimenta fuera de casa no pueden traspasar sus cuatro paredes sin que le caiga encima toda la ira paterna. Un día se le ocurre llevar a su habitación al chico que le gusta, el padre se horroriza, observa como la ira divina se desploma sobre su tejado y decide enviarla a Pakistán para que conozca las costumbres del país y viva vigilada por los parientes que quedaron allá.
Pero Nisha es una chica joven, acostumbrada a otra forma de vida, una mentalidad más libre, caprichos, comodidades… Puede irse a la otra punta del mundo pero jamás huirá de sí misma, de su curiosidad, su necesidad de amar y comunicarse, de rodearse de gente como ella, de desfogar su vitalidad desbordante,
Resultado de imagen de el viaje de nishaSus mayores habitan un universo hermético, repleto de miedos. Se teme al autoritario cabeza de familia, a las habladurías de la comunidad pakistaní, a la venganza de sus ancestros, a despertar la cólera de su dios. O eso se intuye, porque el silencio es una constante en los personajes adultos. Solo Nisha grita, se defiende, solicita desesperadamente una respuesta. En Noruega obtiene la complicidad de su grupo, en Pakistán se comunica someramente con sus primos. Pero esos silencios –perfectamente entendibles– tal como se manifiestan en la película, resultan un poco forzados. Entiendo lo que quieren decir, me creo el mensaje que transmiten, pero hay algo que chirría. Creo que la puesta en escena no expresa bien la realidad que se está recreando. Si es responsabilidad del director, de los actores, del guionista o se reparte entre todos ellos, no sabría decirlo.
Lo cierto es que nadie parece ser capaz de reaccionar, no hay diálogo entre ellos ni podemos conocer lo que piensan. Todos se someten al padre y este, tanto por tradición como por convencimiento propio, carga sobre sus hombros todo el peso de los hechos. Pero, aunque la mayor parte del tiempo consiga disimularlo, la carga le resulta demasiado pesada.
Todo ello induce a sospechar que una sociedad más permisiva e igualitaria supondría un alivio para unas y otros. Si la obligación de ser competitivos, de mantener constantemente la autoridad, supone un duro esfuerzo, no menor es el de acatar órdenes, sufrir reproches, recomendaciones y condescendencias por parte de media humanidad durante toda una vida.
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Si os habéis fijado, ya no hablo de Pakistán ni de Noruega. La religión musulmana puede añadir un plus integrista a cualquier estado de cosas, pero Nisha somos todas, sea cual sea nuestro lugar en el mundo, porque el patriarcado se reinventa una vez y otra para adaptarse a cualquier innovación social. Desde ese enfoque, una película como El viaje de Nisha nos está mintiendo en el fondo, porque traslada a la mujer occidental el mensaje de que vive en el mejor de los paraísos, que en su entorno todo está bien, es razonable, que jamás hemos experimentado esa clase de autoritarismo, que nadie se conduce con esa rigidez, que tenemos suerte de haber nacido sin tener que someternos a todas esas cortapisas. Salimos del cine pensando que debemos estar agradecidas por ello. ¿Agradecidas a quién? ¿A nuestro padre? ¿A los varones de nuestro entorno? A veces, es incluso mejor que la tiranía dé la cara porque luchar contra una fiera visible nos otorga la posibilidad de defendernos. En cambio, ¿qué podemos hacer contra algo que en teoría no existe pero nos mantiene agarrotadas en todos los terrenos de la vida?
Resultado de imagen de el viaje de nishaDe ahí que la película se pueda considerar una infamia además de una estafa en toda regla. De acuerdo, mejor no exagerar, pero ¡cuidado! Hay que contemplarla con espíritu crítico. No seamos incautas, no nos dejemos engañar. A nosotras nos queda tanto o más por hacer que a Nisha. Es más, Nisha somos todas. Vamos a correr tras sus pasos, a imitar su valentía, a rebelarnos cada vez que haga falta, a no tragar con lo que nos imponen. Porque se nos destina a una vida muy dura, en realidad. Nos tratan con condescendencia. Seguimos soportando todo el peso del hogar, tanto físico como psicológico. Y eso sin hablar de la violencia de género, dentro del hogar y fuera de él.
Ahora dime que aquí estamos mejor. Que Nisha ha tenido mala suerte por nacer de padres musulmanes. Mírate y reacciona, aún estás a tiempo.

Título en noruego: Hva vil folk si
Duración: 106 minutos
Coproducción: Noruega-Alemania-Suecia
Dirección: Iram Haq
Guión: Iram Haq
Música: Lorenz Dangel, Martin Pedersen
Fotografía: Nadim Carlsem
Reparto: Maria Mozhdah, Adil Hussain, Ekavali Khanna, Rohit Saraf, Ali Arfan, Sheeba Chaddha, Jannat Zubair Rahmani, Lalit Parimoo, Nokokure Dahl, Isak Lie Harr
Género: Drama

sábado, 8 de septiembre de 2018

El rehen (Beirut) - 2018

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No creo equivocarme si les aconsejo decidirse por esta película, estrenada recientemente en España, cuando visiten su sala de cine más próxima. Se trata de un producto ubicado en la década de los 80, bien ejecutado a pesar de utilizar ingredientes que hemos degustado una y mil veces en todas las películas del género –o de los géneros, pues para mayor complicación se trata de un híbrido– gracias al excelente trabajo del guionista. Y si no debe ser fácil internarse en las profundidades del thriller con los mimbres del espionaje y la política, menos aún si el accidentado terreno que pisamos es el de Oriente Medio.
Resultado de imagen de beirut movieSu prometedor comienzo –ambientado en una fiesta que reúne a la buena sociedad americana– con el protagonista (Jon Hamm) moviéndose en primer plano entre el resto de personajes y su voz en off reflexionando, con un tono entre escéptico y cínico, sobre la mezcla de culturas y la idiosincrasia de sus oponentes, nos deja clavados en la butaca, expectantes ante lo que se avecina, que apenas decae en los cien minutos largos que ocupa la cinta. La secuencia continúa y, al convertirse en uno de los platos fuertes del film, consigue dejarnos sin aliento ya desde los primeros fotogramas. Y si el planteamiento sufre una radical metamorfosis, el argumento entero nos va arrastrando a velocidad de vértigo hasta un final tan previsible en su contenido fundamental como incierto en su puesta en escena.
La acción tiene lugar en Beirut durante la guerra civil libanesa, cuando un ex-diplomático estadounidense recibe el encargo de resolver un caso de secuestro. Cuenta con algunas interpretaciones excelentes, acertados golpes de efecto y elementos como el atentado, el rapto, los contubernios (entre aliados pero también entre enemigos), investigaciones, alianzas, mentalidades opuestas, fanatismos, la ambición de triunfar y la patada en la espinilla, la amistad y el egoísmo, el trauma que supone una catástrofe y el amor traicionado, la inocencia perdida y la astucia presidiéndolo todo. Con esa explosiva combinación se compone una trama compleja y bien urdida que, sin llegar a la categoría de obra maestra, nos deja con muy buen sabor de boca junto a la conocida sensación de haber vuelto de otro mundo que nos queda al salir de la sala tras haber vivido una aventura apasionante.
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Aún así, el guión contiene un pesado lastre, muy común en los filmes americanos que abordan el choque entre culturas, y es su empeño por aparecer ante el público como la parte inocente, dialogante, agraviada y eterna poseedora de la razón absoluta. A este respecto, el papel del muchacho musulmán (Idir Chender) acogido por la pareja de anfitriones y su decisiva contribución en los acontecimientos posteriores aporta su habitual ración de demagogia.

Título original: Beirut
Duración; 109 minutos
Guión: Tony Gilroy
Dirección: Brad Anderson
Reparto:  Jon Hamm, Rosamund Pike, Mark Pellegrino, Dean Norris, Shea Whigham, Alon Aboutboul, Jonny Coyne, Larry Pine, Jay Potter, Ben Affan, Mohamed Zouaoui, Mohamed Attougui
Música: John Debney
Fotografía: Björn Charpentier
Nacionalidad: Estadounidense
Género: Thriller político