Cuando
el poder, no contento con abusar de los más débiles, alardea de su prepotencia
y se regodea en el abuso y el alarde, cuando se ha impuesto silencio mediante la
represión policial por un lado y el descrédito de la protesta por otro, cuando
dar la cara puede significar pagar un altísimo precio, uno tiene que ser muy
valiente o tener ya muy poco que perder o ambas cosas, para saltar a la
palestra y no dejarse influir por demagogias ni amedrentar por amenazas.
He
leído en alguna pancarta: “Gracias
bulevar por despertarnos”. Yo diría:
Gracias Gamonal por demostrar que se puede hacer algo más que votar cada cuatro
años, que el aguante tiene un límite, que la razón puede triunfar, que las
tomaduras de pelo pueden y deben denunciarse.
Porque
robar está muy feo, pero todavía lo está más burlarse, encima, de aquel a quien
se roba. Y ¿qué es anunciar a bombo y platillo que la normalidad está a solo un
tiro de piedra mientras se incrementan los recortes y no existe el mínimo
indicio de que se vayan a restaurar los niveles de antes en salarios,
prestaciones y servicios, sino una burla descarada y, además, de pésimo gusto?
Es
falso, aunque ahora se esfuercen en hacérnoslo creer, que el ayuntamiento haya sufrido un
despiste lamentable no atendiendo las reivindicaciones de los vecinos.
Dedicarse a embellecer un barrio ignorando los problemas sociales es justamente
lo que pretendían. Interesa mantener ese estado de cosas, empobrecer cada vez
más a los que menos tienen para que el
desnivel sea cada vez mayor. Ese es el objetivo primordial de la derecha desde
siempre, y últimamente también de la denominada izquierda, en Burgos y en cualquier
sitio, y no hablo solamente de España. Hay quien lleva algún tiempo
extrañándose de que esta situación todavía no haya hecho aguas. Y es que nadie
quiere que el río se desborde, pero está bien tirar vasos de agua a la ribera
por si a alguien le salpica y decide poner de un vez diques consistentes. Diques
que contemplen de nuevo el bienestar de las personas, que les devuelvan su
nivel de vida anterior, diques legislativos que eviten abusos empresariales y
bancarios, que contribuyan a restablecer la armonía y frenen esa mal llamada
crisis que no es otra cosa que el recrudecimiento de una guerra económica
declarada pero encubierta. ¿Es esto posible? Pues sí, lo estamos viendo.
Alguien
–allá en las alturas– ha pestañeado un momento y ha tenido una revelación: la
del contagio irreversible del hartazgo, la de un mapa en el que los focos serán
cada vez más numerosos y la propagación de la riada se volverá más y más incontenible.
Y, probablemente, ha sentido vértigo, una especie de cosquilleo estomacal que
le ha producido pesadillas. Total ¡qué más da un bulevar más o menos! Démosles
lo que quieren y que se callen de una vez, que el bulevar ha despertado a Gamonal
pero Gamonal está despertando las conciencias.
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