Lo primero que hay que saber es
que imaginación tenemos todos. Unos más y otros menos, pero se trata de una
facultad humana que, como todas, puede desarrollarse practicando. Consiste en
inventar contenidos nuevos a partir de esos materiales conocidos que nos suministra
la experiencia directa, la formación académica, los productos culturales y
artísticos que consumimos o los medios de comunicación. Ningún producto
artístico o literario procede de la nada, hasta lo que nos parece más irreal y
fabuloso está tomado, conscientemente o no, de algún sitio. Incluso si partimos
de lo que hemos soñado, porque los sueños ya son, en sí mismos, la
reelaboración previa de nuestra experiencia diurna. Eso significa que todo lo
que nos rodea es susceptible de reciclarse transformándose en otra cosa,
completamente distinta y por tanto irreconocible. El proceso puede ser
inmediato o más o menos lento, sencillo o laborioso, pero ¿por qué escatimar
esfuerzos cuando el resultado merece la pena?
¿Cómo ocurre esto? Pues, aunque
unas veces se produzca de forma consciente, incluso voluntaria, y otras más
misteriosamente, el mecanismo es siempre el mismo. Una realidad visible hace
surgir una imagen, invisible claro, en nuestro cerebro mediante una elaboración
personal, y el nexo que establecemos entre ambas da lugar a un nuevo
significado. Que este sea más o menos parecido al modelo dependerá de lo que
quiera conseguir cadaartista, pero también de su talento, de lo inspirado que
se encuentre y del esfuerzo que ponga. Entendiendo que un mayor grado de
fantasía no es sinónimo de calidad: unas veces pretenderemos que nuestro texto
se ajuste fielmente a las circunstancias de la vida, otras, nos interesará
crear un mundo de fábula. Dependerá de factores como nuestra propia motivación
y objetivos, de quienes sean los destinatarios, de la oportunidad de nuestro
producto etc.
Como digo, la imaginación nos
llega de fábrica, eso significa que no podemos utilizar su carencia como
excusa. Pero, y esto es lo malo, en estado puro es involuntaria, caprichosa y
un tanto ingobernable. Al malinterpretar, idealizar, presuponer etc. también la
ponemos en juego, pero son actos que de creativos tienen muy poco. La
naturaleza nos ha otorgado un gran tesoro, una herramienta valiosísima, es
verdad, pero antes de ponernos manos a la obra hemos de aprender a encauzarla.
¿Y esto cómo se hace? Usando la razón, otro recurso cognitivo innato que no
puede faltar ni en el proyecto aparentemente más disparatado y delirante que se
nos pueda pasar por la cabeza.
Ante todo, hay que pulirla,
afianzando nuestros puntos fuertes y fortaleciendo los débiles de nuestro
imaginario particular. A partir de ahí, reelaboraremos nuestra experiencia
convirtiendo los conceptos en imágenes artísticas concretas y sensoriales
(visibles, auditivas, táctiles…). Es decir, no explicar sino mostrar, no contar
lo que pasó sino hacer que pase ante los ojos de nuestros lectores. El cine, la
publicidad y demás medios audiovisuales nos impregnan de un sinfín de imágenes
facilitándonos la tarea. Eso sí, hay que seleccionar, priorizar y dejar que
sean ellas quienes hablen por sí mismas, individualizándolas y dotándolas de
rasgos concretos. Lo que reflejamos tendrá poco valor si no logramos que el
lector lo visualice. Y, recordemos, el lector actual no se parece al de hace
unas décadas: está familiarizado con un bombardeo continuo a cual más impactante,
a echar un vistazo a impulsos antes que a leer de forma continuada, es decir,
su lectura será dispersa la mayor parte de las veces. Por eso, hoy más que
nunca y por mucho que le atraiga la temática, no soportará ninguna clase de
ladrillo. Huyamos, pues, de las imágenes vulgares y tópicas, de lo que es
redundante, de las trivialidades y las frases hechas. La realidad que presentemos
al lector ha de tener garra, ser original y, sobre todo, estar viva. Contamos
para ello con recursos como la visualización, la comparación y la metáfora. Ahí
va un ejemplo:
"La librería de viejo de Aurelio Roncali se llamaba Books Kingdom, o sea El Reino de los Libros, y la marca, estampada sobre la primera hoja de cada uno, representaba una corona de rey encima de un libro abierto. Sara tenía muchas ganas de ir a aquella tienda, pero nunca la llevaban porque decían que estaba muy lejos. Se la imaginaba como un país chiquito, lleno de escaleras, de recodos y de casas enanas, escondidas entre estantes de colores, y habitadas por unos seres minúsculos y alados con gorro en punta. El señor Aurelio sabía que vivían allí, aunque sabía también que sólo salían de noche, cuando no él ya se había ido y apagado todas las luces. Pero a ellos no les importaba eso, porque eran fosforescentes en la oscuridad, como los gusanos de luz. Segregaban una especie de tela de araña, también luminosa, y se descolgaban por los hilos brillantes para trasladarse de un estante a otro, de un barrio del reino a otro. Se metían entre las páginas de los libros y contaban historias que se quedaban dibujadas y escritas allí. Su lenguaje era un zumbido como de música de jazz, pero en susurro. Para vivir en Books Kingdom la única condición era que había que saber contar historias."
CARMEN MARTÍN GAITE. Caperucita en Manhattan
La
clase de imágenes que plasmamos en un texto depende, como es lógico, de la cámara
que enfoca, es decir, de nuestra propia mirada de escritores. Pueden ser más
nítidas, más borrosas, verse desde un rincón o desde arriba. Por eso hemos de
elegir el punto de vista que más nos convenga y presentar de forma clara,
expresiva y precisa lo seleccionado previamente.
Y
es que en la selección, como decía, reside gran parte del secreto. Un requisito
imprescindible para encontrar un buen material es afinar nuestra sensibilidad, entendida
esta como capacidad de enriquecer el mundo propio con otras posturas y
experiencias, A una persona con verdadera sensibilidad creadora ninguna
realidad le es ajena pues esta le hace tan flexible que puede ponerse en el lugar
de cualquiera y consigue que nada le sea indiferente. Debemos estar convencidos
de que todo lo humano, por banal que nos parezca, puede convertirse en asunto
de interés si atinamos a reflejarlo convenientemente. Así conseguiremos llamar
la atención del lector sobre hechos, detalles y objetos que, por considerarse
insignificantes, suelen pasarse por alto. La sensibilidad captará fácilmente el
matiz, la sutileza; nos enseñará a sugerir más que a decir, a transmitir la
complejidad contenida en sujetos y situaciones, a empujar al lector a que
piense por sí mismo, a que complete eso que nosotros solo dejamos entrever.
Incluso a captar las emociones más profundas que sólo los verdaderos maestros
han logrado describir. Movidos por esa sensibilidad le conduciremos al
desenlace de la historia.
Es
obvio que hay tantos tipos de sensibilidad como personas, que, ante una
realidad cualquiera, cada uno de nosotros resaltará un aspecto distinto, de
forma diferente y con intensidad variable. Esto no es malo, al contrario,
significa que el escritor ha encontrado su propia personalidad, irrepetible y
única.
Me parece genial cómo nos lo cuentas. No sólo eres imaginativa y creativa, sino que tienes "oficio". Sabes cómo organizar todo eses material, sabes dónde buscar y que uso darle.
ResponderEliminarCuando empezamos a escribir queremos vestir los textos con miles de frases bonitas y metáforas que enamoren.
Cuando aprendemos a escribir, desvestimos el texto dando la oportunidad a quien nos lea de participar en la tarea creativa.
Me viene muy bien este post, ya que estoy en crisis creativa. Mi almacén de experiencias vitales, o material literario como lo llamo, está hecho un revoltijo y pidiendo a gritos algo de orden, descartes y prioridades.
Siempre he sido una lectora visual, así que trato de que lo que cuento se vea y enganche, muchas veces no lo consigo, o no tengo todavía suficiente "oficio", pero siempre sé cuando no funciona.
No sólo me ha encantado leerte, sino que me ha ayudado un montón.
Muchos besos,
Visualizar lo que se escribe, ese es el secreto, y ¿quién tiene la llave del tesoro?
ResponderEliminarHola Tesa, sobre imaginación e imágenes nadie puede enseñarte nada, por tanto, agradezco tus palabras porque significan mucho viniendo de una artista como tú.
Maestra, dan ganas de ponerse a escribir, aunque yo sea un Bartleby y preferiría no hacerlo.
ResponderEliminarPues ya va siendo hora, tienes al genio metido en la botella, y como no le das libertad no te deja tranquilo.
ResponderEliminar¡Qué escribas, leñe!
:) :) :) :) :)