Ustedes
dirán lo que quieran, pero yo pienso que al ser humano le encanta sacar las
cosas de quicio.
En mis viajes por lo largo y ancho de este mundo, puede decirse que he visto de todo, pero hay algo que permanece invariable. Es como si hubiese navegado en canoa observando cómo las dos orillas se contemplan, las orillas de los sexos. Ambas reconocen la vegetación de la otra, su relieve, esos remansos tan agradables, los juegos de luz que se producen a las distintas horas del día, el aspecto que las sucesivas estaciones aportan a la ribera de enfrente, sus variaciones, su suerte, sus progresos. Se admiran, intentan comprenderse, intercambian guiños y noticias. Pero no pueden acercarse porque las separa el río.
Aunque resulte incomprensible a estas alturas de la historia, hombres y mujeres se empeñan en seguir formando parte de dos mundos diferentes. Eso condiciona las relaciones de pareja, las laborales, amistosas y, por extensión, la convivencia en sí. Todo ello en el caso de que todavía podamos hablar de amistad pues, por alguna extraña razón, este concepto se ha ido deteriorando hasta convertirse en un guiñapo lastimoso.
¿Han
visto alguna vez pasear a un grupo de parejas? Ellos –dos hombres, cuatro- van
delante y conversan, sus mujeres integran el grupo de detrás. Jamás se
entremezclan, no existe corriente de ideas entre un grupo y otro, pertenecen a
universos aislados y continuarán inmersos en cada uno de ellos siempre. Pero la
vida sería un lugar más agradable si pudiéramos empezar de una vez por todas a
dialogar de igual a igual.
Lo
peor no es esto, lo peor es que hay indicios alarmantes de que este estado de
cosas seguirá perpetuándose por los siglos de los siglos. Los ridículos tópicos
sociales han puesto su motor a toda máquina y, cuando esto ocurre, es muy
difícil detenerlos.
El
lenguaje siempre es testigo y cómplice de un estado de cosas. Él las acoge,
consolida y perpetúa, quizá indefinidamente. El lenguaje es más estático de lo
que parece a primera vista. Hemos heredado palabras cuyo sentido no es fácil
modificar. Para acabar de arreglarlo, en los últimos años han ido apareciendo
otras que crean un clima de opinión, pero sobre todo dividen ambos terrenos
convirtiendo el minúsculo trecho que nos separa en un impracticable abismo.
Empecemos
por el término amistad. Han de
reconocer que resulta equívoco hoy día. Esto es debido a que su empleo
indiscriminado lo ha acabado convirtiendo en un todoterreno. A veces se pretende remediar la ambigüedad adornándolo
con una coletilla (amistad con derecho
a roce, amistad desinteresada…) que no tarda en suprimirse porque la lengua es
práctica por encima de todo, y las expresiones demasiado largas no suelen hacer
fortuna: o se acortan o mueren, quizá sustituidas por un término foráneo. ¿Es
que somos incapaces de seguir dando a la palabra amistad el sentido que le otorga la Real Academia e inventar las
que hagan falta para designar otras realidades? Seguro que no, pero la forma de
hablar nos influye mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir.
Si
lo dudan, vean lo que ocurre con paga-fantas,
un neologismo que ha hecho mediana fortuna y que aborrezco porque pervierte los
conceptos que contribuyen a acercarnos. Es una palabra quintacolumnista, se ha
infiltrado en las conversaciones con su tonillo jocoso y amable, tan inocente
en apariencia. Es irónico, es gracioso, no parece ofender a nadie. Pero ¿qué significa
en realidad? Alude a la respuesta de algunos hombres cuando se interesan por
una mujer concreta y se les corta el paso amablemente. Entonces, la frustración
se convierte en ira, no aceptan el no por respuesta. Y deberían acostumbrarse porque
nosotras llevamos toda la vida haciéndolo y sabemos encajarlo. Hemos entendido
que la naturaleza de las relaciones procede de la libertad de cada uno y que esta
es inamovible. Decidir lo que queremos que alguien sea para nosotros -aunque no
haya sido así en otros tiempos- es patrimonio de cualquiera, sea hombre o
mujer. Pero no, ellos no pueden aceptar un no por respuesta, su orgullo se
siente herido, la dignidad de macho pisoteada y todo ese supuesto ultraje –que,
naturalmente no es tal- se acaba volviendo contra nosotras. Como siempre, por
otra parte. Ya estamos acostumbradas a esto.
Auguste Renoir - El almuerzo de los remeros |
Para
poner fin a estas costumbres denigrantes, propongo el vocablo aventura para las relaciones no estables
y que la palabra amistad siga
designando lo que debe. Pues ¿qué tiene de malo ofrecer nuestro apoyo sincero a
alguien con quien no tenemos intención de llegar más allá? ¿Es que la amistad ha
dejado de ser un tesoro, se ha convertido en algo baladí? ¿Un ofrecimiento como
ese se puede pisotear impunemente? ¿Qué significa paga-fantas? No hace falta que nadie me pague las fantas, ya me las pago yo. Quiero tener
derecho a decidir con quién y cómo me relaciono sin ser objeto de mofa o de
desprecio. Poder alargar mi mano sin que el destinatario se ofenda. Sean
conscientes o no de ello, hace tiempo que salimos de la edad de piedra.
Si
ellos se animasen a cultivar la amistad femenina, otro gallo cantaría a las
mujeres pero, además, todos saldríamos ganando. Descubrirían un campo,
desconocido hasta ahora, que les aterroriza explorar, porque lo sienten como
una amenaza a su identidad masculina. Pero esa la determina la biología y por
tanto no corre peligro, igual que nosotras no hemos perdido un ápice de
feminidad por conducir nuestro propio automóvil o contar con estudios
universitarios. El entendimiento, al eliminar tensiones y ampliar la visión, nos
beneficiaría a todos, nos haría mejores, más completos y, sobre todo, más
felices. Viviríamos la gran aventura de explorar nuestro planeta más cercano,
ese que no tenemos enfrente, que no es la otra orilla del río porque está al
lado, junto al que deberíamos ir hombro con hombro. Hace solo un siglo esto era
impensable, pero desde que existe la coeducación, la igualdad de oportunidades
y la incorporación de la mujer al mundo laboral pisamos el mismo terreno, ya no
hay excusas y sí muchos motivos para derribar los muros y tender puentes.
Parece
mentira que todavía haya que aclarar esto, pero es necesario y lo será durante algún
tiempo, por desgracia. Que una mujer entable amistad con un varón no supone un
desprecio, al contrario, con ello está reconociendo la dignidad de este, le valora como persona, eso es todo.
Que se anteponga el aspecto sexual de las mujeres al resto de sus valores, sí
lo es. Algunos (demasiados) hombres reconocen sin tapujos que no se molestarían
en tomar un café con una mujer que les parezca fea -un café amistoso, se
entiende-, que no podrían aceptar camaradería de ninguna clase, ningún apoyo o
consejo de su parte, ni ofrecerlo ni recibirlo.
Pero,
según una costumbre establecida, le dan la vuelta a los argumentos para
resultar ellos las víctimas. Así se perpetúa ad infinitum el incómodo, absurdo -incluso ofensivo a veces-
paternalismo que preside muchas relaciones sociales y que consigue ponernos,
eso sí, muy discretamente y con raudales de galantería, en el lugar subalterno.
¡Muy listos!, sí señor.
¿O
no tanto? A mí no me parece una postura inteligente. Dominadora sí, pero fuente
de infelicidad también. En realidad son bastante tontos. Con tanta furia,
simulación de ofensa, protestas de dignidad ofendida y división a ultranza de
campos que no tienen por qué ser contrarios, no saben lo que se están
perdiendo. ¡Nosotras somos unas amigas estupendas!
A menudo me he visto con un grupo de amigos paseando y, a unos metros por detrás, nuestras correspondientes esposas; tienes razón: ¡qué típico! Y qué condicionado por un montón de cosas propias de cada sexo. Ellos: paso de carga; ellas: paso de paseo. Ellos: fútbol-trabajo-política (que el mundo siempre estás por arreglar). Ellas: familia-relaciones personales. De vez en cuando, asoman en cualquiera de ambos grupos un libro o una película. Ellos: se proponen convencer; ellas: pretenden simplemente que las escuchen. Ellos: se enrollan como persianas; ellas: hablan todas a la vez. (Las dos últimas distinciones me las he apropiado de mi mujer). Somos muy distintos, esto es un gran condicionante. Luego nos sentamos en torno a una mesa y ya compartimos algo más la conversación, pero, aun así, se notan las diferencias básicas.Es muy interesante el artículo que escribes, porque, a última hora, unos y otras somos seres humanos y las afinidades deberían saltar barreras de género, pero ahí están, creando obstáculos para la comunicación o la amistad.
ResponderEliminarAhí está. Se nos ha condicionado para tener determinados intereses y nos parece que somos menos femeninas o masculinos si cambiamos lo comunmente admitido. Personalmente, la política me interesa mucho y no solo leo libros, prensa y veo debates en TV, también me gusta hablar de ello. Con mujeres y con hombres. A ellos tampoco les vendría mal irse al terreno de los sentimientos. Nos enriqueceríamos todos, se cerraría la brecha que nos separa y se comprobaría que las diferencias no son tales.
ResponderEliminarLuego la gente va por ahí cortándose o pengándose cosas en lugares nobles porque cuando era niño le gustaban las muñecas o de niña le gustaban las motos. Y los cirujanos partiéndose de risa y forrándose.
¡Que no! Que no hay un cerebro masculino y otro femenino. Ni un cerebro negro y otro blanco, como no cambia el cerebro por tener los ojos azules o tener un lugar en la barbilla.
De la transexualidad -cuyo concepto presenta más implicaciones de lo que parece porque nos remite a la edad de las cavernas- hablaré pronto en el otro blog. Y son cuestiones que afectan a todo el mundo.
A tu libro le tocará muy pronto. Ya está leído y tengo varios folios llenos de notas. Espero que no me tires tomates :)
No temas: yo los tomates los uso para la ensalada, no para tirárselos a los amigos. Ya es mucho, y te lo agradezco de verdad, que hayas leído el libro. En cuanto a este artículo tuyo, da para mucho, así que, como por muchas razones no podía elaborar una respuesta adecuada, me limité a esas observaciones medio jocosas que tocan de manera superficial los temas más relevantes.
ResponderEliminarNo solo está leído. Tengo las dos reseñas prácticamente acabadas. Lo que pasa es que voy a matacaballo con Orlandiana y aún tengo que colgar otra antes.
ResponderEliminarEn el blog colectivo saldrá más o menos a la vez.
Estaré al tanto, pero, por sí acaso, tú avísame.
ResponderEliminarNaturalmente, pensaba hacerlo. Vas inmediatamente detrás del que voy a reseñar ahora pero ya te diré la fecha exacta.
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