viernes, 28 de septiembre de 2018

Cuando el mundo se convierte en leyenda

Se arrastra bajo la bóveda esa nube que parece un dragón acechando a una bandada de aves. Son las diez de una mañana invernal. El frío pone escarcha en los cristales y son como cuchillos que el malhechor oculto tras la cortina del pasillo sujetará con los dientes antes de lanzar su fiereza contra un David inmovilizado por la orden terminante de sujetar bajo su axila un termómetro. Suda a causa de una fiebre que también le produce escalofríos. ¿O es el terror lo que hace chocar las dos filas de dientes bajo el abrigo cómplice de las mantas? Ese desconchón de la pared aparece bajo el papel pintado con la fisonomía de un ogro que lleva en sus dientes una ardilla. Los ramajes de la pared descienden sobre él como serpientes que se dispusieran a succionar su sangre. 
... vuela. llevándole sobre los hombros, en dirección a unas montañas de espuma.
Pero a  pesar de tanta amenaza, nota que se está adormilando. ¿Cómo puede traspasar la frontera del sueño en un momento tan terrible? Eso es impropio de él, tiene que resistir a toda costa. Se arrima a la pared y esta se convierte en una gelatina que succiona. Nunca fue tan fácil pasar al otro lado, al reino de los lagos cristalinos, donde Mariana, la hechicera vagabunda, le espera enfundada en una armadura de acero inoxidable. Nadan sin descanso y, a punto de alcanzar la orilla opuesta, su compañera levita en espiral agitando una campanita que suena como la ermita de San Andrés llamando a misa de doce.
Han de apresurarse pues una bandada de mosquitos trompeteros les persiguen. Son gigantescos, y en el lugar donde deberían tener los ojos se encuentran dos mazorcas de maíz. Mariana le alza sujetándole del cuello y vuela llevándole sobre los hombros en dirección a unas montañas de espuma.
Escuchan el motor de un avión que revolotea por encima, pero no es más que el aspirador de la casa del vecino. El mosquito mayor del reino se acerca y le clava el aguijón en el brazo. Luego le incorpora la cabeza para que beba un poco de agua y entre las pestañas ve a su madre que acaba de ponerle la inyección del mediodía. 

... es como una flor mágica, o como un duende de cristal que susurra un sortilegio incomprensible.
Toda la habitación tiembla, como si se hubiese vuelto líquida, y se vuelve a sumergir en el lago. Pero ahora divisa, a través de los visillos, los edificios de enfrente que siempre ha imaginado como media docena de ositos rodeando a mamá osa.
Su madre verdadera le pega un cachete en la mejilla para advertirle que está delirando. Intenta atravesar la pared de nuevo para despedirse de Mariana pero ya no es posible. Toda la casa huele a arroz con pescado, nota sobre la piel el tacto de las sábanas y la contundencia del colchón sobre el que está tendido. Aún así, la magia no se pierde del todo: esa tulipa azul que reluce sobre la mesita de noche es como una flor mágica, o como un duende de cristal que susurra un sortilegio incomprensible. 
Mariana, la hechicera vagabunda, le espera enfundada en su armadura de acero...Llega una bandeja con comida y David siente cómo se le despierta el estómago. El plato se ha convertido en un campo de combate. Soldados-gamba luchan contra carabineros sosteniendo trozos de rape como escudo sobre un campo de arroz azafranado que oculta en su subsuelo las amenazantes almejas-bomba. El sol es ahora una rodaja de limón y los churretes de grasa que se le escapan por las comisuras regueros de sangre que ha brotado al calor del combate y que le proporcionará honores y medallas.
Pero eso será luego, en cuanto haya devorado la paella.

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