jueves, 30 de enero de 2014

La soportable levedad del amor


Le espié desde la torre, cuando el ascensor de cristal que sobresalía del museo de arte  moderno subía al piso 70. En ese lapso, aprovechando que paramos varias veces para recoger gente o dejarla, descubrí a Adolfo besuqueándose con cuatro mujeres distintas: tres mientras subía y una más a la vuelta. Les aseguro que lo vi con toda claridad, a pesar de que la velocidad del descenso hacía que me temblasen las piernas. Lo peor de todo es que, entre medias pasé más de media hora mirando la exposición. O haciendo que miraba porque las dolorosas imágenes bullían dentro de mí, mucho más nítidas que aquellos insulsos trazos por muy enmarcados que estuviesen. En ese recinto circular, rodeado de ventanales, hacía más frío que en la calle, el aire estaba silencioso, como enrarecido, la ciudad entera se extendía a mis pies. Notando la velocidad con que las seducía, me pregunté cuántas más habrían pasado por sus brazos en ese espacio de tiempo.
Joan Míró - El bello pájaro descifrando lo desconocido a una pareja de enamorados
Cuando llegamos de nuevo a la explanada el parque empezaba a colmarse de sombras. Supuse que la última mujer, una rubia platino con un vestido estampado, que vislumbré apenas rebasado el piso 13, sería quién le acompañase esa noche. ¿O acaso aquel desfile de beldades iba a continuar hasta el infinito? Tomamos una copa en el quiosco del museo, al aire libre, con nuestro guía que se demoraba alabando texturas y matices. Mi tensión aflojó un poco; me reía por dentro al ver a mis colegas disimular amablemente el bostezo. Pero Laura María me tocó el hombro y yo asentí. No sé cómo, había sido capaz de entrever lo que ocurría al otro lado, en uno de los senderos laterales del parque de mis desdichas.  
Joan Miró . Figuras y constelaciones

Ahora ya no eran solo chaladuras mías. Lo habíamos visto las dos. Fruncí el ceño, abrí el bolso con rabia, saqué el catálogo que había recogido a la entrada y lo arrojé a la papelera sin tener en cuenta si miraba alguien, ni siquiera el comisionista, tan empeñado él en meternos las telas por los ojos. Era obvio que no estaba de humor para comprar nada, menos aún para gastarme el dineral que valían aquellos garabatos. Porque eso es lo que eran, por mucho pedigrí que se les adjudicasen y a pesar de sus ilustres avalistas.
Joan Miró - Mujer delante del sol
Pero esa noche las pinturas se vengaron visitando mis sueños. Por delante de mí desfilaron azules chispeantes, blancuras luminosas, un mar de música y nubes que giraba en torno al cuarto como un trompo. El tornado me elevó hasta la estratosfera; aquella altura mejoraba mucho el panorama de la exposición, casi daban ganas de comprar algo. Yo estaba de pie, sobre cirros y cúmulos, la melena al viento, vestida con casaca y con la espada al cinto, como los guerreros en los cuadros de época. Solo por probar, la agité a un lado y a otro –era como una cinta finísima, azulada, casi transparente– hasta topar con la cabeza de Adolfo, que segué limpiamente, envolviéndole en una paz que jamás había conocido en vida.

En absoluto parecía un cadáver, se observaba en él una sensación soñolienta. Del cuello le manó una sangre inmaculada, como nieve cálida y dulce.



martes, 28 de enero de 2014

Coger el avión con EPOC


Un artículo realmente práctico. Para leer con mucha atención.

Ansalatina.com

Miles de personas sufren en vuelos

BUENOS AIRES, 12 (ANSA) - Los pasajeros con enfermedades cardiorrespiratorias (Epoc) son propensos a sufrir complicaciones de diversidad severidad durante los vuelos, advirtió hoy la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (Aamr).

 "Cada año millones de personas viajan en avión, entre ellos un número creciente de pacientes con alguna enfermedad cardiorrespiratoria", por lo que "una adecuada evaluación de estos pasajeros permitirá prevenir las emergencias en vuelo", señaló un informe de la organización científica.


 Cuando se viaja en avión, la altura de crucero es de 9.000 a 13.000 metros y la presión atmosférica es tan baja que la cabina debe ser presurizada, a medida que asciende, para garantizar la seguridad y confort de los ocupantes. La presión generada en la cabina es de alrededor de un 75% de la existente a nivel del mar, lo que implica un 25% menos de oxígeno, pudiendo generar un verdadero riesgo en pacientes con dificultades respiratorias.


    En pasajeros con enfermedades cardiorrespiratorias, fibrosis pulmonar, insuficiencia cardíaca, enfermedad coronaria y enfermedad cerebrovascular, "estas condiciones pueden traer complicaciones de diversa severidad", alertó la Aamr.

   Los trastornos pueden surgir por 2 mecanismos: hipobaria (baja presión atmosférica) e hipoxia relativa (baja cantidad de oxígeno). Esta última ocasiona síntomas como falta de aire, palpitaciones, confusión, mareos, convulsiones, dolor de pecho, infarto de miocardio y accidente cerebrovascular.

    "En pacientes con alguna de las condiciones mencionadas, es necesario determinar quiénes tienen riesgo real de complicaciones durante el vuelo, razón por la cual antes de viajar deben consultar a su neumólogo y realizar el chequeo correspondiente", recomendó la entidad científica. En aquellas personas en las que, a pesar de las evaluaciones, siguen quedando dudas se puede recurrir a pruebas más sofisticadas que simulan las condiciones existentes en la cabina de un avión y evocar, de manera controlada, algunos de los síntomas que puede desarrollar el pasajero durante el viaje. Las técnicas de simulación son la hipoxia hipobárica y la hipoxia normobárica. La primera precisa de cámaras hipobáricas, de alto costo y escasamente disponibles.

La segunda, se realiza mediante una concentración de oxígeno que simula las condiciones existentes en la cabina del avión y puede ser realizada en un laboratorio de función pulmonar adecuadamente equipado.
Visita mi nuevo blog sobre la cuestión respiratoria: http://charlasconpacotella.blogspot.com

12/01/2014 19:17

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domingo, 26 de enero de 2014

Una casa en Córcega (Au cul du loup) - 2011


Esta coproducción franco-belga narra una historia de relaciones personales y búsqueda de un lugar propio en el mundo a través de los ojos de Christina, una joven cuyas tentativas para superarse a través de la vocación artística y el paso por la universidad, se ven sustituidas por una vida anodina en un círculo estrecho donde su futuro está ya concertado y el día a día es tan confortable y seguro que no le permite ninguna otra exigencia.
Lo que produce la vuelta de tuerca de la trama es una herencia, factor que siempre ha dado mucho juego en la ficción, pero que en este caso no cumple el papel que juzgamos previsible. Nuestra heroína no goza de golpe de fortuna alguno, al contrario, el bien que recibe va a acarrearle un sinfín de problemas y gastos. Cumple también la función de desencadenar una serie de hechos que acabarán proporcionándole la excusa para dar ese giro a su vida que, aún sin planteárselo de forma consciente, estaba necesitando.
Al momento de romper con todo se le suele atribuir una espectacularidad que no tiene. Hasta los grandes cataclismos humanos se producen de la manera más anodina y rutinaria. Nada de lo que nos ocurre, por muy traumático o maravilloso que sea, va acompañado de sones de trompeta: cubrimos la tostada con mantequilla mientras hipamos y nos sorbemos los mocos en la habitación contigua a la que alberga el ataúd de nuestro padre, por poner un ejemplo que despiste. Ese es, precisamente, uno de los méritos de esta película, correcta, bien dirigida e interpretada pero, sobre todo, fiel a la realidad más cotidiana, que, a fin de cuentas, es la que emociona, siempre que se presente con convicción.
 
Existe un elemento que se mantiene semi-oculto y, que de haberse desarrollado hubiese llevado la historia a otro nivel. Hablo de esa pariente que parece conocer muy bien a Christina, tanto que sus previsiones ejercerán, tras su fallecimiento, un papel decisivo, no solo en la vida de esta, sino en la de todo su círculo. Pero lo que, en principio,  consideramos astuta sabiduría de la anciana, bien podría ser producto de un mero capricho, y simple casualidad lo que sucede más tarde. Considero un fallo del guión esta vaguedad argumental. Cierto es que nos llevaría muy lejos dar consistencia a estas intuiciones, pero no se puede negar que no es lo mismo atribuir un vuelco del destino a los calculados designios de una abuela que ha pasado a mejor vida, que a una concatenación de hechos monda y lironda.  
 
La familia en bloque pasa del escepticismo y la oposición fulminante a una resignada tolerancia para acabar entregándose incondicionalmente. Como suele ocurrir fuera de la pantalla, la mayor parte de las veces son las circunstancias quienes dan forma a las actitudes de uno y otro signo. En este caso, los hechos transcurren con la misma monótona fluidez que en la realidad y se ven interrumpidos por los sobresaltos e incidencias que asaltan de vez en cuando a todo el mundo. Por eso, como es lógico, asistimos al momento más típicamente novelesco, la prueba de fuego que evidencia irrefutablemente la sabiduría narrativa del guionista o su contraria: el amor. Duculot no se presta a concesiones y conduce a los personajes por derroteros que, precisamente por estar tan cargados de verdad, apenas podíamos prever.
 
 
En definitiva y, para bien o para mal, un pedazo de vida. Exactamente como si estuviésemos espiando a alguien por el agujero abierto en una tapia.

 
·         Título original: Au cul du loup (Miles from Anywhere)
·          Año: 2011
·         Duración: 83 min.
·         País: Bélgica
·         Dirección: Pierre Duculot
·         Guión: Pierre Duculot
·         Fotografía: Hichame Alaouie
·         Coproducción Bélgica-Francia
·         Género: Drama

viernes, 24 de enero de 2014

La cápsula del tiempo

 
En cuanto abrió los ojos comprendió que regresaba de un sueño muy largo. Una intensa punzada en el costado, justo debajo del corazón, empezaba a producirle náuseas. Comprendió que, a fin de cuentas, era un latigazo amigable pues había conseguido devolverle a este mundo. No sentía frío ni calor. La oscuridad era absoluta. Se incorporó con dificultad palpándose el dolor y se aferró al borde del tablero que había descubierto su mano derecha; luego, tanteando ese filo, se situó en el lado opuesto donde descubrió una luz diminuta, El piloto color esmeralda parpadeaba delatando algún aparato electrónico y sirviendo de faro exclusivo a su despertar titubeante.
 
Febril, ansioso, empleando todas sus fuerzas en ignorar el pinchazo que estaba a punto de hacerle desmayar, siempre aferrado a la mesa, se deslizó hasta tropezar con unos bultos: un teclado metálico, palancas, hileras de plástico cuadradas y frías. Aquel paisaje táctil empezaba a resultarle familiar. Apenas recordaba nada pero sus manos tenían memoria propia. No le cabía duda de que sabía manejar aquello aunque le fuese imposible explicar por qué.
Recorrió el teclado con pericia mientras la otra mano apretaba el foco de todas sus angustias. Notó humedad en los dedos y supuso que estaba sangrando. La masa lechosa que tenía enfrente se convirtió en luminoso visor. Una pericia inconcebible dirigía los movimientos de su brazo. Al levantar la palanca pudo entrever el recinto y a sí mismo forcejeando con la máquina envuelto en un débil halo verduzco; acto seguido la condujo al otro extremo y contempló con nitidez la nave donde estaba encerrado, una diminuta cápsula esférica vagando como un átomo por la inmensidad del universo desde haría quién sabe cuántas décadas.
En ese momento reparó en dos detalles. Enfrente, a su alcance, se encontraba la aguja que marcaba una velocidad muy superior a la de la luz. Pero lo inquietante de verdad era la certeza de que quien le había herido gravemente tenía, por fuerza, que estar allá dentro, inspeccionando a su lado el universo por toda la eternidad y más aún.

miércoles, 22 de enero de 2014

Ojo al dato. EPOC: Mayor impacto y más riesgo en las mujeres

A partir del momento en que el número de fumadoras se incrementó de forma significativa, esto se veía venir. Ahora ha pasado ya el tiempo suficiente para poder calibrar los efectos de esta perniciosa adicción.

Si padeces esta patología, eres profesional de la medicina o conoces a algún paciente, me gustaría muchísimo conocer tu opinión o que compartas con nosotros tu experiencia.

El Tribuno
Salud Incremento de la mortalidad

Epoc:  mayor  impacto  y  más  riesgo  en  las  mujeres
05.01.14 Muestran un grado mayor de estrés psicológico y una sensación peor de control de los síntomas que los varones.

La prevalencia de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (Epoc) se incrementó en todo el mundo, fundamentalmente a expensas del aumento en las mujeres. Según los estudios médicos, en los países desarrollados, la Epoc en la mujer es consecuencia, principalmente, de la exposición al humo de tabaco, y en los países en vías de desarrollo, a la inhalación de los productos de combustión de la biomasa.
El subdiagnóstico de la Epoc es más común en las mujeres ya que ha sido asociada principalmente al sexo masculino.

En la mujer la enfermedad presenta aspectos diferenciales que son necesarios de considerar para poder diseñar estrategias terapéuticas exitosas.
La mujer con Epoc presenta mayor disnea, elevada prevalencia de desnutrición, alta prevalencia de ansiedad y depresión y un patrón de distribución del enfisema diferente al de los varones.
El grado de tabaquismo en mujeres ha aumentado de forma exponencial en los últimos 30 años, alcanzando, y a veces superando, al de los varones, sobre todo en los países en vías de desarrollo.


Esto es aún más preocupante si se considera que el grado de tabaquismo en las adolescentes es mucho mayor que en sus pares masculinos.
De acuerdo a estudios epidemiológicos recientes realizados en Estados Unidos, el número de casos, ingresos hospitalarios y muertes causadas por Epoc es, por primera vez en la historia, mayor en mujeres que en varones.

Tendencias similares se observan en Canadá, el Reino Unido, Finlandia y otros países desarrollados. En las áreas rurales de los países en desarrollo, la exposición al humo de la combustión de la biomasa produce más Epoc que el propio tabaco.
Esto ocurre especialmente en mujeres que cocinan en ambientes pobremente ventilados donde las concentraciones de partículas materiales en el aire ambiente están muy por encima de las recomendaciones establecidas.

La disnea es uno de los síntomas fundamentales de la Epoc, y es el síntoma por el que consultan los pacientes con mayor frecuencia.
Según datos aportados por estudios recientes para el mismo grado de obstrucción bronquial, las mujeres refieren una disnea mayor. Otros síntomas frecuentes de la enfermedad que ayudan a considerar su diagnóstico son la tos y expectoración crónica.

La hiperreactividad bronquial es mucho más frecuente en el sexo femenino, tanto en mujeres sanas como en las que presentan Epoc, esto significa un factor de riesgo para el desarrollo del mal, para la aparición de síntomas (tos, expectoración o sibilancias) y para el declive de la función pulmonar.
En comparación con los varones, las mujeres tienen vías aéreas de diámetro más pequeño con paredes proporcionalmente más gruesas, y enfisema menos extenso, que se caracterizan por orificios más pequeños y de distribución predominantemente central.

En varones con Epoc la calidad de vida está directamente asociada a la disnea, la capacidad de ejercicio, el grado de obstrucción bronquial, el nivel de oxígeno arterial, la presencia de ansiedad o depresión y con la mortalidad.
Los datos existentes indican que las mujeres, en comparación con los varones, presentan una mayor afectación de su calidad de vida relacionada con la salud y esto estaría relacionado con factores no fisiológicos, como la presencia de ansiedad o depresión, lo cual es altamente prevalente en el sexo femenino.

La ansiedad y la depresión causan un importante impacto en la Epoc, tanto por su estrecha relación con la presentación clínica de la enfermedad (influencia en la disnea y calidad de vida) como por su relación con el pronóstico.

 Puedes leer el artículo aquí
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lunes, 20 de enero de 2014

Don Rufo bufa: ¡Enhorabuena Gamonal!

Por fin alguien ha dicho basta a pecho descubierto y eso merece un aplauso.
Cuando el poder, no contento con abusar de los más débiles, alardea de su prepotencia y se regodea en el abuso y el alarde, cuando se ha impuesto silencio mediante la represión policial por un lado y el descrédito de la protesta por otro, cuando dar la cara puede significar pagar un altísimo precio, uno tiene que ser muy valiente o tener ya muy poco que perder o ambas cosas, para saltar a la palestra y no dejarse influir por demagogias ni amedrentar por amenazas.
He leído en alguna pancarta: “Gracias bulevar por despertarnos”. Yo diría: Gracias Gamonal por demostrar que se puede hacer algo más que votar cada cuatro años, que el aguante tiene un límite, que la razón puede triunfar, que las tomaduras de pelo pueden y deben denunciarse.

Porque robar está muy feo, pero todavía lo está más burlarse, encima, de aquel a quien se roba. Y ¿qué es anunciar a bombo y platillo que la normalidad está a solo un tiro de piedra mientras se incrementan los recortes y no existe el mínimo indicio de que se vayan a restaurar los niveles de antes en salarios, prestaciones y servicios, sino una burla descarada y, además, de pésimo gusto?

Es falso, aunque ahora se esfuercen en hacérnoslo creer, que el ayuntamiento haya sufrido un despiste lamentable no atendiendo las reivindicaciones de los vecinos. Dedicarse a embellecer un barrio ignorando los problemas sociales es justamente lo que pretendían. Interesa mantener ese estado de cosas, empobrecer cada vez más a los que menos  tienen para que el desnivel sea cada vez mayor. Ese es el objetivo primordial de la derecha desde siempre, y últimamente también de la denominada izquierda, en Burgos y en cualquier sitio, y no hablo solamente de España. Hay quien lleva algún tiempo extrañándose de que esta situación todavía no haya hecho aguas. Y es que nadie quiere que el río se desborde, pero está bien tirar vasos de agua a la ribera por si a alguien le salpica y decide poner de un vez diques consistentes. Diques que contemplen de nuevo el bienestar de las personas, que les devuelvan su nivel de vida anterior, diques legislativos que eviten abusos empresariales y bancarios, que contribuyan a restablecer la armonía y frenen esa mal llamada crisis que no es otra cosa que el recrudecimiento de una guerra económica declarada pero encubierta. ¿Es esto posible? Pues sí, lo estamos viendo.

 

Alguien –allá en las alturas– ha pestañeado un momento y ha tenido una revelación: la del contagio irreversible del hartazgo, la de un mapa en el que los focos serán cada vez más numerosos y la propagación de la riada se volverá más y más incontenible. Y, probablemente, ha sentido vértigo, una especie de cosquilleo estomacal que le ha producido pesadillas. Total ¡qué más da un bulevar más o menos! Démosles lo que quieren y que se callen de una vez, que el bulevar ha despertado a Gamonal pero Gamonal está despertando las conciencias. 

sábado, 18 de enero de 2014

Charlas con Paco Tella: El color de mi cristal

-Molina, ¿estás ahí?

Me preparaba para un parto inminente, el de la novia de Mancha, mi gato. Le seguí la pista un día y los encontré entre las ruinas de una fábrica. Me la traje a casa y le he puesto Gorgorita. Llegó muerta de frío, aunque programé el termostato y parece que estamos en el agosto. También acondicioné el trastero para que tuviese espacio propio sembrándolo de mantas y almohadones que luego tiraré a la basura. No solo es ella la que necesitaba estar confortable: sus crías tenían que llegar felices a este mundo. Iban a nacer en mi casa, y todo el que pase por allí, hasta la planta más humilde, debe sentirse como un rey.

-Molinaaa.
Escuché una vocecilla en algún sitio. (Parece que me llaman. ¡Ah! Vale. Es el contestador).

-Pi pi pi pi.

(Este chisme, últimamente, no registra llamadas. Imposible saber quién era a no ser que vuelva a llamar).
-Pero bueno –la  misma voz lejana– ¿es que estás sorda o qué?

(Pues no era el teléfono. Ya decía yo, esa llamada no había dejado ni rastro).
Cris chillaba allá abajo, en la plataforma de las rocas. Alguien había cerrado la verja y tuve que bajar a abrirla.

Entró en mi casa dando saltitos.
-¡Grrrr! Hoy hace un frío de perros, he estado a punto de congelarme por tu culpa. ¿A qué huele?

-Creo que a gato. Es que la nueva inquilina es menos limpia que Mancha, pero ya la acostumbraré.
-Molina, estoy muy deprimida. Ayer vino una chica a ver a Paco.

-¡Venga, mujer! ¿Te vas a poner celosa a estas alturas?

-No, si lo que me ha dejado hecha polvo es la historia que nos contó. A veces da la impresión de que esta vida es un asco.
-Jajaja. Tienes una forma de ser pesimista que se parece mucho al optimismo.

-Una chica muy guapa. Mariola. La invitamos a chocolate con tarta.
-De queso ¿a que sí? ¿Estás segura de que no son celos?

-Para nada. Es una chavala que conocemos de la sala de espera de la clínica. También ella tiene un problema en los bronquios y piensa que nunca se va a emparejar.
-No me extraña. Supongo que es complicado vivir con alguien que siempre se está ahogando.

-Dímelo a mí. Ella habla de uno que hace una semana salió huyendo. Pero lo que le importa, más todavía que la espantada, es el malentendido. Por lo visto, se lo habían presentado en una fiesta. Primero se quedó encerrada en la terraza y casi se muere de frío. Igual que yo hace un rato, pero por lo menos yo no estoy enferma. Por cierto, ¿tienes algo dulce?
-Pues... Unas garrapiñadas, creo. Ya sabes que no soy golosa.

-Da igual, tengo la dentadura hecha mierda.
-Cada día hablas peor ¡leñe!

-Jijiji. Es que lo de esa chica me ha llegado al alma.
-Mira, mejor te pongo un whisky.

-Bueno. Ya sabes, con agua y un cubito, pero espera un momento, si no paras quieta no te lo puedo contar. La pobre se pasó la tarde llorando, dice que las historias de Paco no son tan desagradables, que lo suyo es mucho peor. Y puede que sea verdad. Hasta Paco lo cree.

-¿Qué dices? Pero si él tiene un repertorio para caerse del susto.
-Pues solo hay que fijarse en la última. Parece que el muchacho ha sufrido mucho con una novia a la que quitaron un pecho y no sobrevivió. Quería contarlo a toda costa, pero ella se estaba ahogando porque había pasado mucho frío en la terraza esa.

-¿Otra vez? No seas rencorosa, Cristina, juro que no te he oído llegar.
-¡Que no! Eso es lo que nos contó Mariola que le había pasado en esa fiesta, estoy repitiendo palabra por palabra. Luego se metió en una habitación llena de humo y unos espabilados estuvieron jugando a no dejarla salir.

-¡Por dios!
-Queda mucho torpe por ahí. A lo que iba. El chaval estaba interesado y quería ponerla al corriente. La pobre Mariola respiraba fatal esa noche por todo lo que le había pasado, pero el otro le invitó a una pizza y aceptó. Estuvo hablando él solo hasta las tantas. Ella metía baza de vez en cuando, quería hacerle entender que su salud tampoco era demasiado boyante, pero no se enteraba de nada porque seguía obsesionado con la novia.

-¡Ya!
-Luego la llevó a casa y, cuando estaban a cinco minutos, Mariola no tuvo más remedio que callarse. Le tocó el brazo y cree que puso cara de angustia. Se esforzaba en jadear bajito para que el chico no notase que apenas le quedaba resuello y le faltó muy poco para pedirle que la llevase a urgencias.

-¿Ha estado ingresada alguna vez?
-Miles. Como Paco.

-Pero ella es mucho más joven ¿no?
Vincent Van Gogh -  Mountains at Saint-Remy (1889)
-Pues sí, pero tendrá un organismo muy sensible. ¡Yo que sé! Cuando llegaron a la puerta de su casa, se había recuperado un poco. Intentó hacerle entender, como pudo, que eso era lo que le había estado explicando todo el tiempo. Él puso cara de circunstancias. No parecía nada convencido. Digo yo que vete tú a saber lo que estaba pensando.

-¿Y?
-Que tanto interés por ella para nada. No le ha vuelto a ver el pelo.

-Pero ya se lo había dicho. No entiendo esa cerrazón de la gente.
-Yo tampoco. Debe ser que cuando oyen algo por primera vez tienden a no creérselo.

-¿También los problemas de salud? Cuantas enfermedades habrá que no conozcamos los que no hemos estudiado medicina.

-En fin. Ya estás tardando con el whisky. ¿Dónde está la gata nueva que le voy a dar un achuchón?
-Creo que pariendo. ¡Ayyyy!


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jueves, 16 de enero de 2014

Caricatura

El sol explotó otra mañana más y a Sebastián le encontró de nuevo fuera del porche, debajo de uno de los naranjos en flor que su padre había plantado tiempo atrás justo al borde de la piscina, debatiéndose entre el sueño y amagos de una lucidez impregnada de resaca. Una resaca con los peores síntomas, una resaca de órdago.

Cada uno de sus rayos tocó una brizna de hierba. Muchas de ellas contenían un insecto sorbiendo los últimos restos de rocío. Este césped, surgiendo de la tierra arcillosa, se extendía como un abanico oscilante a lo largo y ancho de la finca de los Garmendia. La fuerza del sol se iba intensificando, la potencia del viento disminuía mientras el día iba cobrando fuerza.
Jacek Yerka: Hay otros mundos dentro del mundo

 Poco a poco, a medida que el aire se aquietaba, el agua perdió sus ondulaciones y dejaron de oírse los acordes de la orquesta del club social, que se negaba a abandonar la machacona intensidad con la que había castigado los oídos del pueblo durante toda la noche del viernes.
 Los exiguos restos nubosos habían dejado de volar y flotaban sobre su cabeza estáticos. O eso le parecía notar, borrosamente, mientras, con su absurdo panamá, la camisa floreada que solía exhibir por esa época –como si su aspecto no fuese por sí mismo lo suficientemente ridículo– y los ojos bien protegidos por cristales reflectantes, sorbía los restos de whisky salpicado de tabaco húmedo que aún quedaba en el fondo del vaso.
 
La angustia etílica, a la vez que le envolvía sutilmente, le obligaba, con la mayor de las tiranías, a contar una a una las nubes, cada hebra de césped, insecto, gota de rocío, rayo solar. Su evidente incapacidad para abarcarlo todo le producía un sufrimiento atroz. Hubiese querido registrar hasta las moléculas, sentir y explicar la última partícula de su cuerpo, tener la mente tan lúcida y despejada como el más potente ordenador que se pueda concebir.
No es que allí se estuviera mal del todo, bajo el tibio sol matutino, con el agua fresca a su alcance, saboreando su mugrienta bebida de importación (destilada, dicho sea entre nosotros, a solo unos kilómetros al norte), escuchando aún, a retazos, los solos de violín y los tambores, pero le urgía, casi le iba la vida en ello, conocer el número exacto de notas musicales, gotas de agua, partículas cromáticas, terrones de arena, corpúsculos luminosos, patas, alas y facetas oculares de insectos, así como otros millones de innumerables minucias que, de no ser por aquella congoja obsesiva, hubiesen contribuido a que volviera a sumirse en un reposo más que confortable.
 

martes, 14 de enero de 2014

Aumentar los impuestos del tabaco podría evitar muchas muertes


Y ¿qué están haciendo que no lo ponen ya en marcha?
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Onmeda.es

Aumentar los impuestos del tabaco podría evitar 200 millones de muertes

06.01.2014
Según un estudio, esta medida sería especialmente eficaz en los países de bajos o medianos ingresos, donde los cigarrillos baratos son relativamente asequibles.
El tabaquismo se podría reducir hasta en un tercio si se triplicasen los impuestos del tabaco en todo el mundo. Así lo afirma una revisión de un estudio realizado por los investigadores del Cáncer Research de Reino Unido (CRUK) publicada recientemente en el New England Journal of Medicine. Este nuevo informe afirma que se podrían evitar 200 millones de muertes prematuras en este siglo por cáncer de pulmón y otras enfermedades.
Según esta investigación, aumentar el impuesto en una cantidad fija por cigarrillo ayudaría a reducir la brecha de precios entre los cigarrillos más caros y más barato, lo que animaría a la gente a dejar de fumar por completo en lugar de cambiar a una marca más barata, y podría además prevenir que los jóvenes se iniciasen en la adicción al tabaquismo.
En concreto este trabajo argumenta que esta medida sería especialmente eficaz en los países de bajos o medianos ingresos, donde los cigarrillos baratos son relativamente asequibles, aunque también en los países más ricos. El ejemplo que toma el estudio es el caso de Francia que redujo a la mitad el consumo de cigarrillos entre 1990-2005 aumentando los impuestos muy por encima de la inflación.
Para llevar a cabo esta revisión, se examinaron 63 artículos sobre las causas y consecuencias del consumo de tabaco en diferentes países. Harpal Kumar, director ejecutivo de CRUK ha declarado que, a nivel mundial, alrededor de quinientos millones de niños y adultos menores de 35 son ya o pronto serán fumadores, por lo que es necesario que los gobiernos encuentren formas para que estas personas no se inicien en el tabaco y ayudar a dejarlo a los que ya son consumidores.
Puedes leer el artículo aquí

domingo, 12 de enero de 2014

Los árboles azules 29: Cigüeña y Periquito


 
Parecía como si el brillo de su mirada le prestase una nueva forma de ver las cosas, incomparablemente más penetrante. La Cigüeña se alzó sobre sus piernas larguísimas oteando por encima de la valla en la noche, mientras su víctima intentaba atraer su atención. En vano. Ella se había hecho cargo de la situación, la dominaba, era la reina de la noche, el único elemento que no tenía controlado y escudriñado a conciencia era yo, precisamente. El asfalto de la avenida que se abría ante nosotros aparecía también reluciente, pero los ocasionales faros que se arrastraban por allí, o los semáforos que parpadeaban a lo lejos, arrojaban un reflejo áspero y sucio. Ella tampoco estaba muy limpia pero irradiaba triunfo. La lluvia seguía cayendo, el coche de la policía continuaba oculto tras la esquina más cercana, el Periquito silbaba ahora muy suavemente, sin duda resignado a no recibir asistencia médica, ni siquiera las desmañadas atenciones que podía haberle proporcionado la chica. Debía pensar, y con razón, que era preferible continuar lisiado, quién sabe si para siempre, que pudrirse el resto de su vida en la cárcel.

En cuanto a mí, me había convertido en  un fardo que servía de parapeto a los dos pájaros y había soportado estoicamente el tiroteo con los otros malos, los que habían huido ya. No habría podido calcular cuántos eran, tres o cuatro por lo menos, en cualquier caso mayoría, pero la astuta Cigüeña era capaz de todo al parecer. Por mi parte, me mantenía tan inmóvil como si yo misma estuviese fabricada con material de construcción y herramientas inservibles. En ello me iba la vida. Podía ver relucir los ojos de la Cigüeña bajo su áspero pelo revuelto y los lagrimones que se habían secado en su cara formando un espeso barro compuesto de maquillaje, suciedad y pólvora. En el aire, el denso mejunje que habían dejado los tiros seguía saturando el ambiente y provocándome unas peligrosas ganas de estornudar. Un sufrimiento añadido, concentrar todas mis fuerzas para contener ese deseo irreprimible. Mientras tanto, el fulano seguía dándome la espalda y quejándose.Me inquietaba un poco él, aunque alardease de haber quedado paralítico. Al menos a ella la veía con claridad, podía prever sus movimientos y, por ahora, parecía tranquila o con una excitación controlada. Tenía bien localizado al coche patrulla, sus adversarios puestos en fuga y su cómplice fuera de combate en apariencia, tras intentar entregarse un par de veces saliendo a la puerta del garaje con los brazos en alto. Al principio, no hizo más que ponerle la zancadilla, pero cuando vio que no podía contenerle por las buenas, le había propinado sin la menor vacilación sendos disparos en las articulaciones de las piernas y le había arrastrado hasta allí, tras ese amasijo de sacos, piedras y hierros, donde yo seguía oculta y sin ninguna intención de dejarme ver en semanas y meses si fuese necesario. Era un refugio muy precario, ciertamente, pero, por el momento, me había mantenido con vida y con la posibilidad de atisbar claramente todo lo que ocurría a mi alrededor. Eso sí, me dolía terriblemente la espalda, la cabeza, las pantorrillas, los dedos de las manos. Tenía que mantenerme en vilo mientras sujetaba a pulso parte de la maquinaria. Si el trance no hubiese sido tan arriesgado, hacía tiempo me hubiese quedado sin fuerzas, estaría derrumbada con toda la chatarra desparramada en torno a mí. Pero sucumbir suponía ser descubierta y un tiro a bocajarro en el centro del pecho era lo mejor que podía esperar. O en la cara, según qué parte de mi cuerpo le quedase a la Cigüeña más cerca, a su mano derecha para ser exactos.

(Continuará)