El fin de la existencia, el modo en qué se producirá y cuándo – ya sea la propia muerte, el ocaso de la humanidad o la destrucción del planeta en su conjunto –, constituye una de las preocupaciones del ser humano de todas las épocas. En lo que concierne a esta última, el género más habitual para volcar las especulaciones generadas es la ciencia-ficción (literaria, cinematográfica o ambas compartiendo argumento). Pero el autor de Dogville y de tantas otras creaciones memorables tiene la virtud de encontrar siempre la cara oculta, la faceta insospechada, la inverosímil relación entre dos elementos y dejarnos pasmados una vez más. Melancolía es uno de los films que, como casi todas las suyos, más dio que hablar la temporada de su estreno. En un tiempo y lugar indeterminados, el anuncio del inminente acercamiento de un planeta con ese nombre produce reacciones diversas. Unos se sumen en la incertidumbre, a otros les invade una zozobra total y a alguno más el acontecimiento le resulta indiferente. Pero no es solo la amenaza de la destrucción del mundo lo que siembra la inquietud en el espectador sino, sobre todo, la forma indirecta y elusiva de proponerlo. Porque lo que se nos cuenta – en dos fases y partiendo la mirada de dos personajes diferentes – empieza siendo una cosa para transformarse en otra muy distinta.
Von Trier agrega elementos de ciencia ficción a un film que no pertenece al género. Y, quizá contrariando la lógica narrativa consagrada por la costumbre, el experimento funciona de verdad. Está comprobado que poseer una visión racional y coherente de las cosas no produce necesariamente obras maestras, al contrario, estas suelen surgir de la mente más excéntrica, la más caprichosa, la que mantiene los comportamientos más arbitrarios. Aquel que suele carecer de mapas y brújulas que le ayuden a orientarse convenientemente en el día a día es capaz de mostrarnos otros caminos menos obvios, de iluminarnos sobre realidades complejas y, a menudo, abstractas y poco evidentes. ¿Se pueden ejecutar obras maestras y seguir siendo un perfecto ignorante de cómo funciona el mundo? Parece que sí. El genio puede tener dificultades para resolver la acción más elemental de la vida cotidiana o ser incapaz de conducirse de forma adecuada en sociedad, a veces puede causar escándalo con opiniones tan absurdas y ofensivas como innecesarias. Es lo que ocurrió con el exabrupto pro-nazi pronunciado por el realizador en el festival de Cannes de ese año, que tanto puede estar motivado por un afán compulsivo de llamar la atención – lo que, a estas alturas de su carrera, sería una solemne estupidez – como por un completo desconocimiento del suelo que pisa. En cualquier caso, nada que le ayude a presumir de buen juicio.
Sin embargo, sus resultados son excelsos. Mediante imágenes tan bellas como poco realistas – aunque eso es lo de menos porque lo comunica es mucho más auténtico que cualquier reportaje fidelísimo – construye una especie de parábola apocalíptica en medio de un escenario fantástico. Si un planeta choca con la tierra nunca lo veremos acercarse y menos aún aparecerá con un aspecto similar al de las fotografías tomadas por satélite. Melancolía es el nombre del planeta furtivo, por melancolía se conocía a la depresión en otras épocas. Las actitudes son a menudo más propias de un baile o de un posado artístico que de personas en movimiento. Tampoco es muy verosímil, desde un punto de vista literal, defenderse de un choque planetario construyendo un refugio en forma de cono con unas pocas ramas unidas por el vértice, – para colmo en los jardines de una gran mansión de la que el pánico les ha hecho huir – ni medir la distancia del amenazante cuerpo celeste con un aro de alambre torcido torpemente a mano. Y, sin embargo, esos personajes unidos en la demencia nos resultan más cercanos de lo que sería previsible pues, si el ser humano adopta con frecuencia comportamientos absurdos, cuando está aterrorizado, más aún.
Y hablando de personajes he de destacar el trabajo que realiza von Trier con las protagonistas de sus films. Supongo que puede considerársele un gran director de actores. La importancia que otorga a las mujeres en el desarrollo de sus tramas es innegable. Pero, en mi opinión, hay más: la firme voluntad de encontrar, para cada una de sus obras, el rostro perfecto y único que encarne al personaje principal y de que su interpretación ofrezca numerosas facetas, todas ellas de un brillo cegador. En este caso se trata de Kirsten Dunst, en otros fueron Nicole Kidman, Björk etc. No es un secreto la enorme carga emocional que pone en sus manos, el esfuerzo que sus desmedidas exigencias ha supuesto para cada una de ellas, los altibajos en el proceso de rodaje, el arrepentimiento por haber accedido a exponerse de esa forma ante el público y ante ellas mismas, incluso en algún caso la decisión de abandonar. Dunst aparece magnífica – también, indiscutiblemente, por mérito propio – en el papel de depresiva crónica que ni disfrutar de su propia boda puede y cuyos constantes altibajos de ese día fastidian a los invitados y acaban colmando la paciencia del novio. Cada gesto, actitud, ademán, movimiento, parpadeo, mirada, están milimétricamente medidos para que el espectador la crea y se ponga en su piel. Por otra parte, el personaje vive de tal forma desde el interior de sí mismo que nada externo puede dañarlo. Por eso, todos menos ella se ven conmocionados cuando presienten la catástrofe. El generoso cuñado el que más, ya que es el que ha puesto todas sus esperanzas en la contemplación del espectacular fenómeno, también el que ha intentado apaciguar temores y estimular la ilusión de los otros, aunque al único que consigue convencer es al niño.
En general, la considero una obra hermosa, sugerente y repleta de aciertos pero fallida en su conjunto, – en absoluto a la altura de la perfecta sinfonía trágica que es Dogville, ni de Bailando en la oscuridad, ni siquiera de El jefe de todo esto, (no hablo de Rompiendo las olas porque no llegó a impresionarme, puede que no estuviese preparada todavía para enfrentarme a los abstrusos mecanismos mentales del director) –. Sin embargo, la recomiendo ya que, indiscutiblemente, podemos situarla por encima de la mayoría de las que hemos encontrado en cartelera, la temporada de su estreno o cualquier otra.
Sin embargo, sus resultados son excelsos. Mediante imágenes tan bellas como poco realistas – aunque eso es lo de menos porque lo comunica es mucho más auténtico que cualquier reportaje fidelísimo – construye una especie de parábola apocalíptica en medio de un escenario fantástico. Si un planeta choca con la tierra nunca lo veremos acercarse y menos aún aparecerá con un aspecto similar al de las fotografías tomadas por satélite. Melancolía es el nombre del planeta furtivo, por melancolía se conocía a la depresión en otras épocas. Las actitudes son a menudo más propias de un baile o de un posado artístico que de personas en movimiento. Tampoco es muy verosímil, desde un punto de vista literal, defenderse de un choque planetario construyendo un refugio en forma de cono con unas pocas ramas unidas por el vértice, – para colmo en los jardines de una gran mansión de la que el pánico les ha hecho huir – ni medir la distancia del amenazante cuerpo celeste con un aro de alambre torcido torpemente a mano. Y, sin embargo, esos personajes unidos en la demencia nos resultan más cercanos de lo que sería previsible pues, si el ser humano adopta con frecuencia comportamientos absurdos, cuando está aterrorizado, más aún.
Y hablando de personajes he de destacar el trabajo que realiza von Trier con las protagonistas de sus films. Supongo que puede considerársele un gran director de actores. La importancia que otorga a las mujeres en el desarrollo de sus tramas es innegable. Pero, en mi opinión, hay más: la firme voluntad de encontrar, para cada una de sus obras, el rostro perfecto y único que encarne al personaje principal y de que su interpretación ofrezca numerosas facetas, todas ellas de un brillo cegador. En este caso se trata de Kirsten Dunst, en otros fueron Nicole Kidman, Björk etc. No es un secreto la enorme carga emocional que pone en sus manos, el esfuerzo que sus desmedidas exigencias ha supuesto para cada una de ellas, los altibajos en el proceso de rodaje, el arrepentimiento por haber accedido a exponerse de esa forma ante el público y ante ellas mismas, incluso en algún caso la decisión de abandonar. Dunst aparece magnífica – también, indiscutiblemente, por mérito propio – en el papel de depresiva crónica que ni disfrutar de su propia boda puede y cuyos constantes altibajos de ese día fastidian a los invitados y acaban colmando la paciencia del novio. Cada gesto, actitud, ademán, movimiento, parpadeo, mirada, están milimétricamente medidos para que el espectador la crea y se ponga en su piel. Por otra parte, el personaje vive de tal forma desde el interior de sí mismo que nada externo puede dañarlo. Por eso, todos menos ella se ven conmocionados cuando presienten la catástrofe. El generoso cuñado el que más, ya que es el que ha puesto todas sus esperanzas en la contemplación del espectacular fenómeno, también el que ha intentado apaciguar temores y estimular la ilusión de los otros, aunque al único que consigue convencer es al niño.
En general, la considero una obra hermosa, sugerente y repleta de aciertos pero fallida en su conjunto, – en absoluto a la altura de la perfecta sinfonía trágica que es Dogville, ni de Bailando en la oscuridad, ni siquiera de El jefe de todo esto, (no hablo de Rompiendo las olas porque no llegó a impresionarme, puede que no estuviese preparada todavía para enfrentarme a los abstrusos mecanismos mentales del director) –. Sin embargo, la recomiendo ya que, indiscutiblemente, podemos situarla por encima de la mayoría de las que hemos encontrado en cartelera, la temporada de su estreno o cualquier otra.
Vaya, tienes un blog magnífico.
ResponderEliminarNo sé la razón de no poder acceder desde el mío.
Disculpa, no quise ser grosera, no es mi estilo.
Pensé que Molina de Tirso era un bloguero que me "conocía"
Como parte de mi vida la dedico al teatro y del teatro me gusta el verso, le contesté con uno de Tirso de Molina.
¿Me disculpas? Ahora mismo voy a disculparme en el mío
Saludos
Asunto resuelto. Un simple malentendido que hemos aclarado hablando. Lo mejor en estos casos es hablar.
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