lunes, 17 de abril de 2023

Lo políticamente perverso

Cabezas en un paisaje - Francisco de Goya (1820-23)

 

No salgo de mi asombro: en los últimos tiempos ¡qué buenos nos hemos vuelto todos! Somos una sociedad de santos, nos merecemos el paraíso, no el terrenal, que debió desaparecer hace mucho, pero sí ese que nos prometieron los profetas e iluminados de diverso pelaje. Y si eso nos parece aburrido, ya nos darán alternativas. Gente tan magnífica como la de esta generación se merece un Más Allá que rompa las previsiones de los que nos antecedieron. Menos angelitos patudos con arpas de oro, nada de huríes, que eso es un invento muy machista, y pensemos en disfrutar eternamente. ¿Qué por qué digo esto? Está claro, si te fijas, el respeto y la delicadeza son el emblema de este siglo. Sobre todo con los más débiles. Bien, puede que les soltemos alguna patada si se descuidan o les hurtemos un derecho por juzgarlo una bicoca que no se merecen, pero ¿y el respeto con que los tratamos? ¿y el cuidado con que nos referimos a ellos?

¿O no? Como habrás adivinado estoy siendo irónica, incluso un poco sarcástica. Deberías preguntarte, pienso yo, si realmente ese cuidado extremo en el lenguaje manifiesta un interés real por esos grupos, si te importa de verdad lo que ellos piensen o estás más pendiente de la imagen que proyectas. Porque, la verdad, mucho cuidado con los apelativos pero qué poco en cultivar la empatía. ¡Desengáñate! lo único que te importa de verdad son tus propios deseos, te miras el ombligo y poco más, eso sí, con la conciencia bien tranquila ya que tu lenguaje es intachable y eso, según crees, te lava la conciencia.

¿Te has preguntado alguna vez si esa cruzada del lenguaje políticamente correcto sirve para algo, se trata de un empeño irrelevante o, incluso, logra un efecto totalmente contrario a tus propósitos? A ver si logro hacerme entender. Amigo mío, piénsalo un poco. Eres tú el que tiene problemas de convivencia con enfermos, discapacitados o con quien presente cualquier otro hándicap. ¡Eh! Espera, espera, te lo explico. En primer lugar, me reafirmo en lo ya dicho: los prejuicios están en tu cabeza. Por eso quieres cambiarles el nombre, incluso utilizar una perífrasis, sin reparar en que los sustantivos y adjetivos son cómodos, expresivos, precisos, y el ser humano los utiliza desde tiempo inmemorial. ¿Crees que me equivoco? De acuerdo, vamos un paso más allá. ¿A que no se te ocurre llamar a un médico persona licenciada en medicina? Pues, según tus argumentos, deberías hacerlo ya que ese hombre o esa mujer no solo ejercen su profesión, también poseen otros muchos atributos. Lo mismo valdría para persona que preside el gobierno de un paíspersona que reina o persona que escribe novelas. Mira, revísate esos prejuicios antes de poner patas arriba el idioma y volvernos locos a todos. A ver si vas a ser tú el que mira de arriba abajo al autista, al manco y al ciego. Las palabras tienen un significado claro y funcional, son nuestro tesoro, mucho cuidado con adulterarlas artificialmente ya que, por si no lo sabías, vocablo y concepto van estrechamente unidos. Además, son neutras. Generalmente no conllevan una carga valorativa en sí mismas, o dicho de otro modo, carecían de connotaciones hasta que llegaste tú, con tu dosis de mala conciencia y les adjudicaste lo que tienes en esa cabeza tuya, que no es aséptica precisamente. Y lo peor de todo es que estás arrastrando a todo el mundo a hacer lo mismo, ya has conseguido convencerlos de que estaban discriminando a ciertos grupos cuando, simplemente, usaban el nombre que los identifica. A este paso, dentro de no mucho tiempo, tendremos que decir persona a la que un oftalmólogo u oftalmóloga diagnosticó miopía hace diez años y medio para referirnos a los miopes, pues la expresión que usábamos antes ya se nos habrá quedado corta. ¿Qué tú no has sido el primero en distorsionar el lenguaje así? Entonces revisa tu capacidad crítica, que quizá esté un poco averiada.

Una definición más para acabar. O varias. A saber, las de condescendiente, prepotente y arrogante. Esas no te las voy a dar yo, consulta un diccionario. O mejor, coge un espejo y mírate.