El tiempo
forma parte de la vida, eso significa que no puede faltar en tus relatos. Estará
presente de varias maneras:
- Las etapas en que dividirás tu historia (planteamiento, nudo y desenlace) son comparables a los momentos vitales (nacimiento, crecimiento, muerte.
- Toda historia supone un antes y un después, eso implica un lapso de tiempo por pequeño que sea. Incluso si todo lo que narras se refiere a un presente, no ha surgido de la nada, procede de un antes de otros acontecimientos que han desembocado en la situación actual.
Hasta tal
punto la noción de tiempo forma parte de nuestra naturaleza que nos cuesta
mucho transmitirla. Tendrás que esforzarte, pero antes escucha a los expertos:
“El
tiempo tiene que fluir siempre dentro del relato, tiene que dejar su herida,
zarandear a las gentes que se mueven dentro de él, irlas transformando. Y que
se vea cómo y por qué y a través de qué fases pasan de un estado a otro…”
CARMEN
MARTÍN GAITE. El cuento de nunca acabar
La
autora sigue explicando que a los personajes no se les puede tratar como a los
elementos de un paisaje, no se les puede ver de una pieza, sino poco a poco, a
través de lo que hacen y dicen. Los
personajes de ficción tienen que parecerse a la gente real y es un hecho que la
gente cambia. Como escritor, tienes que proponerte
reflejar este cambio, imitar lo mejor posible a la vida tal como es. Este es
otro de los factores que contribuyen a dar verosimilitud a una obra de ficción.
O a la inversa: si el tempo narrativo no está bien llevado la historia
entera hará aguas. El proceso vital de los personajes
ha de ser creíble, sus transformaciones siempre tienen que estar justificadas.
Los
relatos cortos usan el tiempo presente
y el pasado indistintamente, dependiendo de sus
características y de los objetivos que se marque el narrador. En cambio en una
novela el presente es más difícil de manejar, sobre todo si se quiere utilizar
de principio a fin, pues hay que hacer creer al lector que doscientas o más
páginas están ocurriendo ante sus ojos. Será preciso recurrir a mucha astucia
narrativa para seleccionar y dosificar los recursos que hagan esto convincente.
Una solución sería alternar los fragmentos en presente y en pasado a medida que
la narración lo vaya pidiendo. El futuro y el condicional tendrás que emplearlos con moderación, y
solo los incluirás si estás seguro de que los sabes combinar perfectamente con
los otros dos.
Francisco de Goya - Disparate ridículo |
Orden
líneal o cronológico. Es
cuando la historia se cuenta de principio a fin.
Cronología
rota. Aquí hay varias posibilidades. Puedes
empezar por el principio, por el final o “in media res” (en mitad del
asunto), y realizar todos los avances y retrocesos que consideres necesarios.
Pero tiene que haber un motivo claro para usar este procedimiento. Y tienes que
conseguir que en ningún caso haya confusión informando perfectamente al lector
del orden en que ocurrieron los hechos. Los saltos cronológicos mal manejados
producen incertidumbre y darán lugar a que el relato quede deshilvanado, sin
fuerza. En cambio, si se maneja con habilidad, desvelar solo una parte de la
información provoca curiosidad en el lector manteniéndole en un estado de
intriga.
En
general, hay que tener en cuenta que las elipsis son inevitables ya que es imposible contarlo todo. Pero
hay que recurrir a ellas solo cuando los hechos que obviamos carezcan de
interés para el desarrollo narrativo y,
por tanto lo que omitimos no tendría eficacia narrativa ninguna. Piensa que si
eludes ciertos hechos solo porque no sabes cómo resolverlos, el lector se
sentirá desorientado y tu trama habrá perdido fuerza.
Es
importante distinguir entre tiempo objetivo (el que marca el reloj) y tiempo subjetivo, que es la forma en que cada personaje lo
vive. Para transmitir la intensidad de las
vivencias tienes que jugar con el tempo narrativo dando más espacio a lo importante y poco o ninguno a
lo anecdótico.
En ese sentido, tienes que ir decidiendo cuánto espacio dedicas
a una escena concreta sin olvidar las necesidades del relato completo. Por
ejemplo, si un personaje está esperando a otro, es probable que no tengas que
detenerte en ese tiempo muerto, pero si el que espera está muy impaciente puede
que te convenga explicar con detalle de qué forma se manifiesta esa
impaciencia. A veces, describir los mínimos gestos de alguien es la mejor
manera de reflejar su personalidad.
Al
jugar con la velocidad y duración del tiempo, puedes lograr efectos muy
variados. Con la lentitud:
-resaltarás
los momentos más importantes,
-transmitirás
el carácter o los sentimientos de los personajes,
-mantendrás
la intriga el mayor tiempo posible,
-te
servirá para crear ambiente,
-conseguirás
un mayor disfrute del lector ante un pasaje concreto etc.
Hay
narraciones que se
apoyan exclusivamente en lo cronológico, en ellos podríamos considerar el tiempo como un personaje más, y a veces, incluso funcionará como
protagonista. En el género negro, por ejemplo, circunstancias como la
colocación de una bomba y su posterior localización y desactivación en el
último instante, conseguirá que mantengas el suspense hasta el último momento.
Ahora
que la importancia de este elemento ha quedado clara verás cómo tus historias
mejoran. Los resultados dependerán de tu habilidad, de la atención que pongas
y, como todo en la vida, de la práctica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Explícate: