No hay cómo dar la vuelta a las costumbres más arraigadas para entender
que no existe simetría entre los sexos. Es lo que hace esta directora, y aunque
no se plantea grandes cuestiones ni se complica demasiado la vida, a pesar de
que recurre fácilmente a los tópicos, nos ofrece una comedia bastante divertida
que se deja ver siempre que no nos pongamos excesivamente exigentes.
En primer lugar nos topamos con un supuesto triunfador pretendidamente
guapo, o lo que es igual, con un hombre de esos que se creen irresistibles y van
avergonzando a toda mujer que consideran atractiva a base de meter la pata. Porque
–y esto es un hecho comprobado que se refleja muy bien en la peli– la estupidez
de ellos rebota de tal manera que quienes se sienten incómodas son ellas y no
al contrario. Paradojas de una sociedad desigual.
El mensaje satírico suele calar mejor en los espectadores cuando se
recurre a la fantasía y al absurdo. En este caso, nuestro héroe se despierta en
un mundo al revés, ahora son las mujeres quienes mandan y ellos los objetos
sexuales a quienes se trata como un cero a la izquierda. Podrían haberlo
situado en una sociedad igualitaria pero de esta forma el contraste es más
efectivo. Excepto por un pequeño detalle: todos están acostumbrados a esta
inversión de roles en relación al mundo real menos el protagonista, que sigue
anclado en el machismo y, aunque acaba transigiendo un poco, se comporta más o
menos como antes. Me pregunto si esta conducta del personaje se concibe de
forma premeditada por las guionistas o es debida a un inconsciente
mantenimiento de esquemas preconcebidos. Y me temo que se trata de lo segundo.
Quizá sea ese el motivo de que ella presente un aspecto marcadamente
andrógino. ¿Es que no podemos imaginar una realidad en que la mujer domine
conservando su aspecto femenino, su liviandad y delicadeza? Así es la
fisiología femenina, que naturalmente no la convierte en débil, aunque sea lo que
interesa hacernos creer.
Es evidente que un mundo al revés nunca podría ser una copia invertida
del de ahora. Aun aceptando que las mujeres aprovechasen su poder para dominar
al otro sexo tal como sucede ahora con los varones, los esquemas serían
necesariamente distintos, no se trata de copiar mecánicamente lo que siempre
hemos visto ni todo consiste en que el sexo débil se depile, cuide a los niños
o enseñe las piernas. Si la ficción quiere crear una estructura social opuesta
a todo lo que conocemos necesita realizar un análisis profundo y una revisión
mucho más exhaustiva de los mecanismos que determinan el poder en general y las
pequeñas dominaciones cotidianas. Es cierto que se trata de una película
simpática, desarrollada con corrección y que puede servir para que reflexionen
las mentes recalcitrantes de ambos sexos siempre que no se cierren en banda,
pero en definitiva nos encontramos ante una comedia romántica en la que el amor
acaba resolviéndolo todo y, a pesar de interesantes giros de guión, se muestra bastante
conciliadora: el espejo que nos refleja es marcadamente más amable que el
verdadero y las situaciones desagradables, discriminatorias etc. que tienen que
sufrir los varones no se acerca ni de lejos a lo que viven y han vivido las
mujeres desde el principio de los tiempos. En resumidas cuentas, merece la pena
verla pero resulta mucho más convencional de lo que quieren hacernos creer.
Título
original: Je ne suis pas un homme facile
Año: 2018
País:
Francia
Duración:
98 minutos
Dirección: Eleonore Pourriat
Guion: Ariane Fert, Eleonore Pourriat
Reparto: Vincent Elbaz, Marie Sophie Ferdane, Pierrre
Bénezit, Blanche Gardin, Moon Dailly, Céline Menville, Camille Landru-Girardet
Música: Fred Avril
Fotografía: Penélope Pourriat
Género: Comedia
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