¿Es posible agredir con una
obra de arte? ¿Puede la belleza producir inquietud, pavor o alguna otra
sensación desagradable? Aunque parezca extraño, con estas preguntas intento
aproximarme a la paradoja que encierra Whiplash,
paradoja que plantea, a su vez, los consabidos interrogantes sobre función
y naturaleza del producto artístico. Concretando más, la cuestión es si lo
hermoso, lo bien estructurado, lo ejecutado a la perfección, aquello que más
atinadamente nos enfrenta con nuestras auténticas grandezas y miserias es capaz
de producir sufrimiento o, al menos, sensaciones contradictorias igual que un
foco luminoso, el más imponente de los desfiladeros o las pinturas negras de
Goya.
Pocas veces el manoseado tópico
de “cine en estado puro” refleja
tanto la realidad como en esta película. La intensidad de unas emociones claramente
enraizadas en lo autobiográfico es irreproducible verbalmente. Por eso, y si no
lo han hecho ya, tienen que ver esto y, sobre todo, tienen que escucharlo. Pero
solo si realmente aman el jazz.
Tomen nota: estoy hablando de amor. Sé lo que digo, al espectador no
se le permite escuchar sin más, se ve obligado –violentado incluso– a
sumergirse en las profundidades abisales de la música. Me temo que no basta con una ligera inclinación
por lo jazzístico, porque trama y banda sonora se funden con un frenesí que
supera todo lo imaginable, porque nos sentamos en la butaca y no podemos
apartar los ojos de la pantalla, porque resulta de todo punto imposible dejar
de escuchar el tumulto de los instrumentos. Habría que salir de la sala para
eso. Y doy fe de que, en algún momento y cada vez más, arrecian las ganas de
irse. De escapar de tanta agresión.
Esta paradoja emocional
transmitida mediante la técnica tiene su necesaria correspondencia en el argumento.
Asistimos a la conjunción más perfecta de admiración/odio, al suplicio que llega
a suponer la solicitud excesiva, a la irrefrenable potencia del genio artístico
solo comparable a la de una fiera hambrienta, a un terremoto o al rayo
destructor. Y, planeando sobre el relato, el eterno interrogante de Maquiavelo sobre
la legitimidad de los medios.
Así lo expresa el director:
“… quise hacer una película acerca de la música con el sabor de las películas de guerras o de gánsteres, donde los instrumentos reemplazan a las armas, donde las palabras son tan violentas como las pistolas y donde la acción se despliega no en una batalla, sino en un aula de ensayo de un colegio o en el escenario de un concierto”
Una batalla que, aunque
orquestada entre profesor y alumno, tiene muy poco de pueril. Ambos oponentes deleitan
al público con una interpretación magnífica, sin embargo, solo uno de ellos, J.
K. Simmons, ha recibido recientemente el Óscar al mejor actor de reparto. Los
otros dos se han destinado a mezcla de sonido y montaje, ni siquiera a Damien
Chazelle se le ha reconocido el mérito. Admito que Simmons es quien tiene a su
cargo la gestualización más extrema, la teatralidad más evidente, el papel más histriónico
y hasta un mayor protagonismo escénico. No obstante, es de lamentar que la
contención sucesiva de angustia, impotencia, pánico, furia, orgullo herido,
determinación valiente y humillación en la derrota representadas por Miles
Teller hayan pasado tan desapercibidas al jurado del premio. A Teller se le
adivina el pensamiento sin necesidad de que mueva un músculo, así de simple. ¿De
simple? ¿Cuántos actores son capaces de llevar a cabo algo así?
Opino que, como los
indiscutibles monstruos de la escena que son, ambos están a la altura del otro.
Es obvio que, sin la magnífica interpretación de Simmons, Teller no hubiese
tenido oportunidad de lucirse tanto, pero también que –con independencia de la
juventud de este último–, en sentido contrario, sucede exactamente igual.
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Estreno:
2014
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Nacionalidad:
EE.UU.
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Duración:
107 min.
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Dirección:
Damien Chazelle
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Guión:
Damien Chazelle
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Producción
Jason Blum, Helen Estabrook, David Lancaster, Michel Litvak
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Fotografía:
Sharone Meir
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Montaje:
Tom Cross
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Música:
Justin Jurwitz
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Intérpretes: Miles Teller, J. K. Simmons, Paul Reiser,
Melissa Benoist, Austin Stowell, Nate Lang, Chris Mulkey
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Género: Drama
Me apetece saltarme todos mis prejuicios con esta peli, como que la música no sea más importante que la historia...Odio esas bandas sonoras que no paran y me cortan el rollo. Y tampoco soporto esa concepción de machacar a alguien para conseguir que sea el mejor, sufro mucho... Me resulta muy violento cuando presencio esa especie de humillación, "duelo" entre el maestro y el alumno excepcional-
ResponderEliminarPero según cuentas y me cuentan puede que esta peli sea la excepción, como me pasó con Cabaret y mi poca afición a los musicales.
La pongo en la lista, junto con "Fuerza mayor"
La verdad es que llevo mucho retraso de cine, antes veía unas 20 películas al mes, como mínimo...
A parte del cine, tenía un videoclub en mi barrio que tenía un surtido excepcional de cine independiente, europeo y joyas de festivales que apenas se exhiben en las salas. Lo echo de menos y él dueño del videoclub también a mí, según me dijo la última vez que estuve en Barcelona.
Un beso,
¡Puff! Eres mucho más cinéfila que yo. Jamás he visto tantas películas.
EliminarCreo que sufrirás un poquito viéndola pero te merecerá la pena. Si lo piensas, con todos o casi todos los peliculones de nuestra vida nos ha pasado eso. Hasta con Hitchcock, por lo menos las primeras veces.
"Fuerza mayor" no me ha parecido tan acabada, pero probablemente la culpa es mía. Si la ves, te llenarás la vista de nieve y me podrás contar lo que opinas, que siento curiosidad.
Un beso
despues del comentario de Tesa...genial!!!!
ResponderEliminarVoy poco y nada al cine
. Solia de joven pasarme las tardes viendo pelúculas
Ahora soy la productora de mi vida jajaja Que es mi propia pelicula.
Me ha encantado tu blog
un abrazo desde el mar de Miami
Hola Recomenzar (estupenda filosofía de vida, por cierto)
ResponderEliminarEs cierto que se tienen épocas pero, en uno u otro formato, siempre necesitamos del arte.
Me encanta que me leas desde tan lejos, me encanta que te encante mi blog jeje. Seguimos leyéndonos.
Un abrazo desde la península ibérica
Muy buena entrada. No creo que sólo deban verla los amantes del jazz, la película ofrece melodías que a cualquiera con un mínimo de gusto musical le encantarán, a parte de la fuerza del instrumento elegido con motor de la cinta. Bueno, le gustará a los que le guste la música, a los que le gusten los thriller y a los que le gusten... los cuarteles.
ResponderEliminarDejé un comentario en tu post, pero se cortó y solo quedó el enlace. Una pena. En él hablaba de la violencia combinada de la acción y la música, de lo desazonante que resulta para el espectador y del mérito que eso supone.
EliminarPrecisamente porque hay tanto jazz, tan agresivo e intenso, creo que hará sentirse incómodo a todo el que no disfrute con él.