El
ejercicio afina la mente: cuantas más historias inventes más acudirán a ti pues
se produce una percepción especial, un afinamiento de la sensibilidad que nos
lleva a toparnos con ellas cada vez con más frecuencia.
Una
vez elegido asunto, tienes que seleccionar sus elementos. El relato no debe
contarlo todo, debe ser como la vida, mostrar solo una parte, iluminar
determinados aspectos, sugerir, y dejar que la inteligencia del lector haga el
resto. Todavía no tienes más que el embrión. Antes de continuar, distingamos
entre idea, argumento y relato propiamente dicho.
La idea no es más que un breve esbozo, que no
ocupará más que una frase, de aquello que vas a contar.
El argumento es la historia a grandes rasgos, la
exposición de sus etapas fundamentales eliminando todo lo superfluo. Es el
esqueleto de la historia, aquello que la consolida unificando cada una de sus
partes,
Al
desarrollarlo obtendrás el relato. Pero
haber ideado un argumento no garantiza que el proyecto llegue a término. A
veces, sin embargo, una simple impresión, el detalle más insignificante, puede
conducirte hasta el desenlace narrativo sin que tuvieses ese propósito al
empezar. Por otra parte, la misma idea, incluso el mismo argumento, puede dar
lugar a dos relatos que no tengan absolutamente nada en común.
Tienes
que eliminar las digresiones: todos
los elementos de tu relato han de estar al servicio del argumento, cooperando
entre ellos en el alcance de la conclusión final.
LA HISTORIA INTERESANTE
Vladimir Kush - Atlas |
Algunos
días te sentirás realmente inspirado, estarás deseando que llegue el momento de
ponerte ante la hoja en blanco y es muy probable que lo que finalmente surja sea
sorprendente y alentador. Entonces pensarás que atraviesas una racha fértil. Pero
no siempre ocurre así, en ocasiones el miedo asoma y paraliza al escritor.
Cuando esto ocurre, cada vez le cuesta más enfrentarse al hecho de escribir, lo
aplaza y lo aplaza por temor a descubrir que no sabe sacar adelante un proyecto
o, lo que es peor, que, a pesar de su vocación, la capacidad de escribir
novelas y relatos se ha perdido o simplemente no existe.
Existen
métodos de desbloqueo narrativo, por ejemplo, ponerte a escribir cualquier cosa
sobre la marcha –sin propósito previo ni grandes expectativas–para descubrir
qué es lo que quieres contar, cual es el tema sobre el que verdaderamente te
interesa escribir. Es probable que no obtengas una obra de arte pero puede que acabes
encontrando el caudal de las historias futuras y aprenderás si lo que te
interesa es real o imaginario, concreto o abstracto, externo o interno, ajeno o
personal; cuáles son tus temas recurrentes, o cual es ese tema que necesitas
sacar afuera porque te está impidiendo la formación de otras historias. De
cualquier forma, siempre servirá de calentamiento y dará como resultado un
material en el que encontrarás, con toda seguridad, hallazgos aprovechables.
Para
que puedas llevar una idea a buen término primero tiene que apasionarte. En
segundo lugar, tienes que ser capaz de darle vida: no todo lo que nos interesa
es apto para ser escrito, hay historias que estaríamos encantados de leer o ver
en una película, pero que nacerían muertas si intentásemos desarrollarlas pues
realmente nos resultan ajenas. Se trata de argumentos exóticos que se eligen
buscando originalidad pero cuyo brillo es artificial y vacuo.
Finalmente,
tras muchos intentos, aparece el argumento que buscabas, y entonces surge un
nuevo problema, ¿cómo sacarlo adelante? Para tal contenido, ¿cuál es la forma
ideal?
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