Siempre se ha sabido que no se puede ser
juez y parte. “Arrimar el ascua a la
sardina” es el refrán que cuadra a esta desvergonzada actitud. Es verdad
que gracias a toda esa falsa indignación y su retahíla de argumentos demagogos esos
seres despreciables encuentran fácilmente un coro de convencidos de ambos sexos
que les dan sinceramente la razón. Pero, vamos a ver, señoras y señores, ¿quién
se va a molestar en llenarse la boca de espuma e improperios, en echar rayos
por los ojos y venablos por esa boquita si no son los interesados (puteros y
proxenetas) que no pueden ni imaginarse sin un chollo claramente injusto y
conculcador de los más elementales derechos.
- En primer lugar, no es un oficio ni lo ha sido nunca. Aunque a algunos les resulte muy simpático imaginar a nuestros ancestros del Paleolítico inferior realizando transacciones comerciales, cae por su propio peso que en los umbrales de la Humanidad no existía el dinero y, por tanto, ninguna ocupación que se realizase entonces podía considerarse trabajo. Si fuera cierto -ahí entra en juego la calenturienta imaginación de algunos- que los varones se aprovechaban de su mayor fuerza física o de la penuria de sus compañeras para obtener relaciones no consentidas, coincidirán conmigo en que las estaban violando. Una costumbre que todavía perdura, así que no es extraño que se practicase en la era más primitiva de nuestra historia. Lo extraño no es que en los albores de la humanidad se violase, sino que se siga violando ahora –a escondidas o denominándolo trabajo– siguiendo las mismas pautas de hace casi tres millones de años. ¿Si no hemos sido capaces de modificar una conducta a todas luces deleznable para qué nos sirve tanta técnica?
- Aunque fuese un oficio, que no lo es, debería haberse extinguido desde que superamos la etapa de barbarie. Es una vergüenza que las grandes civilizaciones que nos precedieron hayan conservado esta lacra. Oficio fue, en su día, el de verdugo. La esclavitud se consideró una situación legal durante mucho tiempo. Hay quien considera que su oficio es robar. Pero hoy en día, y en el último caso de no ser parte interesada, nadie compraría esos argumentos.
- Tampoco es elegido libremente –y no estoy hablando de trata– pues cuando no existe igualdad de oportunidades no se puede hablar de libertad. ¿Están seguros de que las mujeres de todos los ambientes y estratos han crecido sabiéndose con los mismos derechos que sus compañeros, les consta que no solo pueden disfrutar de su sexualidad libremente sino que es un derecho que poseen por pertenecer a la especie humana? ¿Alguien les ha hablado de dignidad? Por supuesto que no. Ni siquiera han comprendido lo que se les estaba negando hasta que no han experimentado la humillación.
- Y ahora, ¿alguien puede pensar que están allí porque quieren? ¿Pueden imaginarse lo infinitamente difícil que resulta superar dos carencias tan determinantes como la falta de formación y de autoestima? Entre la sociedad y ellas se ha establecido una barrera prácticamente infranqueable y lo que necesitan es ayuda, individual y colectiva, para elegir lo que quieren hacer con su vida.
- ¿Alguien puede pensar que las prostitutas hacen lo que hacen porque son aficionadas al sexo? Pegúntenle a un gourmet si le gusta comer carne podrida. Aparte de los interesados que defienden el argumento con uñas y dientes, hay que ser muy ingenuo y/o tener muy poca imaginación para creerse algo así. En un mundo sórdido donde la mujer es el producto, dónde las medidas higiénicas brillan por su ausencia, dónde existe la violencia y la degradación ¿qué libre decisión puede haber? Cuando alguien ha caído en un pozo de paredes resbaladizas lo último que hay que hacer es despreciarle. Y no hay mayor desprecio que proclamar la voluntariedad respecto a la mayor degradación que puede sufrir el ser humano. ¿Alguna ley permite que se pueda ser esclavo libremente, que se comercie con los órganos vitales o la sangre? No todo puede ser objeto de transacción comercial, y la prueba es que ustedes no permitirían que sus vástagos de ambos sexos ejerciesen ese supuesto oficio.
- Hablemos, pues, del sexo libre. Imagínense a un chaval, un golferas hablando vulgarmente, que solo busca ligues de una noche, un amante del sexo sin compromiso que se acuesta con las mujeres que le gustan. Vamos, lo que vendría a ser un machote. Ahora cambiemos la perspectiva e imaginemos una mujer en la misma situación. Estoy segura de que todos esos que defienden la libertad de ejercer la prostitución aplicarían a esa chica, que se acuesta libremente con quien quiere en pleno ejercicio de su libertad, apelativos bastante gruesos. Pero ahí está, precisamente, la igualdad entre sexos, y quien se escandalice por la promiscuidad de las mujeres lo único que pretende es perpetuar la sumisión.
- Algunos utilizan encuestas. ¿Ustedes creen que en situaciones así es posible decir lo que se piensa, incluso confesárselo a una misma? Si somos capaces de tragarnos que alguien dependiente de un proxeneta puede franquearse con total libertad cuando le preguntan es que, además de no haber descendido nunca a esos submundos, no tenemos ni pizca de imaginación. Pero, claro, ¿para qué molestarnos en buscar datos si podemos hablar sin saber?
Pretty Woman (1990) (¡Cuánto daño ha hecho el cine!) |
Desayuno con diamantes (1961) (¡Cuánto daño ha hecho el cine!) |
Es penoso
escuchar todas esas polémicas y ver cómo los más sensatos se escudan en la
trata. Piensan que hay excepciones –supuestas prostitutas ejerciendo en
libertad– pero muy pocas. Y nada de eso aclara lo que está pasando, dejen de hablar tanto y realicen un estudio
serio, bien documentado, en diferentes países, dirigido por profesionales
competentes que sepan corregir las informaciones sesgadas que, no me cabe duda,
será lo que más abunde. Verán cómo se van reduciendo las cifras hasta quedar en
la nada más absoluta. La prostitución no se elige, se cae en ella como
resultado de la desesperación y la ignorancia.
En definitiva, y para que quede muy claro, los que consumen prostitución y/o se lucran de ella no están interesados en el sexo (como tampoco lo está la industria pornográfica) sino en perpetuar el poder masculino, en mantener a las mujeres sometidas, a todas, no sólo a las que ejercen el "oficio". En eso consiste violar ( gratis o pagando) porque el mensaje de temor y subyugación nos alcanza a todas y a todos el de dominio. Y de ahí, también, toda esa inquina espumeante contra las que defendemos el abolicionismo.
En definitiva, y para que quede muy claro, los que consumen prostitución y/o se lucran de ella no están interesados en el sexo (como tampoco lo está la industria pornográfica) sino en perpetuar el poder masculino, en mantener a las mujeres sometidas, a todas, no sólo a las que ejercen el "oficio". En eso consiste violar ( gratis o pagando) porque el mensaje de temor y subyugación nos alcanza a todas y a todos el de dominio. Y de ahí, también, toda esa inquina espumeante contra las que defendemos el abolicionismo.
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