“…el silencio tiende siempre a llenarse. A llenarse de significado. Y por eso, el silencio informa, el silencio es información.”
Y
al informar, el silencio comunica, es más, según dice el autor expresamente, y
cualquier espectador puede comprobar, el silencio acusa. Ida es cine del bueno, pero es ante todo una conmovedora acusación.
Bellísima no obstante. Rebosando sinceridad, intensa en su desnudez, repleta de
intención, sin melodramas ni moraleja, mostrando solamente. La mayor parte de
las veces mostrando lo que omite.
"Es probable que toda época de censura haya provocado acciones de autocensura, y, dentro de ellas, resquicios para escapar por el procedimiento de decir sin decir. De esa forma, las técnicas de emitir mensajes mediante el silencio quizás tengan un entronque claro con la ausencia de las libertades de expresión y de información.” Pag. 41
Y
eso puede hacerse porque el lector es siempre, en cierto modo, autor necesario
que coopera con el creador reconstruyendo el mensaje en su cerebro. Existen
interpretaciones personales, claro está, pero las lagunas de este relato visual
resultan tan obvias que cualquiera es capaz de interpretarlas.
Los
silencios son de muchas clases. El blanco y negro calla al no exhibir colores
innecesarios, silencios entre personajes (tía y sobrina, las alumnas del
convento), elipsis narrativas, economía informativa, sobriedad de escenografía
y vestuario contrastando con la intensidad de las escasísimas pistas que se
aportan. Y el silencio definitivo, ese final abierto que sin embargo no deja
lugar a dudas ni soporta ninguna ambigüedad.
Todos ellos se llenan, en primer lugar, con preguntas, luego con sus correspondientes respuestas. Rápidas, incuestionables, completas, aunque sin los detalles irrelevantes que no servirían más que para banalizar el horror.
¿Dónde está ese lugar árido y nevado? ¿Por qué es tan pobre y triste su aspecto? ¿De dónde viene la miseria de la gente, sus ojos de desamparo, el silencio de lo consabido, de lo que no hace falta decirse? ¿Quién es esa novicia resignada, austera, con esa resolución de retirarse del mundo, la madurez del que ya no espera nada, a pesar de su juventud? ¿A quién busca? ¿Qué encuentra? ¿Qué arrastró a su valerosa tía materna a esa vida anegada en alcohol? ¿Qué pasó cuando Ida era una niña? ¿Quiénes son los actuales moradores de su casa? ¿Por qué, siendo judía, ha vivido siempre en un convento? Si no ha tenido hermanos, ¿quién es el niño que aparece en las fotos? Y, sobre todo, ¿qué ha sido de sus padres?
Todos ellos se llenan, en primer lugar, con preguntas, luego con sus correspondientes respuestas. Rápidas, incuestionables, completas, aunque sin los detalles irrelevantes que no servirían más que para banalizar el horror.
¿Dónde está ese lugar árido y nevado? ¿Por qué es tan pobre y triste su aspecto? ¿De dónde viene la miseria de la gente, sus ojos de desamparo, el silencio de lo consabido, de lo que no hace falta decirse? ¿Quién es esa novicia resignada, austera, con esa resolución de retirarse del mundo, la madurez del que ya no espera nada, a pesar de su juventud? ¿A quién busca? ¿Qué encuentra? ¿Qué arrastró a su valerosa tía materna a esa vida anegada en alcohol? ¿Qué pasó cuando Ida era una niña? ¿Quiénes son los actuales moradores de su casa? ¿Por qué, siendo judía, ha vivido siempre en un convento? Si no ha tenido hermanos, ¿quién es el niño que aparece en las fotos? Y, sobre todo, ¿qué ha sido de sus padres?
Un
silencio que nos habla de injusticia, de vidas destrozadas, de intensa amargura
que lo envuelve todo, el silencio más elocuente que nadie pueda concebir. Contemplando
estas imágenes, entrando en los cuerpos de los personajes, en sus vidas, en sus
dramas y sus almas, percibimos la enorme dimensión de esa palabrería
innecesaria que salpica la actualidad. La cotidiana y la noticiosa, la escrita
y la audiovisual, la digital y la analógica.
Pocas
palabras, algunos gestos, hermetismo expresivo, ojos elocuentes. Pequeñas
frases cazadas al vuelo que ilustran una escena o completan un dato, a veces
una palabra nada más. Lo suficiente para que el espectador llegue a entender,
para captar su atención y convertirle en cómplice de forma mucho más efectiva
que la verborrea de todos los discursos que se han elaborado hasta ahora con el
propósito de explicar lo inexplicable.
Y en todo este sereno devenir, como la tranquila corriente de un río, dos grandes vueltas de tuerca, dos cascadas consecutivas, cercanas entre sí. Una de ellas corregida casi al comienzo, irreversible la otra.
Ya me callo. Lo que de verdad importa es que no pueden perdérsela. Estas breves notas apenas se aproximan a lo que verán, pues, como dice Steiner (citado por Grijelmo):
Y en todo este sereno devenir, como la tranquila corriente de un río, dos grandes vueltas de tuerca, dos cascadas consecutivas, cercanas entre sí. Una de ellas corregida casi al comienzo, irreversible la otra.
Ya me callo. Lo que de verdad importa es que no pueden perdérsela. Estas breves notas apenas se aproximan a lo que verán, pues, como dice Steiner (citado por Grijelmo):
“¿cómo puede el habla transmitir con justicia la forma y la vitalidad del silencio?” (Lenguaje y silencio, 1982)
·
Año: 2013
·
Duración: 80 min.
·
País: Polonia
·
Director: Pawel Pawlikowski
· Guión: Pawel Pawlikowski, Rebecca Lenkiewicz
Música: Kristian Selin Eidnes Andersen
Fotografía: Lukasz Zal, Ryszard Lenczewski (B&W)
Reparto: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Jerzy Trela, Adam Szyszkowski, Artur Janusiak, Halina Skoczynska, Mariusz Jakus
· Género: Drama
· Guión: Pawel Pawlikowski, Rebecca Lenkiewicz
Música: Kristian Selin Eidnes Andersen
Fotografía: Lukasz Zal, Ryszard Lenczewski (B&W)
Reparto: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Jerzy Trela, Adam Szyszkowski, Artur Janusiak, Halina Skoczynska, Mariusz Jakus
· Género: Drama
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