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Al
fin somos felices. Estamos rodeados de azul. El turquesa azul-verdoso del mar,
el desvaído celeste de la atmósfera, hasta la cubierta del barco está pintada
de un azul vibrante. Se acabó el invierno. Disfrutamos de una temperatura ideal.
El sol ha llegado y se queda.
Aprovechando
este clima excepcional, he invitado a Paco y a Cristina. Se alojan en mi casa desde
hace una semana, así que tengo muestras suficientes para asegurar que son el
paradigma de pareja civilizada del flamante milenio. He dicho pareja y
rectifico. Mis amigos ya no viven juntos. No han pedido el divorcio porque no
les parece necesario. Utilizan indistintamente sus pertenencias, todo en ellos resulta
provisional, cualquier objeto es prestado, allí no hay propiedad que valga, los
niños van y vienen, y lo más importante, entre ellos se percibe una camaradería
asombrosa, una tolerancia fuera de lo común. Al principio pensé que fingían,
pero algo como esto no se puede mantener mucho tiempo, así que me han
convencido. Han sido una pareja insólitamente bien avenida y ahora son una ex
pareja excepcional. Paco es quien da ejemplo, pues quien ha encontrado
compañero en un tiempo record –y contra todas las previsiones, principalmente las
suyas– es Cris.
Mientras
la pareja y media pasa las vacaciones conmigo, los niños se desfogan en el
pueblo de Paco. Los abuelos han sido la solución providencial pues la nueva
adquisición de mi amiga todavía no les ha sido presentada. Se llama Raúl y es
griego de nacimiento, de madre española y padre turco. ¿Necesitan más detalles?
Está soltero. Tiene seis meses y medio más que Paco. Se dedica al negocio de la
madera. ¿Qué significa eso exactamente? Ni lo sé ni me importa.
Ahora
vivimos el momento tumbados bajo el sol en las hamacas. Los cuatro, Paco, Cristina,
Raúl y yo. Se nos ha ocurrido jugar a la verdad, el entretenimiento más
peligroso que podríamos practicar, dadas las circunstancias. Paco es quien lo
ha propuesto y eso me ha hecho intuir alguna intención morbosa por su parte, imaginaba
que preguntaría cómo se conocieron ellos, o algo peor, algún detalle escabroso
de la nueva pareja. Nada de eso. Salvo alguna cuestión sin resolver del pasado,
por lo demás bastante insulsa, quien se muestra intrigada por la nueva vida del
otro es ella. Nunca dejaré de sorprenderme.
-¿Cuándo
has tenido tu última cita? –interroga Cristina.
(Continuará)
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