Vive a más de dos kilómetros. Mientras los demás hacen el trayecto en coche y luego se revientan en la cinta andadora, ella va y viene andando.
Nació en la costa más meridional del país, ahora vive en la más septentrional. Tiene la piel tostada por el sol de más ocho décadas, los ojos color mar, tan vivos y alegres como los de una adolescente, en la piel no le cabe una arruga, el pelo oscuro y corto no desentona con su cara ni con su maquillaje perfecto.
A punto de quitarse el bañador para darse una ducha rápida, dice:
-Aquí donde me ves, traigo a mal traer a todo el pueblo.
Da media vuelta, deja la prenda en el pomo y cierra la puerta tras de sí. Escucho su voz tamizada por el ruido del agua.
-Me paran por la calle para preguntarme dos cosas. ¿A que no imaginas cuales?
-Pues… no.
-La primera, siempre, cuántos años tengo.
Coqueta como es, hace una pausa para que el efecto sea mayor.
-¿Y la segunda? –me siento obligada a preguntar.
-La segunda es: “¿Usted trabaja?”
-Y tú ¿qué respondes?
No me contesta aún. Sale envuelta en la toalla y se mete en la sauna púdicamente.
-“¡Qué bien camina usted, señora!” “¡Qué morena está!” “¡Qué guapa!” me dicen todos.
-¿Les extraña que andes con ese garbo? Pues si te vieran colgada de la barra, como un mono, seguro que les da un síncope.
-Son estiramientos. Los hago porque no quiero mermar.
Sofía Loren 2013 |
-La verdad, no sabría decirte. Yo siempre he hecho deporte, jugué al futbol y al baloncesto de joven, pero cuando nació mi cuarto hijo comprendí que me faltaba tiempo y lo dejé.
-¿Cuántos hijos tuviste?
-Cuatro nada más.
-No son pocos, no creas. Bueno, dime, ¿qué es esa segunda cosa que te preguntan?
Me mira con mucho misterio y un punto de picardía.
-“Señora, ¿usted trabaja?” ¿Sabes qué les contesto?
-Tú dirás.
-Que sí.
-¡Ah!
-Y entonces quieren saber dónde.
-No me lo puedo creer.
-Pero yo les informo con mucho gusto, no creas que me corto un pelo. “Trabajo en un gimnasio” digo Y con eso ya tienen bastante, no quieren saber nada más.
-Bueno, no mientes, es una forma de verlo. Tú trabajas para conservar la salud.
Con su collar de nácar, grandes pendientes dorados, la camiseta de un blanco brillante y la bandolera de cuero marrón, me saluda agitando la mano antes de dar media vuelta. Tras una hora de pesas y flexiones, aún le quedan dos kilómetros de marcha.
La más chula del barrio nunca será una vieja, porque encara la vida con vitalidad y esa pizca de coquetería tan saludable cuando los años nos van cayendo encima.
ResponderEliminarUn relato que me ha recordado aquel eslogan de "no pesan los años..."
Quiero ser como tu chula del barrio.
Un beso,
Y yo. Y, teóricamente, todo el mundo.
ResponderEliminarPero no siempre se está a tiempo, la gente no se da cuenta de que, para seguir, primero hay que empezar.
Besos