Anoche
encontré en el buzón la carta más disparatada que he recibido nunca.
Molina
de mis entretelas:
No
te imaginas cómo vivo ahora. Quiero decir cómo vivo de bien. No, no te estoy
vacilando. ¿Crees que te engañaría en un momento así? Molina, la cosa está muy
complicada. Yo estoy en la cárcel, pero una cárcel de oro y diamantes por lo
menos. Tenemos chef propio al que ayudan un cocinero y dos pinches, doncellas,
chofer… ¡Yo que sé! Esta gente está pirada. Ni idea de cómo pueden sacar tanta
pasta. ¿Solo del pub? ¡Venga! No me lo trago.
Esta
es una vida de locos, voy de acá para allá y cada hueco en el que caigo es más
lujoso que el de antes. Soy como la ficha del juego de la oca, pero mis
casillas son de cinco estrellas.

A
mis padres cuéntales la trola que quieras. Que me han hecho secretaria
particular de un magnate y viajo con él por todo el mundo porque tiene que
vigilar sus negocios. O que me he hecho especialista en fondos marinos y me
gano la vida así. Tú puedes conseguir que se traguen lo que sea, en ti confío.

¿Tendrá
él a Bernardo? ¿Lo tendrán las Tacón? ¿Se habrá escapado solo? No sé si son
todos compinches o cada uno juega por su cuenta. Mira, Molina, ese hombre vale
millones. Tiene un secreto que puede poner en pie a tres continentes. La
máquina del tiempo o algo así. No es eso, es otra cosa, pero no me atrevo a
contártelo.
Dudo
si Sabino es de fiar pero es el único aliado que tengo.
También
podrían haber matado a Bernardo. Sabino insiste en que es su hijo secreto y que
está aquí para velar por él, pero algo me dice que se lo inventa. No sé por qué
creo las otras cosas que me dice y esta no, pero así es. A veces pienso que ojalá
lo sea, en ese caso haría lo que fuese por salvarle. En el fondo, no puedo imaginármelo
como un degenerado. Puede que eso sea amor. O que, con todo este jaleo, resulte
que estoy como una cabra y ni siquiera me he dado cuenta.
Ahora
voy a
(Continuará)
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