sábado, 30 de marzo de 2013

La embaucadora

Victor tiene calor. Con la cabeza pelada y su pinta, antaño imponente, parece derrotado por algo tan simple como el olor a fritanga, las carreras de los niños y los puñetazos en la mesas. Pasan las raciones de tortilla por encima de nuestras cabezas, chopitos y cervezas desembarcan desde sus respectivas bandejas en las mesas contiguas, una ensaladilla, un café solo, una copa de coñac, una ración de manchego. No hay una mesa libre y eso que llueve a cántaros. O quizá sea esa la razón. Hemos salido de estampida de nuestra frustrada vida cotidiana y ahora hay que meterse en cualquier sitio. Ante todo, fingir que nos divertimos, no claudicar reconociendo que en casita hubiésemos estado mil veces mejor. La gente chilla de desesperación, se siente frustrada y molesta. A lejos, la mar picada parece reírse de todos.

Nosotros somos frugales. Nos han dejado una gran ensalada en el centro junto a una exigua ración de croquetas. Lola está a dieta, se sirve tres tristes hojas de lechuga y un trozo de tomate, aparta las aceitunas, el huevo, el atún. Por el horizonte corren dos o tres culebrillas. Jarrea sobre el techo de lona como si se hubiese propuesto derrumbarlo, un vivo resplandor ilumina por un instante el local casi en tinieblas, Charo, que está mordiendo un trozo de pan, se pone a toser del susto, se escuchan a lo lejos unos truenos sordos. Tanta saña meteorológica ha conseguido que todo el mundo se calle, no se escucha más que el ruido de la vajilla al otro lado de la barra.

-Y el lunes otra vez a currar.

Espero que Victor rompa el hielo. No conocía a las chicas hasta hace media hora y ninguno de los reunidos parece muy locuaz, pero su inventiva de siempre sigue oculta. Esa alusión suya al final de las vacaciones y un par de chistes flojos acaban desanimándonos. La tormenta está llegando a su apogeo y nos deja sin fuerzas, hasta se nos han quitado las ganas de comer. Lola es la única que tiene el plato vacío. Noventa y siete quilos muertos de hambre tienen que cundir lo suyo, pero ella parece estar de buen humor.

-Todos menos yo –presume- Ya estaba harta de monsergas.

Noto a Victor furioso. Me fijo en sus mejillas hundidas, los hombros aplastados, la barriga incipiente. Desde luego, ya no es el de antes, los signos de la decadencia están clarísimos. Lola sonríe con picardía.

-Y no fue tan difícil, la verdad.

-¿Te quieres callar de una vez?

Conozco a Victor desde hace décadas aunque nos vemos muy de tarde en tarde. Lo suficiente para saber que, si pudiera, le pondría una mordaza en la boca. Pero Charo decide ayudarla.

-Entonces, ¿conseguiste una pensión? Cuenta, cuenta.

Es cuando me entero de lo que se está cociendo. Aquello huele a tongo de lejos. Sigue tronando, se ha apagado las luz y la música ha dejado de sonar, a través de los cristales no se ve otra cosa que chorros de agua.

-Me fui a ver a mi médico- cuenta muy ufana. –y le expliqué lo mal que me sentía. La hernia de hiato, los nervios, principio de artritis, mi madre, que estaba muy enferma…

-¿Metiste también a tu madre en el lote? –interviene Tomás con sorna. Victor, ceñudo, ha bajado la cabeza y se encierra en un mutismo rebelde. Tiene las mejillas ardiendo.

Lola estira mucho el cuello, se revuelve, no le ha gustado nada el comentario.

-Pues sí. ¿Qué pasa? No tenía más remedio que cuidarla, dormía poco y me encontraba fatal.

-Eso nos ha pasado a muchos, Lola, –tercia Charo- y seguimos al pie del cañón.

-Pues allá tú, si quieres hacer el primo, –ataca- pero yo no estaba dispuesta.

Victor no puede más.

-Lola, como sigas me voy.

-Pues ten cuidado al salir a la calle. No te vaya a comer un tiburón.

Ya no me puedo callar.

-Nadie hace el primo por ser honrado, Lola. No está bien que insultes a la gente por cumplir con su obligación.

-No, si por mí… Cada uno es muy libre.

Se echa para atrás, con los brazos colgando del respaldo en un gesto de abierta provocación. El chiringuito traquetea por los cuatro costados, Victor se muestra cada vez más taciturno. Tomás es el único que parece animado.
 
-Entonces, ¿sobornaste al médico? No me lo puedo creer.

El orgullo brilla en la cara de Lola, junta las manos y nos mira con cara de triunfo.
-No sé si fue soborno o no. Hice lo que se me ocurrió y me salió bien.

Charo sigue indignada.

-O sea, que un médico va y te hace caso. ¡Venga ya!

-Uno no. Dos.

Victor ya ni siquiera está colorado, ahora tiene las mejillas moradas: se está poniendo cianótico. Se levanta de la silla y camina en dirección a la barra.

-Bueno, mejor. –dice Lola aliviada- A ver si ahora me deja en paz. ¡Qué hombre! Pues ese médico… Ahora hace años que no le veo, pero entonces iba todas las semanas. Que si me encuentro mal, que si me duele esto o lo otro. Y un día le pregunté que si estaba casado. El hombre, que estaba harto de verme allí todo el día, debió pensarse que quería ligar con él. Es que si vive solo, le dije, no le puedo pintar a su mujer un mantel a mano, que los hago bien bonitos. ¿Está casado o no? Porque, si lo está, necesito las medidas de la mesa de su comedor. Y, mira tú por dónde, la próxima vez que fui, que ya ni me acordaba ni nada, me entrega un papelucho doblado cien veces con las medidas de la mesa y me dice que se lo ha dado la mujer. Así que, yo muy diligente, le pinté unas piñas y unas ramas de acebo, que me quedaron bien cucas, y se lo llevé unos días antes de navidad. De allí salí con un volante para el psiquiatra.

Vuelvo la cabeza distraída y veo la imagen borrosa de Victor alejándose al otro lado de la cortina de lluvia. Nadie más parece haberse dado cuenta.

-Y ¿entonces qué?- interpela Tomás. –le pintaste otro mantel al loquero.

-Pues no. Ese no quiso saber nada del asunto y me tuve que buscar otro. Pedí que me cambiaran de especialista y, mira por dónde, tuve suerte. Del nuevo me habían contado cosas, que le gustaban las antigüedades, que restauraba muebles. Precisamente, en casa de mi padre tenía yo un arcón, unos candelabros, varios marcos de escayola… Le pregunté dónde podía dejárselos la próxima vez que fuera a verle y quiso saber qué era exactamente lo que estaba buscando. Algo muy sencillo, le dije, no volver a trabajar. Me deja usted esos objetos abajo, en administración, y le da a su abogado esta nota. A usted le parecerá que lo que he escrito son palabras sin importancia, pero tienen más de la que parece. Son, ni más ni menos, la llave que le va a abrir a usted esa puerta.

Delante de la del bar estaba aparcado el coche de Victor. Dejé el dinero encima del mantel, cogí el paraguas y eché a correr hacia allí.

-Espéranos- oí la voz de Charo detrás.
 

jueves, 28 de marzo de 2013

Avances santarios: EPOC y fenotipos

fenotipo.
(Del gr. φαίνειν, mostrar, aparecer, y τύπος, tipo).
1. m. Biol. Manifestación visible del genotipo en un determinado ambiente.
(Fuente: Real Academia Española)

Genotipo es la carga heredada. Fenotipo eres tú, con esa carga, más:
-el tabaco que te has fumado,
-el que inhalas cada día aunque no quieras,
-la contaminación ambiental,
-la bombona de oxígeno que te ponen en el hospital o tienes en casa,
-los broncodilatadores,
-el polen,
-la nube de polvo producida por una taladradora cercana,
-la saludable brisa costera,
-el sanísimo aire de montaña,
-los perfumes, aerosoles y productos de limpieza que amenazan por doquier.

Todo ello, para bien o para mal, conforma el fenotipo.

He aquí dos valiosas aportaciones que vienen a resumir los últimos avances en el conocimiento de la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica: una nota de prensa y un vídeo.
Visita mi nuevo blog sobre la cuestión respiratoria: http://charlasconpacotella.blogspot.com

1.

Epocsite.net / Noticias

EPOC, UNA CUESTIÓN DE FENOTIPOS

Entra en la fuente de la noticia.

Común pero poco diagnosticada a pesar de su prevalencia. Esa es una de las principales características de la Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC), conocida como la enfermedad del fumador (el tabaquismo aparece en el 95% de los casos) y que provoca 18.000 muertes al año, la quinta causa de fallecimiento en nuestro país, por delante, incluso, del cáncer de pulmón.

Aun así, a pesar de que se calcula que existen más de dos millones de enfermos, el 10,2% de la población adulta, está infradiagnosticada en casi un 75% de los casos aunque los avances científicos y médicos han permitido delimitar seis fenotipos (según gravedad y síntomas) que permiten a los especialistas ofrecer al paciente un tratamiento personalizado, sobre todo en las primeras horas del día, cuando los síntomas se agudizan y en los que los broncodilatadores se muestran como el fármaco más efectivo.

Crónica y de evolución lenta, los principales síntomas de la EPOC son disnea, fatiga y limitación al ejercicio, mermando la calidad de vida del paciente, especialmente en las primeras horas del día. Su abordaje ha sido el centro de un encuentro organizado por Novartis, en el que han participado más de 2.000 profesionales de todo el país y en el que se ha concluido que el tratamiento individualizado es el mejor medio para abordar la enfermedad en cada paciente: “El mejor remedio y para ese paciente”, resumía el doctor Bernardino Alcázar (Hospital de Loja) como medio para prevenir riesgos futuros, evitar recaídas, ingresos hospitalarios y disminuir los efectos secundarios y los costes, tanto para el paciente como para la propia administración.

De hecho, en el año 2000 y sólo en Andalucía, los ingresos hospitalarios (sin UCI) supusieron un coste para el sistema sanitario andaluz de 37 millones de euros.

Espirometría y tratamientos.
Los esfuerzos de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) se han dirigido en estos años a buscar una “atención de excelencia” para el enfermo de EPOC, según Pilar de Lucas, su presidenta, quien destacaba la importancia de la implicación de especialistas (neumólogos, enfermeros y fisioterapeutas respiratorios), investigadores, farmacéuticas y administración para aplicar la Estrategia Nacional de EPOC y darle “la importancia que tiene”, incluyendo en la “agenda” sanitaria la espirometría, el único medio para detectar la enfermedad y que no se realiza por falta de formación y de recursos.
El encuentro también ha servido para poner en evidencia ciertos avances, fundamentales para mejorar la salud y la calidad de vida de estos pacientes. Así, se han detectado seis fenotipos (por gravedad y síntomas) que ayudan al especialista a detectar el grado de enfermedad, de forma que el profesional médico pueda ofrecer al paciente el mejor tratamiento a su estado, y que han sido recopilados en una guía específica a disposición de cualquiera de ellos a través de sus tabletas o smartphones.

Gracias al análisis de la variabilidad de síntomas que presenta la EPOC se ha determinado que por la mañana es cuando el paciente se encuentra peor: “cuando el tono bronquial es más alto, le es más difícil respirar y acumula más secreciones”, relataba el Dr. Marc Miravitlles (hospital Vall d’Hebron, Barcelona). La aplicación de fármacos de inicio rápido (broncodilatadores) se muestra más efectiva y mejora la calidad de vida del paciente.

Pero además, la adaptación de estos tratamientos al ritmo de la enfermedad de cada paciente también es clave, aplicando distintos broncodilatadores de la misma familia, incluyendo corticoides inhalados o mucolíticos. El Dr. José Luis López Campos (del hospital Virgen del Rocío de Sevilla) incidió especialmente en la necesidad de que la administración se implique para la detección precoz de la EPOC para mejorar la evolución de la enfermedad y su tratamiento.

Andalucía y la investigación
Según López Campos, existen muchos factores que sitúan en Andalucía a la EPOC como una enfermedad infradiagnosticada, como la gestión sanitaria, la formación del médico y que tiene que ser el enfermo el que solicite la espirometría, ya que Andalucía no ha implantado la Estrategia Nacional de EPOC y son los centros -a pesar de que la mayoría poseen espirómetros- los que establecen cuáles son las enfermedades con prioridad, lo que provoca cierta inequidad con Madrid, Valencia o Baleares, que sí la tienen implantada.    “Se conoce poco”, reconocía López Campos, cuando una bronquitis crónica o un enfisema, que genera tantos ingresos hospitalarios, es en verdad la EPOC y provoca un gran impacto en el sistema sanitario.

Podemos saber que la mitad de los fumadores morirá por tabaquismo, pero no sabemos de qué, si de cáncer de pulmón, de EPOC o de una cardiopatía isquémica, recordaba el neumólogo en referencia a las palabras de Pilar de Lucas. Existen fumadores que desarrollan la enfermedad y otros que no, y averiguar el porqué es una de las áreas de investigación de López Campos, que entiende que encontrar ese porqué permitiría tener la “diana terapéutica” para que el fumador no desarrolle la enfermedad.

No sólo el pulmón sufre la inflamación que provoca la EPOC, sino que afecta también a otros órganos, por lo que investigan el papel que tienen una serie de moléculas en la inflamación sistémica, lo que permitiría aplicar un tratamiento específico para la zona afectada. “Son tan variables sus síntomas, su presentación clínica, que es impensable un mismo tratamiento para todos y a eso vamos, a personalizar el tratamiento de la EPOC”, reflexionaba López Campos.
Autora: Carmen del Toro.

2.

En el vídeo, el Dr Borja G Cosio revisa los fenotipos de la EPOC propuestos por la Guía Gesepoc. (Publicado el 29/01/2013)

martes, 26 de marzo de 2013

Los árboles azules 15: La huída

Una vez en la calle, y tras comprobar que nadie la veía, se metió en una tienda de saldos. Oculta por una hilera de perchas atestadas de ropa, espió el escaparate. Al otro lado del cristal, dos hombres cruzaban la calle a paso rápido, el que había hablado con ella y otro. Miraba sus espaldas alejarse a toda prisa y sintió un escalofrío en la rabadilla, un chico rubio con el pelo rapado y una camiseta negra con el anagrama del local de al lado taladraba el cristal con los ojos. Dio la vuelta cogió tres camisas, un par de pantalones y se metió en el probador. Estaba temblando. Pensaba pasar allí el tiempo que hiciese falta, pero debía tener cuidado de no despertar sospechas. Las dependientas estaban hablando de un novio, o de un suicidio, o de alguien que se suicidaba por culpa de su novia, ni siquiera la habían visto atravesar la tienda. Pensaba comprarse cualquiera de las prendas que había cogido al paso, cuanto más exótica mejor, algo que no se pareciera en nada a lo que llevaba puesto. Detrás de la cortina, habían dejado colgado de un gancho un vestido rojo frambuesa con cuello de babi colegial y cinturón ancho con hebilla redonda, de un color tirando a nazareno. Se lo probó. Parecía otra pero no le sentaba mal y costaba cuatro perras. Le hubiese gustado agenciarse un sombrero pero tampoco quería parecer demasiado llamativa ni dar la impresión de que estaba tratando de esconderse. Llevaba unas gafas de sol en el bolso pero al llegar al mostrador encontró un expositor de gafas y se encaprichó de unas con montura rosada y forma de mariposa que conjuntaban bien con el vestido. Tendría que tirarlo todo a la basura en cuanto llegase a casa, o quizá regalárselo a Rosana, pero por el momento le pareció un buen camuflaje. ¿Quién iba a pensar que era la misma? Para distorsionar aún más su imagen, sacó de su estuche uno de los pintalabios de prueba y se dio una pasada en los labios dejándolos de un color naranja brillante. Se había convertido en un adefesio de anuncio, pero de anuncio de colonias para frikis de la moda, que para salir del paso tampoco estaba tan mal.
-¿Tienen puerta a la calle de atrás?- Se encontró preguntando a la chica que envolvía el vestido sin haberlo pensado previamente. La otra dio una voz como si fuese lo más natural.
-Mariló, mira a ver si hay alguien espiando en la otra puerta.
 
La compañera, que llegaba desde el fondo de la tienda, se puso un dedo en los labios.

-No he mirado. Espera, voy a ver.

Y se dio la vuelta andando de puntillas. A los diez segundos se oyó:
-Aquí hay un camiseta negra.

-¿Chico o chica?
-El pringao de Efrén.

La dependienta que la atendía preguntó mientras alargaba el ticket:

-¿Necesitas apartamento para esconderte? Te lo podemos dejar por un par de días, es ahí, a la vuelta.
Ahora el escalofrío surgió de su coronilla y llegó hasta los talones.

-¡Qué tontería! Ya tengo una casa. ¿Por qué pensabas que me estaba escondiendo?
-Porque es justo lo que haces. A veces vienen rebotados del pub. Ese sitio es un antro, pero aún  no han descubierto que la tienda es un buen escondrijo. Además, tú te has disfrazado. Y las preguntitas que haces…

-Pero me estoy escondiendo de mi novio. Acabamos de tener una bronca y no quiero verle más.
La otra puso cara de guasa.

-¿Y crees que tu novio no te va a reconocer así vestida? Eres un poco rara ¿no?
La tercera chica se había sentado en una silla de tijera y se abanicaba con mucho garbo. Soltó una risita tonta y terció en la conversación.

-Otro candidato al suicidio, ji ji ji ji.
-Lo siento –continúo la primera chica- Te lo había ofrecido de corazón. Que tengas un buen día, gracias por venir.
 
En cuanto llegó a la acera paró el primer taxi que encontró. Aquella aventura le iba a salir por un pico.
(Continuará)

domingo, 24 de marzo de 2013

Creadoras

¿Qué es lo que pasa con las artistas?
El mundo ha cambiado, es cierto, no para ni un solo segundo de hacerlo. El problema surge cuando estos cambios constantes modifican su curso, pasan de ser positivos a retroceder o anquilosarse. No debemos ignorar el riesgo que supone cualquier interrupción en los avances. En el ámbito de las conquistas femeninas no hay nada que pueda considerarse neutro, cualquier período, por mínimo que sea, carente de conquistas en este terreno nos aboca a la temida involución. Hoy día, el caballo de batalla de la creación femenina es el prestigio. Pero para conseguir que las aportaciones de la mujer sean contempladas al mismo nivel que las de sus colegas, es a nosotras mismas a quienes corresponde estar a la altura. Somos responsables de cara a nuestro presente y nuestro futuro. Y en muchas ocasiones tiramos piedras sobre nuestro propio tejado, nos embobamos con productos ñoños y pseudo-místicos, creamos nuestro propio gueto y nos encerramos en él orgullosamente. En el fondo, y bajo la apariencia de valiente manifestación de identidad, lo que se oculta es un miedo cerval a saltar a la arena de una realidad neutra, a exponernos valientemente y competir con las mismas armas.
Puede deducirse que las artistas se encuentran con tres enemigos potenciales: la historia, los prejuicios ajenos y los propios. Estos suelen ser los peores, ya que presiden dos tipos de conducta a evitar. En primer lugar, confundir la problemática general humana con la exclusivamente masculina y abandonar lo que de verdad nos concierne guiadas por un complejo absurdo. Eso no significa que no podamos ponernos en el lugar de los varones, crear un protagonista masculino convincente o utilizar cualquier otro recurso que la tradición literaria y creativa haya puesto en nuestras manos. Lo dañino es la impostura, sobre todo hacia nosotras mismas, ignorar dónde pisamos, quienes somos, pretender camuflarnos en el bosque masculino con ropas que no nos pertenecen. La otra tentación que nos acecha es justamente la contraria. Replegarnos en el ámbito doméstico y olvidar otros horizontes, no porque se trate de un espacio poco fotogénico –como parece pensar todo el mundo, nosotras las primeras- sino por la inseguridad que evidenciamos al adentrarnos en él. Ya es hora de sacar a la palestra cuestiones como la cocina, la limpieza de la casa, el cuidado de los niños, las dificultades laborales padecidas por la mujer, su fisiología, su sensibilidad, su manera particular de abordar el sexo sin que esto sea considerado pornográfico basándose exclusivamente en la autoría del producto. Podemos hablar de la vida, de la nuestra y la de nuestras antepasadas, de la del género humano y la de los varones de todos los tiempos. Podemos hablar de todo, pero exigiéndonos a nosotras mismas un nivel. Pues, si pretendemos que se nos respete, debemos empezar por respetarnos.
Hemos de reconocer que cualquier campo considerado patrimonio del varón es objeto inmediato de interés, para todos, incluso para nosotras mismas. Esto, obviamente, no es malo. Pero estamos tan impregnadas del monopolio cultural masculino que tendemos a despreciar nuestras propias preocupaciones e intereses o a dirigirlas exclusivamente a nosotras. Un asunto con el marchamo varonil aumenta exponencialmente el interés de los lectores. Como si lo nuestro fuese cosa de patio trasero y solo lo que ellos cuentan sea digno de exponerse en la plaza pública. Y no digamos cuando ellos hablan de nosotras. Entonces es cuando el tema se vuelve interesante. Es muy curioso: nuestros sentimientos, intereses y experiencias no apasionan a nadie pero cuando somos objeto de la contemplación masculina nos volvemos dignas de atención. Pero, ¿de qué hablan cuando hablan de nosotras? Pues de sexo, naturalmente. Sigue siendo el aspecto que sigue interesando, aunque se trate de bazofia del más bajo nivel. Nosotras vendemos sexo, o mejor dicho, ellos nos lo venden. Cuando se tratan de ellos venden inteligencia, experiencias apasionantes, descubrimientos decisivos, cultura, ciencia. En suma, su mundo es el mundo. El nuestro un pequeño reducto irrelevante, solo digno de atención cuando algún hombre se para y admira un cuerpo.
Si se piensa que exagero, no hay más que repasar, aunque sea someramente, los precedentes literarios. ¿Por qué Madame Bovary, La Regenta y Ana Karenina se consideran obras maestras y no podemos imaginar del otro lado nada semejante? Ninguna mujer ha conseguido hasta ahora trazar un retrato igual de convincente, crear un arquetipo masculino asumido por todos, que, incluso, sea capaz de atravesar épocas e impregnar por derecho propio el imaginario colectivo. Pero lo más grave es que ni siquiera hemos pintado a una mujer que prevalezca. El relato de nuestra identidad –de las dos- corresponde, hasta hoy, a los varones. Ellos han asumido el reto desde siempre, y lo mantienen porque aún no ha llegado nadie que les arrebate dignamente su cetro. Acepto que estábamos silenciadas, llevamos muchos siglos de retraso y todavía debemos sortear a cada paso obstáculos enormes, pero también soltar nuestro particular lastre. Porque, como he dicho antes, todo lo que no suponga un avance se convierte en retroceso. Y, mientras continuemos refugiadas en la sensiblería y superficialidad o encastilladas en la soberbia del género epiceno, jamás llegaremos a lograrlo.
Un ejemplo, no por banal menos significativo
¿Piensan que es sencillo encontrar en internet un alias que evoque lo femenino, registrarse en cualquier página con un nombre supuesto que indique que eres mujer? Algo tan insignificante en apariencia llega a convertirse en una tarea extenuante. La mayoría de los nombres con resonancias femeninas están prohibidos. No me refiero a nombres propios, claro, sino a apelativos con resonancias femeninas procedentes, por ejemplo, de nuestra historia cultural. Por otra parte, no contamos con el filón masculino, no hay nada comparado a un Cervantes, un Galileo o un Cristobal Colón. Las mujeres, como todos sabemos, han permanecido en el anonimato desde siempre. Lamentablemente, se atribuyen connotaciones sexuales a los pocos nombres que se conservan, a todos sin excepción, venga o no a cuento. ¿Qué tiene de malo llamarse en internet Amazona o Minerva? Nos creemos muy avanzados, gente progresista, sin prejuicios, para nada puritanos, pero cualquier nombre de estos es tabú. Los robots cibernéticos los tachan sin contemplaciones. Pero ellos se pueden llamar Séneca o Hércules, incluso Apolo, si gustan. De todo esto tiene la culpa el retorcido panorama comercial que se ha apropiado del bagaje semántico para convertirlo en basura pornográfica. El ambiente está podrido por las sucias mentes  que pululan por ahí. Es evidente que, a pesar de todo lo que se diga, no hemos dejado de ser objeto. Y quizá ahora más que nunca, pues la utilización de los símbolos sexuales se ha sofisticado y cualquier otra consideración es secundaria. Es duro formar parte de la porción de planeta que es juzgada casi exclusivamente por lo externo, pero así son las cosas, y más vale aceptarlas como son porque negándolas es imposible salir de ellas. Nada es inocente, solo la ingenua mentalidad femenina parece hallarse todavía en la inopia. La realidad es que cualquier iniciativa nuestra topa inmediatamente con esos sambenitos inmundos que las que hemos pasado toda nuestra vida en un ambiente académico - lejos de esos vertederos que parecen proliferar y cuyo hedor por muy alejadas que estemos de ellos acaba por alcanzarnos- no podemos entender. No hemos hecho nada para merecerlo y nos vemos mezcladas con la escoria. Algo, como mínimo, molesto. Solo tenéis que hacer la prueba, participad en cualquier debate y observad cómo se valora la opinión de cada cual. Las mismas palabras se tienen en cuenta de forma muy distinta según te llames Fernando, Fernández o Fernanda. En los dos primeros casos, se te considerará varón y todo irá bien, incluso se perdonará cierta estupidez o insolencia. En el tercero, hay que cuidar mucho las formas, una señora no puede permitirse según que expresiones, no se puede ser demasiado brillante porque escuece, pero si se abusa de tópicos o se usan argumentos incorrectos, -teniendo en cuenta la impunidad del anonimato- el rapapolvo está asegurado.
Consideremos ahora la sexualidad como asunto literario. ¿Quién puede permitirse hablar clara y llanamente de sensaciones y experiencias con la seguridad de que va a ser tomado en serio? Me viene ahora el título de una novela publicada hace unos cuantos años, en la que Muñoz Molina repasa insistentemente sus escarceos masturbatorios adolescentes. ¿Sería imaginable algo similar en un texto escrito por una mujer? No, porque eso mismo a la inversa se consideraría novela de saldo, pornográfica cien por cien, sin posibilidad de ser publicada por una editorial sólida, mera carne de folletín.
En un interesante artículo de Laura Freixas, publicado en el número de otoño de la revista Claves, leo párrafos como estos, referidos a la maternidad.

"… estoy convencida del valor y del significado de las experiencias personales, incluso (o muy especialmente, de aquellas que por no haber recibido la sanción de los conocimientos legítimos (la ciencia, la política, la tradición literaria y artística…) no pueden expresarse de otra manera que como autobiografía cruda. Expulsada –como yo misma sentí que lo estaba a raíz de mi embarazo- del mundo del poder y la alta cultura, la experiencia femenina se ve constantemente rebajada al nivel de lo anecdótico, de lo irrelevante. Queremos hablar y sentimos que nuestra palabra no tiene peso, no tiene autoridad, no se escucha. Abrimos la boca y ningún sonido se registra. Ya está esta pesada contando su embarazo. ¿Esto es una revista seria o una revista de trapos y recetas?”

“… cualquier obra de una mujer, a poco que incluya emociones o relaciones personales, tiende a ser relegada, sin más trámite, a la subcultura. (…) Nos enfrentamos a una recepción cargada de prejuicios: un mismo producto (una novela de amor) es interpretada como alta cultura (el énfasis está en novela) o como subcultura (el énfasis está en de amor) según el sexo de su autor. (…) la asociación entre maternidad y cultura subalterna está tan arraigada que nadie parece cuestionarla.”
Ni siquiera –añado yo- las mujeres cultas y/o madres.
“… las experiencias de las mujeres están tan poco representadas en la literatura, el pensamiento y el arte, que la mujer creadora se siente empujada a silenciar gran parte de sus vivencias por falta de precursoras, de tradición, y hasta de un lenguaje  que le permitiera expresarlas, con lo cual estamos ante un círculo vicioso. También hay que poner de manifiesto la desconfianza con que el patriarcado acoged los intentos de las mujeres de convertirse en sujetos culturales. (…) todo conocimiento requiere un sujeto y un objeto, y aunque no hay ningún motivo intrínseco para que el sujeto sea masculino y el objeto femenino, así ha sucedido históricamente. Una de las dicotomías que está en la base de nuestra cultura patriarcal (…) es la que atribuye a los hombres es la que atribuye a los hombres en exclusiva la creación de obras del espíritu, mientras que a las mujeres les permite únicamente la creación de seres de carne y hueso. (…) el hecho de que una mujer escriba cuestiona la distribución de roles, reales y simbólicos, entre los sexos.” 
“… ¿por qué lo aceptan las mujeres? Sin duda porque es tentador creer que someteros a un destino decidido por otros (esa es al fin y al cabo la historia de la Virgen María, modelo fundamental ofrecido a las mujeres desde hace dos mil años) nos hará felices y nos dará un lugar en la sociedad…”
Por mi parte, cada vez que viene a cuento, saco a colación la famosa imagen recurrente que ha presidido nuestra infancia. Suelo soltar algo como esto: ¿Qué se puede esperar de una sociedad cuyo icono fundamental femenino es la de una señora permanentemente sentada sosteniendo en los brazos a un bebé?” Miradas recelosas y ausencia de respuestas. Nadie ha reflexionado sobre ello, nadie lo ha cuestionado hasta ahora, nadie está preparado para decir nada después de una frase así. ¿Es que somos todos tontos? ¿Solo funcionamos con tópicos? ¿Para qué nos sirven los cerebros? Pero dejo hablar a Laura Freixas, sus palabras servirán de ilustre broche a las mías.
“A todo esto, evidentemente, le falta un contrapeso: las voces de las propias mujeres. Pero no en cualquier contexto, sino dotadas del espíritu crítico que proporciona una educación, y arropadas por la autoridad que solo la alta cultura puede darles. A falta de tales voces- a falta de ensayos y novelas sobre la maternidad-, yo me tuve que conformar con la de mi madre. (…) Comprobar que se puede ser una buena madre, como lo ha sido ella, sin entregarse a la maternidad en cuerpo y alma –nunca dejó de trabajar, de estudiar, de viajar…-, sin renunciar a la propia vida, sin ser una madrecita de cuento de hadas, me ha servido de antídoto contra ese ideal imposible, pero tan poderoso, de la madre que pase lo que pase siempre estará contenta.”
No se es una buena madre “a pesar de”, Laura. La maternidad inteligente y rica en experiencias siempre será más intensa, interesante y valiosa, ofreceremos mucho más a los hijos si no hemos reducido nuestro mundo a ellos. Y serán los primeros en reconocerlo, siempre que puedan situarse por encima de prejuicios todavía tan en boga, pero suscribo, cien por cien, tus palabras, y tu conclusión es, a mi parecer, incuestionable.

“Espero haber explicado suficientemente la importancia vital de que escritoras, artistas intelectuales, periodistas, cineastas, dramaturgas… aborden cada vez más, con franqueza y sin complejos, la representación de las experiencias femeninas."

viernes, 22 de marzo de 2013

Charlas con Paco Tella: Cómo dejé el tabaco



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Llevaba veinte días sin trabajar por culpa de una bronquitis y la casa se me caía encima. El día había sido gris y tristón, con nubes bajas y amenaza de lluvia, se intuía el invierno en las rachas de aire frío que me abofetearon cuando abrí la ventana, en el color de la tarde y en las ramas peladas. Si tenía motivos para estar decaído, el tiempo tampoco animaba. Empezaba a anochecer. Me había acercado unas cincuenta veces al teléfono, luego cogía un libro para ahuyentar tentaciones, pero la trama no lograba atraparme. Cristina había agarrado la bolsa de viaje nada más comer y se había marchado a casa de su madre con los niños. Todavía eran bebés, no hacía ni cuatro años que vivíamos juntos. Dijo que se largaba para siempre porque no podía soportar mi mal humor. No quería llamarla por orgullo. O porque me parecía demasiado pronto para ablandarla y prefería esperar al día siguiente, ya no recuerdo bien.
Fui a buscar un refresco porque estaba harto de fingir que leía y porque la cocina estaba en dirección contraria al teléfono. Me dolía la cabeza y el pecho, tenía algo de fiebre y la vida me parecía una broma de mal gusto. Volví a echarme la manta por encima y abrí la segunda cajetilla de esa tarde. Pensé que el salón debía oler a rayos, aunque yo no lo notase, porque llevaba horas cociéndome en mi propio jugo; pero si lo ventilaba a esa hora corría el riesgo de coger un pasmo aún mayor del que tenía encima. Así que encendí un cigarro y di un par de caladas nerviosas. Entonces me quedé tieso. Tal cual.
Me dediqué a dar bocados al aire pero no entraba ni gota, como si me hubieran puesto un tapón en la garganta. La colilla se consumió sola en el cenicero mientras yo bregaba con mis sudores fríos y luchaba por respirar. Tenía una nube delante de los ojos, noté cómo perdía fuerza en los brazos y los dejé caer, eché la cabeza hacia atrás, apreté los párpados e intenté respirar hondo con toda mi furia. Cuando lo conseguí y empecé a ver colores de nuevo, me juré a mí mismo que no volvería a coger un cigarro.
El fumador de pipa - Cezanne (1895)
 Ya no sé cómo hicimos las paces. Debimos darnos prisa porque no creo haber pasado solo ni una noche más. Me había mareado y me asusté, eso es lo que le conté a Cris, luego supe que había sufrido una crisis de asma.
Tardé en volver al trabajo. No engordé. Alrededor del teclado se acumulaban los envoltorios vacíos de mis caramelos de menta. Algún compañero ponía cara de guasa al verlos, pero eran el equivalente del cenicero lleno que se veía en todas las mesas y que la fuerza de la costumbre había convertido en normal.
Lo había intentando tantas veces que nadie pensó que fuese a conseguirlo. Mi mujer escondió los cartones detrás de una pila de libros y aseguró que habían ido a la basura. Lo que no quería era tirar el dinero porque estaba convencida de que en un par de días iba a salir a comprar otros.
No fue así. Se me había metido en la cabeza que si era capaz de aguantar veinte horas sin el vicio, podría continuar toda la vida. Y así fue. Atrás quedaron los mil intentos anteriores, mis llantos a escondidas cada vez que echaba de menos la dosis, las restricciones: quince al día, luego diez, ocho, hasta seis, nunca menos. El hormigueo en las venas cuando, por fin, claudicaba, un gran bienestar que me recorría de arriba a abajo el cuerpo. Decían que un cura de la Rioja expulsaba las ganas de fumar solo con tocar la cabeza del visitante. Me apunté en una lista de seis meses pero Cris se negó a acompañarme, dijo que no quería brujerías en su casa y volví a llamar para anularlo.
Yo no lo había dejado, era él quien me había dejado a mí. Me había dado cuenta de que, por mucho que me gustara el tabaco, la vida era preferible.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Prohibir el tabaco

Un lúcido y valiente artículo cuya propuesta beneficiaría a todos, fumadores y no fumadores. Naturalmente, llevaría años, por tanto habría que empezar a ponerlo en marcha cuanto antes. Ahorraría, en primer lugar larguísimas y dolorosas enfermedades que apenas se conocen pero que destruyen la vida de miles de familias (no solo el cáncer, como se apunta en el artículo, también las cardiovasculares y la EPOC, de la que hablamos aquí a menudo). El oxígeno domiciliario -tan en boga hoy día aunque la gente no lo sepa porque quienes lo consumen se lo callan-, prácticamente desaparecería por fortuna para todos. Pero no hay que sentir vergüenza por padecer una enfermedad causada por el tabaco, habría que proclamarlo a los cuatro vientos para que los actuales fumadores puedan beneficiarse de la experiencia y no sigan engañados como hasta ahora por culpa de intereses ajenos. Si alguien tiene que avergonzarse son los empresarios del tabaco, nunca los enfermos.
Visita mi nuevo blog sobre la cuestión respiratoria: http://charlasconpacotella.blogspot.com
LA VOZ LIBRE
Roberto Augusto
Licenciado y doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona
martes, 19 de marzo de 2013, 12:22
Prohibir el tabaco


El tabaco es muy peligroso, aunque sea legal. El 30% de los cánceres están vinculados al tabaquismo. Ese porcentaje llega hasta el 90% en el caso de los cánceres de pulmón. La única diferencia que hay con otras drogas es que permite que el adicto lleve una vida normal, aunque su salud a largo plazo se ve perjudicada. Si el ser humano fuera plenamente racional nadie fumaría. Sin embargo, estamos lejos de llegar a ese nivel de desarrollo. También son irracionales las guerras, el crimen y tantas otras cosas que causan dolor a las personas pero que seguimos haciendo.
En mi opinión es necesario prohibir el tabaco. Una medida de ese calado y que afecta a tanta gente no puede implantarse de un día para otro, sino que debería hacerse de manera progresiva. Lo primero que haría sería convertirlo en un producto de lujo doblando o triplicando su precio. Luego restringiría los lugares donde se vende. Quitaría las máquinas de tabaco de los bares y de las discotecas. Estas medidas deberían acompañarse con una intensa campaña publicitaria donde se informara de los peligros de esa droga y con un plan sanitario para ayudar a la gente a abandonar ese pernicioso hábito. El paso final sería la prohibición de su venta y consumo en lugares públicos. Por supuesto habría gente que lo compraría en otros países o tráfico ilegal. No obstante lograríamos reducir mucho el porcentaje de fumadores. Y eso sería un gran avance para todos.
Es mentira que el tabaco sea un gran negocio para el Estado. Sin considerar el drama humano que provoca, todas esas muertes que se podrían evitar, desde un punto de vista económico es una ruina. Lo que se recauda en impuestos es mucho menos que lo que nos gastamos en atención médica. Esto es especialmente cierto en España, donde existe un servicio sanitario universal pagado por todos los ciudadanos, los que fuman y los que no fumamos.
Resulta absurdo que los fumadores reclamen su 'libertad' para fumar. Las drogas destruyen el libre albedrío de la persona al convertirla en adicta a una sustancia. Lo que alguien hace con su cuerpo no es algo que únicamente importe al interesado, sino que afecta al conjunto de la sociedad. Es un tema de salud pública. No hay ninguna libertad en ser prisionero de una sustancia que nos hace daño y perjudica a todos los que nos rodean.

Puedes leer el artículo aquí

lunes, 18 de marzo de 2013

Don Rufo bufa: ¿La crisis afecta a todos? ¡Mentira!


  Lo dicen políticos, periodistas y hasta gente de la farándula -aquí cualquiera se permite opinar de todo, sepa o no de lo que habla-, lo dicen ellos y lo repite todo el mundo. Pero es justo al contrario y lo demuestro. Si consideramos que el poder adquisitivo de los habitantes de un país, en un momento dado, se sitúa por encima o por debajo de la media, apreciaremos la repercusión que tiene esa media sobre las economías individuales. Cuando se vive una gran euforia económica, aquellos que no se encuentran a la altura (parados verdaderos no acogidos a la economía sumergida, subempleados, funcionarios, pensionistas de bajos ingresos) ven como los precios suben para adaptarse a unos bolsillos repletos  y por tanto su campo de acción se reduce mucho más de lo que sería de esperar. En esa época de vacas gordas, el grupo menos afortunado, si bien en términos absolutos supone un gran número de personas, en relación con la población total está en franca minoría y apenas se le tendrá en cuenta. El balancín sube y el que no sube a la par que él se queda al margen. En esos tiempos de bonanza económica, les va muy mal a los que no disfrutan de ella ya que, al no estar situados en el centro del huracán, este acaba arrollándolos: los precios suben de acuerdo con la media de los sueldos, prolifera toda clase de productos y servicios, la sociedad se considera pudiente y mira por encima del hombro a aquellos que considera que no están a su nivel.
En cambio, cuando el balancín económico desciende –o lo que es lo mismo, en tiempos de crisis- el que está por encima –aunque sea ligeramente- tiende a aumentar su nivel económico. Esto ocurre con los que, simplemente, ganan un sueldo a no ser que este fuera ya muy bajo o haya descendido abruptamente hasta situarse por debajo de la famosa media. Es decir, cualquiera que conserve una economía estable se mantendrá fácilmente por encima de la media -que en esos momentos es, lógicamente, muy baja- y por tanto aprovechará precios y oportunidades diversas de una economía adaptada a una población empobrecida fortuita o endémicamente.

Por eso me molesta ese estúpido mantra repetido hasta la saciedad, unas veces por hipocresía y otras por pura ignorancia. Los hipócritas son los que tiran la piedra al agua y los ignorantes quienes se encargan de alimentar la onda expansiva. Me parece un agravio para los que verdaderamente tienen dificultades y no una cuestión de solidaridad como quieren hacernos creer. Si estás entre los que padecen la crisis, cállate, no te sumes al coro de lágrimas porque no les ayudas en nada, en realidad lo que estás haciendo -aunque quizá no seas consciente del todo- es mofa, burla, escarnio de ellos. Y producir la impresión general de que es imposible ayudar a nadie puesto que todos están igual. Si quieres ayudar, diferénciate de ellos y luego apóyalos. No te calles, haz todo lo que esté en tu mano, pero desde tu posición real, no te sumes falsamente a un número del que no formas parte, afortunadamente para ti.
Quede claro que me estoy refiriendo a la clase media. Las grandes economías no entran en este juego, están por encima del bien y del mal y ni siquiera se dignan compartir sus opiniones en público. Lo que piensan, sea lo que sea, no puede confesarse en voz alta pues ellos no se han beneficiado modesta e involuntariamente de la desgracia de los otros como le ocurre al ciudadano común, lo suyo es mucho más grave: son los causantes directos de esa desgracia, el caudal dónde va a parar lo que desaparece de otro lado, los verdaderos beneficiarios, los ejecutores de esta enorme estafa denominada crisis porque hay que nombrarla de alguna forma.
Y continuarán haciéndolo porque cuentan con la complicidad de los políticos. La solución solo tiene un camino: cambiar radicalmente la legislación que permite tamaña injusticia. Pero el objetivo fundamental de un gobierno de derechas es favorecer la desigualdad lo máximo posible por eso nunca van a hacerlo. ¿Dónde situar el límite de esa posibilidad? Ni más ni menos, en la amenaza de desórdenes. Si no fuera por eso, medio mundo estaríamos pidiendo limosna. Muchos de los votantes no se han molestado en leer un libro de historia, y hacen mal. En cambio los votados se la saben de pé a pá, y esa es la ventaja que tienen.
Todo esto, sin mencionar la corrupción...

sábado, 16 de marzo de 2013

La EPOC en imágenes

El problema de esta patología, aparte de su gravedad, es su falta de difusión. Escuchamos continuamente hablar de cáncer en los medios, o de diabetes, enfermedades cardiovasculares, peligros de la carretera...

Sin embargo, pocas veces oímos hablar de la EPOC, un problema que exige una gran difusión social al depender directamente de la calidad del aire que respira el enfermo (o el futuro enfermo). Y son muchos más de lo que se piensa, ya que la mayor parte no están diagnosticados, y su número se está incrementando a marchas forzadas debido a un siglo entero de presencia indiscriminada y sin control de humo de tabaco.
Desde aquí, pongo mi granito de arena para contribuir a que empiece a sonar su nombre y, sobre todo, a que su naturaleza se entienda un poco mejor.


Visita mi nuevo blog sobre la cuestión respiratoria: http://charlasconpacotella.blogspot.com

EPOC y telemedicina

Publicado el 10 marzo 2013 por Alchavida
EPOC y telemedicinaLa Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) se parece al asma. Sus síntomas más frecuentes son cansacio y debilidad y agotamiento por cualquier actividad física. Afecta a más de dos millones de personas, en España y es la causa de muerte de unas 18.000 personas al año. Uno de los problemas es que la mayoría de los pacientes no están diagnosticados.
En España, uno de cada diez mayores de 50 años tiene EPOC, una cifra que se prevé que aumente debido al incremento del tabaquismo entre las mujeres, especialmente entre las adolescentes. Tanto que se espera que en el año 2020 sea la tercera causa de muerte en el mundo y en países como Canadá se ha estimado que la probabilidad de ser diagnosticado de esta enfermedad a lo largo de la vida es del 25% en mujeres y del 30% en los varones. Cuanto antes se diagnostica y se inicia el tratamiento, mayor es la calidad de vida del paciente. Los primeros síntomas se consideran normales en un fumador, y por eso se retrasa la consulta al médico.
Cuáles son los consejos?
  • Abandonar el tabaquismo
  • Protegerse del frío
  • Vacunarse contra la gripe
  • Hacer ejercicio físico
  • Mantener una vida intelectual activa
  • Utilizar correctamente los dispositivos de inhalación
  • Aprender a respirar de forma más eficaz y con menos esfuerzo
Una de las apuestas de futuro es el uso de la telemedicina en el tratamiento de esta enfermedad. Su uso permitiría un seguimiento de la sintomatología, una modificación rápida de los tratamientos e incluso la posibilidad de realizar rehabilitación respiratoria en el domicilio. Aunque personalmente pienso que internet no es medio adecuado para una relación médico-paciente, ya que la medicina más que un servicio es una relación personal, podría ser útil para un seguimiento concreto.

Puedes leer el artículo aquí.

jueves, 14 de marzo de 2013

Los árboles azules 14: Secretos al sol

 -Un desertor.- contestó el fulano, y estiró un cuello como una rama llena de nudos. -¿Usted sabe quién es Bernardo?

-El padre de Julio y Rosana.

-¡Falso!

-¿Cómo? ¿No es su padre?
-También –ahora parecía divertirse- pero eso es lo de menos.
-¡Ah! Pues… el dueño de un negocio de artesanía.
-Frío, frío.
Ella sí que estaba temblando.
-¿No prefiere contárselo a Julio? Yo ni siquiera soy de la familia.
-Pero está aquí porque él la ha enviado. No le dejarían entrar si tiene la edad que usted dice.
Era verdad. Pero si Agosto llegara a enterarse de que estaba allí por su cuenta y riesgo…
-Bueno, al grano. Le voy a decir quién es su jefe realmente. Era su jefe ¿no?
-¿Era?
-No se preocupe, –otra vez esa sonrisa de hiena- está perfectamente. No pueden hacerle daño, eso sería imposible.
Esta vez se calló a tiempo y no hizo preguntas. Tampoco era necesario.

-Bernardo es un genio. Sí, señorita, no ponga esa cara. Tiene la fórmula para convertir a los hombres en máquinas.
Aquello era una locura. Auko se levantó, el otro le cogió la muñeca, una de las camareras se volvió a mirarles.
-Hombres con ojos tan potentes como rayos X, memoria con infinitos archivos, capacidad de percibir ultrasonidos, fuerza colosal, mentes que podrán leer el pensamiento. Tenemos que rescatarle o conseguirán que les entregue toda la información.
Notó que se le nublaba la vista. No era por el alcohol, apenas había probado su copa. ¿O es que habían echado algo dentro? Con terror infinito se fijó en los dedos del hombre. Se estaban alargando, alargando, hasta parecerse a los tentáculos de un pulpo. Se levantó y echó a correr hacia la puerta.

                                                                                                                                                                                                                                              (Continuará)

martes, 12 de marzo de 2013

Los árboles azules 13: Hay otros mundos.

Ni que decir tiene que Auko volvió a escapar. Se acercó con precaución al lugar que indicaba la piedra y cuando vio de qué se trataba se sintió algo más segura. Imaginaba que la estarían esperando en una casa particular, no esperaba encontrar aquel escenario.

Al principio le pareció que el local estaba a oscuras, luego fue acostumbrándose a una media luz casi inexistente. Desde su sitio, no lejos de la entrada, no podía ver más que tres o cuatro parejas y a unas cuantas chicas detrás de la barra. De pronto aquello pareció animarse: se encendió el escenario y algunos focos más, los músicos se instalaron detrás de los instrumentos.  Miró a su alrededor. ¡Quién lo hubiera dicho! paredes verde manzana, cuadros en tonos pastel con marcos blancos, tulipas rosadas, un ambiente de lo más romántico. Las camareras parecían clonadas: la misma edad, estatura, pelo rubio muy corto, camiseta negra ajustada, cortesía distante. Empezó a sentirse cómoda. Estiró las piernas y dio un trago al gin tonic disfrutando del momento. Hasta que llegó él.
El tipo era repugnante no solo porque olía raro y tenía pelo hasta en las narices, más que nada era la mirada torva, la sonrisa irónica, los labios húmedos. ¿Qué podía esperar de ella semejante individuo? Se sintió como una pulga perdida en aquella sala enorme. No entendía cómo había podido meterse en aquel endiablado embrollo, quién la mandaba a ella… ¿Es que se había vuelto loca? Le temblaban las piernas. Se preguntaba que estarían tramando cuando arrojaron aquella piedra. Nada bueno, seguro. Cuanto más insistía el hombre en que se terminase su copa, menos ganas tenía de dar un sorbo.
Van Gogh - Café de noche
-Señorita, entiendo que usted es la persona enviada por don Julio,
Tardó en comprender que se refería a Agosto, tan acostumbrada estaba a llamarle así.
-Julio solo tiene quince años.
La mueca parecía la boca de una caverna, pero él debía llamarle sonrisa.
-Todo un hombrecito.
-Dígame que quiere, tengo que irme.
Endureció la expresión y la miró con ojos asesinos.
-Esto no puede salir de aquí. Ha de quedar entre nosotros y ustedes dos.
-Julio y yo, supongo. ¿Y Rosana?
-Con niñas no tenemos nada que hablar.
Pero con niños sí, pensó. No consideraba capaz de manejar aquello a un chaval tan mimado como Agosto. Ni siquiera ella sabía qué hacer. Había llegado demasiado lejos y no sabía cómo volver atrás.
-¿Me entiende?- estaba diciendo el hombre. Se sobresaltó. Había perdido el hilo y ¡cualquiera reconocía ahora que no le estaba escuchando! Le miró con la boca abierta.
-¿Ha entendido lo peligroso que sería irse de la lengua?
-Sí, sí. Mejor no me cuente nada ahora, ya hablaré yo con Julio.
El desprecio casi podía estrangularla.
-¡Cobarde!
-¿Por qué? No me considero la persona adecuada para recibir un mensaje así.
Al otro le temblaron levemente los labios. Cada vez olía más a amoníaco gelatinoso rociado con gotas de insecticida.
-Yo no represento a la banda.
-¿Cómo?
-Lo que oye.
-Entonces ¿quién es?
Enseguida se arrepintió de haber preguntado, no le convenía escuchar la respuesta. Pero ya no tenía remedio.
(Continuará)


domingo, 10 de marzo de 2013

Los árboles azules 12: La tensión aumenta


Hasta aquella conversación con Sabino, Auko había añorado a Bernardo casi tanto como los niños de la casa. Seguía preocupándole la suerte de aquel hombre pero su pena era mucho menor desde que notaba el embrión de una palmera naciéndole en la garganta. Ya no tenía que esconderse para llorar a gusto. Las hojas de la palmera a veces crecían tanto que le  llegaban hasta las puntas de los dedos. Eso ocurría sobre todo por las mañanas, en particular si lucía un sol radiante. ¿Qué le estaba pasando? Se sentía confiada. Ante ella se presentaba un futuro risueño en el que su jefe aparecería sano y salvo muy pronto. Quizá tanto optimismo no fuese más que un síntoma de que la suerte de Bernardo ya no la afectaba como antes.
La suya seguía ligada a la de Rosana y Agosto. Les habían requisado los teléfonos, vivían secuestrados y llenos de incertidumbre. O eso parecía, pues se movían por la casa como sombras y no se acercaban a nadie. Ni siquiera podía contármelo, cada vez que entraba a un cuarto con teléfono, un bulldog trajeado se pegaba a sus talones y no tenía más remedio que esfumarse. Tampoco yo conseguía dar con ella, tuve que inventar un montón de mentiras para tranquilizar a sus padres, pero la inventiva se me estaba agotando.
Merello - Mujer en la noche (Técnica mixta, lienzo)
Una noche vi una cascada de estrellas derramándose sobre el valle. En ese momento, un Agosto despeinado y con ronchas en la cara entró en el cuarto de Auko y la despertó. Llevaba en la mano una piedra blanca y lisa en la que alguien había escrito una dirección. Cualquier adulto en sus cabales se hubiese dejado de chiquilladas y hubiese avisado a los agentes. Pero ella se movía a ventoleras, cogió el proyectil y lo guardó en la mesilla de noche.
-¿A que estamos jugando? ¿Eh? ¿Qué es esto que traes?
-No es una broma, lo juro. Ha entrado por la ventana y casi me abre la cabeza.
-¡Ya! Ahora las piedras vuelan por los aires, ¿verdad?
-Lo han lanzado con tirachinas. Yo, con el mío, hasta a cincuenta metros las tiraba, y más pesadas que esta.
De abajo llegó el ruido de una portezuela cerrándose de golpe, aquello no tenía ningún sentido. Miró los ojos hinchados del chico, no tenía pinta de estar tomándole el pelo.
-Pero aquí delante siempre hay alguien, y la verja está a más del doble.
-Hay muchas formas de acercarse a la casa.
No eran horas de andarse con misterios. Incluso el ser más novelero de la tierra podía hartarse de un embrollo como ese y pensar nada más que en dormir. Se hundió todavía más en las mantas.

-Dime cuáles.
-Puede que se hayan subido al árbol que hay junto a la puerta y hayan saltado de uno a otro hasta ponerse enfrente de mi cuarto. Algunos están muy juntos.
-¡No me digas! ¿Cómo en El barón rampante?
-¿Qué?
-Nada. Una novela italiana que cuenta algo parecido. Agosto, mírame. ¿Seguro que no me estás mintiendo?
Tenía las orejas coloradas, pero aún así le creyó. Aquella historia de los árboles parecía más bien cosa de monos, la realidad tenía que ser mucho más sencilla, pero el chico decía la verdad. Escuchó unos golpes en la puerta y, casi a la vez, vio la cabeza de Rosana asomando.
-¿Hace una semana que no os veo el pelo y ahora, a las tres de la mañana, estáis con ganas de fiesta?
Ella se sentó en la alfombra tiritando.
-¿Ha pasado algo?
-Que no me dejáis dormir, ¿te parece poco? ¡Hala! ¡Fuera de aquí los dos!
 (Continuará)