martes, 4 de junio de 2013

Los árboles azules 22: La carta


Anoche encontré en el buzón la carta más disparatada que he recibido nunca.

Molina de mis entretelas:
No te imaginas cómo vivo ahora. Quiero decir cómo vivo de bien. No, no te estoy vacilando. ¿Crees que te engañaría en un momento así? Molina, la cosa está muy complicada. Yo estoy en la cárcel, pero una cárcel de oro y diamantes por lo menos. Tenemos chef propio al que ayudan un cocinero y dos pinches, doncellas, chofer… ¡Yo que sé! Esta gente está pirada. Ni idea de cómo pueden sacar tanta pasta. ¿Solo del pub? ¡Venga! No me lo trago.
Esta es una vida de locos, voy de acá para allá y cada hueco en el que caigo es más lujoso que el de antes. Soy como la ficha del juego de la oca, pero mis casillas son de cinco estrellas.
No creas que no salgo. Estamos viajando bastante, me pregunto para qué. Ellas sabrán. Porque ¿no te lo he dicho? Aquí son ellas las que mandan. Abril, la hija, y Cuca, la madre que la parió. Pero eso no significa que esté libre. Nos alojamos en los mejores hoteles, jugamos en los casinos, nos bañamos en playas de ensueño, cuidamos nuestra salud en balnearios y luego nos vamos de tiendas. Casi nunca se están quietas. Cuando volvemos, vigilan a sus maridos y a todos los que trabajan en el garito donde las conocí. Vi unas chicas rubias con camiseta negra ajustada que parecían estar a lo suyo pero nadie tan en el ajo como ellas. Ya casi no recuerdo por qué estoy aquí. No sé si han secuestrado a Bernardo o ha desaparecido a propósito. Me cuesta recordar la cara de Sabino. Me estaba enamorando de él pero ahora apenas me dejan verle. Aunque tengo que hacer lo imposible por encontrarme con él muy pronto porque tengo que darle esta carta.
A mis padres cuéntales la trola que quieras. Que me han hecho secretaria particular de un magnate y viajo con él por todo el mundo porque tiene que vigilar sus negocios. O que me he hecho especialista en fondos marinos y me gano la vida así. Tú puedes conseguir que se traguen lo que sea, en ti confío.
Se me va la olla, como puedes comprobar. ¡Ah! Se me olvidaba lo más importante: han capturado a los secuestradores y Bernardo no estaba con ellos. Sé qué es verdad porque lo leí en un periódico que trajo Sabino la semana pasada. Acabábamos de llegar de Brasil y él se las arregló para mandarlo en el montacargas mientras ellas se libraban de los calores del viaje en el spa de la primera planta y las criadas deshacían las maletas. No, tampoco lo vi esta vez.
¿Tendrá él a Bernardo? ¿Lo tendrán las Tacón? ¿Se habrá escapado solo? No sé si son todos compinches o cada uno juega por su cuenta. Mira, Molina, ese hombre vale millones. Tiene un secreto que puede poner en pie a tres continentes. La máquina del tiempo o algo así. No es eso, es otra cosa, pero no me atrevo a contártelo.
Dudo si Sabino es de fiar pero es el único aliado que tengo.
También podrían haber matado a Bernardo. Sabino insiste en que es su hijo secreto y que está aquí para velar por él, pero algo me dice que se lo inventa. No sé por qué creo las otras cosas que me dice y esta no, pero así es. A veces pienso que ojalá lo sea, en ese caso haría lo que fuese por salvarle. En el fondo, no puedo imaginármelo como un degenerado. Puede que eso sea amor. O que, con todo este jaleo, resulte que estoy como una cabra y ni siquiera me he dado cuenta.
Ahora voy a
  (Continuará)

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