Una
de mis lecturas pendientes es un ensayo de Vargas Llosa titulado La civilización del espectáculo (2012). Cada
vez es más cierto que lo que no se exhibe no existe, que un bodrio cualquiera,
expuesto a los focos, ve realzado su valor. Esto tiene sus ventajas, claro,
pero los inconvenientes son enormes. Cada vez vivimos más de cara a la galería,
no hay fondo, solo superficie; lo que se oculta tras la fachada simplemente
no existe. Para averiguar cómo hemos llegado hasta aquí recomiendo El puño invisible (2012), de Carlos Granés, un
estudio de la evolución del arte desde las vanguardias del siglo pasado hasta
ahora, también recomendado por el nobel.
Hace
unos días leí algo sobre la influencia de los medios de comunicación en el
devenir político de una sociedad. Se dice que Obama ganó las elecciones de 2008
gracias a su manejo de la red, o que Franco mantuvo su dictadura durante cuatro
décadas con la ayuda de una propaganda eficacísima. Manipular mentes era hasta
hace poco censurar férreamente la información disponible. Hoy día los
procedimientos son mucho más sutiles. Imposible cortar el caudaloso flujo de
información que arrastran cada minuto los canales más diversos, pero
desenfocarla o adulterarla está al alcance de unos cuantos. Solo hay que colocarse
en el sitio adecuado y contar con los recursos convenientes.
Francisco de Goya - El sueño de la razón produce monstruos - Grabado nº 43 de Los Caprichos |
En
este momento nadie puede afirmar que ignora lo que ocurre. Pero el machacón
bombardeo de los medios nos aturde de tal forma que, aunque percibamos la
distorsión, no podemos calibrar su alcance. Y todavía hay otro peligro: la
satisfacción que proporciona el falso protagonismo, la ingenuidad de pensar que
cada uno de nosotros emite un mensaje personal. Técnicamente es así, pero los
tweets, o cualquier otra forma de balbuceo mediático, se difuminan en la inmensa maraña
que es la red. Solo se salva una pequeña parte de la cháchara, la de aquellos
que manejan los hilos, cuya fuerza emisora es incomparablemente mayor que la de
cualquiera, pues son los amos de toda la gama mediática y producen o eliminan a
su antojo los estados de opinión que les conviene.
Últimamente,
todo esto se ha incrementado. Percibo tanta mentira, ocultación, desfachatez,
cinismo, en esa jungla de comentarios, editoriales y tertulias políticas, tanta
descarada intención de confundir al probo ciudadano, una inteligencia tan
certeramente dirigida hacia quién sabe qué objetivo, que si intento imaginar adónde
nos conducirá todo esto, el frío aliento de la incertidumbre me golpea la nuca
y me hace tiritar.
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