En
cuanto abrió los ojos comprendió que regresaba de un sueño muy largo. Una
intensa punzada en el costado, justo debajo del corazón, empezaba a producirle náuseas.
Comprendió que, a fin de cuentas, era un latigazo amigable pues había
conseguido devolverle a este mundo. No sentía frío ni calor. La oscuridad era
absoluta. Se incorporó con dificultad palpándose el dolor y se aferró al borde
del tablero que había descubierto su mano derecha; luego, tanteando ese filo,
se situó en el lado opuesto donde descubrió una luz diminuta, El piloto color esmeralda
parpadeaba delatando algún aparato electrónico y sirviendo de faro exclusivo a su
despertar titubeante.
Febril,
ansioso, empleando todas sus fuerzas en ignorar el pinchazo que estaba a punto
de hacerle desmayar, siempre aferrado a la mesa, se deslizó hasta tropezar con
unos bultos: un teclado metálico, palancas, hileras de plástico cuadradas y frías.
Aquel paisaje táctil empezaba a resultarle familiar. Apenas recordaba nada pero
sus manos tenían memoria propia. No le cabía duda de que sabía manejar aquello
aunque le fuese imposible explicar por qué.
Recorrió
el teclado con pericia mientras la otra mano apretaba el foco de todas sus
angustias. Notó humedad en los dedos y supuso que estaba sangrando. La masa lechosa que tenía enfrente se convirtió en luminoso visor. Una pericia
inconcebible dirigía los movimientos de su brazo. Al levantar la palanca pudo
entrever el recinto y a sí mismo forcejeando con la máquina envuelto en un débil
halo verduzco; acto seguido la condujo al otro extremo y contempló con nitidez la
nave donde estaba encerrado, una diminuta cápsula esférica vagando como un
átomo por la inmensidad del universo desde haría quién sabe cuántas décadas.
En
ese momento reparó en dos detalles. Enfrente, a su alcance, se encontraba la
aguja que marcaba una velocidad muy superior a la de la luz. Pero lo inquietante
de verdad era la certeza de que quien le había herido gravemente tenía, por
fuerza, que estar allá dentro, inspeccionando a su lado el universo por toda la
eternidad y más aún.
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