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martes, 18 de septiembre de 2018

Escritor, no arruines una buena historia con un final mal resuelto

Despido esta serie de Recomendaciones para autores novatos, como era de esperar, hablando del desenlace de las historias. Podéis leer el resto de las entregas pinchando en el enlace que incluyo en este mismo párrafo o buscando la etiqueta correspondiente. Como obsequio adicional, si os ha interesado lo que habéis leído y queréis completarlo con bibliografía sobre las cuestiones que he tratado en la serie, solo tenéis que pedírmelo. Espero vuestros comentarios.
todoeldinero
Película Tout làrgent du monde (2017)
Nunca se puede cerrar de cualquier manera una historia. A veces, el desenlace parece tan obvio que, en un primer vistazo, se diría que el autor no se ha calentado demasiado las neuronas, pero puede ser que todo el relato, desde su mismo planteamiento, se haya concebido para acabar precisamente como acaba. La casualidad, en literatura, no existe. Si algo no chirría, si nos sorprende y esa sorpresa añade un plus a todo lo anterior, si por el contrario, parece que todo encaja y, aunque no nos sorprenda demasiado, nos queda una sensación de orden, de que todo está puesto, y bien puesto, en su sitio, la personalidad invisible que mueve los hilos ha logrado su objetivo, construir un artefacto literario interesante, bien ejecutado y con un acabado impecable. No olvidemos que un buen relato es una joya y por tanto hay que cerrarla con un broche de categoría.
Vayamos por partes, se trata de elegir el elemento que completa el significado de la historia, aquello que, de no existir, la dejaría incompleta. Y toda elección implica una selección, es decir, de entre un conjunto de posibilidades, nos decidiremos por una sola, y esto dotará al relato de un matiz del que carecería si hubiésemos optado por cualquier otra.
Es fundamental tener en cuenta que, por muy inesperado que resulte el desenlace de cualquier narración, no puede serlo tanto que resulte incoherente con el resto. Tienes que estar atento, ya que a veces no tendrás más remedio que modificar el final que ya tenías preparado. Por mucho que te hayas encariñado con él previamente, si cuando llega el momento te das cuenta de que no era tan adecuado como te parecía, no te empeñes en continuar adelante y busca otro. Toda historia contiene en sí misma un desenlace perfecto, solo es cuestión de darle vueltas hasta conseguir dar con él.
Sabrás que lo has conseguido cuando tus lectores piensen que no había otro mejor entre todos los posibles y, sin embargo, no habían sido capaces de preverlo. Como ves, no existe una fórmula que valga para todo y en eso consiste su encanto. Unas veces necesitarás concluir de la forma más lógica, otras utilizando la fantasía, incluso a veces necesitarás valerte del absurdo.
Resultado de imagen de lo que el viento se llevó película
Película Lo que el viento se llevó (1939)
También tendrás que decidir el grado de apertura que exige lo que has escrito. Habitualmente, los géneros más extensos y complejos (novela, relato largo) admiten mayor ambigüedad, mientras los más breves (relato, microrelato) requieren un final más concreto. Desde este punto de vista, los desenlaces pueden dividirse en:

·         Cerrado: No hay ambigüedad posible, cada uno de los detalles que se aportan quedan fijos, sin posibilidad de variar. Es una buena táctica dentro de los límites de lo creíble. Pretender cerrar demasiado el relato (de modo que todas las vidas acaben en muerte, todas las solterías en boda etc.) convertirá en inverosímil la historia entera.
·        Abierto: El punto en que acaba marca normalmente el mensaje que deseas transmitir, pero el desarrollo estricto de los hechos admite una continuación. Conviene que te decidas por este tipo de desenlace si añade significado al relato, nunca por no tener otra idea mejor, pues entonces estaríamos mutilándolo y el lector lo sabría.
·         Circular: Al final del relato encontramos una situación similar a la del principio.

De esto y de entregas anteriores, sin contar tu propia experiencia, habrás podido deducir que no existe historia más banal y aburrida que aquella que podemos anticipar desde el principio, el cuento insustancial, repleto de tópicos, que se adivina con solo mirar la portada. Así que huye de tu peor enemigo y del de todos los escritores: lo previsible.

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