Lo dicen políticos, periodistas y hasta gente de
la farándula -aquí cualquiera se permite opinar de todo, sepa o no de lo que
habla-, lo dicen ellos y lo repite todo el mundo. Pero es justo al contrario y
lo demuestro. Si consideramos que el poder adquisitivo de los
habitantes de un país, en un momento dado, se sitúa por encima o por debajo de
la media, apreciaremos la repercusión que tiene esa media sobre las economías
individuales. Cuando se vive una gran euforia económica, aquellos que no se
encuentran a la altura (parados verdaderos no acogidos a la economía sumergida, subempleados, funcionarios, pensionistas de bajos ingresos) ven como los
precios suben para adaptarse a unos bolsillos repletos y por tanto su campo de
acción se reduce mucho más de lo que sería de esperar. En esa época de vacas
gordas, el grupo menos afortunado, si bien en términos absolutos supone un
gran número de personas, en relación con la población total está en franca
minoría y apenas se le tendrá en cuenta. El balancín sube y el que no sube a
la par que él se queda al margen. En esos tiempos de bonanza económica, les va
muy mal a los que no disfrutan de ella ya que, al no estar situados en el
centro del huracán, este acaba arrollándolos: los precios suben de acuerdo con
la media de los sueldos, prolifera toda clase de productos y servicios, la
sociedad se considera pudiente y mira por encima del hombro a aquellos que
considera que no están a su nivel.
En cambio, cuando el balancín económico desciende –o lo que es lo mismo, en tiempos de crisis- el que está por encima –aunque sea ligeramente- tiende a aumentar su nivel económico. Esto ocurre con los que, simplemente, ganan un sueldo a no ser que este fuera ya muy bajo o haya descendido abruptamente hasta situarse por debajo de la famosa media. Es decir, cualquiera que conserve una economía estable se mantendrá fácilmente por encima de la media -que en esos momentos es, lógicamente, muy baja- y por tanto aprovechará precios y oportunidades diversas de una economía adaptada a una población empobrecida fortuita o endémicamente.
En cambio, cuando el balancín económico desciende –o lo que es lo mismo, en tiempos de crisis- el que está por encima –aunque sea ligeramente- tiende a aumentar su nivel económico. Esto ocurre con los que, simplemente, ganan un sueldo a no ser que este fuera ya muy bajo o haya descendido abruptamente hasta situarse por debajo de la famosa media. Es decir, cualquiera que conserve una economía estable se mantendrá fácilmente por encima de la media -que en esos momentos es, lógicamente, muy baja- y por tanto aprovechará precios y oportunidades diversas de una economía adaptada a una población empobrecida fortuita o endémicamente.
Por eso me molesta ese estúpido mantra
repetido hasta la saciedad, unas veces por hipocresía y otras por pura
ignorancia. Los hipócritas son los que tiran la piedra al agua y los ignorantes
quienes se encargan de alimentar la onda expansiva. Me parece un agravio para
los que verdaderamente tienen dificultades y no una cuestión de solidaridad
como quieren hacernos creer. Si estás entre los que padecen la crisis, cállate,
no te sumes al coro de lágrimas porque no les ayudas en nada, en realidad lo
que estás haciendo -aunque quizá no seas consciente del todo- es mofa, burla,
escarnio de ellos. Y producir la impresión general de que es imposible ayudar a
nadie puesto que todos están igual. Si quieres ayudar, diferénciate de ellos y luego
apóyalos. No te calles, haz todo lo que esté en tu mano, pero desde tu posición
real, no te sumes falsamente a un número del que no formas parte, afortunadamente para ti.
Quede claro que me estoy refiriendo a la clase
media. Las grandes economías no entran en este juego, están por encima del bien
y del mal y ni siquiera se dignan compartir sus opiniones en público. Lo que
piensan, sea lo que sea, no puede confesarse en voz alta pues ellos no se han
beneficiado modesta e involuntariamente de la desgracia de los otros como le
ocurre al ciudadano común, lo suyo es mucho más grave: son los causantes directos
de esa desgracia, el caudal dónde va a parar lo que desaparece de otro lado,
los verdaderos beneficiarios, los ejecutores de esta enorme estafa denominada crisis porque hay que nombrarla de alguna forma.
Y continuarán haciéndolo porque cuentan con la
complicidad de los políticos. La solución solo tiene un camino: cambiar radicalmente
la legislación que permite tamaña injusticia. Pero el objetivo fundamental de
un gobierno de derechas es favorecer la desigualdad lo máximo posible por eso
nunca van a hacerlo. ¿Dónde situar el límite de esa posibilidad? Ni más ni
menos, en la amenaza de desórdenes. Si no fuera por eso, medio mundo estaríamos
pidiendo limosna. Muchos de los votantes no se han molestado en leer un libro
de historia, y hacen mal. En cambio los votados se la saben de pé a pá, y esa
es la ventaja que tienen.
Todo esto, sin mencionar la corrupción...
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