Hay
entre los marinos aquellos que descubren nuevos mundos, que añaden tierras a la
tierra y estrellas a las estrellas, estos son los maestros, los excelsos, los
eternamente espléndidos. Luego están los
que vomitan el terror desde las partes de sus navíos, los que capturan,
enriquecen y engordan.
Algunos
zarpan en pos del oro y la seda bajo otros cielos, otros solo pretenden atrapar
en sus redes salmones para los gourmets y bacalao para los pobres.
Yo
soy el oscuro y paciente pescador de perlas que se zambulle hasta las
profundidades y emerge con las manos vacías y la cara azul. Cierta atracción
fatal me conduce hacia los abismos del pensamiento, hasta el fondo de unas
simas interiores que, para los fuertes, jamás se agotan. Me pasaré la vida
mirando el océano del arte en el que otros navegan o combaten, y a veces me
divertiré yendo a buscar el fondo del mar conchas verdes o amarillas que los
demás desprecian. De modo que las guardaré para mí y cubriré con ellas las
paredes de mi choza.
1846
No
soy más que un lagarto literario que se calienta el día entero al gran sol de
la belleza. Solo eso.
1847
Las
personas son como la comida. Hay montones de burgueses que para mí son como
carne hervida: mucho vapor, nada de jugo, insípidos. Te llena enseguida y suele
gustarles a los patanes. Otros son como carne blanca, pescado de río, delgadas
anguilas que viven en el fango, ostras más o menos saladas, cabezas de ternera
y azucaradas papillas. Yo soy como los macarrones con queso, que se ahílan y
hieden, para gustar de ellos hay que haberlos probado muchas veces.
A
la larga te acostumbras, pero antes tienes que haber aguantado que se te suba
muchas veces el estómago a la boca.
1847
Esperabas
encontrar en mí un fuego que ardiese, que llamease, que iluminase, que
proyectara alegres claridades, que hiciera secar la humedad de los
revestimientos, que saneara el aire y volviese a dar vida. Pero, ay, no soy más
que una pobre lámpara nocturna cuya roja mecha centellea en un mal aceite lleno
de anua polvo.
1851
Mi
amistad es como los camellos. En cuanto se pone en marcha ya no hay modo de
detenerla.
1852
A
medida que envejecemos, el corazón se nos va desnudando, como los árboles. No
hay nada capaz de resistir ciertas ráfagas de viento. Cada nuevo día nos
arranca algunas hojas y eso sin contar con las tormentas que rompen de una sola
vez varias ramas. Pero así como el verdor de la naturaleza renace en primavera,
el nuestro se va para siempre.
1852
La
vida es una cosa horrible, ¿no crees? Es como una sopa en la que flotan muchos
pelos, y que no hay más remedio que comerse.
1857
Los
libros no se hacen como los niños, sino como las pirámides, con un proyecto
premeditado y amontonando grandes bloques, los unos encima de los otros, a
fuerza de riñones, de tiempo y de sudor. ¡Y si no sirven de nada! ¡Y se quedan
allí, en el desierto! Pero dominándolo de forma prodigiosa. Los chacales se
mean en su base y los burgueses suben hasta su cúspide…
1857
Hay
una frase latina que significa aproximadamente:“Coger con los dientes un denario de entre la mierda”. Era una figura retórica que aplicaban a los avaros. Yo soy como ellos: para encontrar oro, no me detengo ante nada.
1867
Es
cierto que hay muchas cosas que me exasperan. El día en que nada me indigne me
caeré de bruces, como una muñeca cuando le quitas el palo que la sostiene.
1872
Jamás
habían contado tan poco los intereses espirituales. Jamás el odio contra toda
grandeza, el desdén por lo Bello, la execración de la literatura habían sido
tan manifiestos. Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una
marea de mierda golpea sus muros y amenaza con derribarla.
Flaubert en El loro de Flaubert, Julian Barnes
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