miércoles, 20 de febrero de 2013

Don Rufo bufa: Tópicos y más tópicos

Más creatividad exijo. Que, por una vez, se ponga a funcionar el cerebro, esa azotea que llevamos incorporada de serie y cuya corteza solemos usar para peinarnos. Lo de dentro permanece, con el piloto encendido, en stand by. Él, muy diligente, dirige nuestras funciones de supervivencia, incluyendo la comunicación, el movimiento y los sentidos corporales.

Levanto la vista del magnífico libro, repleto de hallazgos verbales, de pensamientos novedosos, escucho la melodía que me transporta al infinito, contemplo el inmenso edificio, donde materia y espacio se alían para desafiar las leyes naturales, o el cuadro, o el algoritmo matemático, o el elixir milagroso que elimina algún mal tremebundo, y la duda surge. Esos genios ¿utilizaron el mismo magma cerebral que la gente que encuentro cada día y que parecen discos rallados, robots, humanoides, clones, autómatas, máquinas de no pensar?

TRABAJADOR TV: ¿Se arrepiente usted de algo que haya hecho en su vida?

PELEGATOS CONOCIDO: No. Yo jamás me arrepiento de nada.

Esa vez, para variar, habían encargado la redacción de las preguntas a alguien bastante más avispado que el que suele dar la cara. No como de costumbre, cuando parecen cortados por el mismo patrón, como un traje confeccionado en serie. Lo que era de prever no ocurrió. Al menos uno se salvaba. O dos, porque el entrevistador también parecía estar al quite. Vuelve a la carga, pues.

TTV: Bien. Cambiando de tema: si volviese a nacer, ¿modificaría algo?

PC: Sí, casi todo.

¡Acabáramos! Pues, precisamente eso, es lo que te acaban de preguntar. Repasemos el diccionario, aprendamos de nuevo el significado de la palabra arrepentirse. Alguien dijo una vez, antes o después de la famosa canción de Edith Piaf, que no hay que arrepentirse de nada, y todos como borregos obedientes, la vamos repitiendo un día tras otro. Una cosa es avergonzarse y otra muy distinta arrepentirse. Yo creo que, cuando niega con vehemencia el arrepentimiento, la mayor parte de las veces la gente se refiere a la vergüenza.

Non, rien de rien, non je ne regrette de rien, /Ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal, tout ca m'est bien egal / Non, rien de rien, non je ne regrette de rien / C'est paye, balaye, oublie, je m'en fous de passe

Avec mes souvenirs, j'ai allume le feu, / Mes chagrins, mes plaisirs, je n'ai plus besoin d'eux / Balayes mes amours avec leurs tremolos, / Balayes pour toujours, je repars a zero

Non, rien de rien, non je ne regrette de rien, / Ni le bien qu'on m'a fait, ni le mal, tout ca m'est bien egal / Non, rien de rien, non je ne regrette de rien / Car ma vie, car mes joies, aujourdhui, ca commence avec toi!

El arrepentimiento ha adquirido mala prensa quizá porque  recuerda a la cobardía; y puede que a la debilidad. Pero nada más lejos de ellas. Arrepentirse de algo que hemos hecho significa que hemos aprendido de la experiencia, que tenemos la mente más clara, que conocemos mejor el camino. Puede que la culpa de todo la tengan sus resonancias religiosas, pero uno puede sencillamente cambiar de ruta sin temer ningún castigo divino ni tener que rendir cuentas a nadie. 

Todo el mundo opina lo mismo de casi todo. O repite lo que oye a aquellos que considera de su camarilla. Algunos se arriesgan a introducir ligeras variantes. Con el tiempo, imperceptiblemente, las opiniones van cambiando pero lo hacen en bloque, nadie disiente, somos como una cabeza enorme, como un alarmante caso de hidrocefalia social. Por culpa de esa estúpida costumbre de repetirlo todo como loritos (y de pensarlo, que es peor) seguimos estancados tiempo y tiempo, siempre flotando en la misma sopa de tópicos.

Probad a a pedir opinión a cualquiera de esas cabezas parlantes. Públicas o privadas,  amaestradas sin excepción. La identidad de la persona interrogada así como el asunto elegido son irrelevantes. Sexualidad, política, la propia muerte o la ajena, familia, amor, hijos, viajes, cocina, salud. Opinarán lo que se supone adecuado esa semana, mes, lustro, década. Intentarán ser ingeniosos de idéntica manera, contarán los mismos chistes, pondrán los mismos ejemplos, se rasgarán las vestiduras por los motivos convenientes, presumirán de originalidad de igual modo.

La televisión, como cualquier otro medio de masas, sirve únicamente de elemento comparativo pues pone a disposición de muchos un determinado episodio. Pero los medios se nutren de la vida cotidiana y es allí dónde se encuentra el filón. Trivialidades idénticas, o de parecido tenor, pueden escucharse en la oficina, el ascensor, la cola del supermercado, el café, el parlamento, el palacio, el sindicato o la bolsa. ¿Para qué molestarse en cavilar  cuando disponemos de  piloto automático? Ya se encarga la costumbre -el último comentario leído, lo que escuchamos habitualmente- de dictarnos lo que hemos de decir. Es innegable que el aparato de sacar conclusiones se va oxidando con el tiempo – igual que cualquier electrodoméstico o, sin ir más lejos, algún músculo -pero apenas se nota, incluso podemos pasar por ingeniosos. Sobre todo, cuando la mayoría de conciudadanos actúa exactamente igual.                                                                                                                                                         

4 comentarios:

  1. Todo lo que se ha conseguido a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido gracias al trabajo concienzudo de solo unos pocos, una mínima parte, un porcentaje irrisorio. La gran mayoría no aportamos nada que sea definitivo. ¿Qué pasaría si todos fuésemos como Einstein, Mozart, Newton, Lavoisier...? pues que nadie, absolutamente nadie, haría preguntas estúpidas a nadie. Entre otras cosas.

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  2. Hola Samael, gracias por comentar.
    Naturalmente que no todos somos genios, y es bueno que así sea. Aquí cada uno tiene su papel y el mundo sigue avanzando. Tiene que existir un solo Newton, pero muchos albañiles, cirujanos o profes de primaria. Todo cuenta y todos somos importantes.
    Pero no me refería a un talento desmedido en algún campo sino al sentido crítico, que puede ser ejercido por cualquier persona con un nivel de inteligencia medio. Tu blog, por ejemplo, lo tiene, por eso me gusta.
    Lo que me molesta no son las preguntas tontas. Tenemos derecho a ser tontos, alguna vez en nuestra vida o siempre, eso no se elige, hasta los mayores cerebros pueden decir tonterías, y es hasta saludable. Lo malo es que la misma tontería se repita hasta el infinito, que cuando una gran mayoría acepta algo como verdad indiscutible todos lo transmitan hasta la saciedad, sin poner nada en tela de juicio. Lo que me molesta es lo borregos que somos. Si digo una estupidez quiero que sea MI estupidez, y si repito la estupidez de otro que sea porque me la creo, no porque es lo que pregunta o acepta todo el mundo y yo me lo trago sin rechistar.
    Espero haberme explicado, un saludo, seguimos leyéndonos.

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  3. Te recomiendo que leas el artículo de Javier Marías en el País Semanal de este domingo.

    En el que destaca lo zafio y grosero que es el lenguaje en televisión, por ejemplo, y que nadie se rasga las vestiduras y hasta lo encuentran gracioso, y que luego haya tanto revuelo por lo "políticamente correcto" en cuanto a género y minorías, que acaba espesando la claridad del mensaje y distorsionando el significado de las palabras en un idioma tan rico y preciso como el castellano.

    En cuanto a que la mayoría de la gente repite mensaje sin ni siquiera comprenderlos, no ya reflexionarlos, te doy toda la razón y me apena. Porque como tú bien dices es un signo de aborregamineto muy preocupante y el primer síntoma de incomunicación.

    A mí no me importaria ser como Mozart.

    Un beso

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    1. Estoy de acuerdo con él como CASI siempre. Marías es muy sensato y agudo hasta que algo no razonable le afecta. Entonces se revuelve como un tigre y defiende lo indefendible con toda la rabia que tiene, que es bastante, y los años no parecen moderarla. Yo le aconsejaría que ahorre su labia para causas que lo merezcan, de hecho se lo aconsejé una vez (por carta), por un motivo concreto y con argumentos que no pudo rebatir y me contestó una estupidez del 15.

      Y del aborregamiento, no es su aumento lo que más me preocupa sino la franja de edad dónde se sitúa este aumento. ¡San Pitopato nos proteja, pardiez!

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