A la espera de mi contribución personal a este
día, os dejo este artículo. Una de las aportaciones más clarividentes que he
leído a la causa de la igualdad entre sexos, el que mejor analiza la peligrosa
situación actual, poniendo de verdad cada cosa en su sitio con una visión de
conjunto irreprochable.
DESMONTANDO EL RELATO NEOLIBERAL DESDE UNA PERSPECTIVA FEMINISTA
El impacto que tiene hoy “la Gran Involución” –la
contrarreforma social puesta en marcha desde las élites económicas a escala
global, a raíz de la presente crisis– está suponiendo una reestructuración del
orden político y económico que recorre nuestra sociedad; afecta a las
condiciones materiales y a los derechos de las personas. Probablemente, aún no
acertemos a ver en toda su magnitud el alcance del proceso hegemónico del
neoliberalismo, iniciado en los años setenta del siglo XX en Occidente. Su
desarrollo e impacto tienen una raíz indudablemente económica, pero no es la
dimensión económica su única manifestación. Dicho proceso ha ido acompañado de
un “sentido común” propio de nuestro tiempo, que ha recorrido nuestras
sociedades e impregnado nuestra concepción del mundo, ha marginado y sustituido
otras interpretaciones y ha legitimado, en cierto sentido, dicha
reestructuración, interpelando y construyendo la identidad individual y
abonando el terreno para la emergencia de nuevas subjetividades sociales e identidades
colectivas.
Ambivalencias y contradicciones para el feminismo hoy, que vienen de atrás
Inmerso en este océano político, económico y cultural
o ideológico, el feminismo ha lidiado con las dinámicas generadas a lo largo de
las últimas décadas desde una especificidad conflictiva que no se puede o no se
debería obviar. En palabras de Nancy Fraser: “Es un cruel giro del destino que
el movimiento para la liberación de las mujeres se haya terminado enredando en
una ‘amistad peligrosa’ con los esfuerzos neoliberales para construir una
sociedad de libre mercado”. En pleno auge del pensamiento postmoderno, las
demandas políticas radicales no prosperaron mayoritariamente. Así, con el
neoliberalismo vino la marginación de una crítica amplia de las diferencias de
clase y de raza, de la economía política y del Estado que quedaron eclipsadas
por la promesa del empoderamiento individual y de la independencia económica,
como veremos. La denuncia del sexismo y de la discriminación se escindió de una
crítica estructural del capitalismo en el momento preciso. Debajo de mucho de
lo cultural subyace una base material que alimenta intereses concretos y
relaciones de poder, políticas y económicas.
El feminismo ha logrado algunas conquistas y el
discurso de la igualdad ha sido incorporado de manera creciente (otra cosa son
las prácticas sociales). La subjetividad femenina ha incorporado la conciencia
sobre las desigualdades entre hombres y mujeres, pero a la vez, inmersa en el
sentido común neoliberal, por un lado, niega la existencia de fuerzas sociales,
culturales y económicas que sustentan la desigualdad y, por otro, imbuida de
individualismo, acepta la plena responsabilidad de su propio bienestar y
cuidado, cada vez más supeditada a los malabarismos propios de la difícil
armonía entre las dimensiones familiar-laboral, enfrentadas desde un cálculo
más próximo al coste-beneficio. Con ello la desigualdad de género pasa a ser
interpretada como un asunto del ámbito privado, y no como un problema
estructural. Se obvian las soluciones colectivas a las injusticias sociales.
Algunos mitos del neoliberalismo, desde una mirada feminista
El fetichismo de la libre elección:
El ideal de libre elección (que incluso llega a aparentar estar “libre” de las
restricciones patriarcales) se basa en la autosuficiencia del individuo,
mientras se socavan las luchas colectivas e instituciones que permiten esa
autosuficiencia. Por otra parte, hay que distinguir bien los límites entre el
individualismo y la reivindicación histórica de autonomía por parte de las
mujeres (económica, libertad de movimiento y de acción, libertad sexual,
derecho al propio cuerpo). La autonomía es una demanda legítima que apela a un
derecho individual, pero que puede y debe inscribirse en un reclamo colectivo
alternativo. Una supravaloración de la autonomía individual sin la dimensión
colectiva tenderá a borrar y devaluar la interdependencia social
y el cuidado, por ejemplo.
Ideal hegemónico de flexibilidad, innovación y
creatividad o de emprendedoras individualizadas en todas las
dimensiones de nuestras vidas. Como afirma Nancy Fraser: “El neoliberalismo nos
viste a la mona de seda a través de una narrativa sobre el empoderamiento
de las mujeres. Al invocar la crítica feminista del salario familiar para
justificar la explotación, utiliza el sueño de la emancipación de las mujeres
para engrasar el motor de la acumulación capitalista”. Lo cierto es que hemos
asistido a lo que se denomina la doble presencia: las mujeres
compatibilizan como pueden sus acceso al trabajo asalariado y su desarrollo
personal en el ámbito profesional con las responsabilidades en el núcleo
familiar, que permanecen intactas.
Narrativa del progreso y de la igualdad de género
alcanzado: ha ocultado las diferencias entre las mujeres (los
cambios socioeconómicos y el diferente impacto según los grupos sociales). La
actual creciente precarización generalizada tiene como consecuencia que se
produzcan aún mayores desigualdades dentro de los grupos de sexo que entre
hombres y mujeres.
Por otra parte, el discurso del feminismo liberal ha
impregnado el tejido social y accedido al plano institucional, suponiendo un
debilitamiento del mensaje político colectivo para transformar la vida familiar
y económica.
Mercantilización: Una característica
central del neoliberalismo es la mercantilización de todas las esferas de la
vida social. La racionalidad del mercado –el cálculo coste-beneficio– se
extiende por el tejido social, las prácticas sociales y las instituciones. Ha
implicado una mayor infravaloración del ámbito doméstico/no económico. La
mercantilización del ámbito privado, trabajo doméstico y de cuidados, por ejemplo,
ha supuesto que el interés propio de algunas mujeres pueda obtenerse a cambio
de la subordinación y explotación de otras.
Condicionantes para un proyecto de futuro
Con la crisis, las imposibilidades materiales han
marcado las trayectorias vitales de muchas mujeres y construido un imaginario
diferente con respecto al empleo y a la maternidad. Unas ven truncadas sus
carreras profesionales, otras ni siquiera lo contemplan como un escenario
posible. Un mayor número de mujeres buscan empleo (con salarios inferiores y
mayor precariedad) y ven constreñido el tiempo para el cuidado de hijos, que
progresivamente excluido del ámbito de lo público, se ve reprivatizado y
arrojado al ámbito doméstico. Cada vez es más difícil alcanzar la cohesión
entre trabajo, hogar, cuidado y comunidad.
Tenemos ante nosotras el reto re-engarzar el
feminismo en una crítica de la naturaleza del poder político y económico.
Ningún movimiento social, y menos aún el feminismo, puede pasar por alto el
asalto despiadado que ejerce el capital financiero sobre la democracia y sobre
la reproducción social. Del mismo modo que toda alternativa que enfrente bajos
salarios y jornadas extenuantes, deberá incluir la igualdad en el cuidado entre
hombre y mujeres, también deberá incorporar el elemento central: las
desigualdades entre las propias mujeres.
Sólo alcanzaremos una interpretación amplia de la
compleja realidad social si acertamos a desplegar el mapa de la desigualdad en
toda su extensión: el género, la “raza”, la etnia, la opción sexual siguen
estructurando las relaciones sociales de formas muy diversas. Todas ellas se
articulan con la clase pero tienen implicaciones distintas con respecto a la
distribución de bienes sociales y simbólicos.
También deberemos estar atentas al efecto regresivo de
la apropiación del discurso por parte de los sectores más conservadores, que
conlleva la exaltación de la familia y los valores tradicionales. Trascender
los parámetros de lo posible que delimita el relato neoliberal se plantea como
gran reto ante nosotras.
Las ideas neoliberales han ido calando en nuestro
entramado social mientras se afianzaban los poderes del capital y se creaban
nuevos circuitos del capital global bajo su control. Lo cierto es que el
neoliberalismo ha situado a las mujeres y al pensamiento feminista en una
situación política distinta a la del pasado reciente. No basta con
visibilizar las tendencias ocultas, tampoco con defender las conquistas del
pasado. El feminismo, las mujeres y los hombres debemos recuperar el análisis y
la crítica de la verdadera naturaleza del poder político y económico y
plantear una agenda política radical que se fundamente en la vida real de las
personas.
Todo parece indicar que se cierra un ciclo y empieza a
abrirse otro, frente al que tenemos más incógnitas que certezas. ¿Contribuirá
la crisis multidimensional al resquebrajamiento de ese “sentido común”?
Seguramente sí, pero no sabemos si lo hará en un sentido progresivo o
regresivo. Sin embargo, sí podemos mirar a nuestro pasado reciente, para
intentar comprender nuestro presente un poco mejor.
Olga Abásolo, socióloga, investigadora de FUHEM Ecosocial y
Jefa de Redacción de la Revista PAPELES de relaciones ecosociales y cambio
global.
Puedes leer el artículo aquí.http://www.lamarea.com/2014/03/07/desmontando-el-relato-neoliberal-desde-una-perspectiva-feminista/
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