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viernes, 28 de febrero de 2014

¿La mejor campaña antitabaco?



Un video que ya tiene unos cuantos años pero sigue resultando impactante. Por supuesto, no narra como se introdujo en realidad el hábito, pero todo lo demás es exacto, muy expresivo y revelador.

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miércoles, 26 de febrero de 2014

Las agudizaciones de la EPOC suponen el 10-12% de las consultas en Atención Primaria

Pues, la verdad, no sé hasta que punto los facultativos son capaces de ponerse en lugar de los pacientes. Su formación es científica, pero no demuestran mucha psicología cuando piensen que personas que están constantemente al filo del ahogo se permiten el lujo de prescindir de los inhaladores cuya función cotidiana consiste en salvarles la vida. Recordemos que hablamos de la respiración, nada menos.
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SOMOS PACIENTES

LAS AGUDIZACIONES DE LA EPOC SUPONEN EL 10-12% DE LAS CONSULTAS EN ATENCIÓN PRIMARIA

PUBLICADO EL 25 DE FEBRERO DE 2014
En torno a 1,5 millones de españoles padecen enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Una patología que causa cada año cerca de 18.000 decesos en nuestro país y cuyas agudizaciones, ya a día de hoy y según han recordado los especialistas participantes en el encuentro ‘Siente y respira’ organizado por la compañía farmacéutica Novartis, son responsables del 10-12% del total de consultas en Atención Primaria.
En consecuencia, como ha destacado el doctor Juan Antonio Trigueros, del Centro de Salud de Menasalbas (Toledo) y coordinador del encuentro, “los principales retos para el médico de Atención Primaria son, sobre todo, mejorar la prevención desde la consulta, promoviendo la lucha contra el tabaco, el diagnóstico precoz, el control de síntomas, la elección de un tratamiento adecuado y las tareas preventivas frente a las agudizaciones”.Control de la enfermedad
Por lo que respecta a los principales síntomas asociados a la enfermedad, cabe destacar la disnea y la limitación al ejercicio, pues como ha explicado el doctor Trigueros “tienen un impacto muy alto en la calidad de vida del paciente, tanto en aquellos que se encuentran en estadios leves-moderados, con una disminución de respuesta al ejercicio, hasta en los más avanzados, entre los que son más frecuentes las agudizaciones graves que empeoran su pronóstico a largo plazo”.
Y en este contexto, una vez más, debe resaltarse la importancia de la adherencia a los tratamientos para poder controlar la enfermedad.
Según el Dr. Adolfo Baloira, neumólogo del Complexo Hospitalario Provincial-Montecelo de Pontevedra (CHOP), “el paciente con EPOC debe tomar medicación durante años. Si con el tratamiento nota una mejoría en los síntomas y en su actividad diaria será mucho más fácil que cumpla con la posología. Pero de lo contrario, es probable que se desanime y lo deje. Así, todo fármaco que ofrezca un rápido alivio de los síntomas favorece, sin duda, la adherencia al tratamiento”.

lunes, 24 de febrero de 2014

Lo divino en lo humano


“… puede entenderse el claroscuro que rodea a uno de los principales argumentos lucrecianos frente al temor humano: la emancipación de los hombres con respecto a lo divino. En multitud de ocasiones Lucrecio asegura que los dioses no tienen intervención alguna en el devenir del mundo: «Al punto la naturaleza se te aparecerá libre, exenta de soberbios tiranos, obrando por sí sola, espontáneamente, sin participación de los dioses» (Libro 2, 1090-1091). Ello no le conduce, como pudiera creerse, al ateísmo, sino a la atribución de un territorio indefinido, más o menos beatífico, donde los dioses viven en la ignorancia del dolor. (…) Lejos de confirmar, mediante el exilio de los dioses, la liberación de los hombres, son estos los que aparecen como exiliados, huérfanos de cualquier fuerza que amortigüe su debilidad. Aunque veladamente, lo que el autor de De rerum natura sugiere es una verdadera ausencia de lo divino en la que resonaría, con particular dramatismo, la despedida de los dioses…”
De “Maldita perfección” – Rafael Argullol – Cap. 2 (La antorcha de la vida) Pg. 28  
Arte etrusco

sábado, 22 de febrero de 2014

M.Butterfly (1993)

 
En toda ocasión, más aún si estamos desanimados o acabamos de sufrir una catástrofe, conviene recordar que cualquier cosa que acontezca ya ha sucedido anteriormente. Y que todo ello se ha recogido en esas grandes obras míticas que, aunque no sea más que de oídas, conocemos de sobra. Ellas nos explican lo que somos, marcan un sendero –tan incierto como libre– y se van reescribiendo con el tiempo, convirtiéndose en otras (con el mismo o diferente formato) para uso de las nuevas generaciones y sin perjudicar a la que le precedió.

Puccini, por ejemplo, compuso la música de ese drama eterno titulado Madama Butterfly, ambientado en Japón y estrenado en la Scala de Milán hace poco más de un siglo. La película presenta unos perfiles más modernos. En esta ocasión, se nos traslada a la China de 1964, con la guerra de Vietnam como telón de fondo y las argucias diplomáticas del mundo occidental inmiscuyéndose en la privacidad del protagonista, un diplomático francés interpretado por Jeremy Irons. En aquella época la señora Butterfly ya pertenecía al imaginario colectivo y su historia es representada en un teatro de Pekín, donde coinciden la seductora actriz china –encarnando a la japonesa trágica– y el incauto espectador, que muy pronto caerá en sus redes. Pero la historia nunca se repite del todo, sus giros no llegan a ser circulares, forman más bien  una espiral. Se muestran ligeras variantes. O no tan ligeras, pues se plantea la cuestión de quién es, en este caso, la víctima. El personaje critica ese matiz etnocéntrico de la famosa ópera que obliga a asumir a un occidental adorado y admirado pero jamás que la bella mujer europea o americana pueda sufrir a causa del nipón de baja estatura empeñado en despreciarla. Pero esta segunda historia consigue revertir los términos en más de un sentido. Ahora el burlado no será, precisamente, la mitad oriental de la pareja y, para insinuar que el engaño es doble, se incluye una incógnita en el título.

Si nos ponemos estrictos, resulta algo increíble que, en tantos años, nadie pusiese a René Gallimard al corriente de aspectos de la dramaturgia china comúnmente conocidos, incluso por los que jamás han puesto los pies en Oriente. También que el enorme fraude haya permanecido oculto. Es cierto que han quedado testimonios, entre ellos los hechos históricos que sirvieron de base al guión, pero, teniendo en cuenta el puritanismo imperante, me atrevo a poner en tela de juicio unas afirmaciones, no por categóricas, menos improbables. Aunque lo de menos es si el argumento tiene una base real, se asegura que sí, pero para mí no tiene ninguna importancia. Me interesa mucho más la pervivencia en el inconsciente colectivo de ciertas leyendas que conservan su esencia por encima de alteraciones y dan razón de nosotros mismos, probablemente mejor que muchos sesudos tratados. No hay que tomar la trama al pie de la letra porque lo que importa son los arquetipos, la trayectoria humana, el juego de roles, la indefensión del individuo ante la avasalladora fuerza colectiva, lo inesperado y su propia (y colosal) pasión.
 
No cambiamos y, salvo que suframos una mutación y nos convirtamos en otra especie, no cambiaremos nunca. Intereses políticos y amor, intrigas y erotismo, espionaje y arte, estratagemas para engañar y atavíos que conquistan, oscuros parentescos e incontestables atracciones. Todo ello bien mezclado y aderezado compondrá los entresijos de un drama eterno, el del amor no correspondido, el del ser incapaz de aceptarse al otro lado del desprecio o la traición. En este caso, es un destino trágico quien reclama el derecho a someter al protagonista.

La formidable estatura actoral de Irons secunda firmemente los avatares que atraviesa Gallimard, por muy incoherentes, o anacrónicos, o melodramáticos o inverosímiles que puedan parecernos. El enigmático individuo que encarna Shizuko Hoshi no pierde en ningún momento su proverbial hermetismo oriental, que evidencia hasta en el menor de sus gestos y le sirve para ocultar tanto sus verdaderos sentimientos como el nivel de su integridad ética.  

Es este un film de varones, la única mujer que vemos de cerca encarna a las no deseables de ese imaginarium masculino tan identificable como implícito. Una persona de edad, inteligente, observadora, que accede a tener una aventura con el torturado Gallimard solo para convertirse en un símbolo nefasto. Ella es el único desnudo en el que se detiene la cámara. La idealización siempre está vestida, la impudicia es mujer y es decadente. En el fondo, en esa alternativa entre imaginación y realidad, el protagonista se inclina por el engaño y el misterio. Y, sin embargo, existe algo de universal en esta parábola pues, sin llegar a esos extremos, en todo juego amoroso, hay algo de simulación que contribuye a alimentar la llama. Siempre nos enamoramos del misterio, pero queda una zona independiente a quien no atrapa ese idealismo sin cortapisas; si todos nos dejamos engañar hasta cierto punto, una ilusión que dura tantos años, esa seguridad, esa firmeza con que Gallimard acepta la versión de la persona amada, probablemente indique alguna patología mental.

Las dos imágenes con que se cierra la película no pueden ser más expresivas: la tragedia es grotesca y oscura mientras la indiferencia viaja en un aséptico avión.

* Año: 1993

* Duración: 101 min.

* País: Canadá

* Director: David Cronenbert

* Guión: David Henry Hwang

* Música: Howard Shore

* Fotografía: Peter Suschitzky

* Reparto: Jeremy Irons, John Lone, Barbara Sukowa, Ian Richardson, Annabel Leventon, Shizuko Hoshi, Richard McMillan, Vernon Dobtcheff

* Género: Drama
 

jueves, 20 de febrero de 2014

Mi futuro entre plumas

El hombre de la visera permaneció recostado junto a la ventanilla del compartimento, con el loro posado en su hombro, durante los tres cuartos de hora que duró nuestro trayecto.
 
Cuando el tren paró y empezamos a recoger el equipaje, él no movió un músculo. Ricardo lo miró con aprensión, pero no tuvimos certeza de lo que pasaba hasta que el revisor, apartando maletas y bártulos, sujetó la puerta acristalada para franquearnos el acceso al pasillo y le tocó en el hombro con la intención de despertarle. El cuerpo se derrumbó con un estruendo enorme mientras el animal revoloteaba por la estancia lanzando alaridos. Creímos entender que repetía “su seguro servidor”, pero el tono era, sin duda, de pánico.
 
Finalmente, acabamos arrestados los tres. Según parece, el loro atesoraba pruebas preciosas que facilitarían la captura del culpable. En cuanto a nosotros, sin haber hecho  esfuerzo ninguno, adquirimos el exclusivo –aunque dudoso– honor de la sospecha.
Vincent Van Gogh -  Viaducto en Arles  (1888)
Admito que me invadió el miedo. Ni siquiera siendo inocente se encuentra uno a salvo de la cárcel. O quién sabe de qué más. La pena de muerte continuaba en vigor por entonces y ni mi marido ni yo hemos sido nunca demasiado hábiles en demostrar que no mentimos.
 
Nos sometieron a un interrogatorio exhaustivo en el que nuestras respuestas sonaron muy poco convincentes. No habíamos visto a nadie. Aquel desgraciado nunca se movió. Tampoco el loro. Incluso habíamos echado una cabezada.
 
-¿En solo cuarenta y cinco minutos han tenido ustedes tiempo de dormirse?
 
Hasta el menor detalle parecía delatarnos. Nadie nos creyó. Confiábamos en la autopsia, en las pruebas de ADN, en los registros que habían efectuado al resto de los ocupantes del tren. Hasta en el loro confiábamos. Sin embargo, tras una noche en el calabozo, incluso nosotros mismos comenzamos a dudar de nuestra historia.

martes, 18 de febrero de 2014

Flaubert y su loro o el loro de Flaubert

1846

Hay entre los marinos aquellos que descubren nuevos mundos, que añaden tierras a la tierra y estrellas a las estrellas, estos son los maestros, los excelsos, los eternamente espléndidos. Luego están  los que vomitan el terror desde las partes de sus navíos, los que capturan, enriquecen y engordan.
Algunos zarpan en pos del oro y la seda bajo otros cielos, otros solo pretenden atrapar en sus redes salmones para los gourmets y bacalao para los pobres.

Yo soy el oscuro y paciente pescador de perlas que se zambulle hasta las profundidades y emerge con las manos vacías y la cara azul. Cierta atracción fatal me conduce hacia los abismos del pensamiento, hasta el fondo de unas simas interiores que, para los fuertes, jamás se agotan. Me pasaré la vida mirando el océano del arte en el que otros navegan o combaten, y a veces me divertiré yendo a buscar el fondo del mar conchas verdes o amarillas que los demás desprecian. De modo que las guardaré para mí y cubriré con ellas las paredes de mi choza.
1846

No soy más que un lagarto literario que se calienta el día entero al gran sol de la belleza. Solo eso.
1847

Las personas son como la comida. Hay montones de burgueses que para mí son como carne hervida: mucho vapor, nada de jugo, insípidos. Te llena enseguida y suele gustarles a los patanes. Otros son como carne blanca, pescado de río, delgadas anguilas que viven en el fango, ostras más o menos saladas, cabezas de ternera y azucaradas papillas. Yo soy como los macarrones con queso, que se ahílan y hieden, para gustar de ellos hay que haberlos probado muchas veces.
A la larga te acostumbras, pero antes tienes que haber aguantado que se te suba muchas veces el estómago a la boca.

1847
Esperabas encontrar en mí un fuego que ardiese, que llamease, que iluminase, que proyectara alegres claridades, que hiciera secar la humedad de los revestimientos, que saneara el aire y volviese a dar vida. Pero, ay, no soy más que una pobre lámpara nocturna cuya roja mecha centellea en un mal aceite lleno de anua polvo.

1851
Mi amistad es como los camellos. En cuanto se pone en marcha ya no hay modo de detenerla.

1852
A medida que envejecemos, el corazón se nos va desnudando, como los árboles. No hay nada capaz de resistir ciertas ráfagas de viento. Cada nuevo día nos arranca algunas hojas y eso sin contar con las tormentas que rompen de una sola vez varias ramas. Pero así como el verdor de la naturaleza renace en primavera, el nuestro se va para siempre.

1852
La vida es una cosa horrible, ¿no crees? Es como una sopa en la que flotan muchos pelos, y que no hay más remedio que comerse.

1857
Los libros no se hacen como los niños, sino como las pirámides, con un proyecto premeditado y amontonando grandes bloques, los unos encima de los otros, a fuerza de riñones, de tiempo y de sudor. ¡Y si no sirven de nada! ¡Y se quedan allí, en el desierto! Pero dominándolo de forma prodigiosa. Los chacales se mean en su base y los burgueses suben hasta su cúspide…

1857
Hay una frase latina que significa aproximadamente:
“Coger con los dientes un denario de entre la mierda”. Era una figura retórica que aplicaban a los avaros. Yo soy como ellos: para encontrar oro, no me detengo ante nada.

1867
Es cierto que hay muchas cosas que me exasperan. El día en que nada me indigne me caeré de bruces, como una muñeca cuando le quitas el palo que la sostiene.

1872
Jamás habían contado tan poco los intereses espirituales. Jamás el odio contra toda grandeza, el desdén por lo Bello, la execración de la literatura habían sido tan manifiestos. Siempre he intentado vivir en una torre de marfil, pero una marea de mierda golpea sus muros y amenaza con derribarla.

Flaubert en El loro de Flaubert, Julian Barnes 

domingo, 16 de febrero de 2014

Decálogo para combatir la fibromialgia (chusco pero muy conveniente)

Ojo. Quien esto escribe carece de formación sanitaria: las chorradas que aparecen más abajo son solo una parodia basada en la observación de un perfil concreto, que, si bien no es el único a quien afecta la patología, constituye un porcentaje abrumador.
 
 
Recetas (de andar por casa) para esquivar este cuadro clínico:
1)      Si es usted mujer, comienza a sentir dolores musculares y el médico elimina cualquier causa orgánica, no lo dude, sepárese de su marido. Inmediatamente. Antes de que le diagnostiquen una fibromialgia y su salud mental quede en entredicho de por vida.

2)      Si, encima, tiene niños, déjelos una (larga) temporada con él. Esto es tan  imprescindible para su salud como para la de ellos. Usted se repondrá mucho antes y, tanto uno como otros, aprenderán a valerse por sí mismos, algo muy útil en cualquier época.

3)      Repítase diez veces cada ocho horas que su problema no es crónico y, por tanto, va a resolverlo más temprano que tarde.

Egon Schiele
4)      Una vez sola, póngase manos a la obra: duerma todo lo que quiera, pásese tumbada a la bartola lo que guste. Cuando los platos se empiecen a acumular en el fregadero, el polvo en la mesa del comedor, o si su nevera acumula telarañas, no lo dude, contrate a una trabajadora del hogar. Mirarla cansa mucho menos y, sobre todo, ocupa un horario: tiene un principio y –más importante aún– ACABA en algún momento.

5)      En cuanto se empiece a sentir como una rosa silvestre, salga a la calle, cómprese ropa nueva, vaya a la peluquería y, una vez en casa, contemple en el espejo su nueva imagen. Largamente. Mírese como si no se conociese. En realidad es así, la persona que ve al otro lado está empezando a ser otra.
6)      Encuentre en su trabajo nuevos alicientes, si no lo soporta búsquese otro, si no lo tiene embárquese en uno que le guste de verdad.

7)      Aliméntese de forma variada, coma lo que necesite, ni un gramo menos. Intente no obsesionarse con el peso ni con la comida. (Combinándolo con el punto 9 es más fácil)

8)      Camine al aire libre y apúntese a un gimnasio. Aumente la actividad de forma progresiva y siempre que haya pasado la sensación de agotamiento. Corra, levante pesas, trabaje el músculo en las máquinas. El objetivo es convertirse, muy poco a poco, en una atleta, con el cuerpo bien recio y a prueba de insidiosas fatigas.

9)      Haga una lista con las aficiones que arrinconó toda su vida, o desde hace algún tiempo, o que no practica tanto como quisiera, y láncese a ellas con pasión.

10)  Búsquese a alguien que la admire de verdad, no de boquilla, y conviértalo en su amante. ¡Atención! he dicho amante, ¡cuidado con elevarlo a marido! Si a pesar de todo, cae en la tentación de volver a casarse y experimenta una recaída, vuelva al punto primero y sométase al tratamiento completo, sin olvidar ninguno de los puntos.

viernes, 14 de febrero de 2014

Rojo y blanco

Levantó su copa y pensó largamente en el mar. Hubiese deseado derramarla y generar ríos y ríos de vino tinto corriendo a sus pies, desbordándose en cascadas por los socavones de la avenida. Pero el mar cristalino ganó terreno y volvió a verse en la cubierta del barco de su tío, con una camiseta a listas azules y su gorra inmaculada, como el figurín imberbe que fue en aquellos tiempos.
Joaquín Sorolla - Mediodía en la playa de Valencia
 
Ahora ya ni siquiera era canoso. Y al líquido que manaba a sus pies le había invadido la sombra. Se felicitaba por ello. La sabiduría nunca es gratuita, hace falta dejar por el camino casi todo lo accesorio, echar barriga quizá, convertirse en fiel servidor de algún dios funesto. Ni siquiera podía evocar el sol de aquel verano porque jamás había vuelto a Grecia y los recuerdos se le habían difuminado en esa atmósfera gris.
 
Sintió un escozor en el pecho y evocó el hundimiento de aquel catamarán, pero solo fue una excusa para expulsar las lágrimas antes de que le devorasen por dentro. En realidad su tío lo había vendido a muy buen precio, tras darle un buen lavado de cara, al primer extranjero que consiguió embaucar. Por lo demás, el puerto entero sabía que aquel barco estaba, igual que él mismo ahora, podrido por dentro y que, si intentaba salir de la bahía, corría el peligro de saltar por los aires.
Joaquín Sorolla - Viejo con un cigarrillo
 
Aún danzaban en su cabeza imágenes de cuerpos tostándose, pero nada como ahogarse en alcohol para curtirse y vivir con intensidad para quemarse. Por mucho que lo tratase de evitar, los recuerdos emergían una y otra vez, acribillándole como dardos feroces. Era evidente que aquello no tenía nada que ver con la nostalgia.
 
La acidez le invadió la boca del estómago. Por fin había logrado conocer los entresijos del anhelado mundo real, el suyo, que se materializaba en el suelo encharcado de Londres, las empinadas callejuelas del barrio, su amada taberna, el licor, la resaca y la noche. Tenía que enfriar un poco la cabeza, o bien unirse a los que bramaban allí dentro, un coro de llorones. A su lado nadie iba a fijarse en sus lágrimas.

miércoles, 12 de febrero de 2014

La termoplastia bronquial supone una nueva alternativa para mejorar los síntomas del asma grave

El artículo explica perfectamente el aspecto terapéutico. Pero para situar al profano añadiré que un broncoespasmo consiste en una contracción brusca de los bronquios, que impide la entrada de aire, cuando por ellos entran sustancias como humo, productos químicos, el polvo producido por una taladradora etc., es decir, productos irritantes de las vías aéreas también denominados sustancias desencadenantes del asma.
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elEconomista.es / Salud
Martes 11 de Febrero de 2014

La termoplastia bronquial, que consiste en la aplicación de calor a través de un catéter introducido en el árbol bronquial, se puede convertir en una novedosa opción terapéutica para mejorar los síntomas de los pacientes con asma grave que no responden a la medicación convencional, según ha defendido el neumólogo Alfons Torrego, miembro de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR).

MADRID, 11 (EUROPA PRESS)

Durante su participación en el marco de la XVI Reunión de Invierno Conjunta de las Áreas SEPAR, que ha tenido lugar en Granada este pasado fin de semana, este experto ha destacado que se trata de una terapia que, a pesar de no tener finalidad curativa, "reduce el número de agudizaciones y de hospitalizaciones".

Dicho procedimiento, realizado ambulatoriamente, consiste en la aplicación de calor (65oC), generado y controlado por una fuente de radiofrecuencia, a través de un catéter introducido en el árbol bronquial por el canal de un broncoscopio flexible. El objetivo es reducir la cantidad y capacidad contráctil del músculo liso bronquial, mejorando el espasmo de los bronquios.

"Mejora los síntomas de la enfermedad y la calidad de vida de los pacientes", según Torrego, que además añade que los estudios realizados hasta el momento también reflejan que el efecto beneficioso que obtienen los pacientes de la termoplastia bronquial se mantiene al menos hasta 5 años después de su finalización.

En los asmáticos el músculo liso bronquial esta engrosado, pero con la aplicación de calor se consigue reducir su volumen, mejorando la función pulmonar, la calidad de vida, las exacerbaciones y las necesidades terapéuticas de los pacientes con asma".

El procedimiento se divide en 3 sesiones, separadas por tres semanas entre sí: la primera para tratar el lóbulo inferior derecho; la segunda, para el lóbulo inferior izquierdo, y la tercera, para ambos lóbulos superiores.

Aunque todavía es pronto para analizar los efectos a medio y largo plazo, existen ciertos datos favorables. "La experiencia en nuestro país todavía es limitada, pero esperanzadora. Los primeros pacientes tratados en España han mostrado una buena tolerancia al tratamiento", asegura Torrego.

YA LA USAN ALGUNOS HOSPITALES
"Dichos resultados positivos nos animan a seguir trabajando para entender mejor los mecanismos del asma grave y profundizar en el posible papel fisiológico del músculo liso bronquial, así como en su importancia patogénica en los pacientes con asma", según este experto.

El Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona fue el primer centro en realizar dicho procedimiento en España, y actualmente también hay otros centros que la aplican, como el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, la Fundación Jiménez Díaz también de Madrid, y el Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona.

En este sentido, seguir investigando en esta dirección permitirá dar conocer de forma sólida cuál es el verdadero impacto de la termoplastia bronquial en el coste-eficacia del tratamiento del asma a largo plazo.

Puedes leer el artículo aquí

lunes, 10 de febrero de 2014

París, Texas (1984)

No estoy revisando los Palma de Oro. Sin proponérmelo, he vuelto a reencontrarme con otro de los premios pero no ha sido más que una coincidencia.
 
Veinticinco, treinta personas, reunidas en una sala para ver y comentar la película.
 
Uno de mis filmes fetiche. Desde que se estrenó en España, lo había puesto en un altar y ni se me pasó por la cabeza que mi impresión de ahora pudiese ser distinta. Pero lo ha sido. Y, entre espectadores enfervorecidos, neófitos la mayor parte, me he sentido un poco traidora. La cuestión es ¿a quién traiciono si la película ya no me apasiona como antes? ¿A mis compañeros? ¿Al director? ¿Al reparto completo? ¿Al cine? ¿Al arte en general? ¿O no soy yo, sino el tiempo transcurrido, el responsable de esa sensación inoportuna?

Puede que todo sea mucho más simple: cuando por los ojos de alguien han pasado tantas obras maestras necesariamente ha de poner el listón muy alto. Y París, Texas ha sido superada por ella misma, pues desde el momento que alguien contempla un producto magistral pide mucho más a todo cuanto ve después, incluido el propio producto.
 
Recordaba muy poco. El omnipresente desierto, un hombre, una mujer, una búsqueda, el diálogo interminable a través del cristal. Mi mente la había dividido en dos partes bien diferenciadas y un remate final. Eso lo encontré, pero apenas me quedaba noción del argumento. Tampoco había olvidado lo larga que era. No me perdono haber borrado al niño.
Pero la fotografía, sea porque la había enterrado ya, o bien porque su vigencia sigue siendo absoluta, me impresionó como pocas veces lo ha hecho una cámara de cine. Empezando por esa visión dramática y escultural del desierto que encabeza la narración y que continúa en el cuidado milimétrico de cada fotograma, en la acertada originalidad de muchos enfoques y, sobre todo, en el lenguaje de los gestos, en esos elocuentes primeros planos que retratan el pánico, la desesperanza, la miseria, la enajenación, el desamparo, la vergüenza, la inocencia, la reconciliación, la angustia y un infinito etcétera. Cada expresión es como un código del sentimiento que pretende expresar. Contribuyen, por supuesto, un casting inmejorable y unas interpretaciones tan intachables como convincentes.
 
Soy un desastre para escuchar música en el cine. Cuando me encuentro lo suficientemente  inmersa en la trama y la banda sonora se adecúa a lo que se me está contando, ni siquiera soy consciente de que suena. A pesar de todas las alabanzas que ha recibido y sigue recibiendo, esta vez tampoco la escuché. Imperdonable, de acuerdo, pero muy buena señal por mi parte.
 
Bien, parece que hasta ahora todas mis impresiones fueron excelentes. ¿Por qué entonces ese asomo de decepción, esa tibieza que casi me avergüenza confesar? Según creo, y al margen de las explicaciones anotadas más arriba –que, mantengo mientras no se me ocurran otras– el guión, una vez superadas la sorpresa inicial y la fascinación por los elementos visuales y auditivos, cojea más de lo que parece.

No me atreví a admitirlo en el debate. Claramente, era minoría entre un público impactado todavía por el peso de la historia completa y por la furia de las imágenes que acababa de recibir en pleno rostro. Pero si utilizo la expresión historia completa no lo hago de forma inocente. Me parece que el guionista se ha guardado trucos en la manga, ahorrando de esa forma esfuerzo y dinero al rodaje y creando unas expectativas que no se cumplen. Y afirmo que lo fundamental de una obra narrativa no es tanto el argumento –al que no quito ni un ápice de importancia– como la honestidad con que se desarrolla este.
 
En mi coloquio se habló de si encontramos o no verosímil que el hijo y la madre se abracen con ese amor a pesar del largo abandono por parte de ella y de la ausencia de recuerdos en el niño. Pienso que lo es. Se habló de cobardía, de celos enfermizos, de constantes trifulcas de pareja. Se comentó el tremendo incendio que se había producido a causa de un desatado e irresponsable impulso. Se especuló sobre la imposibilidad de rehacer la, ya lejana, relación, sobre los celos que vuelven a aparecer en la primera visita al locutorio, ahora con mucha más razón que entonces. Se soslayaron casi por completo los cuatro largos años que el personaje principal pasa enajenado, en pleno limbo, absorto en la desesperación más absoluta. Se supuso  que este realiza un gran acto de amor generoso renunciando a los dos seres que más ama al tiempo que deja al uno en compañía de la otra, pues ellos se necesitan casi sin saberlo; y que él, gran responsable a fin de cuentas de casi todo lo ocurrido, sabe verlo a tiempo y retirarse.
Un irreprochable análisis si prescindimos del hecho de que gran parte de lo que apunto más arriba no aparece en escena. El film se demora en larguísimas secuencias, rodadas con enorme dramatismo, eso hay que reconocerlo, pero despacha los antecedentes, esos trágicos sucesos que dieron lugar al presente, es decir la relación de la pareja, el accidente, el largo y áspero tiempo transcurrido desde entonces –lo esencial, en definitiva– con unas cuantas referencias lanzadas a lo largo del tenso diálogo final. Creo que esta ha sido la principal razón de que ahora, a diferencia de aquel lejano día de los años ochenta, no haya salido flotando del cine.
 
Sé que ha llegado a convertirse en una película de culto, pero cuando yo la vi todavía no lo era, ese estatus se lo dimos los espectadores de entonces. Ahora sería oportuno someter el guión a un debate –serio, sin complejos ni lugares comunes– entre espectadores veteranos y primerizos y analizar las conclusiones que se extraigan.     

·         Año 1984

·         Duración 144 min.

·         País: Alemania

·         Director: Wim Wenders

·         Guión: Sam Shepard

·         Musica: Ry Cooder

·         Fotografía: Robby Müller


·         Coproducción Alemania del Oeste-Francia-GB-USA

·         Género: Drama | Road Movie