-Pero…
¡oiga! ¿va a venir Ilsa o no? Ya tiene pagada la matrícula. ¡Madre mía! ¿Qué
estoy diciendo? Si yo nunca he creído en estas cosas. Señor, qué es lo que me
ha dado. ¿Estoy borracha o qué?
El otro intensificó su sonrisa de suficiencia.
-Tranquila.
No la he drogado, si es lo que piensa. Es usted la de siempre, solo que… está
más receptiva, digamos. Sus ramificaciones sensitivas han entrado en conexión
con mi piloto interior y han captado que digo la verdad.
Emil Nolde . En el café |
“¡Por todos los santos! –Se dijo– En fin, ¿qué se le va a hacer? He llegado hasta aquí y tengo que aceptarlo.”
Y en voz alta:
-Hemos acabado ¿no?
-Ya queda poco. Usted ha venido para que le desvele lo que va a ocurrir en ese curso.
-No,
no crea. Yo solo he venido a la fiesta, lo que pasa es que luego me han liado
y…
El
estallido de un tapón resonó como si se hubiese activado una bomba. De la
botella que el faquir sostenía en su regazo salió un surtidor verde turquesa
que, tras horadar la bóveda de humo, fue
a perderse entre capas de atmósfera. Maite decidió volver al redil, aquel
hombre era el espíritu de los volcanes. Había que obedecerle en todo, eso o que
el jardín entero diese un buen pepinazo y ¡zas! todos por los aires.
-Esa
inocencia de la que alardea no es más que una fantasía suya. Seamos realistas.
Maite
no dejaba de pensar: “Esto
no me puede estar pasando. Después de todo lo que llevo visto, ¿se atreve a
hablarme de realismo? ¿Insinúa que soy yo la fantástica’ -Esta misma noche recibirá una llamada de su amiga, le anunciará que no puede ir a Gijón. Va a ser usted la que se enfrente sola al misterio.
-No,
si ya me estoy enfrentando.
-Señorita,
usted aún no ha visto nada. Esto es solo un presagio, lo sobrenatural vendrá
más tarde. Y no está al alcance de todos, solo de los elegidos como usted.
-Pensándolo
bien, ese cursillo no era tan importante. Creo que yo tampoco voy a ir.
-No
me cabe duda de que irá, conocerá a la mujer rubia. O tal vez castaña clara. En
todo caso, tiene la piel muy blanca y puede que también pecas. Desconfíe de
ella. Nada de lo que le cuente es verdad
-¿Tengo
que alejarme?
-De
ningún modo. Disimule. Que piense que le inspira confianza, pero manténgase
alerta y no le crea una sola palabra.
-Pero
¿me va a ir bien por allí?
Por
tercera vez, entornó los párpados.
-La
vida es una caja de bengalas. Solo puedo decirle que vendrá contenta.
-¿De
verdad? ¿Aunque tenga al lado a una mentirosa compulsiva? Y esas bengalas ¿son
de las que explotan o no?
-Ya
han pasado los quince minutos. Fin de la sesión. Vaya con dios, señorita.
Maite
miró tras ella y no vio ni rastro de humo. Todo el mundo estaba sentado mirándola.
(Continuará)
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