miércoles, 8 de abril de 2020

El día que todo cambió (Relato catástrófico)

-De la noche a la mañana, todo aquello se hundió y unos días después rescataron a tu pobre abuela.

-¿Pobre? ¡Qué arte! ¡Qué arte, mi abuela! El terremoto la había pillado en su cuarto, cerca del cofre de los tesoros. Llevaba todas sus alhajas puestas y se había construido un ataúd. Debió pensar: "Puesto que nadie va a enterrarme, me entierro yo como es debido".

Y el ataúd le salvó la vida. Fue ingeniosa, se metió en la caja del reloj de su familia envuelta en una manta gruesa, (el sudario que tenía más a mano) y, encogida como estaba, los cascotes apenas la rozaron, solo rompieron el cristal. También fue valiente y muy lista, pero lo que encontramos ya no era ella. Trastornada por el hambre y el pánico, se había convertido en un ser adusto, incapaz de sonreír. Y, a pesar de todo, feliz. Feliz a su manera, disfrutando al contar su historia una y otra vez a los forasteros que llegaban al pueblo para verla. Orgullosa de su fama, ella a la que nunca, nadie, había mirado dos veces.

Publicado originalmente el 7/4/20 en Clásicas y Modernas

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