domingo, 24 de mayo de 2020

La Bertiada (Novela por entregas) - Episodio I



1

De un tiempo a esta parte siento que ha cambiado todo. No sé si sentir es la palabra,  un vértigo extraño se ha apoderado de mí y  me empuja cuesta abajo hacia un precipicio sin fondo. Me desperté el día de año nuevo con una resaca terrible, recordaba vagamente la fiesta, pero luego ese recuerdo fue sustituido por otro, que a su vez se fue diluyendo y, día tras día, una escena nueva ocupaba el lugar de la anterior. Ya no estoy segura de nada. ¿Asistí a esa fiesta? ¿Pasé la noche en una cabaña de leñadores, rodeada de jaulas, dando de comer a las chinchillas que un día adornarían el cuello de una mujer sin sentimientos? ¿O ese recuerdo es un castigo a mis exabruptos en las perfomances contra el maltrato animal? ¿Estuve presa el verano pasado? Es todo muy raro, este año se me está yendo de las manos, cada mes es como un volcán más cerca de la erupción que el anterior y solo estamos en abril. Desconfío de mi memoria, esa facultad peligrosa y traicionera que deberíamos erradicar por completo.
Jaime no parece el mismo. Aquella fiesta de fin de año fue una sucesión de escenas sórdidas, fuegos artificiales, una oscuridad tibia en la que brillaban treinta pares de ojos como alfileres de plata, vestidos de noche, champagne y serpentinas, un camarote en la oscuridad con nosotros haciendo el amor al compas del balanceo, o un laboratorio brumoso donde alguien con bata blanca hurga en mi brazo, en la espalda de Jaime, en un tobillo de Medea, y excava bajo nuestras pieles.
Medea ya no me reconoce, siento su vista resbalar por mi cuerpo como si fuera transparente. Es triste convertirse en Nadie, más aún si es tu propia hija la que se encuentra perdida en su mundo. A cambio, se ha convertido en una triunfadora, la Directora de Convenciones más joven de la historia de su empresa, está a punto de firmar un Contrato Matrimonial con el hijo de un aristócrata, le han implantado mechones de pelo, un iris más azul y brillante, una barbilla nueva, y han estado enredando en su cerebro. Y no es la única: nos ha invadido una fiebre que nos lanza hacia adelante casi a la velocidad de la luz. Mis compañeras del Departamento de Proyectos Estimulantes y su ansia por destacar en el mundo de los negocios, mis padres y esa manía que tienen de acumular cachivaches, Jaime y sus delirantes inventos, esas rayas y puntos que rastrean continuamente el tiempo y el  espacio. Sé que está inquieto, que se empeña en avisarme de algo, pero no le quiero escuchar, ya no sé quién es, ni él ni nadie. No me fío de ellos. Solo puedo acudir a mis recuerdos, volveré a confiar en los demás cuando desenrede por completo esta madeja y mi memoria vuelva a estar tan clara como antes. Puede que alguna vez ocurra. La verdad está aquí dentro, todavía algo borrosa, abriéndose paso como una luciérnaga que aletea indecisa y que por fuerza acabaré atrapando. Entonces se me caerá esta venda en los ojos y sabré quienes somos, qué ha ocurrido en estos meses, quién o qué nos amenaza y qué debo hacer para destruirlo.
-Todos hemos muerto – me susurra el Controlador de la Zona Q.
(Continuará)

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