martes, 18 de febrero de 2014

Flaubert y su loro o el loro de Flaubert

1846

Hay entre los marinos aquellos que descubren nuevos mundos, que añaden tierras a la tierra y estrellas a las estrellas, estos son los maestros, los excelsos, los eternamente espléndidos. Luego están  los que vomitan el terror desde las partes de sus navíos, los que capturan, enriquecen y engordan.
Algunos zarpan en pos del oro y la seda bajo otros cielos, otros solo pretenden atrapar en sus redes salmones para los gourmets y bacalao para los pobres.

Yo soy el oscuro y paciente pescador de perlas que se zambulle hasta las profundidades y emerge con las manos vacías y la cara azul. Cierta atracción fatal me conduce hacia los abismos del pensamiento, hasta el fondo de unas simas interiores que, para los fuertes, jamás se agotan. Me pasaré la vida mirando el océano del arte en el que otros navegan o combaten, y a veces me divertiré yendo a buscar el fondo del mar conchas verdes o amarillas que los demás desprecian. De modo que las guardaré para mí y cubriré con ellas las paredes de mi choza.
1846

No soy más que un lagarto literario que se calienta el día entero al gran sol de la belleza. Solo eso.
1847

Las personas son como la comida. Hay montones de burgueses que para mí son como carne hervida: mucho vapor, nada de jugo, insípidos. Te llena enseguida y suele gustarles a los patanes. Otros son como carne blanca, pescado de río, delgadas anguilas que viven en el fango, ostras más o menos saladas, cabezas de ternera y azucaradas papillas. Yo soy como los macarrones con queso, que se ahílan y hieden, para gustar de ellos hay que haberlos probado muchas veces.
A la larga te acostumbras, pero antes tienes que haber aguantado que se te suba muchas veces el estómago a la boca.

1847
Esperabas encontrar en mí un fuego que ardiese, que llamease, que iluminase, que proyectara alegres claridades, que hiciera secar la humedad de los revestimientos, que saneara el aire y volviese a dar vida. Pero, ay, no soy más que una pobre lámpara nocturna cuya roja mecha centellea en un mal aceite lleno de anua polvo.

1851
Mi amistad es como los camellos. En cuanto se pone en marcha ya no hay modo de detenerla.

1852
A medida que envejecemos, el corazón se nos va desnudando, como los árboles. No hay nada capaz de resistir ciertas ráfagas de viento. Cada nuevo día nos arranca algunas hojas y eso sin contar con las tormentas que rompen de una sola vez varias ramas. Pero así como el verdor de la naturaleza renace en primavera, el nuestro se va para siempre.

1852
La vida es una cosa horrible, ¿no crees? Es como una sopa en la que flotan muchos pelos, y que no hay más remedio que comerse.

1857
Los libros no se hacen como los niños, sino como las pirámides, con un proyecto premeditado y amontonando grandes bloques, los unos encima de los otros, a fuerza de riñones, de tiempo y de sudor. ¡Y si no sirven de nada! ¡Y se quedan allí, en el desierto! Pero dominándolo de forma prodigiosa. Los chacales se mean en su base y los burgueses suben hasta su cúspide…

1857
Hay una frase latina que significa aproximadamente:
“Coger con los dientes un denario de entre la mierda”. Era una figura retórica que aplicaban a los avaros. Yo soy como ellos: para encontrar oro, no me detengo ante nada.

1867
Es cierto que hay muchas cosas que me exasperan. El día en que nada me indigne me caeré de bruces, como una muñeca cuando le quitas el palo que la sostiene.

1872
Jamás habían contado tan poco los intereses espirituales. Jamás el odio contra toda grandeza, el desdén por lo Bello, la execración de la literatura habían sido tan manifiestos. Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda golpea sus muros y amenaza con derribarla.

Flaubert en El loro de Flaubert, Julian Barnes 

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