Pero no puede. Ella nació sin alas, como todos los que no somos pájaros ni insectos.
Hace pocos días me envió una extensa carta. Se ha marchado muy lejos, según dice, y no quiere que la encuentre nadie. Todavía, pienso yo. A veces llegamos a cansarnos de estar perdidos.
Los padres de Auko también me escriben, o me llaman por teléfono. Se sienten confusos de tener una hija que, por algún motivo, procede de un árbol azul. "Es diferente a todos, se quejan, pero, si ella quisiera, podría ser igual". Bajó de los árboles, es cierto, y ¿de dónde venimos los demás? Unos de una hoguera, otros de una gruta perdida en el océano, algunos de la semilla fósil de una planta mesozoica. Pero nos vestimos, hablamos y pensamos igual que el resto porque no nos gusta ser distintos."
Auko vive ahora en un viejo rascacielos. Pero no en el último piso, aclara, sino en uno de los primeros. Cree que todavía tiene vértigo y que no le conviene precipitarse. Estas son sus palabras:
"Salve, Molina. Ha sido un viaje muy largo. Llegué hambrienta, dormía en la calle y comía lo que encontraba por ahí. Manjares exquisitos, no creas que me conformaba con poco: empanadillas de cabello de ángel y merengue para desayunar, ya sabes lo golosa que soy. Los cogía del mostrador del pastelero y me los comía allí tranquilamente, luego este me dijo que no podía hacerlo y tuve que cambiar de sitio, pero siempre acababa encontrando a alguien que me surtiese de lo que más me gusta. Por la noche me tumbaba en la hierba, al borde del mar para escapar del calor que hace aquí y dormía como un tronco, mucho mejor que ahora. Un día me quedé mirando a una chica que cosía bolsos a mano detrás de un escaparate y me gustó lo que estaba haciendo. Pensé que esa vida no podía durar mucho, así que entré y pedí trabajo allí mismo. Me hicieron una prueba y la pasé.
También me he enamorado. No es que tenga prisa por hacerlo todo en un momento, como piensa mi amiga Carlota, pero quiero empezar a vivir ya. No creas, el afortunado aún no lo sabe y puede que no se entere nunca. Es mi jefe. Sí.
Me gusta querer a alguien así, sin que lo sepa. Es la manera de disfrutar de una sensación tan bonita sin que nadie consiga agobiarme. Carlota se ríe, dice que ya cambiaré.
Estoy segura de que vas a preguntarlo, por eso, aunque no le doy ninguna importancia, te lo cuento ya. Él es un hombre, con eso basta. Parecerá poco decir pero es lo único que importa realmente. Sí, es alto y guapo, ¡no irás a pensar que tengo mal gusto! Manda mucho. Refunfuña. Trabaja sin parar hasta la noche teniendo muy presentes a los dos hijos que le aguardan. No hay madre: murió en un accidente. Los chicos se quedan con los abuelos cuando el padre está trabajando. A él le gusta el motociclismo y las películas de guerra, los domingos lleva a los niños al cine, a jugar al baloncesto y hacen acampadas al aire libre.
Yo no espero a tener fiesta para hacer lo que me gusta. Nado en la playa todo el tiempo que puedo porque es la mejor forma de soñar: con los ojos cerrados, despierta y rodeada de agua. Carlota quiere que alquilemos un barco un día, llegar más allá del horizonte y sumergirnos. Mientras cose, se pincha con la aguja, corta retales o pone remaches en las esquinas de los bolsos me cuenta su vida entera. Yo, en cambio, no tengo mucho que decir. Todavía. Nací en un árbol azul, me caí a una azotea, la tuya, y cogí un tren para ver el mundo. Ella al principio se ríe pero pronto se pone seria: "Añadirás muchas más cosas a eso y yo lo veré todo." Sí, es algo curiosa pero se preocupa por mí de verdad."
Auko continúa, a su manera, algo desordenada pero también sabia, contándome durante muchas páginas todo lo que está viviendo. Unas veces se entretiene en acumular detalles, otras es lapidaria. Encantadora y excéntrica, siempre. Debería haber un eslogan que afirme: "Ponga a una Auko en su vida", o mejor "Sea Auko, no se arrepentirá". Pero no todos tenemos la suerte de ser ella. Mientras tanto seguiré leyendo sus cartas. ¿Qué otra cosa podría hacer?
(Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Explícate: