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Los
viejos del barrio se entretenían jugando al dominó. Había un ruido infernal en
la asociación de vecinos, tanto que apenas se distinguía el estrépito de las
fichas chocando contra el mármol de las mesas. No solo por el canal de deportes
sintonizado a la máxima potencia o por los gritos de alborozo de quienes se
iban apuntando los tantos o por el zumbido de la cafetera resonando
constantemente. Hoy, además, había tres o cuatro niños jugando a perseguirse con
chillidos y carcajadas y un pastor alemán que ladraba poco, pero cuando lo
hacía ahogaba todos los demás ruidos.
Paco
estaba sentado al fondo. Cerca de la barra. Debajo de la salida de aire
acondicionado. Delante de la puerta de la cocina por la que salía un humo de
fritanga que se diluía mansamente después de aterrizar en sus pulmones. Era
además el primer cuerpo sólido donde rebotaban las ondas sonoras procedentes de
uno de los altavoces, el que quedaba a la izquierda de sus oídos. Sudaba a
mares. Se limpiaba con el pañuelo el cuello y la frente.
El
grupo de mozos viejos del barrio, más conocidos como solterones, se dejó ver al
otro lado de la acera. El señor Rufino le hizo señas desde la caja
registradora, luego chascó los dedos.
-Ahí
los tienes.
-Menos
mal, esto no hay quien lo aguante. No sé cómo puedes trabajar aquí.
El
otro se encogió de hombros, silbó filosóficamente.
-¡Ah!
La manduca, amigo.
Era
el padre de Mario y Encarna y, en su propia casa, una institución. De joven
formó pandilla con su padre y su tío, le vio nacer a él y a todos sus hermanos,
había asistido a las ceremonias familiares y ahora creía tener carta blanca
para inmiscuirse en sus asuntos.
Maruja Mallo |
-Mis
hijos tampoco están casados. –le había dicho la víspera, cuando se encontraron
comprando la prensa, una coincidencia que nadie más que Rufino podía saber si
fue premeditada o casual.– El chico se ha divorciado igual que tú, la niña
todavía está soltera. Pero no por eso renuncian a salir y divertirse.
Una
niña bastante talludita por cierto, él también conocía al dedillo la vida y
milagros de todos ellos y no era ningún secreto que cumplía los treinta y siete
ese mes.
Paco
bufaba como una locomotora de carbón. Se había metido en aquel embolado sin
saber cómo y ahora tenía que divertirse junto a unos adolescentes cuarentones con los que no
tenía nada en común.
El
primer tropiezo se produjo en cuanto puso los pies en la calle.
-Pacooo,
chaval, jajajaja. ¡Cuánto tiempo! Pero acércate hombre, no te quedes ahí.
¡Vaamos! ¿Vas a mover el culo o qué?
-Eso,
eso. No seas tímido.
María Goñi |
Eran
Ramón y Mario. El primero fue su compañero de curso durante toda la secundaria,
pero apenas tuvieron ocasión de tratarse.
Allí
estaban, los jóvenes carrozas, fumando tranquilamente en la acera sin sospechar
que a Paco le dejaba sin aliento cada bocanada humeante que el viento propagaba
mucho más allá de lo que estaban dispuestos a creer. Y aunque luego empleó toda
su paciencia en explicárselo, sus palabras no surtieron efecto. La misma escena
tuvo lugar cuando salieron de comer, a la entrada del cine, a la salida, cada
vez que se paraban o seguían andando, es decir, siempre que a alguno de ellos
se le ocurría encender otro pitillo. En realidad, la mayor parte del tiempo. Y
lo curioso es que parecían sentirse ofendidos y lo expresaban gesticulando
constantemente como si se estuviesen sacudiendo las pulgas. Y, sin embargo, a
nadie se le ocultaba que era Paco quien no había tenido otro remedio que
mantenerse a una distancia prudencial durante muchos minutos, demasiados. Como
si fuese el perro guardián de todos ellos, ¿es que no se daban cuenta?
No
obstante, algo bueno podía salir de todo aquello. Daniela, a quien no conocía y
que enseguida llamó su atención porque parecía mucho más joven que las otras,
decidió solidarizarse.
-¿Otra
vez aquí? Te he dicho que te vayas con ellos.– Insistía Paco con la boca
pequeña.
-Puedes
decírmelo todas las veces que quieras, pero sabes que te va a dar lo mismo, no
pienso dejarte solo y punto.
Además
de decidida era guapa. Tenía todas las papeletas para ser invitada a cenar.
(Continuará)
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