En la primera mitad del siglo pasado tuvo lugar la guerra civil española. Nos lo han contado nuestros mayores y lo hemos leído en los libros de texto. Conocemos el proceso con más o menos detalle. Durante la segunda república, tuvo lugar un proceso electoral en el que ganó una alianza de inquierdas denominado Frente Popular y constituido por socialistas, comunistas y anarquistas. La derecha no podía consentir que el poder se le fuese de las manos aunque esto hubiese sucedido como consecuencia de un proceso democrático. Ellos solo aceptan el resultado de las urnas cuando le favorece directamente, a no ser que la formación ganadora no está demasiado alejada de sus esquemas garantizándole que sus fuerzas vivas seguirán pudiendo hacer y deshacer a su antojo, cometer las tropelías que se les antojen, colocar a los suyos al frente de las instituciones estratégicas y enriquecerse (todavía más) por cualquier medio a su alcance independientemente de su legalidad.
A poco que
nos descuidemos, se acabarán saliendo con la suya. Sigamos escuchando los
cantos de sirena de todos esos supuestos periodistas –en realidad
propagandistas a sueldo del poder– y naufragaremos en el más proceloso de los
océanos. Un día se nos encenderá la luz y comprenderemos el juego que se traen,
entonces recordaremos todas y cada una de las fases –batallas, victorias,
nuevas escaramuzas– de la guerra que estamos soportando en este preciso momento,
pero será demasiado tarde porque estaremos todos lívidos e inertes, sumergidos
bajo el agua.
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