Como ya
habréis visto en las sinopsis de páginas de cine, carteleras y demás, Nisha
es una adolescente de origen pakistaní y familia musulmana que vive en Noruega
con sus padres y hermano mayor. Como es lógico, las vivencias que
experimenta fuera de casa no pueden traspasar sus cuatro paredes sin que le
caiga encima toda la ira paterna. Un día se le ocurre llevar a su habitación al
chico que le gusta, el padre se horroriza, observa como la ira divina se
desploma sobre su tejado y decide enviarla a Pakistán para que conozca
las costumbres del país y viva vigilada por los parientes que quedaron allá.
Pero Nisha es una chica joven, acostumbrada a otra forma de
vida, una mentalidad más libre, caprichos, comodidades… Puede irse a la otra
punta del mundo pero jamás huirá de sí misma, de su curiosidad, su
necesidad de amar y comunicarse, de rodearse de gente como ella, de desfogar su
vitalidad desbordante,
Sus mayores
habitan un universo hermético, repleto de miedos. Se teme al autoritario cabeza
de familia, a las habladurías de la comunidad pakistaní, a la venganza de sus
ancestros, a despertar la cólera de su dios. O eso se intuye, porque el
silencio es una constante en los personajes adultos. Solo Nisha grita, se
defiende, solicita desesperadamente una respuesta. En Noruega obtiene la
complicidad de su grupo, en Pakistán se comunica someramente con sus primos.
Pero esos silencios –perfectamente entendibles– tal como se manifiestan en la película,
resultan un poco forzados. Entiendo lo que quieren decir, me creo el mensaje
que transmiten, pero hay algo que chirría. Creo que la puesta en escena no
expresa bien la realidad que se está recreando. Si es responsabilidad del
director, de los actores, del guionista o se reparte entre todos
ellos, no sabría decirlo.
Lo cierto es
que nadie parece ser capaz de reaccionar, no hay diálogo entre ellos ni podemos
conocer lo que piensan. Todos se someten al padre y este, tanto por tradición
como por convencimiento propio, carga sobre sus hombros todo el peso de los
hechos. Pero, aunque la mayor parte del tiempo consiga disimularlo, la carga le resulta demasiado pesada.
Todo ello induce a sospechar que una sociedad más permisiva e igualitaria supondría un
alivio para unas y otros. Si la obligación de ser competitivos, de mantener
constantemente la autoridad, supone un duro esfuerzo, no menor es el de acatar
órdenes, sufrir reproches, recomendaciones y condescendencias por parte de media
humanidad durante toda una vida.
Si os habéis fijado, ya no hablo de Pakistán ni de Noruega. La religión musulmana puede añadir un plus integrista a cualquier estado de cosas, pero Nisha somos todas, sea cual sea nuestro lugar en el mundo, porque el patriarcado se reinventa una vez y otra para adaptarse a cualquier innovación social. Desde ese enfoque, una película como El viaje de Nisha nos está mintiendo en el fondo, porque traslada a la mujer occidental el mensaje de que vive en el mejor de los paraísos, que en su entorno todo está bien, es razonable, que jamás hemos experimentado esa clase de autoritarismo, que nadie se conduce con esa rigidez, que tenemos suerte de haber nacido sin tener que someternos a todas esas cortapisas. Salimos del cine pensando que debemos estar agradecidas por ello. ¿Agradecidas a quién? ¿A nuestro padre? ¿A los varones de nuestro entorno? A veces, es incluso mejor que la tiranía dé la cara porque luchar contra una fiera visible nos otorga la posibilidad de defendernos. En cambio, ¿qué podemos hacer contra algo que en teoría no existe pero nos mantiene agarrotadas en todos los terrenos de la vida?
De ahí que la
película se pueda considerar una infamia además de una estafa en toda regla. De
acuerdo, mejor no exagerar, pero ¡cuidado! Hay que contemplarla con espíritu
crítico. No seamos incautas, no nos dejemos engañar. A nosotras nos queda
tanto o más por hacer que a Nisha. Es más, Nisha somos todas. Vamos a correr
tras sus pasos, a imitar su valentía, a rebelarnos cada vez que haga falta, a
no tragar con lo que nos imponen. Porque se nos destina a una vida muy dura,
en realidad. Nos tratan con condescendencia. Seguimos soportando todo el peso
del hogar, tanto físico como psicológico. Y eso sin hablar de la violencia de
género, dentro del hogar y fuera de él.
Ahora dime
que aquí estamos mejor. Que Nisha ha tenido mala suerte por nacer de padres
musulmanes. Mírate y reacciona, aún estás a tiempo.
Título en noruego: Hva vil folk si
Duración: 106 minutos
Coproducción: Noruega-Alemania-Suecia
Dirección: Iram Haq
Guión: Iram Haq
Música: Lorenz Dangel, Martin Pedersen
Fotografía: Nadim Carlsem
Reparto: Maria Mozhdah, Adil Hussain, Ekavali Khanna, Rohit Saraf, Ali Arfan, Sheeba Chaddha, Jannat Zubair Rahmani, Lalit Parimoo, Nokokure Dahl, Isak Lie Harr
Género: Drama
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