Me
preparaba para un parto inminente, el de la novia de Mancha, mi gato. Le seguí
la pista un día y los encontré entre las ruinas de una fábrica. Me la traje a casa
y le he puesto Gorgorita. Llegó muerta de frío, aunque programé el termostato y
parece que estamos en el agosto. También acondicioné el trastero para que tuviese
espacio propio sembrándolo de mantas y almohadones que luego tiraré a la
basura. No solo es ella la que necesitaba estar confortable: sus crías tenían
que llegar felices a este mundo. Iban a nacer en mi casa, y todo el que pase
por allí, hasta la planta más humilde, debe sentirse como un rey.
-Molinaaa.
Escuché
una vocecilla en algún sitio. (Parece que me llaman. ¡Ah! Vale. Es el
contestador).-Pi pi pi pi.
(Este
chisme, últimamente, no registra llamadas. Imposible saber quién era a no ser
que vuelva a llamar).
-Pero
bueno –la misma voz lejana– ¿es que estás
sorda o qué?
(Pues
no era el teléfono. Ya decía yo, esa llamada no había dejado ni rastro).
Cris
chillaba allá abajo, en la plataforma de las rocas. Alguien había cerrado la verja y tuve
que bajar a abrirla.
Entró
en mi casa dando saltitos.
-¡Grrrr!
Hoy hace un frío de perros, he estado a punto de congelarme por tu culpa. ¿A
qué huele?
-Creo
que a gato. Es que la nueva inquilina es menos limpia que Mancha, pero ya la
acostumbraré.
-Molina,
estoy muy deprimida. Ayer vino una chica a ver a Paco.-¡Venga, mujer! ¿Te vas a poner celosa a estas alturas?
-No,
si lo que me ha dejado hecha polvo es la historia que nos contó. A veces da la
impresión de que esta vida es un asco.
-Jajaja.
Tienes una forma de ser pesimista que se parece mucho al optimismo.
-Una
chica muy guapa. Mariola. La invitamos a chocolate con tarta.
-De
queso ¿a que sí? ¿Estás segura de que no son celos?
-Para
nada. Es una chavala que conocemos de la sala de espera de la clínica. También
ella tiene un problema en los bronquios y piensa que nunca se va a emparejar.
-No
me extraña. Supongo que es complicado vivir con alguien que siempre se está
ahogando.
-Dímelo
a mí. Ella habla de uno que hace una semana salió huyendo. Pero lo que le
importa, más todavía que la espantada, es el malentendido. Por lo visto, se lo
habían presentado en una fiesta. Primero se quedó encerrada en la terraza y
casi se muere de frío. Igual que yo hace un rato, pero por lo menos yo no estoy
enferma. Por cierto, ¿tienes algo dulce?
-Pues...
Unas garrapiñadas, creo. Ya sabes que no soy golosa.
-Da
igual, tengo la dentadura hecha mierda.
-Cada
día hablas peor ¡leñe!
-Jijiji.
Es que lo de esa chica me ha llegado al alma.
-Mira,
mejor te pongo un whisky.-Bueno. Ya sabes, con agua y un cubito, pero espera un momento, si no paras quieta no te lo puedo contar. La pobre se pasó la tarde llorando, dice que las historias de Paco no son tan desagradables, que lo suyo es mucho peor. Y puede que sea verdad. Hasta Paco lo cree.
-¿Qué
dices? Pero si él tiene un repertorio para caerse del susto.
-Pues
solo hay que fijarse en la última. Parece que el muchacho ha sufrido mucho con
una novia a la que quitaron un pecho y no sobrevivió. Quería contarlo a toda
costa, pero ella se estaba ahogando porque había pasado mucho frío en la
terraza esa.
-¿Otra
vez? No seas rencorosa, Cristina, juro que no te he oído llegar.
-¡Que
no! Eso es lo que nos contó Mariola que le había pasado en esa fiesta, estoy
repitiendo palabra por palabra. Luego se metió en una habitación llena de humo
y unos espabilados estuvieron jugando a no dejarla salir.
-¡Por
dios!
-Queda
mucho torpe por ahí. A lo que iba. El chaval estaba interesado y quería ponerla
al corriente. La pobre Mariola respiraba fatal esa noche por todo lo que le había
pasado, pero el otro le invitó a una pizza y aceptó. Estuvo hablando él solo hasta
las tantas. Ella metía baza de vez en cuando, quería hacerle entender que su
salud tampoco era demasiado boyante, pero no se enteraba de nada porque seguía
obsesionado con la novia.
-¡Ya!
-Luego
la llevó a casa y, cuando estaban a cinco minutos, Mariola no tuvo más remedio
que callarse. Le tocó el brazo y cree que puso cara de angustia. Se esforzaba
en jadear bajito para que el chico no notase que apenas le quedaba resuello y
le faltó muy poco para pedirle que la llevase a urgencias.
-¿Ha
estado ingresada alguna vez?
-Miles.
Como Paco.
-Pero
ella es mucho más joven ¿no?
Vincent Van Gogh - Mountains at Saint-Remy (1889) |
-¿Y?
-Que
tanto interés por ella para nada. No le ha vuelto a ver el pelo.
-Pero
ya se lo había dicho. No entiendo esa cerrazón de la gente.
-Yo
tampoco. Debe ser que cuando oyen algo por primera vez tienden a no creérselo.-¿También los problemas de salud? Cuantas enfermedades habrá que no conozcamos los que no hemos estudiado medicina.
-En
fin. Ya estás tardando con el whisky. ¿Dónde está la gata nueva que le voy a
dar un achuchón?
-Creo
que pariendo. ¡Ayyyy!
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