Si, ocasionalmente,
te sobreviniese una catástrofe, no importa, tú conserva la cabeza. Si te quedases
ciego, mudo, sordo, inservible, conserva la cabeza. En el caso de que todos te den la
espalda, no los mires, cuida de tu cabeza. Si ves el mundo entero derrumbarse a
tu alrededor, olvídalo, mantén erguida tu cabeza. Si han muerto tus seres
queridos y los que se decían amigos tuyos han levantado el vuelo, conserva la
cabeza. Si la tierra está invadida por escombros que cortan tu camino y cubierta
de tinieblas que te nublan la visión, no mires, no camines, pero conserva la
cabeza.
Si el universo entero se derrumba, conserva la cabeza. Si yaces en cama
ajena, la asepsia es tu mundo, los tubos entran y salen de tu boca, tu
pecho, tus brazos; si un líquido grasiento y una burbuja de aire son tu único
punto de conexión con la vida, da lo mismo, conserva la cabeza. Conserva la
cabeza, siempre.
Porque,
si además de perder tanto, tanto, perdieses también el norte, lo habrías perdido todo:
te habrías perdido tú.
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