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viernes, 14 de abril de 2017

Escritor, aprende a dar suspense a tus historias

Cómo atraer la atención. El suspense y la intriga

Existen varias técnicas para involucrar al lector en la historia, sólo así conseguirás  que no abandone  el libro hasta el final.
La literatura idealiza la realidad
En primer lugar, el lector ha de ver, literalmente, qué es lo que está ocurriendo: no se lo puedes contar, tienes que hacer que pase. Colócale delante a los personajes, como en el escenario de un teatro, mejor aún, como ante una cámara de cine que capte la vida real, con todos los detalles que consideres necesarios. Pero no los acumules, redúcelos a unos cuantos rasgos significativos, nunca aleatorios; y deja que la imaginación complete el resto. Crea ambiente, muestra a los personajes en su escenario, síguelos paso a paso. Explica cómo hablan, qué hacen, qué les rodea. Trata de que tu esbozo de la escena sea un complemento de la historia, no añadas datos insustanciales. De esa forma conseguirás darle vida, pues sólo lo que está vivo interesa de verdad.
Una historia debe ser visual en el más amplio sentido de la palabra. Más que visual deberíamos decir sensorial, pues hay que implicar en ella a los cinco sentidos, huir de las abstracciones, presentar datos físicos concretos, no sólo la vista: según lo que quieras comunicar tendrás que traer a escena movimientos, gestos, olores, sonidos...
Aprende a dosificar la información. No conviene dejar al lector en la ignorancia, a ciegas completamente, porque se aburrirá y perderá las ganas de seguir leyendo, pero tampoco hay que contarlo todo de golpe. Necesitarás combinar sabiamente lo que revelas y lo que ocultas. Enseña algo pero siempre con la mano cerrada. Hazle saber que aún queda mucho por descubrir, ve mostrándolo poco a poco e insinúa que lo que falta es lo más interesante. Y, de vez en cuando, da un vuelco inesperado a la historia.
La literatura modifica la realidad
Alterna las técnicas narrativas: narración, descripción y diálogo para romper la monotonía. Practica, además, otras tretas: conseguir que el lector simpatice con los personajes, introducir de vez en cuando información sorprendente, nuevos personajes o motivaciones desconocidas hasta el momento, crear falsas expectativas que acabarán desbaratándose, presentar un solo punto de vista para que el lector se pregunte qué pensarán los demás personajes, inventar acciones absurdas o descabelladas para dar luego un giro al relato y convertirlas en sensatas. Pero, si además de todo esto, puedes sorprenderte a ti mismo en algún punto de la trama, el lector se sentirá milagrosamente atrapado, pues no hay nada más imprevisto que aquello que ni el propio escritor espera.


Verosimilitud y realidad


Un relato ha de resultar creíble hasta el final, y esto depende no sólo de lo que cuentes sino de cómo lo presentes, de la argumentación que utilices para demostrar algo a los lectores o de cuáles son las conclusiones que estos tienen que extraer. También de la atmósfera que consigas crear. Algo fundamental, de lo que va a depender que tu trama se sustente o caiga estrepitosamente, es tener en cuenta que lo verosímil y lo real no son la misma cosa. A veces es imposible introducir en una trama un suceso tal como se produjo pues, si no se modifican  ciertos detalles, nadie podría creerlo.
Para lograr esa credibilidad tan necesaria, tienes que proponer desde las primeras líneas un marco concreto y procurar que el lector aprenda a moverse por él. Todo depende del contexto en el que la historia se desarrolla, algo que nunca podría suceder, por ejemplo en una calle, resultará fácilmente comprensible si lo sitúas en un manicomio o en un sueño. Si estableces desde el principio las pautas de un relato fantástico, el lector estará preparado para sucesos poco comunes. Un ambiente de gánsteres, le hará anticipar hechos terribles. Todo irá bien si consigues no caer en contradicciones, lo que se te pide es coherencia entre las diversas partes del texto, no un calco de la vida diaria.
No pierdas de vista que el lector sólo conoce aquello que está escrito, puedes contar con su complicidad, pedirle que complete aquello que sólo insinúas, pero no puedes pretender que adivine.  Las pruebas de que lo que dices es verdad tienes que aportarla tú mismo: pequeños detalles repartidos con maestría a lo largo del texto de forma que todo concuerde terminarán introduciéndole por completo en el hilo narrativo.
La literatura esquematiza la realidadEl relato de época precisa de la documentación necesaria para que no contenga anacronismos, lo mismo ocurre con aquél que se sitúa en civilizaciones muy diferentes a la tuya, o en lugares que no has visitado y a los que quizá nunca tengas acceso (el fondo del mar, Australia, el planeta Marte). Una obra realista no puede contradecir las reglas que observas en la vida cotidiana; por el contrario, un mundo de fantasía posee sus propias leyes internas, que marca el escritor y que el lector acepta siempre que sean coherentes entre sí. El realismo mágico tiene un funcionamiento más complejo: se rige por esquemas realistas pero sus mecanismos resultan insólitos; en él, la magia, la fantasía, lo extraordinario, puede aparecer y el lector estará preparado para ello, pero existe una sutil frontera entre el mundo real y el de maravilla que sólo se mantendrá en pie si encuentras el factor clave que haga creíble el conjunto. Por ejemplo, convencer al lector de que lo que sucede está en la mente de unos individuos sencillos y crédulos, o al revés, hacerle dudar de sí mismo de lo que ve y oye, hasta que se convenza de que es perfectamente admisible aquello que al principio le parecía tan irreal.

Y recuerda:

Como norma general, sea cual sea el tipo de historia que escribas, has de presentar los actos cotidianos como si fueran insólitos y lo excepcional como algo corriente, de modo que el que la lea tenga la sensación de haber presenciado algo esencial para él, de que sin esa lectura el mundo hubiese estado menos completo.

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