Se
me ocurre una pregunta que puede parecer innecesaria ¿valoramos la cultura? La
mayoría contestará que sí, que claro, que naturalmente. Y las recientes
reacciones contra los proyectos de reforma del ministro Wert parecen indicarlo
así. Pero ¡cuidado! parece que ni la cultura en general ni la educación en
particular han tenido demasiado predicamento durante las últimas décadas. Muchos jóvenes
perdieron la motivación por el estudio y la simple alusión a cualquier producto,
solo un poco más meritorio y profundo que la bazofia invasora que ha ocupado su
lugar, se catalogaba sin reparo de soporífero.
Nadie
discute que disminuir la inversión en el ámbito educativo repercute
directamente en el nivel cultural de un país. Pero hay otras muchas formas de
volver a la población indolente, apática, desmotivada, frívola, materialista o
superficial, de modificar su escala de valores hasta lograr que prevalezcan los
más pueriles y ridículos. Convertir a toda una masa poblacional en cabezas
huecas no es muy complicado en una sociedad como esta, con unos medios de
difusión que llegan hasta el último rincón del planeta y en los que cabe cualquier
contenido, incluso los más estúpidos. La estupidez, en una primera percepción,
puede juzgarse como tal fácilmente, pero a fuerza de ser repetida acaba por
aceptarse. Este o cualquier otro elemento de convivencia -crueldad, intolerancia,
despotismo- si se introducen despacio y en pequeñas dosis se asimilan insensiblemente
y, cuando más descuidados estamos, se han extendido como lepra invasora por
todo el tejido social. Ha ocurrido y ocurre.
La
cultura, nos guste o no, en un mundo donde el analfabetismo parece felizmente
erradicado, sigue siendo patrimonio exclusivo de una élite. En parte, porque la
saturación informativa produce en el ciudadano una falsa sensación de control.
Pero es obvio que el exceso de noticias, no solo no añade nada de interés sino
que produce el efecto contrario. Nuestra civilización está desinformada porque
los contenidos no atienden a jerarquías ni prioridades, y para orientarse en
esta jungla de palabras vacías hay que disponer de un buen plano, este plano,
esta guía de carretera informativa se denomina nivel cultural. Pero volvemos al
principio, es el círculo vicioso de siempre, los que carecen de esta
orientación básica se encuentran inermes ante cualquier ardid comunicativo, son
los más débiles, los que escuchan los cantos de sirena de los gurús de todo
pelaje: curanderos, sectas, videntes, empresas fraudulentas, pero también de
otros aparentemente respetables. Propaganda electoral. Campañas publicitarias.
Contenidos televisivos. Moda. Libros. Arte. Música.
Productos
de baja estofa invaden los anaqueles, sean materiales o virtuales. Lo evidente,
el bodrio, lo burdo, la pachanga, la falsa diversión, lo sin pretensiones, la
ramplonería, lo popular en el peor sentido del término, se han elevado a la
categoría de cultura contemporánea, y muchos se los tragan sin masticar, incluso
los saborean sin reparar siquiera en que son indigestos. Porque nos están
convirtiendo en clones, porque nos impiden pensar por nuestra cuenta, porque
igualan las mentes por abajo, porque han entronizado la inmediatez
confundiéndola con lo práctico en detrimento de lo diferido, de lo que se cuece
a fuego lento, de lo que necesita reflexión, pausa, trabajo, tiempo por
delante. Según esto la lectura es una clarísima pérdida de tiempo, sobre todo
la que exige esfuerzo mental: ensayo, novelas de gran calado, materias como
economía, filosofía, historia. ¡Ay! si estas materias se convirtiesen en best
seller, si el cultivo de la mente se pusiese en valor igual que nos animan a
ejercitar el cuerpo, si la alta cultura tomase el relevo de las clínicas de
estética, otro gallo cantaría a este país (y a todos).
Pero
eso no conviene a los que mandan, sean estos, los otros o los de más allá.
Lo has dicho con todas las letras. estoy de acuerdo al ciento por ciento.
ResponderEliminarEs algo que me inquieta, porque en una lucha de clases tan brutal como la que estamos viviendo esa simiente de estupidez y desinformación generalizada favorece a los dominadores.
Siempre he sabido y se lo he trasmitido a mis hijos que el saber te hace menos vulnerable, te da más libertad y además tienes herramientas para disfrutar más de la vida, aunque también sufras más al ser más consciente.
Vamos lo que se decía antes, hay que tener la cabeza bien amueblada, y la Cultura es el espacio donde encontramos los elementos para amueblarla.
Este ministro y sus "alrededores" me producen grima.
Necesito aprender algo nuevo cada día. Los libros y mi amor por el Arte me han salvado de la grisura.
Un beso,
Efectivamente, también yo suscribo lo que dices.
ResponderEliminarComo madre, he hecho lo mismo y tampoco me ha ido mal.
Lo que más me molesta es que llamen crisis a una estafa descomunal y la mayoría no se entere de lo que está pasando. Los medios de comunicación colaboran con esa hipocresía de que todo el mundo está fatal. ¡Mentira! esto es un balancín y lo que pierden unos enriquece a los que más tienen.
Besos