El narrador
Los
elementos que intervienen en cualquier relato o novela se corresponden con los
de la lengua oral: emisor/autor, destinatario/lector, mensaje/narración. Pero
el concepto de autor es ambiguo, con él podemos referirnos a la persona, con
nombre y apellidos, que en un punto concreto de su vida escribió algo, pero,
habitualmente, el que nos habla en el texto es un individuo diferente a aquel
que firmaba en la portada, alguien que no tiene más biografía que la
establecida en el relato que estamos leyendo, y es en ese contexto y solo en él
donde podemos situarlo.
Distinguimos,
pues, al autor real de la historia
del autor ficcionalizado, a quien
conocemos exclusivamente a través de la lectura. Cada autor se desdobla en
tantos ficticios como obras escribe, el autor de ficción resultante tendrá los
rasgos que precise la historia que se cuenta. El ficticio es el vehículo para
que el real se exprese. La distancia que les separa varía dependiendo de la
naturaleza del texto. Cuando el texto está escrito en tercera persona, salvo
por rasgos psicológicos, estilísticos y estructurales, resulta difícil
distinguirlos.
El punto de vista
Desde
la primera vez que alguien decidió escribir una historia esta cuestión se tuvo
que poner sobre el tablero y continúa vigente hasta hoy. El escritor necesita
hacerse unas cuantas preguntas básicas:
¿Quién es la persona que le habla al lector?
¿Qué posición ocupa en la historia que cuenta?
¿A quién se la cuenta?
¿Qué tipo de personalidad se refleja en lo que está narrando?
¿A qué distancia se coloca del lector?
¿Quién es la persona que le habla al lector?
¿Qué posición ocupa en la historia que cuenta?
¿A quién se la cuenta?
¿Qué tipo de personalidad se refleja en lo que está narrando?
¿A qué distancia se coloca del lector?
Y otras por el estilo.
El
narrador es, fundamentalmente, un punto de vista, una perspectiva concreta en
cuanto a ideología, tiempo, espacio etc. acerca de lo que está contando. Desde
principios del siglo XX hasta ahora mismo, esta perspectiva es mucho más
importante que en las obras de ficción anteriores pues consideramos que la
realidad mostrada es aceptable siempre que el enfoque adoptado por el narrador
resulte convincente a los lectores.
Una
vez diseñado ese narrador concreto y creíble, el autor tiene que procurar no
dejarse ver, esconderse tras él por completo, de lo contrario destruiría la
coherencia y verosimilitud del relato. Desde ese momento, estructura, ideas,
escenario, hechos que se conocen o ignoran, todo debe girar en torno al punto
de vista.
Los
hechos pueden relatarse en cualquiera de las tres personas verbales. La primera –utilizada en el flujo de conciencia y el monólogo interior– tiene la ventaja de
la familiaridad que se establece con el lector, la facilidad con que será
comprendido y la confianza con que este dará por verdaderas sus afirmaciones. Pero
si los sentimientos propios resultan más verosímiles, la subjetividad de los
demás personajes estará fuera de su alcance en principio. Eso significa que el
escritor deberá utilizar todo su ingenio para que las afirmaciones del narrador
parezcan verdaderas. La segunda sugiere
la dualidad del ser humano, su desdoblamiento en varios “yos” que entran a menudo
en conflicto. Puede ser que el narrador establezca lo que Unamuno denominó monodiálogo, es decir, el debate interior
del que narra. Cualquier obra que adopte esta perspectiva es necesariamente intimista.
La tercera es el enfoque de la omnisciencia,
pero también de otras técnicas más modernas. Con cualquiera de ellas da la impresión
de que la novela se cuenta sola.
Unas
veces el narrador estará dentro, es decir,
formará parte de la trama; otras estará fuera.
También puede emplearse una técnica mixta. A veces es un semidiós que lo ve todo,
en cambio otras confesará sus limitaciones y no tiene más remedio que callarse todo
lo que debe ignorar. También el tono de la historia (dramático, irónico, sentimental
etc.) dependerá directamente de quien la esté relatando.
Este
personaje podrá presentarse bruscamente, haciendo declaración de principios, permitiendo,
y hasta exigiendo, que se conozca su personalidad enseguida. O al contrario, puede
dosificar las pistas para que se le conozca de forma paulatina. Incluso puede ocultar
su identidad durante muchas páginas o, como ocurre en algunos relatos cortos, no
desvelarla hasta la última frase. Por otra parte, puede estar perfectamente diseñado
o desdibujado de principio a fin.
Lo
habitual es que lo que cuenta, cómo lo cuenta, lo que calla, la lentitud o rapidez
con que aborda determinados pasajes, revele gran parte de su forma de ser por mucho
que se esfuerce en ocultarla. Por su actitud respecto a lo narrado, podríamos convertirlo
en: observador (impasible, interesado o apasionado), imaginativo, mitómano, didáctico,
moralizante o cualquier otro que se nos ocurra.
Los
puntos de vista que podemos utilizar van del narrador omnisciente –cuya perspicacia no tiene límites: puede adivinar
pensamientos, intenciones, el pasado, el presente y el futuro: suele introducirse
en el hilo narrativo para anticipar, matizar o expresar su opinión, incluso en la
mente de los personajes mediante el estilo indirecto libre y que tiene ventajas
evidentes, como dinamismo, economía narrativa, y el inconveniente de resultar escasamente
verosímil–, al yo-testigo, un personaje
de la acción que desvela, en primera persona, sucesos en los que juega un rol secundario
o al yo-protagonista, que es como el
anterior pero representando el papel estelar en la historia. Existe una omnisciencia neutral, cuando el personaje,
en tercera persona, conoce todos los detalles pero no se dirige directamente al
lector; una omnisciencia selectiva, cuando
uno solo de los personajes controla toda la situación, y una omnisciencia multiselectiva si se cuenta
lo vivido por los personajes según el criterio de cada cual y a medida que va sucediendo.
Hay dos técnicas en las que el narrador está ausente. La cámara, que proyecta la historia como si se viera reflejada en una pantalla
y es tan objetiva como poco selectiva y organizada; y el modo dramático, donde el autor se esconde detrás de los personajes cuyo
diálogo se presenta directamente y es lo que hace avanzar la trama. Según
el tipo de historia y el objetivo que persigamos elegiremos una técnica u otra.
En
cuanto a la relación con el lector, unas obras están dirigidas a un público concreto y otras no.
En las novelas del siglo XX, el burgués era su único destinatario; a partir de entonces
lo habitual es que no estén pensadas para nadie en particular, los autores solo
pretenden expresarse y son los lectores quienes toman la decisión.
Antes
de empezar un relato o novela, tienes que elegir el punto de vista y determinar
las características que tendrá tu narrador. No olvides que será la voz que hable
por ti y que ha de resultar creíble, parecer alguien de carne y hueso y no una marioneta que manejas a tu antojo.
¡Suerte!
¡Suerte!
Qué interesante todo lo que cuentas, me maravilla, porque aunque soy una lectora apasionada y constante desde pequeña, nunca me había parado a pensar y menos a analizar esta cuestión.
ResponderEliminarA mí me gusta más el narrador en primera persona, conecta más conmigo, me dejo llevar y creo que todo lo que narra lo ha experimentado, al menos lo creo mientras leo y la experiencia lectora suele ser muy intensa.
Luego, si el escritor me engancha y decido "adoptarlo" para mi lista de favoritos, busco conocer su vida, su cara, su bibliografia completa, su biografía...
En este momento estoy leyendo mi primer libro de Kenzaburo Oé, "Una cuestión Personal", tremenda y fascinante, y ya he pasado por todo el proceso que te cuento. Ya está en mi lista.
Otra cosa es escribir, ahí prefiero manejar dos técnicas al menos, porque la primera persona me limita, sobre todo, siento pudor para expresarme como me gustaría, quizá mi subconciente de tímida domesticada puede con el personaje.
Ahora que dispongo de más tiempo, me iré poniendo al día por tu azotea.
Un abrazo,
Hola Tesa. Me alegro que te gusten estas "Instrucciones". Estoy revisando unas lecciones que me encargaron hace nueve años para que formasen parte de un máster y convirtiéndolas en otra cosa, más digerible de lo que recibieron los alumnos.
ResponderEliminarSe me ocurrió adaptar alguno al blog y veo que están teniendo éxito, nadie es tan expresivo como tú pero los post reciben visitas. Así que seguiré publicándolos hasta que se me acabe el material.
Gracias por tu apoyo y un beso.