lunes, 13 de febrero de 2023

Cómo insinuarse con elegancia (Relato verídico)

        

Los jugadores de cartas - Fernando Botero (1996)

-          Somos los de los veinticinco cubiertos.

-          Bien, señora, vayan pasando, ¿han venido todos?

-          Se ha añadido uno más, ¿les supone un problema?

-          En absoluto. Acomódense en el saloncito del fondo, ahora les traigo la silla que falta.

-          Se está bien aquí, calentito.

-          Después de la que nos ha caído encima.

-          Yo tengo los pies chorreando.

-          Pues se te van a secar rápido, yo me voy a quitar la chaqueta.

-          ¿Tan pronto? A mí el abrigo todavía no me sobra.

-          ¡Friolera!

-          Sí, soy de sangre caliente. Espera, Carmen, ¿puedes cambiarme el sitio? Es que aquí en la esquina me voy a quedar helada.

-          Sí, pasa. Pero no digas que hace frío, si se está de maravilla aquí.

-          Señorita, perdone. ¿Necesita algo?

-          No, nada, ya me siento. Es que traía mucho frío de la calle, estoo… ¿cómo te llamas?

-          Yo Julia ¿y tú?

-          Aurora. ¡Qué interesante la conferencia!

-          ¿Lo dices porque estoy yo delante?

-          Ja ja, Raúl, no sabes cuánto te admiro, he tenido que sobornar a un compañero para que me cediera su puesto porque me había quedado sin plaza. He leído todos tus libros y…

-          ¿Qué vamos a comer?

-          Para mí el menú del día, gracias.

-          ¿Todos queréis el menú?

-          Yo sí.

-          Yo también.

-          Que levante la mano el que quiera otra cosa. Tres, vale.

-          Para mí, pizza cuatro estaciones.

-          Yo una ensalada César.

-          Yo unos huevos rotos con torreznos y ración extra de patatas.

-          ¿Te pasa algo, Aurora?

-          Perdona, es que aún no acabo de creérmelo.

-          ¿El qué?

-          Estar aquí, hablando contigo, haber podido escucharte durante tres horas. Para mí es un sueño cumplido.

-          ¡Vaya! Me abrumas.

-          Por curiosidad, ¡dónde estudiaste?

-          Dejemos de hablar de mí, ¿no os parece? Hemos venido a relajarnos.

-          Sí, la charla ha sido muy densa.

-          Yo he cogido apuntes.

-          Además, puedes leer su biografía en google, seguro que ahí lo pone todo.

-          ¿Alguien quiere vino?

-          Yo una cerveza.

-          Yo un agua sin gas.

-          Cinco botellas de tinto de la casa, por favor.

-          ¿Te estás poniendo colorado?

-          Aurora, deja en paz al profesor.

-          Es que es impresionante que a su edad haya llegado tan lejos.

-          Tampoco soy tan joven, ni os doy clase en realidad.

-          ¿Cuántos años tienes?

-          Aurora…

-          ¿Qué pasa? ¿Es un secreto?

-          No, tengo treinta y cinco.

-          Un niño, lo que yo decía. Te llevo siete.

-          Quién lo diría.

-          Lo sé, nadie me echa más de treinta.

-          Come y calla, aquí tienes tu plato.

-          Matilde, ¡qué pesada eres!

-          Quien bien te quiere…

-          Y dónde hay confianza…

-          Veo que estáis muy refraneras.

-          ¿Sigues teniendo frío?

-          Manos frías, corazón caliente.

-          Después de escuchar al profe, los tópicos dan un poco de bochorno.

-          Los refranes son sabiduría popular, ¿a que sí Raúl?

-          Yo en eso soy neutral, cada uno que hable como quiera.

-          Las que somos ignorantes tenemos que aprender de los sabios.

-          ¿Alguien quiere postre?

-          Yo sí, pero un postre muy especial.

-          ¡Aurora!

-          ¿Qué pasa? Lo que de verdad me apetece es el dulce de moka de mi madre.

-          Con permiso. Mónica ¿es tuyo este paraguas?

-          Sí, ya debe estar seco. Perdona que lo haya puesto en medio pero no había otro sitio.

-          No importa.

-          Es que su madre es pastelera.

-          Y yo he anotado las frases de Raúl que pueden servirnos para el marketing.

-          ¿Para eso has venido?

-          ¡Claro! Papá me ha nombrado relaciones públicas de la casa y estoy redactando los folletos. Nada mejor que esas sentencias lapidarias aplicadas a un sector completamente distinto.

-          Menos mal que se ha ido al lavabo.

-          ¿Y eso no es plagio?

-          No tiene por qué enterarse, ¿o hay algún chivato por aquí?

-          Yo hubiera jurado que estabas ligando.

-          ¿Tú no puedes hacer dos cosas a la vez?

-          Pues no parecía muy interesado.

-          ¡Ja! dame tiempo.

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