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jueves, 20 de octubre de 2016

Arriesgarse o morir

7 : AM

Aquí sigo. Tumbada donde Gonzalo me dejó anoche después de manosearme a conciencia, con el espíritu alborotado y los nervios a flor de piel provocados por la ansiedad de estar a punto de embarcarse en la aventura de su vida, por decirlo como yo lo veo, o de abandonarse en manos de un destino incierto y traidor según sus propias palabras. No sentir la necesidad de dormir es una ventaja, no cabe duda, las ideas surgen, se complican y adensan, mi capacidad de observación carece por completo de límites, no hay periodos de modorra ni descensos de atención, puedo estar siempre alerta y no perderme ni un detalle de lo que me sea dado presenciar.
Los humanos duermen. No sé si por costumbre, afición o necesidad. Horas y horas, que paso reflexionando en la oscuridad, algo aburrida, hasta que él, Gonzalo, enciende la luz del cuarto de baño y se arrastra como un sonámbulo en dirección a la ducha mientras yo me recreo contemplando en el espejo mi imagen pizpireta. Soy verde, contundente, suave, resbaladiza y espumosa. Huelo de maravilla, además. El mayor de mis placeres consiste en deshacerme en manos de ese gigante que duda entre abandonarme para siempre o dejarme atravesar con él un océano que, por desgracia, ha perdido su carácter misterioso.
La culpa, naturalmente, es de la ciencia. No niego que sea útil pero, de una forma u otra, termina aniquilando la magia.
Saldré de dudas muy pronto, la decisión está al caer. En Méjico le espera el amor y la posibilidad de rodar su primera película. Un panorama demasiado tentador para escabullirse como es su costumbre. Nadie se lo pensaría dos veces, pero este hombre es tan pusilánime. No sé qué más tiene que ocurrir para que se convenza. El mundo es tuyo, le susurro cada vez que rozo sus orejas, pero le conozco bien, sé que el miedo a lo desconocido le atenaza, que a veces queda paralizado por el pánico, las piernas agarrotadas y las pupilas fijas en la lamparita que ilumina el espejo. Esta batalla se libra entre el miedo y él, nadie más puede intervenir. Veremos quién vence. Hace tiempo que hice mi apuesta.
Ella, Guadalupe, al contrario que su amado, es menuda, temeraria y morena. Con su metro y medio escaso y la melena al viento ha conquistado Centroamérica, Europa y un pedazo de Estados Unidos. Su productora comienza a estar en boca de los directores de peso, su chequera se abulta cada día que pasa, los contratos millonarios y las grandes figuras dan paso a más personalidades, nuevos proyectos, cada vez de mayor envergadura, a contratos con cifras aún más vertiginosas. Un círculo virtuoso que amenaza con engullir el mundo del celuloide. Y Gonzalo puede situarse en su centro, convertirse en su eje, amar y ser amado. Un caramelo al que solo haría ascos alguien que hubiese perdido el juicio.
Ya estoy viendo los titulares: “El gran actor, Gonzalo Burgos, ha obtenido un enorme éxito en el estreno de…” Reconozco que soy algo fantasiosa, que me falta experiencia de la vida. Mi mundo se reduce a estas cuatro paredes, mi horizonte es Gonzalo, mi futuro consiste en esperar.
Pero ¡calla! Ahí viene. Más pálido y taciturno que nunca. Sueña bajo el chorro con los ojos cerrados, me aprieta contra su pecho como si yo, pobre de mí, fuese esa tabla de salvación a la que necesita agarrarse con urgencia.

10 : PM

No me ha permitido acompañarle. He visto cómo atravesaba el pasillo arrastrando la maleta sin ni siquiera acordarse de mí.
Me iré consumiendo poco a poco, de pena, aburrimiento, soledad.
¡Qué no daría por presenciar sus éxitos, contemplar aquellos parajes, ser testigo de su historia de amor!
¿Quién será el intruso que viene a molestar a estas horas? Una llave que araña la cerradura, pasos…
Es él. Sin equipaje, con la mirada vidriosa y apestando a ginebra de garrafa.
Moriría por consolarle pero me es imposible: no soy más que una humilde pastilla de jabón.

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