-Lo
que pienso es que tienes más cara que espalda.
-Que
no. De verdad, nunca he sido más sincero. Sabino ha muerto. En realidad yo no
soy él, solo nos parecíamos físicamente. Bernardo no tuvo un
hijo sino dos. No lo sabe nadie, espero que a partir de ahora siga siendo un
secreto.
-Ya. Y ¿por qué me lo cuentas a mí?
-Porque
ya no puedo más -se detuvo un instante, me pareció que se le iba la cabeza- No
puedo más, no señora. Usted aprecia sinceramente a Auko y me inspira confianza,
no dudo de que, a no ser que presencie un hecho delictivo, mantendrá la
boca cerrada. Y le puedo asegurar que todo está en orden.
Nos
movíamos a toda velocidad. A la izquierda, la cinta azul del Mediterráneo ponía
la nota de color bajo un cielo desvaído, entre las ocres dunas
circundantes. La brisa que me agitaba el pelo traía un suave olor a mirtos.
-Y tú ¿quién eres?
-Me
llaman Toño. Nuestra madre murió en el parto y el médico convenció a la familia
de que no habíamos llegado a nacer. Todo el asunto se enterró muy eficazmente,
los testigos cerraron la boca, hubo bastante dinero en danza. Aún no he
descubierto todos los detalles pero…
El juicio de Salomón - Rafael de Urbino - Fresco - Estancia de la Signatura - Palacio Vaticano (Roma) |
-Y ¿ese otro? Hace un rato dijiste que también era hijo de Bernardo.
Encendió
un cigarrillo, se diría que estaba ganando tiempo para seguir hilvanando su
fábula.
-No
se enfade, no era más que una broma. Ángel nunca fue adoptado, se pudrió en un hospicio hasta que cumplió los dieciocho. Se me ha ocurrido porque quería prepararla de algún modo para lo
que le iba a contar después.
Me
entretuve en limpiar con esmero las gafas, de vez en cuando miraba su perfil de
conductor atento. Aquello parecía tener sentido.
-¿Auko sabe quién eres?
-Ella
me conoce como Sabino, cree que hay uno solo, así que el nombre da igual. Pero
le consta que sigo vivo, eso sí. Me quiere ¿sabe?
-¿A
ti o a él?
-Al
que le regaló una gominola guiñándole el ojo, al que le tiró los tejos un día
desde fuera de la casa. No al acólito de las Tacón, no a su recadero, no el que
buscaba desesperadamente a Bernardo para arrebatárselo a los patanes que se
adelantaron a los planes de las Señoras y entregárselo a ellas. Sabino fue el
que rescató a Bernardo, pero luego a él lo abatieron a tiros. Antes de eso,
vivió en casa de la familia Tacón y viajó con ellos muchísimo. En los últimos
seis meses, visitaron Dubai, Ciudad del Cabo, Buenos Aires, Ankara… Sabino
también piropeaba a Auko, pero se mostró tan grosero con ella que acabaron por
distanciarse. Y, de rebote, lo pagué yo. Ahora intento ganar terreno y no sé cómo
hacerme perdonar.
-¿Le
has dicho que no sois el mismo?
-No
exactamente, eso me lo reservo. Todo esto ya es lo suficiente enrevesado como
para poner más lío en esa cabecita. Con un poco de calma cualquiera se hubiese
dado cuenta, Sabino era un macarra vistiendo y hablando. Le he explicado que no
tuve más remedio que cambiar de personalidad, que representaba un papel delante
de las Tacón.
-Y
¿te ha creído?
Se
llevó el cigarrillo a los labios, entornó los ojos y expulsó el humo con
fuerza.
-Eso
lleva un proceso, ¿sabe? En ello estoy.
Me
recosté en el reposacabezas.
-¡Bffff!
No sigas, me vais a matar a disgustos.
-Lo
siento, de verdad. Espero que esto acabe pronto. Denos un poco de tregua.
De
repente, caí en la cuenta.
-No
parece que hayas sentido mucho la muerte de tu hermano gemelo, la verdad. Ni da
la impresión de que en vida la apreciases gran cosa.
Me
miró de reojo y esbozó una sonrisa. Hace rato que debía estarlo esperando.
-Nosotros
no nos conocimos hasta el año pasado. Empezamos a frecuentar los mismos sitios,
a hacer las mismas preguntas, a entrevistarnos con la misma gente. Todo el
mundo empezó a sentirse incómodo. Buscábamos por separado a nuestro padre hasta
que alguien llegó a la conclusión de que no éramos el mismo, aunque lo
pareciese, y decidió ponernos en contacto. Fue una chica, Alondra, quien nos
informó de que alguien más estaba tras la pista de Bernardo, y nos presentó a
Abril Tacón que, a su vez, nos llevó hasta el cerebro de la trama. Su madre.
-¿Dónde
está Auko?
-No
lo sé exactamente pero puedo localizarla rápido. En cuanto tenga ocasión, la
llevo hasta ella.
-¿Prometido?
-Que
me muera ahora mismo si miento.
(Continuará)
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